venmarktec - Calila y dimna

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Calila y Dimna

 

Fábulas: antigua versión castellana

Anónimo

 

Prólogo

La manifestación oral de la eterna tradición popular ha cristalizado,

de tiempo en tiempo, en esas colecciones más o menos eruditas, que se

traducen a todas las lenguas y que manejan todos los pueblos. Así

nacieron las famosas recopilaciones de cuentos, que los budistas

ensartaban al predicar la nueva moral religiosa para hacer más

plástica y educativa su misión. Así se llegó al «Panchatantra», al

«Mahabarata», a otros compendios del tesoro folklórico de la India; y

CALILA Y DIMNA no es sino el más extenso de todos estos libros

recopilatorios, ya que los aprovecha total o parcialmente.

La complicada genealogía del CALILA ha venido precisándose con

lentitud y paciencia a través de un siglo entero de críticas

investigaciones, inauguradas en 1816 por Sacy, editor del texto árabe.

Baste saber, como resumen de tantos desvelos, que a quien parece

debérsele la reunión de las distintas fuentes sánscritas antes aludidas,

es a Berzebuey, filósofo y médico del siglo VI de nuestra era, que las

tradujo al pehlvi, dialecto persa reconocido como lengua oficial del

imperio.

El libro se difundió extraordinariamente merced a las muchas

traducciones que de él se hicieron en lenguas orientales y europeas.

Para nosotros tiene una especial importancia la versión árabe que

Abdalla ben Almocafa realizó a mediados del siglo VIII, pues de ella

deriva la antigua versión castellana que publicamos.

En la nota final de nuestro texto se afirma también esta procedencia,

aunque añadiendo que se hizo por intermedio del latín. Podríamos

darle crédito, aunque sea difícil admitir esta supuesta versión

intermedia, si aquella nota no fuese en todas sus partes inexacta, lo que

nos lleva a declararla apócrifa, pues también atribuye la traducción a

Alfonso X. No es este el único caso de atribuciones semejantes. La

enorme fama alcanzada por el sabio monarca, impulsor de la poesía, de

la legislación, de la historia, de las ciencias, moldeador del idioma, al

que dio una flexibilidad capaz de expresar con épicos acentos los

instantes más inspirados de nuestras gestas, capaz de traducir a Ovidio

con elegancia y emoción, capaz de dar nuevo calor a las páginas

bíblicas, esa fama bien merecida atrajo hacia él la atribución de obras

anónimas, ya por el solo antojo del copista firmante del códice, ya por

el más inteligente deseo de dar autoridad a las obras salidas de manos

ignoradas. Pero Alfonso X no aprovecha esa traducción en su «General

Estoria» o historia universal, redactada hacia 1270, donde da a

conocer otro texto distinto del capítulo I del CALILA, y de existir

aquella sin ningún género de duda la hubiera aprovechado, sin tener

que recurrir a otra nueva. Quizá por esta misma razón halla que

rectificar también la fecha de 1251 que da la nota final que discutimos,

y adelantarla en unos treinta años más.

Claro es que en la complicada transmisión de la obra fue ésta

modificándose con adiciones, amplificaciones y retoques. Aparte de la

transformación de detalles, alterando y suprimiendo todo aquello que

podía chocar a hombres de otras latitudes para ir acomodando el libro

a las distintas civilizaciones, los traductores, aunque no todos ni con

mucha frecuencia, superpusieron algo propio. Y así el libro, que

comenzó por estar constituído por doce capítulos, llega en la versión

castellana a tener diez y ocho.

El título proviene de los nombres dados a los protagonistas -dos

lobos cervales- de una larga historia de infidelidad y ambición,

comprendida en nuestros capítulos III y IV. Las demás narraciones no

se relacionan con esta primera, y sólo sustentan la unidad de ser, como

ella, rimeros de fábulas y consejos. Este título, al parecer, tiene tan

larga vida como el libro mismo.

La ficticia unidad hállase asegurada por las palabras que Berzebuey

y los sucesivos interpoladores han puesto en boca de un rey que

inquiere y da a su interlocutor, el filósofo, como pie forzado, el tema del

apólogo siguiente, que éste desarrolla desprendiendo los consejos

propios para el rey. Del nombre siriaco de este filósofo, Bidwag, nació

el de Bidbai, Pilpai o Bidpai, al que se le supuso escritor indio.

Ya dentro de aquella fábula principal, los personajes mismos relatan

nuevos cuentos; poco a poco se pierde el hilo de la primitiva historia,

hasta que un personaje lo recoge para volver a dar vida a otras nuevas

moralizaciones. Esta concatenación produce alguna fatiga, y no es ni lo

más claro ni lo más apropiado a nuestro sistematizado modelo de una

narración única; pero el procedimiento ha sido eterno, y aunque nunca

llegó a los extremos de los fabulistas indios, ha producido, sin

remontarnos mucho en nuestro recuerdo, la interpolación dentro del

«Quijote», de novelas tan deliciosas como la del cautivo capitán o la del

«Curioso impertinente».

Los protagonistas de todos estos cuentos son animales, pues las

personas -rey, filósofo, brachmanes- tienen un carácter secundario, y si

alguna fábula está sólo representada por personajes humanos, es -con

las excepciones consiguientes- porque procede de las interpolaciones

sucesivas, y más generalmente del traductor árabe, como se puede

comprobar con todos los cuentos comprendidos en nuestro capítulo IV,

que fue añadido para éste. Las fábulas indias no hacen, pues, sino dar

la pauta, que ha de ser seguida con religiosa aquiescencia por todos los

fabulistas, hasta llegar a un La Fontaine o un Iriarte.

He aquí, pues, en vuestras manos un libro de fama antiquísima y

universal, un libro cuyo esencial valor reside en presentarnos

recubierta de la pátina literaria la tradición inagotable del pueblo.

Cada uno de estos apólogos ha recorrido el mundo por extraños

caminos y ha surgido aquí y allá como flor imperecedera. Muchos no

tendrán novedad alguna para un lector moderno; en mil libros, en boca

de los maravillosos narradores rústicos que aún quedan, surgen con la

viva espontaneidad de la fuente siempre rumorosa. Y así reconoceréis,

aunque sea otro el protagonista, la fábula de «La lechera» en el cuento

de «El religioso que vertió la miel y la manteca sobre su cabeza». Lo

exótico de estos apólogos y su mismo recargamiento de máximas y

moralizaciones no empaña en nada lo popular de ellos; se cuentan casi

todos con gracia y ligereza, y no hay que enojarse porque la uniforme

repetición de la fórmula para intercalar los cuentos dé cierta pesadez a

la lectura. A un lector moderno y presuroso no se le podrá pedir que lea

este libro de seguido; por ello he procurado singularizar cada cuento,

escondido en los largos relatos, a fin de facilitar su lectura aislada.

Bien definida está la moralidad relativa del libro por Gastón Paris,

el admirado erudito francés que estudió en la «Histoire Littéraire de la

France» (París, 1906, tomo XXXIII) con su certero criterio las

versiones del CALILA, a propósito de una de Raimond de Béziers -del

siglo XIV- hecha sobre la castellana. «Sus enseñanzas -dice- son poco

elevadas y bastante vanas; se refieren, casi en su totalidad, a estos

preceptos: hay que ser prudentes, ceder a la fuerza, saber aprovechar

las ocasiones, y ante todo y sobre todo, hay que desconfiar de todo y de

todos. Reconozcamos, sin embargo, que la honestidad se recomienda

frecuentemente y señalemos un rasgo simpático que reaparece a través

de toda la colección, y que es tan propio del carácter indio: la preciada

amistad.»

Y otro crítico francés, Derenbourg, el editor de una versión latina

del CALILA, escribe que «las ideas religiosas profesadas en nuestro

libro han permanecido -a través de las distintas nacionalidades y de

religiones diferentes porque ha pasado- sin ningún cambio notable.

Dios es uno y todo poderoso, recompensa el bien y castiga el mal; la

retribución está reservada ciertamente a un mundo futuro; el hombre no

sabrá evitar las decisiones del destino, y debe, sin embargo, conducirse

como si fuera libre. La contradicción entre la presciencia de Dios y el

libre albedrío está planteada en el CALILA y tan imperfectamente

resuelta como en toda la teología medieval. Al lado de esta

uniformidad, poco importa que se hable por acaso de un religioso o de

un confesor, que se cite un versículo del Nuevo Testamento o que se

añada un cuento cuyo asunto sea el descanso dominical».

La Edad Media vio en este libro una colección de consejos

saludables para su rey y para su pueblo, y no vaciló en traducirlo y

asimilarlo a la literatura más afortunada del tiempo, la de consejos y

castigos. «El Conde Lucanor», del infante Don Juan Manuel; los

«Castigos y Documentos», atribuídos a Sancho IV; el «Libro de los

gatos», o de los cuentos; el «Libro de ejemplos por a. b. c.» y otros

muchos, entre ellos el «De los engaños e los asayamientos de las

mugeres» y también el del Arcipreste de Hita, son muestras variadas y

eminentes de la predilección medieval por esta literatura moralizadora,

y aún encontraríamos en estos libros y en mayor o menor cantidad el

recuerdo directo o vago de los cuentos del CALILA Y DIMNA.

Esta edición se ha hecho sobre las dos anteriores del erudito

americano Allen (Macon, 1906) y del académico Alemany (Madrid,

1915). El primero copió exactamente los dos manuscritos conservados

en El Escorial (ms. A = h. III. 9 y ms. B = x. III. 4); el segundo avaloró

su nueva edición con el cotejo del texto árabe y decidió las

divergencias de los dos manuscritos casi siempre a favor del más

extenso, B. Hay otra edición anterior, de Gayangos (Madrid, 1860),

que ha sido anulada por estas dos. Procuro en esta mía dar un texto

único, combinando las lecturas de ambos manuscritos, pero

decidiéndome a no alterar el texto de A que me sirve de base, sino

cuando el sentido quede incompleto o esté manifiestamente estropeado

por el copista. No me aventuro por mi cuenta a hacer sino las

correcciones más evidentes, pues todas las restantes están fundadas en

las ediciones anteriores. Los eruditos harán bien en seguir consultando

las citadas ediciones, y en ésta encontrarán un texto modernizado en la

ortografía, y en el que se destacan unos de otros los diversos cuentos de

la colección, a fin de dar facilidad al público a que se dirige esta

Biblioteca y para el que también damos un sencillo vocabulario.

Antonio G. Solalinde

FABULAS

CALILA E DIMNA

ESTE LIBRO ES LLAMADO DE CALILA E DIMNA, EL CUAL

Introducción de Abdalla Ben Almocafa

DEPARTE POR EJEMPLOS DE HOMNES, E AVES, E

ANIMALIAS

Los filósofos entendidos de cualquier ley e de cualquier

lengua siempre punaron e se trabajaron de buscar el saber,

e de representar e ordenar la filosofía; et eran tenudos de

facer esto. Et acordaron e disputaron sobre ello unos con

otros, e amábanlo más que todas las otras cosas de que los

homes trabajan, et placíales más de aquello que de

ninguna juglería nin de otro placer; ca teníen que non era

ninguna cosa de las que ellos se trabajaban, de mejor

premia nin de mejor galardón que aquello de que las sus

ánimas trabajaban e enseñaban. Et posieron ejemplos e

semejanzas en la arte que alcanzaron e llegaron por

alongamiento de nuestras vidas e por largos pensamientos

e por largo estudio; e demandaron cosas para sacar de aquí

lo que quisieron con palabras apuestas e con razones sanas

e firmes; et posieron e compararon los más destos

ejemplos a las bestias salvajes e a las aves.

E ayuntáronseles para esto tres cosas buenas: la

primera, que los fallaran usados en razonar, e trobáronlos,

según lo que se usaban, para decir encobiertamente lo que

querían, et por afirmar buenas razones; e la segunda es,

que lo fallaron por buena manera con los entendidos por

que les crezca el sabor en aquello que les mostraron de la

filosofía cuando en ella pensaban e conocían su entender;

la tercera es, que los fallaron por juglaría a los discípulos e

a los niños. Et por esto lo amaron e lo tovieron por extraña

cosa, et quisieron estudiar en ello e saberlo; que cuando el

mozo hobiere edad: e su entendimiento complido, e

pensare en lo que dello hobiere decorado en los días que

en ello estudió, e asmare lo que ende ha notado en su

corazón, sabrá ende que habrá alcanzado cosa que es más

provechosa que los tesoros del haber et sería atal como el

home que llega a edad e falla que su padre le ha dejado

gran tesoro de oro e de plata e de piedras preciosas, por

donde le excusaría de demandar ayuda en vida.

Pues el que este libro leyere sepa la manera en que fue

compuesto, et cual fue la entención de los filósofos e de

los entendidos en sus ejemplos de las cosas que son ahí

dichas. Ca aquel que esto non sopiere non sabrá que será

su fin en este libro. Et sepas que la primera cosa que

conviene al que este libro leyere, es que se quiera guiar

por sus antecesores que son los filósofos e los sabios, e

que lo lea, e que lo entienda bien, et que non sea su intento

de leerlo fasta el cabo sin saber lo que ende leyere. Ca

aquel que la su intención será de leerlo fasta en cabo, e

non lo entendiere nin obrare por él, non fará pro el leer,

nin habrá dél cosa de que se pueda ayudar.

Et aquel que se trabajare de demandar el saber

perfetamente, leyendo, los libros estudiosamente si non se

trabajase en facer derecho, e seguir la verdat, non habrá

dél fruto que cogiere si non el trabajo e el lacerio.

El hombre

que encontró

un tesoro y es

engañado por

los

cargadores

E será atal como el home que dijeron los sabios que

pasara por un campo, e le apareció un tesoro, et después

que lo hubo, vino un tal tesoro cual home non viera, et dijo

en su corazón: «Si yo me tomare a levar esto que he

fallado, e lo levare poco a poco, facerseme ha perder el

gran sabor que he dello. Mas llegaré peones que me lo

lieven a mi posada, et desí iré en pos dellos.» E fízolo así,

e levó cada uno dellos lo que pudo levar a su posada, e

feciéronlo desta guisa fasta que hobieron levado todo el

tesoro. Et desí esto fecho, fuese el home para su posada e

non falló nada, mas falló que cada uno de aquéllos había

apartado para sí lo que levara, et así non hubo dende salvo

el lacerio de sacarlo. Et esto por cuanto se acuitó, e non

sopo facer bien su facienda por non ser enviso.

Et por ende, si el entendido alguna cosa leyere deste

libro, es menester que lo afirme bien e que entienda lo que

leyere, o que sepa que ha otro seso encobierto. Ca si non

lo sopiere, non le terná pro lo que leyere, así como si home

levase nueces sanas con sus cascas, e non se puede dellas

aprovechar fasta que las parta e saque dellas lo que en

ellas yace.

El ignorante

que quiere

E non sea atal como el home porque decía que quería

leer gramática, que se fue para un su amigo que era sabio,

pasar sabio et escribióle una carta en que eran las partes de fablar, e el

escolar fuese con ella a su posada, e leyóla mucho; pero

non conoció nin entendió el entendimiento que era en

aquella carta, e la decoró, e súpola bien leer. Et acertóse

con unos sabios cuidando que sabía tanto como ellos, et

dijo una palabra en que yerró. E dijo uno de aquellos

sabios: «Tú yerraste en lo que decías, ca debías decir así».

Et dijo él: «¿Cómo yerré? Ca yo he decorado lo que era en

una carta.» Et ellos burlaron dél por que non la sabía

entender, et los sabios toviéronlo por muy gran necio.

Et por esto cualquier home que este libro leyere e lo

entendiere, llegará a la fin de su entención, e se puede dél

aprovechar bien, e lo tenga por ejemplo, et que lo guarde

bien. Ca dicen que el home entendido non tiene en mucho

lo que sabe nin lo que aprendió dello, maguer que mucho

sea. Ca el saber esclarece mucho el entendimiento, así bien

como el olio que alumbra la tiniebla, ca es la escuridat de

la noche. Ca el enseñamiento mejora su estado de aquel

que quiere aprender. Et aquel que sopiere la cosa e non

usare de su saber, non le aprovechará.

El que se

duerme

mientras le

roban

Et es atal como el home que dicen que entró el ladrón

en su casa de noche e sopo el lugar donde estaba el ladrón,

et dijo: «Quiero callar fasta ver lo que fará, e de que

hobiere acabado de tomar lo que quisiere, levantarme he

para gelo quitar.» Et el ladrón andudo por casa, e tomó lo

que falló, et entre tanto el dueño dormióse; e el ladrón

fuese con todo cuanto falló en su casa, et después despertó

et falló que había el ladrón levado cuanto tenía. Et entonce

comenzó el home bueno a culparse e maltraerse, e

entendió que el su saber non le tenía pro, pues que non

usara dél.

Ca dicen que el saber non se acaba si non con la obra.

Et el saber es como el árbol, e la obra es la fruta; e el sabio

non demanda el saber si non por aprovecharse dél. Ca si

non usare de lo que sabe, non le tendrá pro. Et si un home

dijese que otro home sabía otra carrera provechosa, e

andodiera por ella diciendo que tal era, e non fuese ansí,

haberlo hían por simple, et atal como el home que sabe

cuál es la vianda buena e mala, e desí véncele la golosina e

el sabor de comer, e come la vianda mala, e deja de usar

de la buena. Et el home que más culpado es en facer las

malas obras e dejar las buenas, así como si dos homes

fuesen que serviese el uno al otro, e fuese el uno ciego, e

cayesen amos a dos en un foyo; que más culpa habría el

que tenía ojos que non el ciego en caer.

Et el sabio debe castigar primero a sí, e después

enseñar a los otros. Ca sería en esto atal como la fuente

que beben todos della e aprovecha a todos, et ella non ha

de aquel provecho cosa ninguna; ca el sabio, después que

adereza bien su facienda, mejor adereza a los otros con su

saber. Ca dicen que tres maneras de cosas debe el seglar

ganar e dar: la primera es ciencia, la segunda riquezas, e la

tercera codiciar de facer bien. Et non conviene a ningún

sabio profazar de ninguna cosa, faciendo él lo semejante

ca será atal como el ciego que profazaba al tuerto.

Nin debe trabajar provecho para sí por dañar a otro, ca

este atal que esto feciese sería derecho que le aconteciese

lo que aconteció a un home.

El que

queriendo

robar a su

compañero,

resultó

robado

Et dicen que un especiero tenía sísamo, él e un su

compañero, cada uno dellos tenía una bujeta dello, e non

lo había en toda esa tierra más de lo que ellos tenían. Et el

uno dellos pensó en su corazón que furtase lo de su

compañero, et puso una señal sobre una bujeta, en que

estaba el sísamo de su compañero, por que, de que viniese

de, noche a lo furtar, que la conociese por la señal. Et puso

una sábana blanca encima dello por señal. Et descobrió

esto que quería facer a un su amigo, por que fuese con él

de noche a lo furtar. Et el otro non quiso ir con él fasta que

le prometió de darle la meatad dello.

Et después su compañero vino, e falló la sábana

cubierta sobre su sísamo, et dijo: «Verés qué ha fecho mi

compañero por guardar mi sísamo de polvo; púsole esta

sábana, et dejó lo suyo descobierto.» E dijo: «Mas razón

es que esté lo suyo guardado que non lo mío.» Et quitó la

sábana e púsola sobre el sísamo de su compañero. E

después que fue de noche venieron su compañero e el otro

a furtar el sísamo. Et andudo catando e atentando fasta que

topó en la señal que tenía puesta; et entonce tomó el

sísamo que estaba debajo, pensando que era lo de su

compañero, e era lo suyo, e dio la meatad dello a aquel

amigo que entró con él a lo furtar. Et luego, cuando fue de

día, venieron él et su compañero amos a dos a la botica. Et

cuando vio que el sísamo que levara era lo suyo, calló e

non osó decir nada, ca tovo que en saberlo su compañero

era mayor pérdida que el sísamo.

Et pues el que alguna cosa demanda, debe de demandar

cosa que haya fin et término que fenezca; ca dicen que el

que corre sin fin, aína le puede fallecer su bestia. Et es

derecho que non se trabaje en demandar lo que término

non ha, nin lo que otro non hubo ante que él, nin se

desespere de lo que puede ser e puede haber. E que ame

más el otro siglo que a este mundo; ca quien ama a este

mundo poca mancilla ha cuando se parte dél. Et dicen que

dos cosas están bien a cada un home: la una es religión e la

otra es riqueza. Et esto semeja al fuego ardiente que toda

leña que le echan arde mejor.

Et el entendido non se debe desesperar nin desfiuzarse;

ca por aventura será acorrido cuando non pensare.

El pobre que

se aprovecha

de lo que

robaban

Et esto semeja a lo que dicen que era un home muy

pobre, e ninguno de sus parientes non le acorrien a le dar

ninguna cosa. Et seyendo así una noche en su posada vio

un ladrón. Et dijo entre sí: «En verdat non hay en mi casa

cosa que este ladrón tome, nin pueda levar. Pues trabájese

cuanto podiere.» Et buscando por casa qué tomase, vio una

tinaja en que había un poco de trigo. Et dijo entre sí: «¡Par

Dios!, non quiero yo que mi trabajo vaya de balde.» Et

tomó una sábana que traía cobierta, e tendióla en el suelo,

e vació el trigo que estaba en la tinaja en ella para lo levar.

Et cuando el home vio que el ladrón había vaciado el trigo

en la sábana para se ir con ello, dijo: «A esta cosa non hay

sufrimiento. Ca si se me va este ladrón con el trigo, allegar

se me ha mayor pobreza e fambre; que nunca estas dos

cosas se allegaron a home que non lo llegasen a punto de

muerte.» Et desí dio voces al ladrón, et tomó una vara que

tenía a la cabecera del lecho, e arremetió para el ladrón. Et

el ladrón, cuando lo vio, comenzó a fuir, e por fuir

cayósele la sábana en que levaba el trigo, et tomóla el

home e tomó el trigo a su lugar.

Mas el home entendido non debe allegarse a tal

ejemplo como aquéste, et dejar de buscar e facer lo que

debe para demandar su vida; nin se debe guiar por

aquellos a quien vienen las aventuras sin albedrío de sí o

trabajo; ca pocos son los homes que trabajan en demandar

las cosas en que alleguen grandes faciendas. Ca todo home

que entendimiento haya, e pune que su ganancia sea de las

mejores e de las más leales, que esquive todas las que

probó trabajosas e le fecieron haber cuidado e tristeza. Et

non sea tal como la paloma que le toman sus palominos e

gelos degüellan e por eso non deja de facer otros luego. Ca

dicen que Dios, cuyo nombre sea bendicho, puso a toda

cosa término a que home llegue. Et el que pasa dellas es

atal como el que non llegó a ellas, ca dicen que quien se

trabaja deste siglo es la su vida contra sí, et al que se

trabaja deste siglo e del otro es su vida a par de sí o contra

sí.

E dicen que en tres cosas debe el seglar emendar en la

su vida: et afiar la su ánima por ella, la segunda es por la

facienda deste siglo, e por la facienda de su vida e vivir

entre los homes. Et dicen que algunas cosas hay en que

nunca se endereza buena obra: la una es gran vagar; la otra

es menospreciar los mandamientos de Dios; la otra es

creer a todo home lisonjero; la otra es desmentir a otro

sabio. Et el home entendido debe siempre sospechar en su

asmamiento e non creer a ninguno, maguer verdadero sea,

e de buena fama, salvo de cosa que le semeje verdat; et

cuando alguna cosa dudare, porfíe e non otorgue fasta que

sepa bien la verdat. Et non sea atal como el home que deja

la carrera e la ha perdido, e cuanto más se trabaja en andar,

tanto más se aluenga del lugar donde quería llegar; et es

atal como el home que le cae alguna cosa en el ojo, e non

queda de le rascar fasta que le pierde; ca debe el home

entendido creer la aventura, et estar apercebido, e non

querer para los otros lo que non querría para sí.

Pues el que este libro leyere piense en este ejemplo, et

comience en él. Ca quien sopiere lo que en él está,

escusará con él otros, si Dios quisiere.

Et nos, pues leemos en este libro, trabajamos de le

trasladar del lenguaje de Persia al lenguaje arábigo, e

quisimos e tovimos por bien de atraer en él un capítulo de

arábigo en que se mostrase el escolar dicípulo en la

Capítulo I

facienda deste libro; et es esto el capítulo.

Cómo el rey Sirechuel envió a Berzebuy a tierra de India

Dicen que en tiempo de los reyes de los gentiles, reinando el rey

Sirechuel, que fue fijo de Cades, fue un homne a que decían

Berzebuey, que era físico e príncipe de los físicos del regno; e había

con el rey grant dignidad e honra, e cátedra conoscida. Et como

quier que era físico conoscido, era sabio e filósofo, et dio al rey de

India una petición, la cual decía que fallaba en escripturas de los

filósofos que en tierra de India había unos montes en que había

tantas yerbas de muchas maneras, e que si conoscidas fuesen e

sacadas e confacionadas, que se sacarían dellas melecinas con que

resucitasen los muertos; e fizo al rey que le diese licencia para ir

huscarlas, et que le ayudase para la despensa, e que le diese sus

cartas para todos los reyes de India, que le ayudasen por que él

pudiese recabdar aquello por que iba.

Et el rey otorgógelo e aguciólo; et envió con él sus presentes

para los reyes donde iba, segunt que era costumbre de los reyes

cuando unos enviaban a otros sus mandaderos con sus cartas por lo

que habían menester. Et fuese Berzebuey por su mandado, et

andudo tanto fasta que llegó a tierra de India. Desí dio las cartas e

los presentes que traía a cada uno de aquellos reyes, et demandóles

licencia para ir buscar aquello por que era venido. Et ellos diéronle

todos licencia e ayuda. Et duró en coger estas yerbas e plantas

grand tiempo, más de un año, et volviéndolas con las melecinas que

decían sus libros, et faciendo esto con grand diligencia. Desí

probólas en los finados, e non resucitaron ningunos; e entonces

dubdó en sus escripturas, e cayó en grand escándalo, et tovo por

cosa vergonzosa de tornar a su señor el rey con tan mal recabdo.

E quejóse desto a los filósofos de los reyes de India. Et ellos

dijéronle que eso mismo fallaron ellos en sus escripturas que él

había fallado, e propiamente el entendimiento de los libros de la su

filosofía et el saber que Dios puso en ellos son las yerbas, et que la

melecina que en ellos decía son los buenos castigos e el saber, et

los muertos que resucitasen con aquellas yerbas son los homnes

nescios que non saben cuándo son melecinados en el saber, e les

facen entender las cosas, e esplanándolas aprenden de aquellas

Capítulo II

cosas que son tomadas de los sabios, et luego, en leyendo aprenden

el saber et alumbran sus entendimientos.

Et cuando esto sopo Berzebuey buscó aquellas escripturas e

fallólas en lenguaje de India e trasladólas en lenguaje de Persia, et

concertólas. Desí tornóse al rey su señor. Et este rey era muy

acucioso en allegar el saber, e en amar los filósofos más que a otri,

e trabajábase en aprender el saber, et amábalo más que a muchos

deleites en que los reyes se entremeten. Et cuando fue Berzebuey

en su tierra, mandó a todo el pueblo que tomase aquellos escriptos e

que los leyesen, et rogasen a Dios que les diese gracia con que los

entendiesen, e dioles aquellos que eran más privados en la casa del

rey. Et el uno de aquellos escriptos es aqueste libro de Calila e

Dimna.

Desí puso en este libro lo que trasladó de los libros de India,

unas cuestiones que fizo un rey de India que había nombre

Dicelem, et al su aguacil decían Burduben; et era filósofo a quien él

más amaba. Et mandóle que respondiese a ellas capítulo por

capítulo, et respuesta verdadera e apuesta, et que le diese ejemplos

e semejanzas et por tal que viese la certedumbre de su respuesta, et

que lo ayuntase en un libro entero, por que lo él tomase por castigo

para sí, et que lo dejase después de su vida a los que dél

descendiesen.

Et era el primero capítulo del león et del buey, que es después de

la estoria de Berzebuey el menge.

Historia del médico Berzebuey

Mio padre fue de Mercecilia, e mi madre fue de las

fijasdalgo de Azemosuna et de los legistas. Et una de las

cosas en que Dios me fizo merced, es que fui yo el mejor de

sus fijos. Et ellos criáronme lo mejor que pudieron,

gobernándome de la mejores viandas que pudieron fasta que

hube nueve años complidos; et desí pusieron me con los

maestros. Et yo non cesé de continuar en aprender la

gramática et de meter la mi cara a sotileza e a buen

entendimiento, a tanto que vencí a mis compañeros et a mis

iguales et valí más que ellos, e leí libros e conoscí e sope sus

entendimientos, e afirmóse en el mi corazón lo que leí de las

escripturas de los filósofos. Et decoré las palabras de los

sabios, e las cuestiones que facían unos a otros, e las

disputaciones que facían entre sí.

E mantove esto con mi entendimiento e concertélo con la

opinión que yo tenía, et sope que eran acordados en los

cursos del año e de los meses e de los días, e en las naturas

de los cuerpos e en las cosas de las enfermedades e en las

maneras de sus melecinamientos e de su salud. Et pusiéronlo

por escripto e plúgome de lo saber. Et comencé a leer sus

libros fasta que los entendí; et vi las maneras de los cuerpos,

las cosas de las maletías e las maneras del melecinamiento.

Et sope en ello a tanto que me metí a melecinar enfermos. Et

después que lo comencé, di a mi alma a escoger en estas

cuatro cosas que los homnes demandan en este siglo e se

trabajan de las haber e las cobdician. Et dije: «¿Cuál destas

cuatro cosas debo demandar segunt la cuantidad del mi

saber, e cuál es la que me fará alcanzar lo que he menester,

et si lo pudiere haber, deleites o fama o riqueza o galardón

del otro siglo?»

Et vi que demandando ayuntado todas cuatro cosas, el

que demanda llega a cualquier dellas que quisiere. Et fallé

que la melecina era cosa loada cerca de los entendidos, e non

denostada de los sabios e de las leyes e de las setas. Et fallé

que el más santo de los físicos es aquel que non quiere haber

por su física salvo el galardón del otro siglo. Et comedí en

mi corazón, et fallé que todas las cosas en que los homnes se

trabajan son fallecederas. Et yo non vi a ninguno de, mis

antecesores que su allegar lo ficiese durable en este mundo,

nin que lo librase de la muerte e de lo que aviene después

della. Et fallé en los libros de la física quel más piadoso

físico es aquel que primeramente comienza a melecinar su

alma e sus enfermedades; et el que es en mejor estado es

aquel que con su física trabaja en enmendar su estado para el

otro siglo, et que non torna el arte de la física por mercaduría

et por ganar la riqueza deste mundo.

Et el que quiere por su física haber el galardón en el otro

siglo, non le menguaba riqueza en este mundo. Et es en

aquesto atal como el labrador que siembra las legumbres en

la tierra por haber mieses et ha de aquesto cuanto quiere.

Con todo aquesto non le mengua y de haber algunas yerbas

de que se ayude e se aproveche. Et tove por bien de

perseverar en esto por haber galardón en el otro siglo, e

merescimiento de Dios. Et non quise por esto haber el

apostura deste mundo; que sería tal como el mercador

perdidoso que vendió sus piedras preciosas por vedrio que

non valía nada, e pudiera haber del precio dellas grand

riqueza para en toda su vida.

Et comencé a melecinar los enfermos so esperanza del

galardón del otro siglo; así que non dejé enfermo que yo

hobiese esperanza de lo guarescer e de lo sanar de su

enfermedad con mi melecinamiento, que non metiese mi

poder en lo guarescer. Et al que yo por mí mesmo pude

sanar, fícelo e non le metí en mano de otri; et al que non

pude esto facer dejé e su melecinamiento e dejéle las

melecinas que había menester, et non quise haber galardón

nin merescimiento de aquellos a quien esto fice. Et non había

envidia de mis iguales nin de los que habían más haber que

yo, nin del bien que Dios les había dado. Mas era el mío

mayor cuidado e a lo que más me inclinaba e de lo que más

me trabajaba, que pugnase más quél en saber, e en me

trabajar en haber galardón de Dios.

Et estude en esto un tiempo fasta que vencí al saber deste

mundo, et contendí comigo por el algo que veía haber a los

otros. Et yo non quise al salvo contender con mi alma e

defenderla de non se apartar de las cosas que nunca hubo

ninguno que por ellas non apocase su algo e que non

acresciese su lacerio. Et remembraron me las penas que

había de sofrir después que deste mundo partiese por la facer

olvidar aquellas cosas de que había sabor. Et díjele: «¡Ay

alma!, que non has vergüenza de facer comunidad con los

perezosos, nescios, en amar este mundo fallescedero; ca

aquel que alguna cosa ha dél non es suyo nin finca con él, et

non lo aman salvo los engañados negligentes. Conviértete

desta nescedat e desta locura, et métete con toda tu fuerza a

facer algún bien para el otro siglo, et guárdate de lo llevar en

traspaso, e non te asegures en él.

Et miémbrate en cómo en este cuerpo ha muchas

ocasiones et cómo es lleno de malas cosas lijosas; e son, por

todas, cuatro humores que sostienen la vida mezquina que ha

de fallescer, así como el ídolo descoyuntado que cuando sus

miembros son compuestos e puestos cada uno en su lugar,

ayuntan los con engrudo, que los face tener unos con otros, e

cuando es quebrantado el plego cáensele las juntaduras e

desfácese todo: ¡ay alma!, non te engañes en la compañía de

tus amigos e de tus bien querientes e non hayas desto grand

cobdicia; pues que a la fin la tu compañía se ha de partir. Et

esto es atal como la cuchara de palo que es siempre usada en

la calentura e en cabo quiébrase sirviendo e encímase su

facienda a ser quemada en fuego.

¡Ay alma!, no tomes placer en ser ayuntada con tus

querientes e con tus amados en ayuntar haberes,

ayuntándolos por haber amor et gracia de ellos, que serías en

esto atal como el safumerio que quema a sí e han folgura los

homnes con su olor. ¡Ay alma!, non te fíes en las riquezas e

en las dignidades en que se alegran los mundanos; ca éstos

non saben en cuán pequeñas cosas están fasta que las

pierden. Et acaesce así como a los cabellos, que cuando los

homne tiene en la cabeza péinalos e úntalos con las mejores

unturas que puede, et después que son fuera de la cabeza,

halos homne asco de ver.

¡Ay alma!, persevera en melecinar los enfermos e non te

tire dello el afán de la física porque los homnes non lo saben.

Mas asma de un homne que librase a otro de algunt mal o lo

escapase de alguna cuita fasta que lo tornase a la paz e a la

forgura en que era, si este atal debe haber galardón segund

Dios: pues ¿cuánto debe haber de galardón el físico que por

galardón de Dios melecina muchos e los saca de grant

peligro con la ayuda de Dios? ¡Ay alma!, non se te aluengue

el otro siglo por que hayas a enclinar a éste; ca serías en

tomar lo poco e dar por él lo mucho, así como el mercador

que había una casa llena de oro e de plata, et dijo en sí: «Si la

vendiere a peso alongarse me ha», e vendióla a ojo por mal

precio.

Et habiendo esta contienda con mi alma, non falló carrera

ninguna para me vencer, e confesóse e conosció el

menosprecio de aquellas cosas a que se acostaba, e perseveró

en bien por ganar el otro siglo. Et non me estorbó esto de

haber buena parte de este mundo e de la privanza de los

reyes ante que fuese a India; e después que torné hube más

de lo que quería. Et estudié en la física, et fallé que el físico

non puede melecinar a ninguno con melecina que le segure

de enfermedat toda su vida; e non sope cómo el guarescer

toviese pro, non seyendo el homne seguro de non tornar a la

enfermedat, le de acrescentar en otra cosa más fuerte.

Et por ende fallé que las obras del otro siglo son las cosas

que libran a los hornes de sus enfermedades. Et fallé que la

enfermedad del ánima es la mayor enfermedad. Et por eso

desprecié la física e trabajéme de la ley, et hube ende sabor;

e dubdé en la física e non fallé en sus escrituras mejoría de

ninguna ley. Et fallé las leyes mucho alongadas, et las setas

muchas, e aquellos que las tenían habíanlas heredado de sus

padres, et otros que las tenían habidas por fuerza, e otros que

querían haber por ellas este mundo e que se trabajaban a

ganar con ellas en sus vidas, et otros entendidos de simples

voluntades que non dubdan que tienen la verdat, et non

tienen buena razón a quien les ficiese cuestión sobre ello. Et

todos se enfingíen que teníen derecho et que los que contra

ellos eran que yacían en yerro e en perdimiento. Et vi entre

ellos gran contrariedad en el criador et en las criaturas, e en

el comienzo en la fin del mundo.

Et tove por bien de otorgar a los sabios de cada una ley,

sus comenzamientos e ver qué dirían, por razón de saber

departir la verdat de la mentira, e escoger e amparar la una

de la otra; et, conoscida la verdat, obligarme a ella

verdaderamente, e non creer lo que non cumpliese e nin

seguir lo que non entendiese. Et fize esto, et pregunté e

pensé e non fallé ninguno dellos que me diese más que

alabar a sí e a su ley e denostar al agena. Et vi

manifiestamente que se enclinaban a sus sabores, e que por

su sabor trabajaban et non por derecho; et nin fallé en

ninguno dellos razón que fuese verdadera nin derecha, nin tal

que la creyese homne entendido e non la contradijese con

razón. Et después que esto vi non fallé carrera por donde

siguiese a ninguno dellos; et sope que sí yo creyese a alguno

dellos lo que non sopiese, que sería atal como el ladrón

engañado que fabla en un ejemplo.

Del ladrón

a quien

hacen

creer que

Et fue así que andaba una noche, un ladrón sobre una casa

de un homne rico, e facía luna, andaban algunos compañeros

con él. Et en aquesta casa había una finiestra por donde

la luna

sirve de

escala

entraba la luz de la luna al homne bueno. Et despertó el

dueño de la casa e sintiólos e pensó que tal hora non

andarían por sus tejados salvo ladrones. Et despertó a su

muger et díjole: «Fabla quedo, que yo he sentido ladrones

que andan encima de nuestro tejado; et dime cuando los

sintieres cerca de aquí: ¡Ay marido! ¿Non me dirás de qué

llegaste tantas riquezas como habemos? Et cuando yo non te

quisiere responder, sigue me preguntando fasta que te lo

diga». Et fízolo así como le mandó el marido, et oyó el

ladrón lo que ella dijo. Et entonces recudió el home a su

muger: «Tú, ¿por qué lo demandas? Ca la ventura te trajo

grand algo; come, bebe et alégrate, et non me demandes tal

cosa, ca si te lo yo dijere, non so seguro que lo non oya

alguno, e podría acaescer cosa por ello que pesara a mí et a

ti.» Et dijo la mujer: «Por la fe que me debes que me lo

digas, ca non oirá ninguno lo que dijéremos a tal hora». Dijo

el marido: «Yo te lo diré, pues que tanto lo quieres saber.

Sepas que yo non ayunté todas estas riquezas, salvo de

ladronía.» Et dijo la muger: «¿Cómo puede eso ser, ca las

gentes te tenían por homne bueno?»

Et dijo él: «Esto fue por una sabiduría que yo fallé al

furtar, et es cosa muy encubierta et sotil de guisa que

ninguno non sospechaba de mí tal cosa». Et dijo la mujer:

«¿Cómo fue eso?» Respondió él e dijo: «Yo andaba la noche

que facía luna e mis compañeros conmigo, fasta que sobía en

somo de la casa do quería entrar, e llegaba a alguna finiestra

por donde entraba la luna e decía siete veces: «saulan,

saulan.» Desí abrazábame con la luna e entraba por la

finiestra e descendía por ella a la casa, et non me sentía

ninguno cuando caía; e iba de aquella casa a todas las otras

casas. Et después que tomaba lo que fallaba, tornaba al logar

onde descendía, et abrazábame con la luna e subía a la

finiestra; e en este estado gané todo esto que tú vees».

Et cuando esto oyeron los ladrones plógoles mucho dello

et dijeron: «Más habemos ganado desta casa que nos non

queríamos, et deste saber que nos dende habemos, nos

debemos más preciar que de todo cuanto ende ganaremos».

Desí estodieron grande hora quedos, fasta que cuidaron que

el dueño de la casa era adormecido et su muger otrosí, et

después que cuidaron ser ciertos desto, levantóse el cabdiello

dellos et fuese para la finiestra, que estaba en somo de casa,

por do entraba la luz de la luna, et dijo siete veces: «saulan,

saulan», et abrazóse con la luz por descender por ella a la

casa, et cayó cabeza ayuso. Et levantóse el dueño de la casa

et dióle tantos de golpes fasta que le quedó, diciendo el

ladrón: «Yo merezco cuanto mal me has fecho, porque creí

lo que me dijiste et me engañé con vanidat.»

Et yo, después que me guardé de non creer las cosas de

que non era seguro de non caer en peligro de muerte, dejéme

de todas las cosas dubdosas et metíme en facer pesquisas de

las leyes et en buscar las más derechas. Et non fallé en

ninguno de aquellos con quien yo fablé esto, buena respuesta

quel yo debiese creer. Et dije en mi corazón: «Tengo por

seso, pues así es, de me obligar a la ley de míos padres.

«Pero fue buscando si habería a esto alguna escusación e non

la fallé. Et mémbrome el dicho de un homne que comía feo e

era tragón, e dijéronle que comía mal e feo, et él dijo: «Así

comían mis padres e mis abuelos.» E non fallé ninguna

escusación porque non debiese fincar en la ley del padre, et

quíseme dejar de todo e meterme a facer pesquisas de las

leyes e estudiar en ellas. Et estorbóme la fin que es cerca e la

muerte que acaesce tan aína como cerrar el ojo e abrirlo. Et

había fechas algunas obras que non sabría si eran buenas,

onde por aventura mientra me trabajase de pesquerir las

leyes detenerme hía de facer algunt bien, et morría ante que

viese lo que quería.

El amante

que cae en

manos del

marido

Et por ventura, en dubdando, acaescerme hía lo que dicen

que acaesció a un homne que amaba una muger casada. Et

ella había cavado para él un caño de su casa fasta la calle, et

el caño era del pozo cerca; e fizo una puerta al caño porque

si su marido viniese asoras que pusiese ahí su amigo e lo

cerrase dentro. Et acaesció así que un día estando él dentro

con ella dijéronle que su marido estaba a la puerta. Et dijo la

mujer al amigo: «Vete aína por el caño que está cerca del

pozo.» Et él detóvose de ir a aquel logar. Et acaesció que el

pozo era derrundiado. Et él tornóse a ella e díjole: «Ya llegué

fasta el caño e fallé el pozo caído.» Et dijo la muger: «Non te

dije yo del pozo salvo por te guiar al caño. Aguija e vete.» Et

dijo él: «Non debieras tú decir cerca del pozo, pues yo había

de ir al caño.» Dijo ella: «Ve e deja la locura de ir e

devenir.» Dijo él: «¿Cómo iré, habiéndome tú conturbado?»

Et non cesó de decir fasta que entró el marido e prendiólos, e

firiólos muy mal, e llevólos a la justicia.

Así yo temíme de ir acá e allá e después ser preso por mi

culpa, et hube por bien de non me temer de aquello de que

me temía, et tove me por pagado de toda obra que solamente

las almas testiguan que es buena en que se acuerdan las

almas de las leyes. Et detove mi mano de ferir, e de aviltar, e

de robar, et de furtar, e falsar. Et guardé el mi cuerpo de las

mugeres, e mi lengua de mentir e de toda razón que daño

fuese a alguno. Et detóveme de facer mal a los homnes nin

de burlar e escarnecer de ninguno, et de cuantas malas

costumbres pude. Et trabajéme con mi razón de non querer

mal a ninguno e de non desmentir la resurrección nin el día

del juicio, et el galardón e la pena.

Et con esto asosegué e aseguré mi corazón. E vi que non

hay ningund amigo tal como facer buena vida, et vi que era

ligera de ganar cuando Dios quiere ayudar, et vi que es grand

bien a quien la face, e que es mejor cosa que el tesoro que el

padre e la madre le dejan, et que non mengua por la

despender, ante se face más fermosa e más nueva. E fallé

que el homne que desprecia la bondad e la fin della, que le

non destorba della salvo el flaco entendimiento.

El que

desea

hacer tallar

una piedra

y se le va

el tiempo

en oír

cantar al

jornalero

Et es tal en perder e despender lo suyo como un mercador

que dicen que había piedras presciosas, et aquiló un homne

que gelas foradase e adobase por cient maravedís, e llevólo

para su casa. E entrando por casa vido un salterio e atoleólo,

e díjole el señor de la posada si lo sabía tañer. Dijo él: «Más

que tú non piensas.» Et era gran maestro de le tañer. Et díjole

el mercador: «Toma e táñelo.» Et tomó el homne el salterio e

comenzó a lo tañer muy bien fasta la noche. Et dejó el

mercador la caja de las piedras abierta et comenzó de folgar

e de reír oyendo aquel tañer. Et desque fue noche dijo el

homme: «Págame mi jornal.» Dijo el mercador: «Non feciste

cosa por que merezcas jornal.» Dijo el homne: «Yo fize lo

que tú me mandaste facer.» E por razón hubo le a dar los

cient maravedís e quedaron sus piedras por adobar.

E cuanto más pensé en las cosas deste mundo e en sus

sabores, tanto más lo desprescié; e tove por bien de me

amparar con la religión e despreciar este mundo. Et vi que la

religión enderesza carrera para el otro siglo, así como

endereszan los buenos padres a sus fijos para vevir. Et vi que

en la religión pensar es bien; por que el que en ella pensare

homíllase e tiénese por pagado con lo que ha, e enriquece e

plácele con lo que Dios face, e pierde cuidado e despójase

deste mundo e estuerce del daño que desecha sus sabores, e

fácese manso; e es librado de sus dolores e menosprecia la

envidia e muéstrasele el amor e la caridat, e es su alma

tendimiento, e vee la paz; e es seguro de ser non tentado. Et

cuanto más pensé en la religión tanto más me pagué della,

tanto que cuidé ser dellos. Desí temí me que non podría

sofrir la su vida, e que me tornaría a la costumbre en que

fuera criado, e non fue seguro que si me dejase del mundo e

tomase religión que lo non pudiese complir, e dejaría algunas

cosas que tenía comenzadas, de que habría provecho.

El can

engañado

por el

reflejo

agua

Et sería en esto atal como un del can que dicen que iba

por un río e llevaba una pieza de carne en la boca, e vido la

sombra que facía. Et por abarzar la sombra abrió la boca e

cayósele la que llevaba, e llevógela el agua e non falló cosa

ninguna.

Onde hube muy grant pavor de la religión. Temí me de la

non poder sofrir e non osé fincar en el estado en que estaba.

Desí pensé en asmar cuál era más fuerte cosa: en me temer

de non poder sofrir la religión e la vida que le pertenesce por

el desabor e por el angostura que en ella ha, e en lo que

contesce al seglar de tribulaciones. E vi que non es ningunt

sabor nin deleite en este mundo que se non torne en desabor

et que non sea con dolor. Onde el mundo tal es como el agua

salada, que cuanto más el homne bebe della, tanto más sed

mete. Et es tal como el hueso en que el can falla que se le

quebrantan las encías et revienta la sangre, e cuanto más roe

tanto más sangre le sale. Et es tal como el milano que busca

la carne, et después que la tiene, ayúntanse las aves a él e

non cesa de fuir e de trabajar fasta que gela facen echar

después que la falla con trabajo. Et es atal como la jarra de la

miel, que yace en ella en su fondón muerte supitaña. Et es tal

como los sueños del que duerme, que le facen alegría en

soñando, e cuando despierta pierde el sabor por que non falla

nada. Et es tal como el relámpago que alumbra un poco e

vase luego, e queda el que lo atiende en tiniebla. Et es atal

como el gusano del sirgo, que cuanto más teje sobre sí, tanto

más se aluenga de la vida.

Et cuando pensé en estas cosas et torné en mi escoger la

religión e me enclinar a ella, contradije me, et dije: «Esto

non vale cosa, fuir del siglo a la religión e de la religión al

siglo.» Et si yo pensare en la estrechura de la religión, seré

cada día movedizo. Et sería en esto tal como un alcalde de

Marne, que oyó a un abogado que llegó antél, e libróle lo que

pidió luego; et después oyó al otro e libró contra el primero.

Et pensé en la laceria e en la angostura de la religión e dije

así: «¡Oh, qué pequeña es esta laceria para haber por ella la

folgura perdurable!» Et pensé en los deleites deste mundo de

que ha sabor el ánima e dije: «¡Oh, cómo esto es agora más

fuerte de que lleva al ánima a la pena perdurable!» Et dije:

«Non debe homne tener por dulce una poca de dulzor que

trae grant amargura». Et dije: «Si algunt homne me mostrase

que veviría ciento años e que non pasase ningunt día que me

non despadazasen todo e después recucitase, et fuese así

penado cada día, en pero con tal postura que complidos los

ciento años que fuese librado de toda pena e que tornase

alegría e folgura perdurable, lo debía facer. Pues ¿cómo non

puedo sofrir unos pocos de días que viva en religión e sufra

un poco de desabor?»

Ca non es este mundo lleno salvo de tribulaciones e de

pena, et non se envuelve el homne con todo esto salvo en

mal desque es concebido en el vientre de su madre fasta que

cumple sus días. Ca nos fallamos en la escritura de la física

que la esperma de que es engendrado el fijo, que es complido

de sus miembros cuando cae en la madre de la muger, e se

vuelve con la esperma della e con su sangre, e espésase e

mézclase, e desí el aire masa aquel esperma e aquella sangre

fasta que lo torna tal como el suero; desí tórnalo tal como la

cuajada espesa, e desí de parte e devisa sus miembros a sus

tiempos. Et si es macho tiene la cara con el espinazo de su

madre, e cúmplese la su forma e la su criazón en cuarenta

días; et si es muger tiene la cara con el vientre de su madre, e

cúmplese la su criazón a sesenta días, e tiene las manos sobre

las mejillas e la barba sobre los hinojos, et está encogido en

su mantillo así como si fuese envuelto en un bolsa e respira

por un sospirón con muy grand pena, e non ha en él miembro

que non semeja, atado, e está ligado de su ombligo fasta el

ombligo de su madre, o con él chupa e bebe de la vianda que

toma su madre. Et en esta guisa está en la tiniebla e

angostura fasta el día que nasce.

Et cuando viene a sazón del parto, apodera Dios a la

criatura en la madriz de su madre; e esfuérzase a mover e

enderesza su cabeza contra la salida. Et siente en la salida lo

que siente el que tiene deviesos cuando gelos abren. Et

después que cae en tierra e le tañe el aire e la mano, siente

dolor, lo que siente el que es desollado de su cuero. Desí

vive en muchas maneras de pena, así como si ha fambre e

non le dan a comer, e si ha sed e non le dan a beber, o si ha

dolor e non le acorren. E non se puede amparar de lo que

siente cuando lo alzan o lo envuelven o lo desenvuelven o lo

untan o lo salvan, et cuando ha sed e le dan a comer e ha

fambre et le dan a beber, o cuando quiere yacer de costado e

lo echan de vientre, e otras muchas maneras de penas que ha

mientra mama. Et después que es librado de la pena del

mamar métenlo a la pena del aprender a leer e a estar

apremiado de su maestro, e siempre ha ende muchas maneras

de penas.

Et cuando llega a edad de casar, casa, e entra en el

cuidado de la muger e de los fijos e de llegar haber, e en la

malicia e en la cobdicia et en los peligros de ganar algo para

mantener su casa; e en todo esto lidian con él cuatro

enemigos, es a saber: la cólora, e la sangre, e la flema, e la

malenconía, que son tósigo mortal e víboras mordederas; et

el miedo de los homnes e de las bestias fieras, e la calentura,

e el frío, e el viento , e la lluvia, e otras muchas maneras de

penas, e la vejez a los que a ella llegan. De más, si todos

aquestos peligros non hobiese e fuese seguro de estorcer

dellos e le asegurasen dellos en guisa que dello non hobiese

miedo, si non de la hora en que viene la muerte, et se parte

del mundo e se miembra de lo que ha en ella e en apartarse

de sus amigos e de sus fijos, e de todas aquellas cosas de que

era escaso en este mundo, et de como es la grant pavor

después de la muerte, debía ser contado por desacordado e

por homne que ama dolor el que alguna arte non ficiese con

que lo non estorciese, e se non dejase de las sabores deste

mundo por ello. Et cuando ha andado en este mundo, torna

viejo et ha escosa e e desabrida vida.

Ca el rey, maguer sea bien mesurado, e enviso, e

apercebido, e de gran poder, e de noble corazón, et

pesqueridor de derecho, et de buena vida, e verdadero, e

acucioso, e esforzado, e de buen recabdo, e requeridor de las

cosas que debe, et entendido, e cierto, e agradecedero, e

agudo, e piadoso, e misericordioso, e manso, e conocedor de

los homes e de las cosas, e amador del saber e de los sabios e

de los buenos, e bravo contra los malfechores, non envidioso

nin refez de engañar, facedor dalgo a sus pueblos, aun

habiendo todo esto, veemos que el tiempo va atrás en todo

lugar; así que semeja que las cosas verdaderas son

espendidas e amanecieron perdidas; e semeja que el bien

amaneció perdido e el mal fresco; e semeja que la mala vida

amaneció reyendo e la buena llorando; e semeja que la

justicia amaneció estropezando et la injusticia ensalzándose;

et semeja que el saber amaneció soterrado e la necedad

esparcida; et semeja que el amor amaneció caído et la

malquerencia avivada; et semeja que la honra es robada a los

buenos et es dada a sabiendas a los malos; e semeja que la

traición amaneció despierta e la lealtad adormida; e semeja

que la mentira nació frutuosa e la veradad seca; e semeja que

la franqueza amaneció estragada et la escaseza mejorándose;

et semeja que la verdat es ida tropezando et la falsedat

retozando e trobejando; et semeja que amaneció

menospreciar el juicio e seguir las voluntades; et semeja que

amaneció el tuerto e el que fizo el mal detardándose de facer

la emienda; et semeja que la cobdicia amaneció tragando de

todas partes e la gracia desconocida; et semeja que los males

amanecieron pujando al cielo e los bienes decendiendo a los

abismos; et amaneció la grandez derribada de lo más alto al

fondón de lo más bajo; et amaneció la menudez honrada et

amanesció el poder mudado de los virtuosos a los viciosos.

Después que hube pensado en las cosas deste mundo, et

que el home es la más noble criatura et la mejor que en este

mundo sea; desí como está en tal estado et non se convuelve

sinon en mal, nin es conocido en ál, et sope que non es

ninguno que algún poco de entendimiento haya que esto non

entienda, et que non busque arte para se guardar, et

maravilléme ende, et pensé e vi que los non detiene de

facerlo sinon un poco de deleite de comer, et de beber, e de

ver, e de oír; e por aventura non han desto asaz; empero lo

que los destorba de pensar de sí e de trabajarse de estorcer,

poca cosa es.

El que

pasa de un

peligro a

otro

Et busqué ejemplo e comparación para ello, et vi que

semejan en esto a un home que con cuita e miedo llegó a un

pozo e colgóse dél, e trabóse a dos ramas que nacieran a la

orilla del pozo e puso sus pies en dos cosas a que se afirmó e

eran cuatro culebras que sacaban sus cabeza de sus cuevas;

et en catando al fondón del pozo vio una serpienta la boca

abierta para le tragar cuando cayese, et alzó los ojos contra

las dos ramas, e vio estar en las raízes dellas dos mures, el

uno blanco e el otro negro, royendo siempre que non

quedaban; et él pensando en su facienda e buscando arte por

do escapase, miró a suso sobre sí, e vio una colmena llena de

abejas en que había una poca de miel et comenzó a comer

della, e comiendo olvidósele el pensar en el peligro en que

estaba, et olvidó de como tenía los pies sobre las culebras e

que non sabía cuándo se le ensañarían, nin se le membró de

los dos mures que pesaban de tajar las ramas, et cuando las

hobiesen tajadas que caería en la garganta de la serpienta. Et

seyendo así descuidado e negligente acabaron los mures de

tajar las ramas, et cayó en la garganta del dragón et pereció.

Et yo fice semejanza del pozo a este mundo que es lleno de

ocasiones e de miedos; e de las cuatro culebras a los cuatro

humores que son sostenimiento del home; et cuando se le

mueve alguna dellas es le atal como el venino de las víboras

o el tósigo mortal. Et fice semejanza de los dos ramos a la

vida flaca deste mundo, et de los mures negro y blanco a la

noche e al día, que nunca cesan de gastar la vida del home; e

fice semejanza de la serpienta a la muerte, que ninguno non

puede escusar; e fice semejanza de la miel a esta poca de

dulzor que home ha en este mundo, que es ver, e oír, e sentir,

e gostar, e oler, e esto le face descuidar de sí e de su

facienda, e fácele olvidar aquello en que está et fácele dejar

la carrera por que se ha de salvar.

E tornóse mi facienda a querer ser religioso, e emendar

mis obras cuanto podiese por que fallase ante mí anchura sin

fin en la casa de Dios adonde non mueren los que ahí son,

nin acaecen ahí tribulaciones; et así habría guardado mi parte

para folgar, et sería seguro de mi alma ante que moriese; et

saber esto es muy noble cosa. Et perseveré en este estado atal

et tornéme de las tierras de India a mi tierra, después que

hube trasladado este libro, et tove que traía algo en él para

quien le entendiese, et rogué a Dios por los oidores dél que

fuesen entendedores de las sus sentencias et del meollo que

yace en ellas.

Et Dios nos deje acabar en su servicio.

Capítulo III

Del león e del buey e de la pesquisa de Dimna e de Calila

Dijo el rey a su filósofo: «Esto oído lo he; dame agora

ejemplo de los dos que se aman, e los departe el mesturero,

falso, mentiroso, que debe ser aborrecido como la

vigambre, et los face querer mal, e los trae a aquello que

querrían ser muertos antes, et han de perder sus cuerpos e

sus almas.» Dijo el filósofo: «Señor, cuando acaesce a dos

homnes que se aman que el falso mesturero anda entre

ellos, van atrás, e depártase e corrómpese el amiganza que

es entre ellos. Et esto semeja lo que acaesció al león e al

buey.» Dijo el rey: «¿Cómo fue eso?»

Un rico

mercader

aconseja a

sus hijos que

no sean

pródigos

Dijo el filósofo: «Señor, dicen que en tierra de Gurguen

habla un rico mercader e había tres fijos. Et después que

fueron de edad metiéronse el gastar el haber de su padre, e

malbaratallo, e non se entremetían de ganar.

Et el padre, con dolor del amor que les habla, castigólos e

díjoles: «Fijos, sabed que el seglar demanda tres cosas que

non puede alcanzar si non con otras cuatro; e las tres que

demanda son éstas: abondada vida, e alguna dignidad entre

los homnes, e ante poner buenas obras para el otro siglo. Et

las cuatro que ha de menester para alcanzar estas tres, son

éstas: ganar haber de buena parte, e mantenello bien e facer

le facer fruto, e despendello en las cosas que emiendan la

vida, e vevir a placer de los parientes e de los amigos, e que

torne con alguna pro para el otro mundo. E quien

menosprecia alguna déstas non alcanza lo que desea; ca si

non ganare non habrá haber en que viva; et si hobiere

haber, e non le ficiere facer fruto, aína se debe acabar por

poco que despienda; así como el conlirio de que non toman

si non un poco dello, et con todo eso acábase. Et si le

ficiere facer fruto e non lo diere en los lugares que debe,

será contado por pobre que non ha haber; et esto non lo

quitará que lo non pierda, así como la tina de agua en que

caen las aguas que si non fallan salida fínchese, e hase de

verter por muchas partes, et con todo esto podresce e vase

el agua que está en ella a perdición».

Comienza la

historia de

Senceba

Desí los fijos del mercader castigáronse e ficieron

mandamiento de su padre. Et fuese el mayor dellos con su

mercaduría a una tierra, e traía consigo una carreta con dos

bueyes; et al uno decían Senceba e al otro Bendeba. Et

cayó Senceba en un silo que había en aquel lugar. E

sacáronlo, e fue tan maltrecho de la caída, que llegó a

muerte. Et el mercader dejólo con uno de sus homnes, e

mandóle que lo pensase bien, e si guaresciese que gelo

llevase. Et el otro enojóse de lo guardar e dejolo, e fuese

para do iba su amo, e díjole que el buey era muerto.

Et desí salió Senceba de aquel lugar, e andudo tanto que

llegó a un plado verde e vicioso, que por su ventura le

había de contescer de llegar ahí.

El que por

huir de un

peligro cae

en otro

Et dicen que en el prado que él primeramente andaba,

que un homne cogía yerbas e vino un lobo por detrás a él

por le morder. E él, cuando lo sintió, comenzó a fuir. Et

vido que en un río que estaba que había una puente

quebrada, e dijo: «Si aquí estó, recelo del lobo, e si paso el

río, lieva mucha agua e non sé nadar.» Et acordó de se

echar al agua, e fizo lo así. Et él yendo por el río que se

quería afogar, viéronlo unos homnes de un aldea que estaba

cerca e corriéronle e sacáronlo, e leváronlo al lugar. E

arrimóse a una pared; et después que fue sano del peligro

del agua, cayó la pared sobrél et matólo, e non pudo

fallescer a la ventura, bien así como Senceba.

E a poco de tiempo engordó Senceba, e embraveció. Et

cerca de aquel plado había un león, que era rey de todas las

alimanias; e en aquel tiempo estaban con el león muchas

dellas. Et este león era muy lozano. E cuando oía la voz de

como el buey bramaba, en que non tal cosa había oído,

espantábase mucho; mas non que ría que gelo sopiesen sus

vasallos, et estovo quedo en su lugar. Et entre los otros

vasallos que él allí, tenía, había. dos lobos cervales, et al

uno decían Dimna e al otro Calila, e eran muy ardides e

agudos, e era Dimna de más noble corazón e de mayor

facienda, e el que menos se tenía por pagado del estado en

que era; et el león non los había conoscido nin eran de la

privanza fasta allí.

Dijo Dimna a Calila: «Ya vees cómo está el león en su

lugar pecachado, que non se mueve nin se solaza como

solía facer.» Dijo Calila: «E tú, hermano, ¿qué has que

preguntas lo que non has menester, nin te tiene pro en lo

preguntar? Nos estamos en buen estado, e estamos a la

puerta de nuestro rey, e tomamos lo que queremos, e non

nos fallece nada de lo que habemos menester, e non somos

de los que fablan con el rey sus fechos. E déjate desto, e

sabe que el que se entremete de decir e de facer lo que non

es para él, que le acaesce lo que acaesció a un simio artero

que se entremetió de lo que non era suyo, nin le

pertenescía.» Dijo Dimna: ¿Cómo fue esto?»

Del simio y

la cuña

Dijo Calila: «Dicen que un simio vido unos carpinteros

aserrar una viga, e estaba el uno encima; e como iban

aserrando metían una cuña e sacaban otra por aserrar

mejor. Et el simio vídolos, e en tanto que ellos fueron

comer, subió el simio encima de la viga e asentóse encima

e sacó la cuña. E como le colgaban los compañones en la

serradura de la viga, al sacar de la cuña apretó la viga e

tomóle dentro los compañones, et machucógelos, e cayó

amortecido. Desí vino el carpintero a él, e lo que le fizo fue

peor que lo que le acaesció.»

E dijo Dimna: «Entendido te he lo que me dejiste e oí el

ejemplo que me dejiste; mas todos los que a los reyes se

llegan non lo facen tan solamente por fenchir sus vientres,

que los vientres en cada lugar se pueden fenchir; mas

trabaja el homne en mejorar su facienda, por que haya

lugar de facer placer a sus amigos, e el contrario a sus

enemigos. Et los homnes viles son aquellos que se tienen

por abondados con poca cosa, e alégranse con ella así como

con el can que falla el hueso seco e se alegra con él. Et los

homnes de grant corazón non se tienen por pagados de lo

poco; ante trabajan que sus corazones lleguen a lo que

quieren, así como el león que prende la liebre, e cuando vee

al cabrón déjala e va en pos dél. Et ¿non vees que el can

non quiere mover su cola, fasta que le echan el pan? ¿Et el

elefante joven desque conosce su fuerza, e le lievan la

vianda, es tanto sañoso, e non la quiere nin la come fasta

que lo falagan e lo alimpian? Onde quien vive en grand

medida a honra de sí e de sus amigos, maguer poco viva, de

luenga vida es; et el que vive en angostura faciendo poco

algo a sí e a sus amigos, aunque mucho viva, de poca vida

es. Que dicen en algunos ejemplos que al que es mal

andante dura toda su vida en pobredat, e que non ha

cuidado si non de su vientre, aquel es contado con las

bestias nescias.»

Dijo Calila: «Entendido he lo que me dejiste, mas torna

en tu entendimiento, e sabe que cada un homne ha su

medida e ha su prez; et cuando se quiere tener con ella,

débese tener por pagado con ella. E nos non habemos por

que nos quejar deste estado en que estamos, ca

cúmplenos.» Dijo Dimna: «Las dignidades e las medidas

de los homnes son comunas e son contrarias; así como el

homne de grant corazón puja de la vil medida a la noble, e

el homne de vil corazón abaja del alta medida a la vil. Et

pujar a la nobleza es muy noble cosa e grave; ca abajarse

della es vil cosa e rafez. Et es así como la piedra pesada

que es muy grave de alzar et de la tener; e es muy rafez de

la derribar e dejar caer.» Et dijo: «Por esto nos habemos de

trabajar mucho por haber de las mayores dignidades con

nuestros grandes corazones, e non estar en este estado,

podiéndolo guisar

Dijo Calila: «Pues ¿en qué acuerdas?» Diz Dimna:

«Quiérome mostrar al león en tal sazón, ca él es de flaco

consejo e de flaco corazón e es escandalizado en su

facienda con sus vasallos, e por aventura en llegándome a

él en este punto habré dél alguna dignidat o alguna honra e

habré dél lo que he menester.» Dijo Calila: «¿Ónde sabes

que el león está así como tú dices?» Et dijo Dimna:

«Cuidol, e tengo que es así, que el homne agudo, de buen

entendimiento, a las veces sabe el estado de sus amigos e

su poridat, por lo que le semeja e por lo que vee de su

estado e de su facienda, e poniendo se en ello sábelo

cierto.» Dijo Calila: «¿Cómo esperas tú haber dignidat del

león non habiendo tú nunca habido compañía nin privanza

de ningunt rey nin sabiendo lo servir nin sabiendo lo que le

place de sí nin de los otros?» Dijo Dimna: «El homne

valiente so la grant carga, maguer que le apesgue,

levántase, e la grant carga non alza al homne valiente nin al

pesado; nin en el homne vil non ha obra nin cuidado. Et el

homne homildoso e blando, non ha quien lo reprenda. Et

ante pruebe homne las cosas que se ponga a ellas; et yo

quiero probar ésta para mejorar la mi facienda e la tuya.»

Dijo Calila: «El rey non honrará al atrevido por su

atrevencia, mas honra al verdadero e al cercano dél. Ca

dicen los sabios que el que es de la compañía del rey e de la

muger, que non lo allegan a sí por mayor bondat, mas por

que está, más cercano que otro; bien así como la vid que se

non traba al mayor árbol, mas al que más acerca le está.

¿Qué te semeja? Si el león non te llegare así, nin pudieres

fablar cuando quisieres con él, ¿qué será de ti?» Dijo

Dimna: «Así es como tú dices; mas sepas que los que son

con el rey non fueron con él siempre, mas con su femencia

alcanzaron las dignidades del rey; e son con él e lléganse a

él después que son llueñe dél. Et yo trabajar me he de facer

otro tal, e guisaré cómo llegue a ello; ca dicen que non es

ninguno que llegue a la puerta del rey e dure y mucho

consentido a ser mal traído e empujado, e sufra mucho

pesar, e encubra su facienda, e traiga su facienda

mansamente, que non llegue a lo que quiere.»

Dijo Calila: «Pongamos que has llegado al león, ¿cómo

trairás tu facienda con él o con los que has esperanza de

haber dignidat?» Dijo Dimna: «Si me yo hobiese llegado al

león, e conosciese sus costumbres, guisaría como siguiese

su voluntad, e que non fuese contra él, así que cuando

quisiese facer alguna cosa derechamente afincárgela hía

fasta que la ficiese e que acresciese su placer en ella e la

cumpliese; et cuando quisiese facer alguna cosa que yo

entendiese que le podría traer daño, facer lo hía entender el

mal que hobiese, lo más manso que yo pudiese. E yo he

esperanza quél será mejor servido que de otros algunos, ca

el homne faldrido e sabio e manso, si quisiese desfacer la

verdat et averiguar la mentira, a las veces facer lo hía, así

como el buen pintor que pinta las imágenes en la pared que

semejan a homne que sale della, et pintan otras que

semejan eso mesmo e non es así».

Dijo Calila: «Pues esto tienes así a corazón, quiero te

facer temer servicio del rey por el grant peligro que y ha.

Ca dicen los sabios que tres cosas son a que se non atreve

si non homne loco, nin estuerce dellas si non el sabio: la

una es servir rey, la otra es meter las mugeres en su poridat,

la tercera beber vidigambre a prueba. Et los sabios facían

semejanza del rey e de su privanza al monte muy agro en

que ha las sabrosas frutas, et es manida de las bestias fieras;

onde subir a él es muy fuerte cosa; et estar sin el bien que

en él ha es más amargo e más fuerte.»

Dijo Dimna: «Entendido he lo que dejiste. Dices verdad

en cuanto dices; mas sepas que quien non se entremete a

los grandes peligros non ha las cosas que cobdicia, et quien

non anda las luengas carreras non ha las granadas cosas. Et

quien deja las cosas onde habría por aventura lo que quiere,

e con que allegaría a lo que le fuese menester, con miedo e

con pavor, non habrá granada cosa, nin pujará a nobleza. Et

dicen que tres cosas son que non puede facer ninguno si

non con ayuda de noble corazón, e a gran peligro: la una es

oficio del rey, la otra mercaduría sobre mar, e la otra lidiar

con enemigo. Et dicen los sabios otrosí, que el homne de

noble corazón non debe ser visto si non en dos lugares,

quel non pertenesce ser en otros: o ser con los reyes muy

honrado, o ser con los religiosos muy apartado; así como el

elefante que solamente su beldat e su fermosura es en dos

lugares: o en el campo seyendo salvage, o seyendo

cabalgadura de los reyes.» Dijo Calila: «Hermano, Dios te

lo encime en bien esto que tú quieres facer.»

Desí fuese ende Dimna, e salvó al león. Dijo el león a

los que estaban cerca dél: «Quién es éste?» Et ellos dijeron:

«Éste es fulán, fijo de fulán.» Díjoles el león: «Yo conoscí

a su padre.» E llególo a sí, e demandol e díjol: «¿Dónde

eres?» Dijo Dimna: «Nunca me quité de tu puerta, a

esperanza que acaescería alguna cosa en que te ayudases de

mi por tuyo consejo. Ca a las veces acaescen algunas cosas

a los reyes en que han menester por ventura a los flacos e a

los menospreciados. Et el tal homne non es menospreciado,

por haber en él alguna pro; ca el fuste que yace en tierra,

ayuda se homne dél a las veces para rascar su oreja, e

álzalo de tierra, e ráscala con él, o para ál: cuanto más el

animal que es sabidor de las cosas.» Cuando el león oyó lo

que decía Dimna, pagóse dél, e plogóle, et hubo esperanza

que habería en él buen consejo e buen castigo. Et dijo a los

que estaban con él: «El homne sabio, e de noble corazón, e

bueno, e agudo, maguer sea de menor guisa e de baja

dignidat, la nobleza de su corazón non quiere fueras

parescer et mostrarse; así como la centella del fuego que

homne asconde, e ella non quiere si non acenderse.»

Pues que entendió Dimna que el león se pagara dél, e le

pluguiera lo quél decía, dijo: «Los pueblos de los reyes e

los de su corte, tenudos son de le facer entender las

noblezas de sus corazones, e su saber, e de le dar leal

consejo, e amarlo. Ca él non los porná en las dignidades

que deben e que merescen si non por esto, así como la

simiente soterrada, que ninguno non sabe su bondat fasta

que sale e paresce sobre la tierra. Et el rey debe pujar a

cada uno a su dignidat segunt su consejo, e segunt el

provecho e la nobleza del corazón, e la lealtad que en él

hobiere.

«Ca dicen que dos cosas non debe ninguno poner

ninguna dellas fuera de su lugar, nin tollerla de su lugar; e

son los homnes e los ornamientos. Ca es contado por

nescio quien pone en su cabeza el ornamiento de sus pies, e

en los pies el de la cabeza, et quien dagastona las gigonzas

en el plomo. Ca esto non es menospreciamiento de estas

cosas sobre dichas, mas es nescedat del que lo face. Et

otrosí non ponga al bienfechor en la medida del malfechor.

Et dicen otrosí: non fagas compañía con homne que non

sepa cuál es su diestra e su siniestra; ca non sosaca lo que

los entendidos saben si non sus mayores, e lo que los

caballeros si non los reyes, nin lo que ha en la ley e en su

entendimiento, si non los teólogos e los divinos.

«Et dicen otrosí de unas cosas que son muy alongadas,

como la mejoría que ha el un lidiador del otro, et lo poco de

lo poco, e lo mucho de lo mucho, e el sabio del sabio. Et

los muchos vasallos, si probados non fueren, traen daño al

fecho; ca non se cumple la cosa con muchos vasallos, mas

con los buenos dellos, maguer sean pocos, así como el

homne que lieva la grant carga e se embarga della e non

falla por ella prescio. Et las girgonzas non afruentan al que

las lleva et puede las vender por grant haber: en el fecho

que ha homne menester engaño, non cumple la ira, maguer

sea mucha. Et el rey non debe menospreciar la nobleza del

corazón que fallare en alguno que sea de menor guisa; que

la pequeña cosa por ventura engrandesce mucho, así, como

el nervio que es tomado de la cosa muerta, e facen dél

cuerda de la ballesta e dobla se con él, et ha la menester el

rey para tirar et para jugar.»

Et Dimna en todo esto quería haber honra del león, e

todos sabían que non gela faría por quél hobiese conoscido

a su padre, mas porque era de noble corazón e de buen

consejo. Onde dijo al león: «El rey non apriva a los homnes

por la privanza de sus padres, nin los desprecia por non

conoscer a sus padres, mas cada que sabe en que los ha

menester. Desí face lo que tiene por bien en ponerlos en la

medida que debe. Et a las veces acaesce al rey alguna

enfermedat que le face grant mal, e non gela tuelle si non la

melecina que le aducen de lueñe. E el mur mora con el

homne en su casa, et porque le face mal, échalo fuera; et el

azor, que es muy bravo, críalo e quiérelo aun tanto que ha

sabor de lo levar en la mano.»

Et pues que hubo acabado Dimna, pagóse más el león

dél, e plógole más con él, e respondióle siempre mejor. Et

dijo a los que seían, con él: «Non debe el rey porfiar en

facer perder su derecho al que ha derecho en bien, et es

bueno e de noble corazón; mas débele refacer lo que le non

fizo. Et aquel a quien lo ficiere debel facer gracias e

conoscerlo. Ca los homnes son en dos guisas: el uno es de

mala natura, e es así como la culebra que, sí alguno la pisa

e non le muerde, non debe tornar a ella de cabo, et el otro

es de buena natura e de blandas costumbres, e es tal como

el sándalo frío, que si mucho es fregado tórnase caliente e

quema.»

Et pues que se hubo solazado Dimna con el león, dijo:

«Veo, señor, que ha tiempo que estás en un lugar, que non

te mudas. Esto, ¿por qué es?» Et el león non quería que

sopiese Dimna que lo facía con cobardez, et dijo: «Non es

por miedo.» Et estando amos así, bramó Senceba muy

fuerte, e tamaño fue el miedo que hubo, que le fizo decir:

«Esta voz me tovo aquí en este lugar, e non sé qué es;

empero veo que la persona que la face debe ser tan grande

como la voz, e su fuerza tan grande como la persona. Et si

esto así es, non moremos en este lugar.» Dijo Dimna al

león: «Escandalizástete de otra cosa fuera desta, ca si non

te fizo ál pavor si non esto, non debes dejar tu posada. Ca

la flaqueza es ocasión de la beudez, et la desvergüenza es

ocasión de la pelea, et la mezcla es ocasión del amor, et la

grant voz es ocasión del flaco corazón. Et esto se departe

en un proverbio que dice: «Non se debe homne temer de

todas voces.» Dijo el león: «¿Cómo fue eso?»

La vulpeja y

el tambor

Dijo Dimna: «Dicen que una gulpeja fambrienta pasó

por un árbol, et estaba un atambor colgado del árbol, e

movióse el viento, et firiénronlo los ramos, e sonaba muy

fuerte. Et la gulpeja oyó aquella voz, e fuese contra ella

fasta que llegó a ella, et en que vio que era finchado,

cuidóse que era de mucha carne, que había de mucha

gordez, e fendiólo e vio que era hueco, e dijo: «Non sé; por

ventura las más flacas cosas han mayores personas e más

altas voces.» Et fuese dende. «Et yo, señor, non te di este

ejemplo si non por que he esperanza que sea esta cosa,

cuya voz te espantó, atal como el atambor, e si a ella te

llegases, más ligera te semejaría que tú non cuidas. Et,

señor, si fuere la tu merced, envíame a ella, e está tú en tu

lugar fasta que yo torne a ti con lo que sopiere de su

facienda.» Et desto que dijo Urrina plugo, al león, et díjole:

«Pues vete.»

Et fuese Dimna, e pensó el león en su facienda, e dijo en

su corazón: «Non fice bien en fiarme en éste, para enviarlo

al lugar do lo envío; ca el home, si es de la casa del rey, et

es por luengo tiempo desdeñado non lo mereciendo, e

mezclado a tuerto, o si es conocido por cobdicioso o por

malicioso, o si es muy pobre, o si ha fecho algún gran

pecado e se teme de la pena, o si es envidioso e malo que a

ninguno non quiere bien, o si es testiguado por atrevido, o

si le han fecho perder lo que tenía del rey, o si era oficial e

gelo tollieron, o si a alguno fizo falsedat e sospecharon dél,

o cayó en alguna culpa, o si sus iguales fueron probados

por buenos et hobieron mijoría dél en dinidat e en honra, o

si es de mala fe en su ley, o si ha esperanza de haber algún

pro a daño de sus señores, o si se teme ende, o si es

contrario a los privados de los señores, a todos éstos non

debe el rey meter su facienda en sus manos, nin fiar en

ellos, nin sigurarse. Et Dimna es discreto et sabidor, e tanto

fue despreciado et desdeñado a mi puerta, e olvidado; et

seméjame que tenía mala voluntad, et esto fizo para

engañarme e meterme en mal; et si, por aventura fallare

aquel animal que brama, que es más fuerte que yo o de

mayor poder, e éste le prometiere de su algo, será con él

contra mí, et descubrir le ha mi vergüenza e mi cobardez.»

Et non cesó el león de fablar consigo mismo et de se

maltraer, tanto que se levantó del lugar donde estaba, et

arrufábase de mala manera. Et desque vino Dimna entró a

él. Dijo el león: «¿Qué viste o qué feciste?» Dijo Dimna:

«Vi un buey que fizo la voz que oíste.» Dijo el león: «¿Qué

fuerza ha?» Dijo Dimna: «Non ha fuerza nin valentía, ca yo

me allegué a él, et estude en par dél, así como está home

con su igual, e non me pudo facer nada.» Dijo el león a

Dimna: «Non te engañe eso, nin lo tengas por flaco por

eso, ca el fuerte viento non quebranta las chicas pajas, mas

desraiga los grandes árboles; otrosí las armadijas unas a

otras non se prenden.» Dijo Dimna: «Non hayas miedo dél,

nin lo tengas en corazón; et si quisieres, yo te lo traeré, que

sea tu siervo e obediente.» Et cuando el león oyó esto

alegróse e dijo: «Sabe que me place dello, e vete.»

Et fuese Dimna a Senceba, et díjole atrevídaniente e sin

miedo: «Mi señor el león me envía a ti que te lieve, et

díjome que si tú fueses a él luego obediente, que te

atreguaría del pecado que has fecho en osar entrar sin su

mandado en su señorío et sin lo ir ver, et si tú te tardares et

non quisieres, que me torne a él, et que gelo faga saber.»

Dijo Senceba: «Si tú me fecieres homenaje por él, que non

reciban mal nin daño, yo iré contigo.» Et él fízole el

homenaje que le demandó, et desí fuéronse amos en uno, e

entraron al león, et preguntó el león a Senceba buenamente,

et díjole: «¿Cuándo llegaste a esta tierra et qué cosa te fizo

acá venir? «Et él contóle toda su facienda. Et dijo el león:

«Vive comigo, e facerte he honra.» Et el buey gradeciógelo

mucho et homillósele. Desí el león aprivóle e allególe a sí,

et tomó consejo dél, et metiólo en sus poridades e en sus

cosas. Et duró así el buey un tiempo, et íbale todavía

queriendo más et pagándose más dél, atanto que fue el más

privado de su compaña, et el que más él amaba e preciaba.

Et cuando vio Dimna que el león se apartaba con

Senceba sin él e sin la otra compaña, pesóle et hubo ende

grande envidia, et querellóse a su hermano Calilia, et

díjole: «Hermano, ¿non te maravillas de mi mal seso et de

mi locura, et de cómo pensé en pro del león, e trabajé en le

traer el buey que me ha echado de mi dinidat?» Dijo Calila:

«Pues acaeció a ti lo que acaesció al religioso.» Dijo

Dimna: «¿Et cómo fue eso?»

El religioso

robado

Dijo Calila: «Dicen que un religioso hubo de un rey

unos paños muy nobles, et violos un ladrón et hubo envidia

dellos, et guisó arte como gelos furtase; et entró al

religioso, et díjole: «Quiérote facer compañía e aprender de

ti.» Et el religioso otorgógelo, et fizo vida con él, e servióle

bien atanto que se aseguró el religioso en él e fió dél, e

puso su facienda en su mano. E el ladrón cató hora que el

religioso fuese desviado, et tomó los paños, et fuese con

ellos. Et cuando el religioso falló los paños menos, luego

supo que aquél gelos furtara, et fuese en busca dél.

La vulpeja

aplastada

por dos

cabrones

Et yendo para una cibdat a que decían Mayat, falló en el

camino dos cabrones monteses peleando et empujándose

con los cuernos, et salióles mucha sangre, et vino una

gulpeja et comenzó de lamer aquella sangre entre ellos, et

estando ella lamiendo la sangre, cogiéronla amos los

cabrones en medio e matáronla; et esto a ojo del religioso.

La alcahueta

y el amante

Desí fuese para la cibdat a buscar al home, et posó con

una muger mala, alcahueta; et la muger había una manceba

que se había enamorado de un home, et non quería a otro

ninguno, et en esto facía daño a su ama, porque perdía la

soldada que le daba, por aquel home; e trabajóse de matarlo

aquella noche que hospedaba al religioso, et dio a beber a

la manceba e al home tanto de vino puro, fasta que se

embeodaron et se dormieron.

Entonce tomó ella vegambre que había puesto en una

caña por lo echar al home por las narices, e puso la boca en

la cana por soplar. Et por facer ella esto, dio un estornudo

ante que huyase soplar, et cayó a ella la vegambre en la

garganta, e cayó muerta; et todo esto a ojo del religioso.

El

carpintero,

el barbero y

sus mujeres

Desí amaneció, et fuese el religioso a buscar el ladrón a

otro lugar, et hospedóle un home bueno carpentero, et dijo

a su muger: «Honra a este home bueno, et piensa bien dél,

ca me llamaron unos mis amigos a beber, et non me tornaré

si non bien tarde».

«Et esta muger había un amigo, et era alcahueta entre

ellos una muger de un su vecino; et mandóle que fuese a su

amigo et que le feciese saber que su marido era convidado,

e que non tornaría si non beudo e a grant noche. Et vino el

amigo et asentóse a la puerta atendiendo mandado. Et en

esto vino el carpintero su marido della, de aquel lugar do

fuera, e vio el amigo de su muger a la puerta, et habíalo

ante sospechado. Et ensañóse contra su muger, e entró a

ella e firióla muy mal, e atóla a un pilar del palacio. Pues

quél fue adormido e dormieron todos, tornó a ella la muger

del alhageme, e díjole: «Mucho he estado a la puerta. ¿Qué

me mandas?» Dijo la muger del carpintero. «Tú vees cómo

estó, e si tú quisieres, facer me has bien, e desatar me has, e

atarté yo en mi lugar un poco. Et ir me he para él, e

tornarme he luego para ti.»

«E fízolo así la muger del alhageme, e desatóla, e atóse

a sí mesma en su lugar. E despertó el carpentero ante que

tornase su muger e llamóla muchas veces por su nombre e

la muger del alhageme non le respondió por miedo que non

conosciese su voz. Desí llamóla muchas veces, e non le

respondió. Et ensañóse e levantóse con un cuchillo en la

mano, e cortóle las narices, e díjole: «Toma tus narices e

preséntalas a tu amigo.» Et pues que fue tornada la muger

del carpentero, e vio a su compañera de aquella guisa,

desatóla e atóse en su lugar. Et tomó la muger del alhageme

sus narices e fuese, veyendo esto el religioso.

«Et pensó la muger del carpintero de aquello en que era

caída, e de que era sospechada, e alzó su voz, e dijo: «¡Ay

Dios, Señor; ya vees mi flaqueza, et mi poco poder, et

cuanto mal me ha fecho mi marido a tuerto, seyendo yo sin

culpa. A ti ruego e pido por merced que si yo só sin culpa,

e salva de lo que me apone mi marido, que tú tornes mis

narices sanas así como ante eran, e demuestra y tu

miraglo.» Desí llamó a su marido e dijo: «Levántate,

traidor, falso, e verás el miraglo de Dios en tornarme mis

narices sanas así como ante eran.» Et el marido dubdó, e

díjole: «¿Qué esto que dices, fechicera mala?» E levantóse

e encendió lumbre, e fuela a ver. Et cuando le vio sus

narices sanas, pidióle pardón, e repentióse, e escusósele de

su pecado.

«Et pues que llegó la muger del alhageme a su casa,

pensó en arte por do saliese de aquello en que era caída. Et

cuando era cerca del día pensando e diciendo en su

corazón: «¿Cómo escusaré a mi marido e a mis parientes,

de mis narices cortas?» Et en esto despertó su marido, et

dijo a la muger: «Dame mi ferramienta toda, ca me quiero

ir de mañana a un noble homne.» Et ella non le dio si non

la navaja. E él díjole: «Dame mi ferramienta toda.» E dióle

de cabo la navaja. E él ensañóse, e echóla en pos de ella a

lóbregas. E dejóse ella caer en tierra, e dio grandes voces, e

dijo: «¡Ay mi nariz, mi nariz!» Vinieron sus parientes, e

prisieron al marido, e leváronlo al alcalld, e mandó el

alcalld justiciarlo. Et en levándolo a justiciar encontrólos el

religioso, e llegóse al alcalld, et dijo: «Sofridvos un poco

por amor de Dios e decir vos he todo lo que contesció.

Sabed quel ladrón non furtó a mí los paños, nin la gulpeja

non la mataron los cabrones, nin el alcahueta non la mató la

vedegambre, nin la muger del alhageme non le tajó su

marido las narices, mas nos mismos le fecimos». Rogóle el

alcalld que gelo departiese todo como era, e díjole toda la

hestoria fasta en cabo.»

Dijo Dimna: «Entendido he lo que dejiste, e semeja a mi

facienda, e por buena fe non me mata a mí si non yo

mesmo; empero, ¿qué faré agora?» Dijo Calila: «Dime tú:

¿qué es el tu consejo?» A esto dijo Dimna: «Dígote de mí,

que yo non quiero demandar mayor honra de la que había,

nin mayor lugar del que tenía; mas quiero buscar arte para

tornar en mi dignidat. Ca tres cosas son en que debe homne

parar mientes: en el daño e en el pro, en el tiempo que es

pasado, por tal que se guarde de haber daño e pugnar de

obrar el pro; et catar otrosí las cosas en el tiempo en que

está, por atener a las que le placen, e fuir de las que se

despaga. Otrosí en el tiempo que es por venir debe parar

mientes, por esperar la pro, e fuir el daño e el mal. Et yo,

parando mientes en mi facienda, non fallé cosa que mejor

me sea que guisar como pierda la vida Senceba, et que si

yo lo pudiere guisar, que cobre mi estado en que era con el

rey. E quizá será esto bien para el león, ca este sobejano

amor quél ha con Senceba, es cosa que le está mal, e que le

traban en ella mucho, et ha le de ser despreciado.»

Dijo Calila: «Yo non veo que por Senceba venga al león

pro nin daño.» Dijo Dimna: «Acaesce al rey por razón de la

mala andancia perder los leales vasallos e los buenos

defensores; et acaesce por razón de la guerra, contienda e

discordia entre los homnes; et acaesce por razón del vicio

amar las mugeres, e las fablas, e beber, e cazar, et tales

cosas; e acaescel por razón de la crueldad denostar et ferir

sin mesura; et acaescel por razón del tiempo sequedat, e

mortandat, e pestilencia, e perderse los frutos; et acaescel

por razón de la sandez usar braveza en lugar de

mansedumbre e mansedumbre en lugar de braveza; e el

león es muy ayuntado a Senceba atanto que lo face su

egual.» Dijo Calila: «¿Cómo puedes tú matar a Senceba, e

es más valiente que tú, e más fuerte, e ha más mando, e ha

más vasallos e más amigos?» Dijo Dimna: «Non cates a

eso, ca todas las cosas non se facen por fuerza, et algunt

flaco llegó con su faldrimiento, e con sus artes, e con su

enseñamiento, a lo que non pueden facer muchos fuertes e

muchos valientes. ¿Non te dijeron de cómo mató un cuervo

a una culebra con su arte e con su ensañamiento e con su

suavidat?» Dijo Calila. «¿E cómo fue eso?»

El cuervo y

la culebra

Dijo Dimna: «Dicen que un cuervo había su nido en un

árbol en el monte, et había cerca dél una cueva de una

culebra. Et cada que sacaba los pollos comíagelos la

culebra. Et después que gelo hubo fecho muchas de veces,

hubo el cuervo muy grant cuita, e querellóse a un su amigo

de los lobos cervales, et dijo: «Quiero ir a la culebra e

picarle he los ojos, e por ventura quebrantárgelos he; e si tú

melo consejares, habré esperanza de folgar.» Díjole su

amigo: «¡Ay qué mala arte es esa que tú cuidas facer!

Trabájate de ál, porque hayas lo que quieres, e que non

faga ella mal. Et guárdate que non seas tal como la garza

que quiso matar al cangrejo e mató a sí se.» Dijo el cuervo:

«¿Cómo fue eso?»

La garra, las

truchas y el

cangrejo

«Dijo el lobo cerval: «Dicen que era una garza, e había

fecho su nido en una ribera muy viciosa, do había muchas

truchas. E envejeció e non podía pescar, e hubo fambre, e

trabajóse de engañar aquellas truchas e aquel pescado, e

demostró muy grant tristeza e cuidado. E viola un cangrejo

de a lueñe. Vínose para ella, et díjole: «¿Qué has que estás

triste e cuidosa?» Dijo ella: «Más mal que bien solía vevir

de las truchas, e acaesció hoy que vi dos pescadores venir a

este nuestro lugar, et dijo el uno al otro: «¿Por qué non

echamos alguna vez la red aquestas truchas que son en

aqueste lugar?» Dijo el otro: «Más vayamos a un lugar que

yo sé, do hay muchas truchas, e comencemos y, e desí

vengamos acá e abarrer las hemos.» E yo sé que si ellos

hobiesen ya acabado de pescar aquellas a que fueron, que

ya tornados serían; e non fincaría aquí ninguna que las non

pesquen, e en esto es mi muerte, e mi desfallecimiento.»

«Et fuese el cangrejo a todas las truchas e pescados, e

fízogelo saber. E viniéronse todas para ella, e dijéronle:

«Venimos nos; para ti que nos consejes, ca el homne

entendido non deja de consejar con su enemigo seyendo de

buen consejo en las cosas que se puede del ayudar. Et en

vevir nos, has tú pro; e bien puedes conséjarnos.» Díjoles:

«Nos non le podemos contrastar; mas yo sé un lugar de un

piélago muy grande, do ha mucha agua e mucho bien. Et, si

vos quisierdes, vayamos nos allá, ca en esto vos yace pro e

salud.» Dijeron ellas: ¿E quién nos fará este bien si non

tú?» Dijo ella: «Facerlo he a honra de vos.» Comenzó a

levar dellas dos a dos cada día, e levábalas a una ribera e

comíalas. E vínose a ella el cangrejo e díjole: «Yo miedo

he en este lugar, e si tú me levares farias bien.» Llevólo

fasta que llegó al lugar do las comía, et vido el cangrejo las

espinas de las truchas ayuntadas. Entendió que ella las

comía e que otro tal quería facer a él, et dijo en su corazón:

«Cuando el homne se falla con su enemigo en los lugares

do sabe que lo matará, debe lidiar con él por honra o por

guarda de sí, quél pueda vencer o non; e non sele homille

nin sele meta en poder.» Et trabó con sus tenazas al cuello

de la garza, e apretóla tanto que la mató. Desí tornóse el

cangrejo a las truchas, et díjoles las nuevas de la garza e de

las truchas que llevaba cada día e las comía, e que la había

muerta; et moraron se en su lugar.»

«Et yo non te di este ejemplo si non por que sepas que

algunas artes son que matan al que las face; mas vete

volando por el aire e busca algunas sartas, et pues que las

vieres, rebátalas a ojos de los homnes. Desí vuela con ellas,

e non traspongas de la vista, ca te seguirán. Et cuando

llegares a la cueva de la culebra, échagelas de suso, e los

homnes tomarlas han, et matarán a la culebra.» Et fizo el

cuervo lo que le aconsejó el lobo cerval, e tomó las sartas,

echólas a la puerta de la culebra que dormía, viéndolo los

homnes. Et pues que hobieron tomado las sartas e vieron la

culebra, matáronla, e folgó el cuervo della.»

Dijo Dimna a Calila: «Et non te di este ejemplo si non

por que sepas que las artes facen por ventura algunas cosas

que la fuerza non puede facer.»

Dijo Calila: «Si Senceba, como es fuerte e valiente, non

fuese de buen seso, sería así; mas aun de más de la valentía

que te dije que ha en sí, es muy bueno e sabio e de buen

consejo.» Dijo Dimna: «Verdaderamente tal es Senceba

como tú dices; empero es engañado en mí e fía por mí, et

por esto lo puedo yo engañar e aterrar sin falla, así como

fizo la liebre al león.» Dijo Calila: «¿E cómo fue eso?»

La liebre y

el león

Dijo Dimna: «Dicen que un león estaba en una tierra

viciosa, do había muchas bestias salvajes, e agua, e pasto.

Et las bestias que estaban en esa tierra estaban muy

viciosas fueras por el miedo que habían del león. Et

ayuntáronse todas las bestias, e tomaron consejo. Et

viniéronse para el león, e dijéronle así: «Tú non puedes

comer de nos lo que tú quieres, a menos de lazrar; et nos

vimos un consejo que es bueno para ti e folganza para nos

de la laceria en que estamos, si tú nos quieres segurar de tu

miedo.» Dijo el león: «¿Qué es ese consejo?» Dijeron las

bestias: «Faremos contigo pleito, que te demos cada día

una bestia de nos, que comas sin laceria e sin trabajo, et

que nos asegures que, non te hayamos miedo de noche nin

de día.» Et plogo al león desto, e asegurólas e fizo les

pleito.

«Et acaesció un día a una liebre que la levasen al león.

Et queriendo la levar, dijo a las otras: «Si me quisiéredes

escuchar, decir vos he cosa que vos non sería daño e vos

será pro. Cuidar vos hía sacar desta premia deste león e

estorcería yo de muerte.» Et dijéronle: «¿Qué es lo que

quieres que fagamos?» Dijo la liebre: «Mandad a quien me

levare para él, que me lleve muy paso e que non me lieve

apriesa, e que tarde tanto fasta que pase la hora del comer

del león.» Et ficiéronlo así. Et cuando fueron cerca del león

fue la liebre señera muy paso, et el león estaba sollón e

muy sañudo; e levantóse e comenzó de andar e de catar a

diestro e a siniestro, fasta que vido la liebre venir. Et

díjole:¿Dónde venís e do son las bestias, et por qué me

mintieron el pleito que habían comigo puesto?»

«Et dijo la liebre: «Non mande Dios, señor; yo só

mandadero de las bestias para vos, et traía vos una liebre

que vos enviaban que yantásedes. Et ya que venía cerca

falló me un león e tomómela, et dijo: «Mayor derecho he

yo de comer esta liebre que el otro a quien la levades.» Et

díjele yo: «Mal facedes, que este conducho es del león, que

es rey de las bestias, que gelo envían para yantar; pues

consejo vos que non me lo tomedes nin fagades ensañar al

león; si non habredes ende mal.» Et él non lo dejó de tomar

por eso, e denostó vos cuanto pudo, e dijo que quería lidiar

convusco, maguer sodes rey. Et cuando yo vi esto, vine

para vos cuanto pude por vos lo querellar.» Et el león

cuando lo oyó asañóse, e dijo a la liebre: «Ve comigo e

muéstrame ese león que dices.»

«Et la liebre fuese a un pozo en que había muy clara

agua et era muy fondo que podría bien cobrir al león. Et

díjole: «Este es el lugar que vos dije, mas tomadme so

vuestro sobaco, e mostrar vos lo he.» E fízolo así. Et él cató

al fondo del pozo, e vio su sombra e la de la liebre en el

agua. Et puso la liebre en tierra e saltó en el pozo por lidiar

con el león, non dubdando quél era el león, e afogóse en el

pozo. Et tornóse la liebre, e estorcieron las bestias del

miedo en que eran, e fincaron seguras por siempre.»

Dijo Calila: «Si tú pudieres matar a Senceba sin daño

del león, fazlo; ca la su privanza nos ha fecho mal a nos e a

los otros vasallos. E si lo non pudieres matar si non

quebrantando la fe del león, non lo fagas; ca sería traición

de nos e de ti, e deslealtad e maldad.»

Desí dejóse Dimna de entrar al león unos días; e

después vínose para él, estando en su cabo, e entró triste e

marrido. Dijo el león: «¿Qué te tovo desque te non vi;

acaescióte al si bien non?» Dije Dimna: «Dios vos dé vida,

señor; acaesció cosa que non querríades vos nin nos.» Dijo

el león: «¿E qué fué?» Dijo Dimna: «Razón es que se ha de

decir aparte.» Dijo el león: «Pues este lugar es apartado e

retirado, decirme has lo que sepas.» Dijo Dimna: «Todo

dicho que se recela dél el que lo oye e atrévese a él el

decidor es grant locura, si non es seguro de su seso de

aquel a quien lo dice; ca si fuere sesudo sofrir lo ha e

honrar lo ha por ello, ca la pro suya es, et el decidor non ha

y pro ninguna, e a las veces viene dello daño. Et vos, rey,

señor, sedes de grant seso e de buen consejo, et yo vos diré

cosa que vos pesará. Et fío por vuestro saber en vos yo

consejar e vos amar maguer me dice mi alma que non me

creeredes. Mas cuando yo me remiembre que las nuestras

almas de todas las bestias son colgadas de la vuestra, non

puede ser que non faga lo que debo, maguer non me lo

preguntedes et maguer me yo tema que non me lo creades.

Ca dicen que el que non desengaña al rey de su daño, e el

que encubre a los físicos su enfermedat e a los amigos su

facienda, a sí mismo engaña.»

Dijo el león: «¿Qué es eso?» Dijo Dimna: «Díjome el

fiel verdadero que Senceba se apartó con los cabdillos de

tus vasallos, e que les dijo: «Yo he estado en compañía del

león, e probé su consejo e su valentía, e vi que era flaco, et

ya hobimos entre él e yo palabras.» Et pues que esto me

dijeron, entendí que era traidor e falso; ca lo honraste tú, e

lo privaste, e lo feciste tu egual. E si a ti tollere de tu lugar,

a él darán el reinado; onde non debes dejar esto; ca dicen

que cuando el rey sabe que algunos de sus pueblos se

quieren facer sus iguales en consejo, e en dignidat, e haber

compaña, mátelos, o sin non, ellos matarán a él.

«Et yo tengo por bien que guises de escarmentar éste

ante que se apodere, e non lo detardes, ca después non

podrás acorrer nin podríes vedar lo que es ende ya fecho. E

dicen que los homnes son de tres guisas: el uno es enviso, e

el otro es delibre, e el otro es perezoso. E el delibre es

aquel que si le acaesce alguna tribulación non desmaya, nin

pierde el corazón, mas entremétese en arte e seso e buen

engeño con que espere de salir e de estorcer de aquello en

que es caído; et el enviso es mejor, e de mejor consejo que

se apercibe de las cosas ante que le acaescan, e escoge

dellas lo que debe con buen consejo, e quebranta la malicia

ante que le venga, e taja el miedo ante que él acaesca; et el

perezoso es aquel que es tardinero en su fazienda, que

siempre está en seguranzas mintrosas fasta que le acaesce

la tribulación e peresce. Et el ejemplo déste es tal como de

las tres truchas.» Dijo el león: «E ¿cómo fue eso?»

Las tres

truchas

Dijo Dimna: «Dicen que había en un piélago tres

truchas, e la una había nombre Anvisa, e la otra Delibre, e

la otra Perezosa, et vevían en un piélago muy apartado que

ninguno non lo sabía.

«Et acaesció que pasaron por allí un día dos pescadores,

e aplazaron de tornar a ellas e echar allí sus redes, et ellas

viéronlos. El anvisa cuando los vio, sospechólos, et hóboles

grant miedo, e trabajóse de usar de su envisidat, e sallóse

luego del lugar por do entraba el agua al piélago. E la

delibre estúdose en su lugar fasta que se ellos tornaron. Et

cuando vio que eran tornados, e que habían cercado la

entrada del piélago, entendió lo que querían facer. Et dijo

en su corazón. «Non fiz lo que debía. Esta es la cima del

que non faz lo que debe. ¿Cómo me delibraré agora

estando desta guisa? Et pocas veces estuerce por arte el que

está en peligro de muerte; empero el entendido non se

desespere en ninguna guisa, nin deje de facer su seso e

trabajarse en estorcer». Et fízose muerta, e comenzó de

nadar sobre el agua el papo arriba, e ellos tomáranla en

cuenta de muerta, e pusiéronla entierra non muy lueñe del

agua, e ella saltó, e metióse y, e estorció dellos. Et la

perezosa non quedó de ir delante e atrás fasta que la

pescaron. Et yo, señor, dóte por consejo de ser anviso».

Dijo el león: «Entendido he lo que dejiste, mas non

cuido que Senceba me buscase mal, conosciéndome por

leal, e faciéndole yo bien, et honrándolo». Dijo Dimna:

«Non gelo fará facer si non el grant bien que le tú feciste, e

por que non dejaste bien que le non ficieses, ni grant

dignidat a que le non pujases, así que le non fincó cosa a

que ya puje, nin que espere haber, si non tu lugar. Ca el

homne vil, desconocido, siempre es leal e provechoso, fasta

que le alcen a la medida que non meresce; et cuando esto

ha fecho, busca más alto lugar con engaño e con falsedat.

Ca el homne falso, vil, non sirve al rey, nin le es leal siervo

si non por miedo que ha dél o por que lo ha menester. Et

pues que es ya enriquecido e seguro, torna a su raíz o a su

sustancia; así como la cola del can, que mientra que está

atado tienela derecha e cuando lo desatan tórnase como era,

corva tuerta. Et sepas, señor, que el que non cree a sus

leales vasallos, e ficiese más de lo que ellos tienen por

bien, non llegará a cima de su consejo, et será tal como el

enfermo que deja lo que le dice el físico, e toma lo que ha

sabor.

«Et el privado del rey debe consejarle, lo más lealmente

que pudiere, lo que le estará bien, e lo que fará pro, e

débele redrar su mal; ca el mejor de los amigos es el que

más lealmente conseja a su amigo, et el mejor de los fechos

es aquel que ha mejor cima, et la mejor de las mugeres es la

que es avenida con su marido, e la mejor fama es la que se

dice por boca de los buenos, et el más noble rey es aquel

que non es rabinoso nin acedado, et el mejor de los ricos es

el que non es siervo de la cobdicia, et el mejor compañero

es aquel que non contradice, et la mejor de las costumbres

es aquella que más ayuda a temer a Dios. Et dicen que si

algunt homne ficiese cama de las víboras, por mayor

folgura lo habería que non temerse del enemigo que

amanesce e anochesce con él. Et el más perezoso rey es

aquel que se da a vagares cuando le viene la cuita; et el que

más semeja al elefante joven es aquel que non torna cabeza

por ninguna cosa que haya de pesar, nin la tiene en nada e

se deja de facer su pro, e echa la culpa a su privado».

Dijo el león: «Broznamente me has fablado, et esto debe

ser sofrido al leal consejero. Et si Senceba fuese mi

enemigo como tú dices, non me podría mal facer; e ¿cómo

lo podría facer? Ca él come yerba e yo como carne, et él es

mi comer e yo non só suyo. Et non me semeja qué daño nin

pesar me venga dél, nin fallo carrera a facerle traición

después que le he atreguado e honrado, e he dél dicho muy

grant bien a los mayorales de mi corte. Et si esto yo mudare

será grant vergüenza e grand torpedad de mí et faría grant

traición.» Dijo Dimna: «Non seas engañado en decir mi

comer es; ca Senceba, si te non pudiere facer traición e mal

por sí, guisaría de te lo facer por otri. Et dicen: «Si posare

contigo algunt huésped una hora del día, e tú non

conoscieres sus costumbres, non te segures dél; et guárdate,

non te venga por él lo que avino al piojo por hospedar a la

pulga.» Dijo el león: «¿Cómo fue eso?»

El piojo y la

pulga

Dijo Dimna: «Dicen que un piojo estaba muy vicioso en

un lecho de un rico homne, et había de su sangre cada día

cuanta quería, et andaba sobre él muy suavemente, que lo

non sentía él. Desí fue así fasta que le demandó una pulga

una noche hospedadgo, e él hospedóla, et díjole: «Albergad

comigo esta noche en sabrosa sangre e mollido lecho.» Et

la pulga fizo lo así, e albergóse con él. Et en echándose el

homne en su lecho mordióle la pulga muy mal, et él

sentiólo e levantóse del lecho e mandó sacodir su sábana, e

catar si había alguna cosa; e saltó la pulga, e estorció a una

parte, et fallaron al piojo mal andante, e tomáronlo e

matáronlo.

Et yo non te di este ejemplo si non por que sepas e

entiendas que el mal homne siempre está aparejado para

facer mal, así como el alacrán que siempre está aparejado

para ferir. Et si non temas de Senceba, témete de sus

vasallos, que ha fecho atrevidos contra ti, e te ha homiciado

contra ellos. Empero bien yo sé quél non lidiará contigo,

mas facer lo ha por otros.»

Et al león cayóle esta palabra en el corazón, et dijo a

Dimna: «¿Pues qué tienes por bien que faga?» Dijo Dimna:

«El que ha el diente podrido, que le face doler, nunca

fuelga fasta que lo saca; et la vianda mala que face fastidio,

non fuelga el homne della fasta que la eche; et el enemigo

cuyo daño es temido, non ha otra melecina si non en lo

matar.» Dijo el león: «Mucho me has fecho aborrecer la

privanza de Senceba, et yo enviar le he decir lo que tengo

en el corazón, e mandarle he que se vaya do quisiere; ca

non lo quiero matar por guisa del mundo, después que le di

seguranza e juré que le non faría mal.» Et a Dimna pesóle

desto et sopo que si el león fablase con Senceba, e oyese su

respuesta e su escusanza, que lo non culparía e que lo

creería, e que entendería que Dimna le mentiera, et que se

non podría encobrir este fecho.

Dijo Dimna: «En enviar tú al buey mandado a decirle en

qué pecó, non lo tengo, señor, por consejo; ca si él

entendiere que esto tienes a corazón, témome que lidiará

contigo, o que te contrastará, o guisará como estuerza de ti.

Et si lidiare contigo, lidiará muy apercebido, e si se partiere

partir se ha a su mejoría, e tú fincarás escarnido. Et el

apercebido de los reyes non debe decir la justicia que debe

facer del homne culpado, e cada culpa ha su justicia; a la

culpa de poridad facer justicia de poridad, et a la que es

fecha concejeramente, debe facer la justicia

concejeramente.» Dijo el león: «El rey, cuando justicia a

alguno o lo deshonra por cosas que sospecha dél de que

non es bien cierto, desí falla que non es así como lo dijeron,

así mesmo lo faz. Et yo non só bien cierto del pecado de

Senceba, nin sé ende si non lo que tú me dejiste.» Dijo

Dimna: «Pues que así tienes por bien, non entre Senceba si

non seyendo tú apercebido, nin busque sazón en que te

engañe. Et yo tengo que si tú lo hobieses visto, entenderías

e sabrías que grant cosa cuida cometer; e algunas de las

señales desto son éstas: que verás temblar sus miembros, e

catando a diestro e a siniestro, e endereszando sus cuernos

así como que cuida pujar.» Dijo el león: «Yo tomaré tu

consejo, et si yo viere en él lo que tú dices, non dubdaré en

ello.»

Et pues que hubo Dimna acabado de decir al león lo que

le dijo, e le metió en el corazón lo que quiso, pensó de irse

para Senceba, por enrisarlo contra el león. Et quiso que

fuese la ida por mandado del león, porque si por ventura el

león sopiese como él hobiese fablado con Senceba, que non

sospechase, en manera que se non descobriese la grande

enemiga que él guisaba. Et dijo así: «Señor, ten por bien

que yo vaya a Senceba por ver cómo está, et oír lo que

dice, et por aventura sabré algo de su facienda, et de lo que

ha en corazón, et facértelo he saber, por que seas

apercebido.» Dijo el león: «Bien es; vete e fazlo.» Et el

falso fuese et cuando llegó a la posada del buey, recibióle

muy bien. Et dijo Dimna: «¿Cuándo fue nunca bien a aquel

que su talente non manda, et su facienda es en mano ajena

et en poder de otro, por quien non debe confiar, e de que

siempre se teme, atanto que una hora sola nos es home

seguro dél?» Dijo Senceba: «¿Qué es eso, amigo?» Dijo

Dimna: «Acaesció lo que había de ser; ¿et quién es aquel

que puede contrastar a lo que ha en aventura, o quién es

aquel que sube en gran lugar o en gran dinidat, que fuese

seguro que malamente non lo matasen, o quién aseguró su

saber que non pereciese, o quién pidió a los viles algo que

sin ello non tornase, o quién fizo compañía con los malos

que bien escapase, o quién sirvió bien al rey que su bien

facer le durase? Et qué grand verdat escribió el que dijo:

«Tales son los reyes en tener lealtad a sus vasallos como la

mala mujer, que desque se parte homne della e le viene

otro, olvida el primero; e nunca quien sirviese al rey que su

estado le durase.» Et dijo Senceba: «Yo te oyo decir tales

palabras, que tengo que algunas cosas malas entendiste del

león.» Dijo Dimna: «Así es, empero non es por mí; e tú

sabes que verdad te debo decir, e qué fe e qué amor ha

entre nos, e qué promisión te fiz cuando me envió el león a

ti. Et yo non puedo estar que te non guarde, e que lealmente

non te conseje, e que te non descubra lo que sope de las

cosas, porque temo que morrás.» Dijo Senceba: «¿E qué es

eso?»

Dijo Dimna: «Denuncióme el mandadero fiel e

verdadero quel león dijo a algunos de su compaña: «Mucho

só pagado de la grandez de Senceba e cobdíciolo mucho

comer e partir con vosotros.» E pues que esto me dijeron,

entendí que era que es desconocido e traidor, e víneme para

ti por te lo facer saber, e complir el derecho que debo, et

que guises tu facienda por tu vagar. Et pues que hubo

Senceba esto oído, e se nembró del homenaje quel fiziera

en su facienda del león, e cuidó que le había dicho verdat e

que le consejara lealmente, entristeció, e dijo a Dimna:

«Non me debe el león facer traición, non le habiendo yo

nunca errado a él nin a ninguno de sus vasallos, mas bien

cuido que alguno me ha mezclado con él a tuerto e le han

metido en mi facienda; ca se acompañan con él muchos

malos de que yo probé cosas que él cree más que lo que le

El ánade y la

luna

dijeron otros. Ca la compaña de los malos face al homne

dubdar en los buenos; et él, escogiendo por buenos a los

malos, face ser sospechados a los leales consejeros, e

fácelo su mal recabdo errar, segunt erró el ánade que vio en

el agua la luz de una estrella, e cuidó que era trucha, e

entremetióse de la pescar, et cuando vio que non era nada,

dejóla; e otro día vio un pece en el agua, e cuidó que era

«Et si al león dijeron de mí alguna mentira e él lo tovo

por verdat, e creó lo que le dijeron de mí, es con guisa; e si

non le acaesció por ende mal, e me quiere matar sin culpa,

desto me maravillo. E maravíllome más en yo querer haber

su gracia e ser a su placer, e él non lo querer. Et

maravíllome otrosí de le yo querer obedecer, e estorbarme

siempre de lo non contrallar, le ensañarse él e ayrarse

contra mí. Et cuando la mezcla es por algunt achaque o por

alguna razón, ha el homne esperanza de perdón. E yo estó

pensando e non sé qué culpa fuese de mí al león, nin

pequeña nin grande. Et por buena fe non sabe el homne qué

vida faga con otro de, quien se haya de guardar en todas

cosas, así que non fallesca en alguna cosa. Mas el homne

de buen seso e leal, piensa e cata cuamaño es el yerro,

querer sea a sabiendas querer non, et si le estará mal o si le

fará daño perdonándolo, e non le comprender luego por el

pecado que falla carrera de lo perdonar e de lo presciar.

Onde si yo yago en alguna culpa al león a sabiendas, non sé

por ventura si es por que fue contra él en algunas cosas de

su consejo por guarda dél e por le ser leal, ca por ventura

dirá home non, cuando querría el señor dijese home sí; et

dirá home sí, cuando querría que dijese non; e non me

siento en esto vencido, ca non lo facía yo esto si non por su

pro e a buena estancia dél, e non gelo decía yo

concejeramente delante sus caballeros nin delante sus

privados, mas apartábame con él así como quien lo mete en

culpa et lo sosiega e lo amansa.

«E si cualquier de los vasallos al señor, o de los físicos

al enfermo, o de los teólogos de la ley al que se conseja con

ellos, si consienten a sus sabores et non les dicen la verdat

de lo que les podría venir, non lo aciertan bien et métense a

gran carga. Et si esto non es por alguna de las beodeces de

los reyes, non sé por qué sea, ca una de las sandeces de los

reyes es ésta: recebir en su gracia al que non lo merece, et

airarse contra el que meresce gracia sin razón manifiesta. E

por ende dicen que a peligro se mete el que mucho entra en

la mar, et mayor, el que ha afacimiento con el rey; ca

maguer que lo sirva bien e leal e derechamente e con amor,

en logar le da salto que nunca más alza cabeza, e con todo

esto está a peligro de muerte maguer que lo honre. E por

aventura por la verdat que yo debo al león e porque le sirvo

lealmente me han algunos vuelto con él, e esto lo trae a

quererme matar; ca muchas veces acaesce que el buen

árbol tanto carga de su buen fruto que se pierde con ello; et

el pavón que es la cola lo mejor que ha en él, pesgale

alguna cosa tanto que cuando lo buscan tómanlo más aína;

et el buen caballo por ventura tanto lo cabalgan e lo

afruentan, porque es fuerte, fasta que se quebranta e

revienta. Et el homne de noble corazón, por ventura tanto

pasan contra él los malos con su envidia, fasta que lo

matan, et su bondat es causa por que perezca; ca los malos

son más que los buenos en cada lugar. Et pues que lo

quieren mal e se facen contra él, con guisa es que lo maten;

et si por esto non es, puede ser por la ventura de que se

ninguno non puede amparar. Ca ella tuelle al león su fuerza

fasta que lo toman e lo meten en el arca, et ella face al

homne flaco cabalgar sobre el elefante, e apodera al

encantador sobre las víboras así que les saca los dientes e

juega con ellas,,et trae a homne entendido fasta la muerte,

et ella face al sabio mal andante, e alegra al cobdicioso, e

festina al tardinero, et face al muy escaso rico e abondado,

et empobrece al rico, et esfuerza al cobarde e encobarda al

esforzado, et face otra tales cosas que corren con las

aventuras todavía por su sazón en que fue aventurado.»

Dijo Dimna: «Lo que te el león tiene en corazón de

facer non es por ninguna cosa de cuantas dejiste, mas es

por su traición e por su falsedat; ca es falso e engañoso, e

es dulce al comienzo e en la fin amargo e tósigo mortal.»

Dijo Senceba: «Bien dices verdad, e por buena fe yo hube

gostado la dulzor, e hube sabor della, e veo que soy llegado

a la amargor en que yace la muerte, et por la tribulación

que había en parte de haber. Ca ¿quién me metió en

compañía con el león, él comedor de carne e yo comedor

de yerba, si non entremetiéndome yo con cobdicia e con

gula? Ca éstas me echaron en esta tribulación. Et só en esto

como la abeja que se asienta en la flor del nenúfar e págase

della, e olvida la hora en que se debe volar, e cierra sobre

ella la flor, e muere, ca se abre cuando nasce el sol, e se

cierra cuando se pone. Et el que non se paga en este mundo

con lo que le abonda, e tiene todavía ojo a las cosas

sobejanas, e non se teme que cima fará, es tal como la

mosca que non se tiene por pagada de los árboles e de las

flores fasta que va buscar el agua que corre del oreja del

elefante, e él fiérela e mátala.

«Et quien ofrece su lealtad et su femencia a quien gelo

non gradesce, es tal como el que siembra su simiente en los

gamonales e en los tremedales, et como el que da consejo

al que se tiene por de acabado consejo, o como el que

predica al sordo, que ge non oirá.» Dijo Dimna: «Déjate

desto e guisa cómo estuerzas.» Dijo Senceba: «¿Qué cosa

faré si el león me quisiere matar? Ca yo bien conosco al

león e a sus costumbres, e entiendo muy bien que non, se

camiaría contra mí si non por malos consejeros que me

buscaron mal con él. Et sé que si me quisiere matar que lo

puede facer maguer él fuese fuerte et ellos flacos, así como

ficieron el león e el cuervo e el lobo cerval al camello,

cuando lo engañaron e se ayuntaron contra él.» Dijo

Dimna: «¿Cómo fue eso?»

De lo que

pasó al

camello con

el león y sus

compañeros

Dijo Senceba: «Dicen que un león, estaba en un valle,

cerca del camino, et había tres vasallos: el lobo, e el abnue,

e el cuervo. Et pasaron por y unos mercadores, e dejaron y

un camello, e el camello entró al valle fasta que llegó al

león. Dijo el león: «¿Quién te metió aquí?» Dijo el camello

su facienda. Dijo el león: «¿Pues qué quieres?» Dijo el

camello: «Lo que tú mandares.» Dijo el león: «Si me

quisieres servir e vevir comigo mucho me place, et dóte

seguranza por mí e por mi compaña, que vivas muy vicioso

e muy seguro.» Et vivió el camello con él un tiempo, fasta

que acaesció que fue el león un día a cazar que comiese, e

fallése con un elefante, e hubo con él grand lid, et llagólo el

elefante con sus colmillos muy mal. Et tornóse el león su

sangre corriendo e rastrando, fasta que llegó a su lugar, e

cayó como muerto, que se non podía mover para cazar para

él et para sus vasallos. Et ellos hobieron fambre; et

entendiólos el león et díjoles: «Mucho, sodes lazdrados, e

menester habedes de comer.» Dijeron ellos: «Non habemos

cuidado de nos, veyéndote desta guisa estar, e querríamos

nos buscar alguna cosa que te toviese pro, aunque nos

hobiésemos un poco de lacerio.» Díjoles el león: «Non he

dubda en vuestra lealtad, e en vuestro amor, e en vuestro

buen consejo, e buen galardón hayades ende. Derramadvos

aquí en derredor, e por ventura fallaredes alguna cosa, e

venir melo hedes decir, e quizá haberé algo para mí e para

vos.»

«E salieron ende e apartáronse y cerca, e aconsejáronse

entre sí, e dijeron: «¿Qué pro habemos deste camello que

come yerba, e que non es de nuestro talle, nin de nuestra

natura, nin de nuestro seso? ¿Por qué non afeitamos al rey

que lo coma, et pongamos gelo en rahez?» Dijo el lobo:

«Non hay guisa por que se esto diga, por la seguridat e

pleito homenaje que le fizo el león.» Dijo el cuervo: «Sed

vos aquí, e dejad me con el león.» Et fuese e entró al león.

Cuando lo vio el león díjole: «¿Qué has? ¿Sentistes algo?»

Dijo el cuervo: «Non falla si non quien busca, nin vee si

non quien ha ojos, nin piensa si non quien ha

entendimiento; e nos perdido habemos esto con la fambre

que habíamos, e la cuita que éramos. Mas habemos

pensado una cosa, que si tu atorgares connusco, habremos

algunt vito tú e nos.» Dijo el león: «¿E qué es?» Dijo:

«Comamos este camello que anda entre nos delicioso sin

pro, que nin es de nuestra natura nin de nuestro talle.»

E ensañóse el león et dijo: «¡Confóndate Dios, cómo

eres de mal seso, e qué poca piadad has, e qué alongado

eres de lealtad! Et tú non debes parar ante mí con tal dicho.

¿Non sabes tú que yo he atreguado al camello, e que le he

afiado, e que non ha ninguno que faga algún limosna de

alguna cosa, maguer muy grande sea, que mayor gualardón

haya que dejar a vida algunt alma medrosa, et reposar la

sangre que era de verter? Et yo atregüé al camello, e non

faré traición nin aleve.» Dijo el cuervo: «Verdat es, señor;

mas con un alma se redime una casa, et con una casa se

redime un linaje, et con un linaje se redime una cibdat, et

con una cibdat se redime un rey. Et veemos que estás en

grant cuita, que eres rey, e yo te daré carrera como salgas

del pleito e homenaje que feciste al camello sin rebto

alguno; que yo faré al camello que te ruegue que lo comas

por sí, e tú saldrás por muy leal, e haberás lo que quisieres

tú et nos.»

«Et el león calló, e el cuervo tornó para sus compañeros,

e dijéronle: «¿Qué feciste?» E él díjoles lo que al león

dijera, e qué respuesta le diera, e preguntóles cómo e en

cuál guisa lo faría, que el león non entraría en la traición,

nin la mandaría facer. Dijéronle: «Por tu artería cuidamos

vevir.» Dijo: «Tengo por bien que nos ayuntemos nos et el

camello, e fablemos de su estado del león, e de cómo está

lazrado e cuidado, por mostrar que nos dolemos dél, et que

habemos cobdicia de le facer alguna pro, por tal que non

nos tenga por mal et por desconocimiento; et lleguemos

nos a él, et gradescamos le su bien facer, et aun que lo

habemos por muy bueno, e como vevimos en su sombra, e

de como ha de menester que gelo agradescamos e que le

seamos leales; e que si le pudiésemos traer alguna pro que

non fincaría por nos, nin gelo callaríamos; e que si gelo non

pudiéremos facer, que le ofrezcamos nuestras almas, et que

nos le mostremos delante, e digan cada uno de nos: coma a

mí el rey, e non muera de fambre. E cada que lo dijere

alguno de nos, recúdale el otro con alguna razón tal, que

sea escusación por que estuerza, et en esto faremos nuestro

derecho.»

«Et ficieron lo así, e el camello otorgó con ellos. Et

viniéronse para el león, e ayuntáronse antél; e comenzó el

cuervo a fablar, e dijo: «Señor, tú eres lazrado e

enflaquecido, e has menester algunt cobro por que te

mantengamos. Et nos debemos te mantener con nos

mismos, e ofrecernos te por el bien e por la merced que nos

feciste, ca por ti vevimos nos, e por ti esperamos que vivan

los que fincaren de nos, et los que vinieren de nos. Et si tú

murieres a ninguno de nos non le ha pro después de ti en

vevir. Et yo ofrézcote mi cuerpo, e cómeme e non mueras

de fambre.» Recudieron el lobo e el abnue, e dijeron:

«Calla, non te ha pro en te desamparar a muerte, e non

habiendo el rey en ti fartura.» Dijo el lobo: «Mas coma a

mí, e fartar se ha, e abondar le ha mi carne.» Dijeron el

cuervo e el abnue: «Calla, astroso; ¿non oíste decir que el

que se quiere matar que coma carne de lobo, e le tomará

postema a la garganta, e morrá luego?» Dijo el abnue:

«Mas coma a mí, e será mejor que a ti.» Et dijeron el lobo e

el cuervo: «¿E cómo combrá a tí? Ca tú sabes que hueles

muy mal, e has el vientre lijoso.» Et en esto cuidó el

camello mezquino que cuando él dijese como dijeron los

otros, que lo escusarían por que estorciese como ellos, e

que sería pagado el león como se pagó dellos otros, et dijo:

«En mí has fartura cuanto quieras, ca mi carne es muy

buena e alba e sana, e el mi vientre es muy limpio, e non ha

en mí tacha ninguna.» Et ellos todos dijeron: «Verdat

dejiste, e feciste lealtad contra el león, e Dios te dé buen

galardón por ello, ca fecho has lo que debías.» E saltaron

en él todos, e matáronlo e comiéronlo.

«Et yo non te di este ejemplo si non porque sé que si el

león e sus compañeros acordaron en mi muerte, maguer

contra su voluntad e contra su voluntad dél sea, que lo

podrán facer e acabar lo que quisieren en mí. Et dicen que

el que mejor rey es semeja al bueitre, que tiene en derredor

de sí las bestias vivas e non cura dellas, e búscalas muertas,

por que se paga dellas más que de otra cosa; ca los bueitres

siempre se ayuntan a las bestias muertas. Et puesto quel

león non me pensase mal, usando con él los malos

consejeros, habíalos de escuchar e facer por ellos. Tú vees

que el agua es más blanda que la piedra, e si mucho atura

corres por ella, a poco tiempo face en ella rastro.»

Dijo Dimna: «¿Qué es lo que quieres facer?» Dijo

Senceba: «Non me semeja qué he de facer, si non convidar

al león a lit; ca nin el religioso por sus oraciones, nin el

limosnero por sus limosnas, nin el que teme a Dios por su

simpleza, non ha tanto galardón como aquel que se ampara

si quiera una hora del día, manteniendo la verdat, e su

enemigo mentira. Ca qui manifiestamente tiene la verdat, si

lo matan vase a paraíso, e si él mata, vence e sale por

bueno.» E dijo Dimna: «Non se debe ninguno meter a

peligro, podiendo estorcer; ca si muere pierde su alma e

peca, e si vence es ventura. Mas el homne de buen

entendimiento pone la lid en fin de todas sus artes. Et

dicen: «Non desprecies al enemigo flaco e deshonrado, e

más si fuere artero; cuanto más el león, que es tan atrevido

e tan fuerte como tú sabes.» Ca qui menosprecia facienda

de su enemigo e lo tiene en nada, acaéscele lo que acaesció

al mayordomo de la mar con la ave que decían tittuy.» Dijo

Senceba: «¿Cómo fue eso?»

Los tittuy y

el

mayordomo

del mar

Dijo Dimna: «Dicen que una ave de las aves de la mar,

que le decían tittuy, estaba él e su fembra en una ribera de

la mar; e cuando vino el tiempo del poner de sus huevos,

fízolo saber la fembra al maslo, e díjole: «Busca un lugar

apartado en que pongamos nuestros huevos.» Díjole el

maslo: «Pon los aquí en este nuestro lugar, ca el agua e la

yerba son cerca de nos, e es nos mejor que otro.» Díjole

ella: «Piensa bien en esto que dices, ca a peligro estamos en

este lugar. Si se la mar tendiere en este lugar, levar nos ha

nuestros pollos.» Dijo el maslo: «Non cuido que se tienda

la mar sobre nos, ca sé que se teme el mayordomo de la

mar que gelo vedaríamos.» Díjole la fembra: «¡Cómo eres

loco en esto! Non has vergüenza nin conosces el bien en

amenazar aquel con quien non puedes; ca dicen que non es

ninguna cosa que mayor daño faga a ninguno nin a sí

mismo que el homne. Oye lo que te digo e fazlo.» Et él non

se quiso otorgar en aquello a que lo ella convidaba. Cuando

ella vido que la non quiso creer, dijo: «El que non quiere

creer a su amigo cuando lo desengaña, acaescer le ha lo que

acaesció al galápago.» Dijo el maslo: «¿Cómo fue eso?»

Los dos

ánades y el

galápago

«Dijo ella: «Dicen que en una fuente había dos ánades e

un galápago, et eran amigos por la vecindat que era entre

ellos. Desí vino el tiempo que les menguó el agua e secóse

la fuente. Cuando esto vieron las ánades acordaron de

mudar se de aquella fuente a otra do había mucha agua e a

do serían viciosas. E vinieron para el galápago e

despidieron se dél e dijéronle: «Queremos nos ir deste

lugar, por que nos falleció el agua.» Dijo el galápago: «A

vos non falleció el agua, que podedes ir donde quisierdes,

mas a mí mezquino falleció, que non puedo ir convusco nin

puedo guarecer sin agua. Ende vos ruego que catedes

algunt consejo cómo me podades levar convusco.» Dijeron

ellas: «Nos non le podemos facer si non nos ficieses tal

convenencia que cuando te leváremos e te viere alguno e

fablare, que non le respondas.» Dijo él: «Así lo faré. Pues

¿en cuál guisa podría ser que me levásedes?» Dijeron ellas:

«Morderás tú en medio de un fuste, e travaremos nos de los

cabos dél, et levarte hemos.» Así plogo desto al galápago,

et leváronlo volando por el aire; et viéronlo los homnes e

maravilláronse, e dijeron: «Ved qué maravilla: un galápago

entre dos ánades que lo lievan en el aire.» Cuando el

galápago esto oyó dijo: «Que vos pese.» Et en abriendo la

boca para fablar, cayó en tierra et murió.»

«Dijo el tittuy a la fembra: «Entendido he lo que dejiste;

mas non temas de la mar nin le hayas pavor.» Et ella puso

sus huevos e sacó sus pollos. Cuando lo vio el mayordomo

de la mar, quiso saber cuánto se podría guardar dél el tittuy,

o qué arte faría, e diole lugar fasta que se finchó la mar e

levó los pollos e su nido. Cuando vino la fembra a

requerirlos e non los falló, dijo al marido: «Bien sabía yo al

comienzo deste nuestro fecho que esto acaescería, e que se

nos tornaría en nada a mí e a ti, que non sabíamos cuánto

valíamos; cata cuanto daño nos vino por esto.» Dijo el

maslo: «Tú verás lo que faré en qué encimaré mi facienda.»

Et fuese para sus amigos e querellóse desto e díjoles: «Vos

sodes mis hermanos e mis amigos para demandar el tuerto

que yo rescebí; pues ayudadme a guisad como haya

derecho, ca bien podría acaescer a vos lo que a mí

acaesció.»

Dijeron ellos: «Si así es como tú dices, derecho es que

rescibamos tu ruego; mas ¿qué es esto que podríamos facer

de daño a la mar e a su mayordomo?» Dijo: «Ayuntemos

nos e vayamos nos a las otras aves, e digamos gelo. «E

toviéronlo por bien, et fuéronse a las otras aves e dijéronles

lo que acaesciera, e apercibieron las, por que les acaescería

otro tal como a él acaesciera.

«Dijéronles: «Así es como vos decides, mas, ¿qué mal

podemos nos facer a la mar e al su mayordomo?»

Dijéronles: «El rey de todas nos las aves es el falcón oriol;

llamemos lo fasta que se nos muestre.» E ficiéronlo así e

mostróseles e díjoles: «¿Qué cosa vos ayuntó, e por qué me

llamastes?» Dijéronle ellas lo que les acaesciera por la mar

e por su mayordomo. Dijéronle: «Tú eres nuestro señor e

nuestro rey, e el poder que tú has, creemos que es más

fuerte que el mayordomo de la mar; pues vete para él e

ruégale que nos emiende el tuerto que nos fizo; e si lo

ficiere, e si non, aparejar nos hemos a lidiar con él.»

Cuando lo sopo el mayordomo de la mar, entendió su

flaqueza apos la fortaleza del falcón oriol, e tornó los

pollos del tittuy.

«Et yo non te di este ejemplo si non por que sepas que

non tengo que es consejo que lidies con el león, nin que

contiendas con él por ti mismo.» Dijo Senceba: «Dígote

que yo non mostraré al león enemistad, nin me camiaré de

como estaba con él nin en celado, nin en paladinas, fasta

que vea de lo que me yo temo. «Et esto pesó a Dimna, ca

sopo que si el león non viese las señales en Senceba que él

dijera, que lo sospecharía. Et dijo a Senceba: «Vete, ca

manifiestamente verás cuando entrares al león la

fortedumbre de lo que te yo dije dél.» Dijo Senceba: «¿Et

cómo conosceré eso? Dijo Dimna: «Si tú vieres al león,

cuando a él entrares e lo vieres, acachado contra ti,

moviendo los pechos e catándote muy firme, e firiendo con

la cola en tierra, et abriendo la boca e bostezando e

relamiendo, e aguzando las orejas, sepas que te quiere

matar, e apercíbete, e non te engañe.» Dijo Senceba: «Si yo

viere con el león lo que tú dices, non haberé y dubda.»

Et pues que Dimna acabó de enlizar al león contra

Senceba e Senceba contra el león, fuese para su hermano

Calila. Et dijo Calila: «¿En qué has puesto tu obra en que

trabajabas?» Dijo Dimna: «Ya cerca es de se encimar

segunt que yo quería. Non dubdes nin cuides que dure la

amistad entre dos amigos, si el sabio artero e tercero se

entremetiere en el departir.» Et fueronse amos fasta que

llegaron al león. Et vieron a Senceba que había entrado al

león, e violo de la guisa que le dijo Dimna, acachado contra

él, e las orejas agudas, e la boca abierta e firiendo con la

cola en tierra, e non dubdó Senceba que quería, saltar en él,

e fue cierto de morir. Et dijo en su corazón: «Non es el que

sirve al rey en cuanto se teme que lo matará rabiosamente,

e que se le mudará el corazón por las mezclas de los malos,

si non como quien mora con la culebra en su cueva e en su

cama, o con el león en su lugar, o como quien nada en el

agua do son los cocodrillos, que non sabe cuándo se

ensañará alguno dellos e lo matará.» Et pensó el toro en

esto e aparejó se a lidiar con el león. Et católo el león e vio

lo que le dijera Dimna et non dubdó que se viniera si non

por lidiar con él. Et saltó el león a él, e lidiaron muy

fuertemente atanto que corrían amos sangre. E mató el león

a Senceba, e paró se aparte muy triste e con grant pesar

pensando.

Cuando esto vio Calila dijo a Dimna: «¡Ay falso, vil, tu

arte cuán mala es, et qué vil cima fizo! Ca has metido al

león en afruenta e en vergüenza, e has muerto a Senceba e

has derramado los corazones de los caballeros. Desí veo

con tu grand locura en que te alabaste que lo farías con

terrería. Et ¿non sabes quel peor consejo es aquel que face

al homne lidiar podiéndolo escusar, nin sabes que el homne

por ventura apoderarse ha de su enemigo do lo pudiere

matar, e déjalo por miedo de non ser en ello mal andante, o

entrar a peligro, habiendo esperanza, que se vengará dél de

otra guisa? Et cuando el privado del rey lo conseja a lidiar

en las cosas de que se puede vengar en paz, mayor

enemistad le ha e mayor daño le face que su enemigo. Ca

así como alcanza a la lengua flaqueza en non decir

ciertamente el pensamiento del corazón, otrosí alcanza al

esfuerzo la cobardez, por el mal consejo. Ca cuando el

homne se echa a la una de estas dos cosas, non le ha la otra

que facer a la ora de la lid, nin ha el consejo ninguna

mejoría del esfuerzo; ca en muchas cosas cumple el

consejo sin la fuerza, et non cumple la fuerza sin el

consejo. Et quien quiere facer engaño, e non sabe la manera

de lo que acaescerá por loar su cima, será su fecho tal

como, el tuyo. Et yo sabía bien tu malvestad e tu lozanía e

nunca fue razón que esto non atendiese de ti, et vi que tu

golosía e tu cobdicia alguna traición traería a ti e a mí.

«Ca el homne bueno e entendido piensa en las cosas

ante que las faga e se meta a ellas, e las que ha esperanza

que se acabarán segunt él quiere, atrévese a ellas, et las que

sabe que se le agraviarán, déjalas. Et yo non te dejé de

facer entender tu yerro e tus aleves al comienzo desta cosa

si non por que era cosa que non podía mostrar, nin quería

facer testigos sobre ti, e sope que lo que yo te decía non te

defendería nin te tornaría de la cosa que tú querías más. Et

pues que agora he visto manifiestamente tu mal consejo e

mala cima de tu facienda, et quiero te departir en qué estás

e cuál eres, e por esto se engañó el león en ti; et non ha pro

el decir si non con el facer, nin la castidat si non con el

temor de Dios, nin en ser homne verdadero si non con

lealtad, nin en ser artero si non sale ende sano e salvo e

seguro. Et tú has fecho tal cosa que la non melecinará si

non el entendido, endereszado, sabio, así como el enfermo

en que se corrompe la cólora e la sangre e la flema, que

gelo non puede toller si non el buen físico.

«Et sepas quel saber tuelle al homne agudo e acabado su

beudez, et anda en la beudez del loco, así como el día que

es claro a todas las cosas que veen et ciega el murciélago.

Et el homne de buen seso non cata a la dignidat que ha

ganado nin a la nobleza a que es pujado, así como el monte

que se non mueve maguer el viento se enfuerze. Et el

homne de liviano seso muévese por la más ligera dignidat

que haya, así como las pajas que se mueven con el más

flaco viento. Et remiembro me agora por tu facienda a una

cosa que oí decir, que cuando el rey es derechero e sus

privados fueren malos, apoca su bien facer en los homnes,

e non se atreve ninguno a él; nin se llega a él; así como el

agua clara en que yazen los cocodrilos, en que ninguno non

osa entrar maguer nadar sepa e lo ha de menester. Et el

engaño de los reyes solamente es en su consejo, et tal es el

rey con los buenos vasallos así como el mar con sus ondas.

Et una de las locuras e de las sandeces deste mundo es

querer haber amigos sin lealtad, e haber el otro mundo con

adulterio, e haber el amor de las mugeres con broznedat, et

querer pro de sí a daño de otri, et querer ser sabio e estar

folgando et non estudiando. Mas ¿qué pro ha esto que te yo

digo tan broznamente? Ca yo sé que tan poco pro fará, así

como lo que dijo el homne a la ave: «Non te entremetas de

enderezar lo que se non enderesza, nin de avivar lo que se

non aviva, nin de castigar nin de enseñar al que se non

castiga.» Dijo Dimna: «¿Cómo fue eso?»

Los simios,

la luciérnaga

y el ave.

Dijo Calila: «Dicen que una compañía de simios estaban

en un monte, e vieron en una noche una luciérnega, et

cuidaron que era fuego, e ayuntaron mucha leña; desí

comenzaron a sollar con sus bocas, e a ventar con sus

manos, estando cerca de un árbol en que estaba una ave. Et

aquella ave díjoles: «Non lazredes, ca lo que vos vistes non

es tal como cuidades.» Et non la quisieron creer nin

tornaron cabeza a lo que les dijo. Et pues que gelo hubo

dicho muchas veces, descendió a ellos por los castigar. Et

pasó por y un homne et dijo al ave: «Non te entremetas de

endereszar nin de avivar lo que se non aviva, nin de

castigar nin de enseñar al que se non castiga; ca la piedra

que se non puede tajar, non la prueban con las espadas, et

el fuste que se non puede dolar, non se entremete ninguno

de lo encorvar, ca quien esto faz que yo dije repiéntese.» Et

los simios non tornaron cabeza en lo que les el ave dijo. Et

ella llegó a ellos por los castigar, e tomóla uno dellos, e dio

con ella en tierra e matóla.

Et tú tal eres e más que te ha vencido el engaño e la

lozanía, e son muy malos dos compaños, et es derecho que

te acaesca por esto que feciste lo que acaesció al falso que

era compañero del torpe.» Dijo Dimna: «¿E cómo fue

eso?»

El hombre

falso e el

torpe

Dijo Calila: «Dicen que un homne artero hubo

compañía con un nescio. Et yendo amos por un camino

fallaron una bolsa en que había mil maravedís, e tomáronla

e tovieron por bien de tornarse a la cibdat. Et cuando

fueron cerca de la cibdat dijo el torpe al falso: «Toma, la

meitad de los maravedís, e dame la otra meitad.» Dijo el

falso, pensando en los levar todos: «Non lo fagas así, ca los

amigos que meten sus faciendas uno en mano de otro, face

más durar el puro amor; mas tome cada uno de nosotros

cuanto despienda, e soterremos los que y fincaren en algunt

lugar apartado, et cuando hobiéremos menester algunos

dellos tomarlos hemos.» Et acordóse con él el torpe, e

soterraron los so un árbol muy grande, desí fuéronse; et

vino el falso para el lugar, e tomó los maravedís. Et cuando

fue a días dijo el falso al torpe: «Vayamos al nuestro

condesijo, et tomaremos los maravedís, ca yo he menester

que despienda.» Et fuéronse al lugar do los pusieran, e

cavaron e non los fallaron. E comenzóse el falso a mesar, e

a ferir a sus pechos, e decir: «Non se fíe homne en

ninguno.»

Desí dijo al torpe: «Tú tornaste acá e los tomaste.» E

comenzó el torpe a jurar e confonderse que lo non feciera, e

el falso deciendo: «Non supo ninguno de los maravadís

salvo yo e tú, e tú los tomaste.» E sobre esto fuéronse para

la cibdat e para el alcalde, e el falso querellóse al alcalde

cómo el torpe le había tomado los maravedís, e dijo el

alcalde: «¿Aquí tú has testigos?» Dijo el falso: «Sí, que fío

por Dios que el árbol me será testigo, e me afirmará en lo

que yo digo.» Et sobre esto mandó el alcalde que se diesen

fiadores, et díjoles: «Venid vos para mí e iremos al árbol

que decides.» E fuese el falso a su padre e fizo gelo saber, e

contóle toda su facienda, et díjole: «Yo non dije al alcalld

esto que te he contado, salvo por una cosa que pensé; si tú

acordares comigo, haberemos ganado el haber.» Dijo el

padre: «¿Qué es?» Dijo el falso: «Yo busqué el más hueco

árbol que pude fallar, e quiero que te vayas esta noche allá

e que te metas dentro, que lugar hay donde puedas caber, et

cuando el alcalld fuere ende, e preguntare quién tomó los

maravedís, responde tú dentro e di que el torpe los tomó.»

Dijo el padre: «Fijo, algunas cosas hay que echan al

hombre con su artería e con su engaño en muy gran peligro

e en tribulación, así como acaeció a la garza.» Dijo el fijo:

«Cómo fue eso?»

La garza, la

culebra y el

cangrejo

Dijo el padre: «Dicen que un garza criaba cerca de una

cueva de una culebra, e esta culebra comíale cuantos pollos

sacaba. Et la garza, pagándose mucho de aquella morada,

entristeció e hubo muy gran pesar, e entendiógelo un

cangrejo e preguntóle que qué había, et ella dijo gelo, e dijo

el cangrejo: «¿Quieres que te conseje una cosa que te

librará de la culebra?» Dijo ella: «Placermehía mucho.» Et

fue e mostróle una cueva de un lirón, e contóle que tamaña

enemistad había entre la culebra e el lirón, et dijo: «Ayunta

muchos peces, e ponlos desde la puerta de la cueva de la

culebra fasta la cueva del lirón, e el lirón comerlos ha, e

fallará a la culebra e matarla ha.» Et ella fízolo así como le

consejó el cangrejo, et el lirón siguió el rastro fasta que

falló a la culebra, e la mató. Et andando así el lirón

buscando lo peces, falló el nido de la garza, e comió a ella

e a sus pollos.

«Et ya non te di este ejemplo si non por que sepas que el

que non cata primero la cosa que la faz, échalo la suerte por

ventura en lugar onde nunca estorcerá, e tú sabrás qué

facer.» Dijo el falso a su padre: «Bien entiendo lo que

dices, mas non hayas miedo, ca más cosa ligera es e más

presta que tú non cuidas.» Et non quedó de lo falagar fasta

que gelo otorgó e seguró por su consejo e yogo en el árbol.

Et cuando fue otro día de mañana, llegó el alcalld al árbol,

él e los que eran con él, e preguntóle por los maravedís, e

respondióle el padre del falso de dentro del árbol, et dijo:

«El torpe tomó los maravedís.» Et maravillóse ende el

alcalld et cuantos con él eran, et andudo enderredor del

árbol, e non vio nada en que dubdase. Et mandó ayuntar

leña e poner cerca del árbol enderredor e encendióse fuego;

e cuando llegó el fumo al viejo e le dio el calor e la flama,

sufrióse una hora, desí dio voces e demandó acorro, e

sacáronlo cerca de muerto. Et mandó el alcalld justiciar a él

e a su fijo, et tomó el torpe los maravedís, et tornóse el

falso con su padre a cuestas. El padre perdió e los

maravedís.

«Et yo non te di este ejemplo sino por quel engaño e la

falsedat quien la face cae en el mal e pierde su derecho. Et

tú, Dimna, has ayuntado todas estas malas mañas que yo

dije. Et esto que tú vees es fruto que tú vendimiaste de tu

mal fecho, et con todo esto non creo que tú estorcerás del

león; ca tú eres de dos faces e de dos lenguas, et la casa

está siempre en paz mientra que non entra dañoso, et la

amistad dura entre los amigos mientra que non entra

entrellos tal como tú; ca non es cosa que más semeja que tú

a la culebra que le corre de la lengua tósigo. Et cuamaño

miedo había yo del tósigo de tu lengua, el cual me face

aborrecer tu compaña; ca los entendidos dicen: «Esquiva es

la compañía de los falsos maguer sean tus parientes, et

quien tal es, non es si non como la culebra que cría el

homne e la falaga, desí non ha della si non morderlo e

facerle mal.»

«Et dicen los filósofos: «Acuéstate al homne entendido

et honrado, et guíate por su consejo e guárdate que te non

quites dél, et non quieras haber amistad del que non ha

amor maguer sea de buen consejo e de honestas maneras, et

guárdate cuanto pudieres de sus costumbres, et aprovéchate

de lo que sopiere; et non dejes de haber amor de los largos,

maguer que non te den nada, mas allégate a su largueza e

tenlo pro con tu seso; et fuye cuanto pudieres del vil loco.»

Et yo, ¿dó fuiré de ti, o do me apartaré? Et debíate

esquivar. Et yo, ¿cómo haberé esperanza e tus amigos en tu

lealtad, habiendo tu fecho esto a tu rey, que te honrara

cuanto yo vi? Et eres en esto tal como el mercador que dijo

que en la tierra donde comían los mures ciento quintales de

fierro non es esquiva cosa que los azores roben los

infantes.» Dijo Dimna: «¿E cómo fue eso?»

Los mures

que comían

hierro

Dijo Calila: «Dicen que en una tierra había un mercador

pobre, e quísose ir en su camino, et había ciento quintales

de fierro, et dejólos en encomienda a un homne que él

conoscía, et fuese para lo que había menester, e pues que

fue venido demando gelo. Et aquel homne habíalo vendido

e despendido el prescio dello, et díjole: «Yo le tenía al

rencón de mi casa, e comieron de los mures.» Dijo el

mercador: «Ya oí decir muchas veces que non es ninguna

cosa que más roya el fierro que ellos, et non daría nada por

esto pues tu estorciste bien dellos.» Et el otro pagóse desto

que le oyó decir et díjole: «Come e bebe hoy comigo.» Et

prometióle que tornaría a él, e salióse ende, e guisó cómo le

tomó un su fijo pequeño que había e levólo para su casa e

escondiólo. Desí tornóse para él, et el otro preguntóle:

«¿Viste mío fijo?» Díjole: «Vi cuando fue cerca de allí un

azor que arrebató un niño; quizá tu fijo era.» Et el otro dio

grandes voces e quejóse e dijo: «¿Vistes nunca tal, un azor

arrebatar un niño?» Dijo el mercador: «En la tierra do los

mures comen ciento quintales de fierro, non es maravilla

que sus azores arrebaten los infantes.» Et entonces dijo el

homne bueno: «Yo comí tu fierro e tósigo comí e metí en

mi vientre.» Dijo el mercador: «Pues yo tomé tu fijo.» Et

díjole el homne: «Pues dame mi fijo e yo darte he lo que

me diste en encomienda.» E fue fecho así.

«Et yo non te di este ejemplo si non porque sepas que

feciste a tu señor traición al que tú probaras por muy

bueno, et non hay dubda que otro tal fagas a otri; ca el

amor non ha en ti do more nin lugar do esté; ca non es cosa

que peor empleada sea que el amor en quien non ha lealtad,

e el bien en quien non lo agradesce, e el saber en quien non

lo entiende, et la poridad, en quien non la cela. Et yo

desfuciado só que tu natura se mude nin tus costumbres se

cambien et sé quel árbol amarga, maguer lo unten con miel,

non se muda de su sustancia. Et yo temíame de tu

compaña; ca facer compaña con los buenos nasce ende bien

e buena andanza, e en facer compañía con los malos face al

homne venir a repentencia. Et tal es el mal como el viento,

que si pasa por fedor lleva ende fedor, e si pasa por buen

olor lleva ende otrosí. Et yo sé cuánto te agravia lo que te

digo, ca los homnes nescios siempre se agravian de los

entendidos, e los viles de los honestos, e los desmesurados

de los mesurados, e los torticeros de los derecheros.» Et en

este lugar se acabó la razón de Calila e Dimna.

Et acabó el león de matar al buey. Et pues que lo hubo

muerto, repintióse e pensó de su facienda, e lo que ficiera.

Et después que se amansó la saña que había, dijo: «¡Oh!,

cuánto me ha mancillado Senceba en sí mismo, ca era de

buen consejo e agudo, e non sé por ventura si fue acusado a

tuerto

E estovo muy triste et muy repentido e quejoso mucho

por lo que ficiera. Et viólo Dimna, e levantóse de cerca de

Calila e llegóse a él e díjole: «Señor, Dios te metió en

poder, a ti e a los tuyos, tu enemigo; pues ¿por qué estás

triste?» Dijo el león: «Prisióme piadat por que maté a

Senceba, por que era entendido e honesto e de buen amor e

leal, et he duelo dél.» Dijo Dimna: «Non digas así, señor,

nin hayas piadat del que temieres; ca el rey anviso a las

veces aborrece a algunt homne e aluéngalo de sí. Desí

fuérzalo su talante e aprívalo e metel sus cosas en mano por

que sabe que es bueno e agucioso, así como el que fuerza

su talente a tomar la melecina desaborida con esperanza

que fará pro; et a las veces ama a alguno homne e aprívalo,

desí mátalo e derráigalo por miedo que le non faga daño,

así como aquel que le muerde la culebra en el dedo e lo taja

por miedo que se non espanda el tésico en su cuerpo e

muera.» Et cuando esto oyó el león, creólo, e aprivólo, e

púsulo en mayor dignidat.

Dijo el rey al filósofo: «Ya oí lo que fizo Dimna, por ser

tan pequeño e el más vil de todas las bestias salvages, al

león e al buey, e de cómo enrizó a cada uno dellos contra el

otro fasta que desató su amor e su compañía, et en esto he

oído a tan maravillosas e tantas fazañas que es asaz

complimiento para se guardar homne e de se apercebir de

los mezcladores e de los terreros, e de los falsos en las sus

falsedades et sus engaños que facen. Et los homnes

entendidos deben perseguir las mentiras e falsedades, e

perseguir los mezcladores: a escodriñar tales cosas; desí

non facer, por ningunt dicho que les ellos digan, nada si

non con asosegamiento e con recabdo, e desechar a todos

aquellos que conosciese por tales.»

Capítulo IV

De la pesquisa de Dimna; e es el capítulo del que quiere pro de si e

daño de otro, que torna su facienda

E dijo el rey al filósofo: «Ya he entendido lo que me

dejiste del mesturero e mezclador, e cómo metió enemistad e

aborrencia con su lengua entre aquellos que mucho se

amaban. Pues dime agora cuál fue su escusación de Dimna e

qué cima hubo por este fecho.» Dijo el filósofo: «Fallamos

en los libros de las historias quel león, pues que hubo muerto

al buey, a pocos días pasados, repentióse por que lo matara

rabiosamente, et membróse como era enviso et leal contra

él, e velaba mucho con sus compañeros por tal de olvidar el

cuidado que había. Et un león pardo que era de su mesnada,

e de sus privados, e de los más honrados de su corte et con

el que más se apartaba, salió una noche por demandar un

tizón de la casa de Calila, e era maestro del león; e cuando

llegó a la puerta, oyólo rebtando e maltrayendo a Dimna por

su traición e por su mezcla, e demostrándole su mal consejo

por lo que había fecho a Senceba sin pecado quél fiziese, e

faciéndol entender que non estorcería del león, e que non

podía ser que su mezcla non fuese descubierta, e que non

habría quien gelo escusase nin quien lo amparase e que lo

justiciaría e lo mataría.

E decial Dimna: «Ya acaesció lo que se non puede

emendar, pues non acuites a mí e a ti, et guisa como esta

cosa non le caya al león en corazón, ca a mí pesa mucho de

lo que fize, mas la cobdicia e la envidia me forzaron a ello.»

Cuando esto oyó al león pardo que ellos amos decían,

tornóse e entró a la madre del león en su casa, et contól todo

cuanto oyera, después quel fizo pleito e convenencia que

non lo dijiese a ninguno. Et fuese la madre del león cuando

amanesció e entró a su fijo, e violo estar triste e cuidoso, e

entendió que non era si non por la muerte de Senceba.

Díjole: «El cuidar e el pensar e la tristeza non facen cobrar

nada, mas desgastan el cuerpo, e derraman el seso e la

fuerza e enflaquécenlo; pues dime lo que has, et si fuere por

cosa que debamos haber tristeza, yo nin ninguno de tus

vasallos non estaremos sin cuidado, e si non es si non por

que mataste a Senceba, manifiesta cosa es que lo feciste a

tuerto e sin pecado que te él ficiese, nin culpa nin falsedat,

nin te fue contrario en cosa; et si tú te hobieses refrenado

cuando te dijeron dél, e hobieses pensado en su facienda, o

vieras en esto alguna presunción, estonces era razón delo

facer; que dicen que non es ninguno que mal quiera a otro o

lo aborrezca, que otro tal non sienta en su corazón. E dicen

los sabios: «Cuando quisieres saber el corazón de tu amigo,

de amar o desamar que cates al tuyo et así lo judga.» Pues

cata tú, rey, por tu seso e por tu voluntad verás lo que feciste

al buey, si fue por enemistad o por achaque alguno que le

tenías en el corazón, si merecía él esto; et tu voluntad te

mostrará la verdat. Pues si tú lo feciste por derecho, por

merescimiento quél fizo, non debes ser triste nin pesante por

ello, ca derecho es justiciar a todo aquel que quiere ser

atrevido contra ti por escarmentar los otros. Et tú, rey, sabes

las cosas e entiendes las por tu seso e por tu sapiencia, e así

lo vees como el homne vee su figura en el espejo claro. Pues

dime: ¿cuál corazón lo tenías antes que lo matases?»

Dijo el león: «Madre, mucho he pensado en facienda de

Senceba, e con cobdicia de lo fallar en algunt pecado por

esforzar la sospecha que le había, e non lo fallo; ca yo

siempre tove a Senceba por de sano corazón, e fiaba por él, e

pagábame de su consejo e aprendía dél, e feuciábame por él,

e non desconocí ninguna cosa de cuantas le tenía en el

corazón ante que lo matase nin después. Et soy mucho

repentido por lo que fiz, e soy muy pesante e he grand dolor,

et non dubdo que salvo era de lo que le apusieron e sin

sospecha; mas fízomelo facer el falso traidor de Dimna con

su mestura, diciéndome lo que Senceba non faría nin osaría.

Mas dime si oíste alguna cosa o te fabló alguno deste

fecho».

Dijo la madre del león: «Dijeron me que era sospechado

que lo que fizo Dimna en te enrizar contra Senceba, non fue

si non por envidia que le había en su dignidad e en su

privanza.» Díjole el león: «¿Quién te lo dijo, madre?» Dijo

ella: «El que me lo dijo rogóme que fuese poridat, e yo así

gelo prometí, et el que es rogado por poridad debe ser fiel, e

quien descubre la poridat falsa su fieldat, et quien esto

ficiere habrá mal paso en el otro siglo, et ninguno non le

querrá descubrir más poridat.» Dijo el león: «Por Dios, así

es, e verdat dices, mas esto non debe ser poridat, ca non se

debe celar nin dubdar ninguna cosa de la verdat; mas el que

la sabe debe la descobrir e testigüela e haberá perfecto

galardón por ello. Nin debe desfacer la verdat quien la sabe,

cuanto más en la sangre del que murió a tuerto; ca quien

encubre la culpa del malfechor es su aparcero en el pecado.

Et el rey non debe justiciar por sospecha nin en dubda fasta

que claramente vea la cosa, ca la sangre de grand prez es. Et

yo, maguera que a ciegas andude en Senceba, non quiero

facer otro mal en Dimna sin prueba e sin certedumbre; et

aquel que te lo fizo saber echado lo ha sobre tu alma»

Dijo la madre del león: «Verdat dices, mas yo tenía que

compliría asaz lo que te yo contaría, e me creerías.» Dijo el

león: «Non digo yo que non es como tú dices, mas quiero

que me digas qué es e folgará más mío corazón.» Dijo ella:

«Si por tal me tienes, justicia aqueste falso como meresce tal

como él.» Dijo el león: «Debes me decir quién te lo dijo, ca

non es esto ningunt daño.» Dijo la madre: «¿Sabes qué es el

daño que yo ende haberé?; que me menospreciará aquel que

me lo encomendó e se fió por mí, quel falliré en ello, et,

cuando yo ficiere esto, que fiará ninguno por mí.» Cuando

esto oyó el león entendió que non le diría el nombre de

quien gelo dijera. Díjol: «Vete.» Et ella fuese.

Et pues que amanesció envió el león por los mejores de

su mesnada, e fueron y presentes, e envió por su madre, e

vino y. Desí mandó llamar a Dimna e dujeron gelo. Desí

abajó el león la cabeza con vergüenza de la muerte de

Senceba. Cuando esto vio Dimna, fue cierto de morir, et dijo

a uno de los que estaban cerca dél: «¿Por qué está el león

triste e cuidando? ¿Acaesció alguna cosa que le fizo tristecer

por que vos hubo de ayuntar?» Dijo la madre del león: «Esto

que tú vees estar al león triste e cuidoso, non es si non por

que te ha dejado sano e salvo fasta hoy, faciéndole tú engaño

e enridándole con tu mestura, e con tu falsedad para matar a

Senceba.»

Dijo Dimna: «Tengo que es verdad lo que dices; que el

que se trabaja en buscar bien, más aína le viene el mal que a

otri, et non pertenesce al rey nin a sus mesnadas sinon los

malos. Ca dicen que quien face vida con los malos e non faz

sus obras, non estuerce de su maldat por se aguardar; ca non

galardona bien por el bien si non Dios sólo; et por ende se

apartan los religiosos en los montes e se dejan de vevir con

los homnes e de fablar con ellos, et aman más de facer las

obras de Dios que las de los homnes. Mas la lealtanza e el

amor que yo había al rey me le ficieron descobrir la falsedat

del que le quería facer traición, et quería saltar en él, e fícele

entender aquello que sospechaba e las señales que viera, e él

violas manifiestamente, e non acayó nada de quél non fue

bien cierto; et si él pesquiriere esta cosa, e preguntare por

ella, e pensare en ella, sabrá la verdat quel fice entender; ca

el fuego que yace en la piedra e en el fierro, non se saca si

non con artes; et esto non es cosa celada, ca el cuerpo del

homne, después que es pesquerido e buscado, paresce más

quél es así como toda cosa fedrosa quier lodo, quier ál, que

cuanto más movida es tanto más fiede.

«Et yo si culpado fuese, fuiría por la tierra, e habería

anchura, e non aturaría a la puerta del rey; mas fiándome

que era salvo non me quité ende nin me partí ende. Et non le

ruego ál si non, maguer que esté en duda de mi facienda, que

la mande pesquerir e catar, et aquel a quien este poder diere

que sea fiel, et non haya ninguno en que le travar, nin faga

engaño a ninguno, e que le muestre yo mi escusación e lo

que oyere decir a los otros, e cátelo, e non quiera facer que

los dichos de los que me acusaron e me hobieron envidia. Ca

lo que el rey sopo, de como le ficieron dubdar en lo quél vio

de la enemistad de Senceba, que meresció por ende morir, le

debe tener de se non atrever así a matarme; ca ya hube yo

del rey tal dignidad que me habían envidia por ella, e tal

privanza. Et si él non me catare esta merced e fuere mal

consejado en mi facienda, non he otro acorro nin otro

refugio si non Dios, que sabe las poridades de los homnes e

lo que tienen en corazones e en sus voluntades. E dicen quel

que hace por dubda, que non es cierto, es tal como la muger

que se dio a su siervo dubdando, e la aforzó». Dijo el león a

las mesnadas: «¿Cómo fue eso?»

La mujer y

el siervo

Dijo Dimna: «Dicen que en una cibdat que decían

Quertir, que es en tierra de Yabret, había un rico mercador e

había su muger muy fermosa, e habla un vecino pintor, e era

diudo della. Et díjol ella un día: «Si podrías facer alguna

cosa por que te yo conosciese cuando vinieses a mí de

noche, saldría a ti sin que me llamases tú, por tal que nos

non sospechasen nin te oyesen.» Díjol su amigo: «Yo te faré

una sábana tan blanca como la luz de la luna, et faré en ella

unas pinturas; e cuando las tú vieres saldrás a mi, et ésta será

señal entre mí e ti.» Et plóguela a ella desto quél dijo: Et

oyólo un su siervo della, e aprísolo, e encubriólo en su

corazón. Et venía a ella su amigo con aquella señal, e veíalo

ella, et salía a él.

«E duró así un tiempo. Et después fuese su amigo para el

rey a pintarle unas casas que había de menester; et fuese

luego el siervo della a una manceba que tenía el pintor, en

cuyo poder estaba la sábana, et era su conosciente, e

demandól aquella sábana, e ella diógela. Et él fuese para su

señora de noche, e luego que ella vio la sábana de suso dél,

cuidó que era su amigo e salió luego a él, e yúgose con ella.

E tornóse el siervo e dio la sábana a la manceba del pintor. E

vino el amigo esa noche del palacio del rey para su posada,

et cubrióse la sábana; desí vínose para ella. Et díjole ella:

«¿Qué has esta noche que tornaste luego una vez en pos

otra, habiendo fecho a tu guisa?» Et él entendió que era

engañado, e tornóse para su posada, e priso su manceba, e

firióla muy mal fasta que le dijo la verdat como le conteció;

e tomó la sábana e quemóla en el fuego.

«Et yo non te do este ejemplo si non por quel rey non se

acuite en mi pleito quel fue mostrado en dubda, e porná

sobre sí grant cargo de pecado. E non digo esto que vos

oídes con miedo de la muerte; ca maguer aborrida cosa sea,

ninguno non la puede fuir, nin ha otro refugio, e todas las

cosas del mundo han de finar. Et si yo ciento almas toviese,

e sopiese que el rey tenía por bien que se perdiesen, yo le

sería franco dellas.» Dijo uno de los de la mesnada: «Tú non

dices esta escusación al rey por lo honrar; mas a ti es de

menester de buscar con que salgas desto en que eres caído.»

Dijo Dimna: «¡Mal sea de ti! ¿Es aleve a ningunt homne de

se escusar, cuanto más por escapar de muerte? Et ¿quién es

más cerca del homne que sí mismo? Pues si así mismo non

buscare escusación, ¿para quién la buscará? E los sabios

dicen que quien a sí non guarda, a otri non fará pro. Et

paresce bien en ti la envidia e la malicia e la enemistad e la

necedat que non podiste retener, e bien entienden los que te

oyen que non quieres a ninguno bien e que eres enemigo de

tu alma e de todos; e tal como tú, non es bien que esté sinon

con las bestias mudas, cuanto más con el rey o ser a su

puerta.»

Et pues que le hobo respondido Dimna así, salióse el otro

muy triste e muy avergonzado de lo que le dijera Dimna.

Dijo la madre del león: «Grant maravilla es de cómo fablas,

e das ejemplos a lengua suelta, e respondes a los que te

fablan, habiendo fecho traición e maldat e engaño.» Dijo

Dimna: «¿Por qué catas con un ojo e oyes con una oreja e

non piensas en la cosa como es, nin la sabes de cierto, mas

faces a tu sabor non sabiendo la verdat? Mas parésceme que

la mi mal andancia ha mudado a ti por razón de mí todas las

cosas, et aun todos los otros, que ninguno non fabla nin

razona si non a su sabor. Et éstos que son en la corte del rey

tanto se fían en su poridat e en su mansedumbre e son

seguros de su bondat, que se non temen de fablar a sus

sabores a tuerto o a derecho, ca él non gelo contradirá. Et

éste es el lugar del sermón si fuese creído e de los ejemplos

si hobiesen pro.»

Dijo la madre del león: «Catad este falso, cuánta grant

cosa ha fecho, e quiere cegar los homnes por desmentirlos e

por se salvar dellos.» Dijo Dimna: «Los homnes que son

tales son cinco: el uno es el que descubre a la muger la

poridat; et el otro es el que viste los paños de las mugeres; e

el tercero es la muger que viste los vestidos de los varones;

et el cuarto es el huésped que se enfinió et cuida que es

señor de la casa; et el quinto es el que denuncia a los

homnes lo que le non preguntan nin le demandan.» Dijo la

madre del león: «¿Non conosces tú, malfechor, por qué

temas, nin catas cuán laida obra fecite, por que sepas que

non estorcerás sin que sea tornada de ti venganza?»

Dijo Dimna: «El homne que mal fecho face non quiere a

ninguno bien, nin lo amparará del mal maguer que lo puede

facer.» Dijo la madre del león: «¡Falso traidor, en atreverte

tú a decir tal fecho antel rey! es maravilla cómo te deja

vivo.» Dijo Dimna: «El traidor es aquel que asegura a su

enemigo, et después lo mata.» Dijo la madre del león: «¿Has

esperanza de estorcer de tu grant pecado con tales palabras

mintrosas?» Dijo Dimna: «El que dice la que non fue

meresce lo que tú dices, et yo dije verdat e mostrarélo por

prueba, e díjelo al rey e complí el homenaje que le debía.»

Dijo la madre del león: ¿E qué fue lo que tú dejiste, e qué

fue la verdat que tú le mostraste?» Dijo Dimna: «Bien sabe

el rey que si yo mintroso fuese, non le diría a él tal dicho nin

me atrevería a decir lo que non era nin a sacar mentira; et yo

he esperanza quél verá que yo so verdadero e salvo e de

sano corazón.»

Cuando vio la madre del león que el león non fablaba

nada en el pleito de Dimna, callóse ella, e dijo: «Por ventura

mienten contra él, e es salvo de lo que le aponen; e el que se

escusa delante de los caballeros e non refiertan ninguna cosa

de lo que dice, semeja que es verdadero en lo que dice; et

callar a las razones del contendor semeja conoscer la verdat

que dice. Et dicen los sabios que quien calla otorga.» Desí

levantóse por salir ende sañosa. Et mandó estonces el león

que prendiesen a Dimna e que le pusiesen fierros; desí

leváronlo a la cárcel, e mandó catar su pleito, et facer sobre

él pesquisa, e que gel mostrasen; et yogo Dimna en la cárcel,

e mandó lo guardar a un caballero. Desí dijo la madre del

león a su fijo: «Non se puede encobrir mestura de Dimna e

su mal fecho en todas las cosas, mayormente en fecho de

Senceba el leal sin culpa. Et ya me fue a mí dicho deste falso

mintroso lo que dicen dél todos por una boca, ca non es cosa

que se calle a ninguno; desí fácemelo más verdat sus

mentiras e sus escusaciones e sus salvas que son

contrafechas sin verdat; et si tú lo oyes, amparar se te ha con

razones falsas, et lo que a mí dijo el fiel verdadero es la

verdat. Pues si quieres folgar dél, non contiendas con él e

mátalo.»

Dijo el león: «Cállate, que yo cataré su pleito e lo

pesquisaré, ca es muy sotil e muy artero e sabio e entendido;

et yo quiero ser bien cierto de su pleito e non quiero pasar a

él rabiosamente, nin quiero mi daño en seguir voluntad de

otro de que non sé su verdat nin su mentira. Et mucho aína

puede ser que esto sea por envidia que le han, et témome de

lo matar por dicho dellos, ca habría ende grant pecado et

daño. Pues dime: ¿Quién es aquel que te lo dijo? Ca los

homnes se han envidia unos a otros e se mezclan et quieren

pujar el uno más quel otro en las dignidades.» Dijo la madre

del león: «El fiel verdadero que me contó la historia es tu

amigo el león pardo, tu leal e paro vasallo que sabe tu

poridad.» Dijo el león: «Asaz hay, et tú verás lo que yo faré

e lo que dél mandaré facer; pues vete.»

Et pues que se fue la madre del león para su casa e pasó

la media noche, dijeron a Calila como Dimna era preso, e

pesóle mucho por la grant amistad que había con él e por la

compañía e por el mal que le acaesciera, et fuese para la

cárcel encubiertamente. Et cuando entró e lo vio preso lloró,

et dijo: «Ya llegado ha tu facienda a tal lugar que non he

cura ya de te fablar broznamente nin dejarte de decir que te

pese, et en secreto fablando díjete: Miémbrate lo que te yo

decía e te castigaba e te consejaba e non tornabas y cabeza a

cuanto te decía, nin feciste por ello por el grant desdén que

en ti había, ca te tenías por muy acabado en tu consejo e por

artero. Et dicen los sabios: «Conviene al homne que es buen

caballero que non se meta por su esfuerzo en lugar que non

pueda salir nin estorcer.» Et dicen que la falsedat ante muere

de su plazo, e non por que fenesca la vida, mas por esto en

que estás, que la muerte es más folganza que ello. ¡Ay de tu

mesura e de tu seso e de tu saber, cómo te han privado

dellos, e eres llegado a la muerte! Dijo Dimna: «Nunca

cesaste de decir verdat e mandarla facer, mas yo non

escuchaba nin creía tu consejo, por la grant envidia e la

cobdicia que había en haber dignidat, et por la tribulación e

la laceria en que era, et si non por eso en lo que me tú

castigabas asaz complimiento había, que si lo ficiera levara

la cima dello. Et quien es tentado de golosía non escucha de

sus amigos, quel han piedat e lo aman, así como tú. Et dicen

los sabios que el que non cree a sus amigos e a sus leales

consejeros e a sus bien querientes, torna su facienda a

repentencia, et ya vees en cuanto mal só hoy; mas ¿qué

podías facer con la golosía e la cobdicia que vence al seso

del mesurado e el saber del sabio? Así como el enfermo que

entiende que su daño es en su gula, que ha de comer, e sabe

que le acrescerá en su dolor, e non lo deja de comer, e

acresce su enfermedad e por ventura muere ende. Et yo non

me duelo hoy de mí, mas duélome de ti, ca he miedo que

serás tú compreso por razón de mí et por el amor e por el

parentesco e la amistad que habíamos en uno, et serás

atormentado e lazrado, e non podrás estar que les non

descubras mi facienda et matarán a mí por que te creerán e

tú non estorcerás después de mí.»

Dijo Calila: «Ya pensado he en tu facienda, et bien dices

verdad en lo que dices et yo te consejé lealmente. Et el

homne con cuita cuando le acaesce la tribulación acúsase de

lo que fizo, con esperanza de vevir e de ser aliviado de la

pena. Et yo quiero me ir ante que entre alguno de la

mesnada e me vea estar contigo, et mándote e aconséjote

que te confieses de tu pecado e conoscas tu mal fecho; ca

morir debes sin falla, et mejor es de ser justiciado en este

mundo que ir a la pena durable en el otro.» Dijo Dimna:

«Bien me has aconsejado e dices verdat; empero veré a qué

tornará la mi cima de mi facienda e qué mandarán de mí

facer.» Tornóse Calila a su posada muy triste e muy cuidoso

con miedo de ser preso por el pecado de Dimna, e prísol

menazón e murió esta noche.

Et yacía en la cárcel un lobo preso, e estaba durmiendo

cerca de Dimna, et oyó todo lo que se decían e aprísolo.

Desí la madre del león entró a su fijo otro día de mañana et

díjole: «Miémbrate lo que me dejiste anoche e prometiste en

pleito deste falso traidor, et de cómo dejiste a tus mesnadas

que debe el homne facer las cosas con temor de Dios, e non

se le debe meter en vagar, et yo non sé mayor bien que

librarlo e folgar dél.» Et estonce mandó el rey al león pardo

e el alcalde que se asentase a juicio, e que llamasen a Dimna

ante ellos e que feciesen su pesquisa e, fecha, gela llevasen a

él. E el león pardo fizo llamar a la mesnada e a Dimna; et así

todos juntos ante él, díjoles el león pardo: «Después que el

rey mató a Senceba siempre estovo triste e cuidoso por que

lo mató sin culpa, salvo por que Dimna lo enridó e lo

mezcló con envidia que le había; pues si alguno de vos sabe

alguna cosa dígalo, e nos mostraremos al rey, que el rey non

matará a ninguno salvo después que feciere pesquisa e sea

cierto dello, nin querrá facer a su sabor nin por albedrío.»

Dijo el alcalde: «Ya oíste lo que dijo el león pardo;

faceldo así e ninguno de vos non encubra ninguna cosa de lo

que sopiere, por muchas razones; la primera por que vos non

debedes haber pesar que el juicio caya contra quien debe,

nin maguer sea contra nuestras voluntades e non

menospreciando cosa dello; ca la muy pequeña verdat gran

cosa es, e la cosa que más pesa a Dios es matar al sabio sin

culpa por mestura del falso mentiroso; et la segunda es,

cuando el malfechor es penado por lo que face, non se

atreven a facer otro tal los otros con miedo de la justicia, et

esto es pro de la mesnada et de los pueblos; et la tercera es,

que cuando el falso mentiroso traidor es justiciado, fuelga el

rey e los suyos, ca el tal vevir entre ellos es les gran daño e

gran peligro. Pues diga cada uno de vos lo que sabe e non

encubra la verdat nin afirme la mentira.» Et desque las

mesnadas oyeron esto, catáronse unos a otros, e dijo Dimna:

«¿Por qué estades todos tartaleando? Diga cada uno de vos

lo que sabe, e si yo malfechor fuese placerme hía que

callásedes. Pues que sé que soy salvo e sin culpa, pues decid

lo que sabedes, que sabed que cada razón ha su respuesta, et

el que dice lo que non vio nin sabe, razón es que le contezca

lo que le contesció al físico necio.» Dijo el alcalde et el león

pardo: «¿Cómo fue eso?»

El médico

ignorante

que

envenenó a

la hija del

rey

Dijo Dimna: «Dicen que en una cibdat había un físico

que era bien andante e de buen donario en su

melecinamiento e morióse, e estudiaron en sus libros

algunos por aprender, et vino ende un home que se enfingió

que era un buen físico e non era tal. Et el rey desa tierra

había una fija que amaba mucho, e hubo de adolecer, et el

rey envió a llamar muchos físicos para que curasen de su

fija. Et vino un físico muy sabio que era ciego, et dijéronle

la dolencia de la niña e mandóles que le diesen a beber

cierto jarope a que dicen remasera. Et tornáronse para el rey

e dijeron gelo, et él buscó un físico que le diese a beber

aquella melecina, et vino ahí aquel homne que se alababa de

físico e sabio de melecinas e de confasiones et mandó traer

las arcas en que estaban las melecinas del físico muerto, et

trojieron gelas e pusieron las delante, e abriólas e tomó

dende una dellas que falló en un saqueto en que había

ponzoña mortal, et compuso dél e de las otras una melecina

e dijo: «Esta es remasera.» Cuando el rey vido que lo ficiera

tan aína, cuidó que era sabio e agudo e mandól dar algo e

buenos paños. Et él dio a beber la melecina a la dueña, e

luego, como la bebió, fueron los sus entestinos

despedazados e murió. Et cuando el rey la vido muerta

mandó que le diesen a beber al físico de aquella melecina, e

bebióla e luego fue muerto.»

Dijo Dimna: «Di vos este ejemplo porque non diga

ninguno de vos lo que non sabe por facer placer a otros nin

por otra cosa. Et todo homne haberá galardón por lo que

ficiere, et yo só salvo de lo que me apusieron. Et he me entre

vuestras manos, pues temed a Dios, cuanto pudieres.» Fabló

el cocinero mayor fiándose en su dignidad, et dijo: «Oíd,

sabios e ricos homnes, et parad mientes en lo que vos diré:

ca los sabios non dejaron ninguna señal de los buenos e de

los malos que la non departiesen, et las señales de la falsedat

son manifiestas en este mal andante, e de más que ha mucho

mala fama.» Et dijo el alcalld al cocinero: «Ya lo oímos eso,

et pocos son los que las non conocen. Pues dinos las señales

que vees en este lazrado.» Dijo el cocinero: «Fulán dijo en

los libros de los sabios que el que ha el ojo siniestro pequeño

e guiña dél mucho, e tiene la nariz inclinada faza la diestra

parte e tiene las cejas alongadas e entre las cejas tres pelos, e

cuando anda abaja la cabeza e cata siempre en pos de sí, e le

salta todo el cuerpo, et el que estas señales ha en sí es

mesturero e falso e traidor, et todas estas señales son en este

lazrado apercebidas.»

Dijo Dimna: «Por unas cosas jugda el homne otras, et el

juicio de Dios derecho es e sin tuerto. Et vos sodes sabios e

mesurados en razonar, et ya oíste lo que éste dijo; pues oíd a

mí, ca él cuida que non es ninguno más sabio que él, et cree

que non ha otro más saber que el suyo; pues si todos los

bienes e los males que el homne face non son si non por las

señales que son en el homne, manifiesta cosa es que non

habrá él religioso su buen gualardón por el servicio que face

a Dios, nin el que mal face non habrá pena por sus malas

obras, et que non son los homnes bien andantes si non por

las señales que son vistas en ellos, et el que mal face non se

puede dello dejar nin puede estar que lo non faga, et que non

es ninguno virtuoso, maguer puñe en bien facer, que le tenga

pro, nin ningunt malfechor, maguer que peque, quel faga

daño. Et non mande Dios que así sea, et si a los homnes

fuese dado pornían en sus cuerpos las mayores señales que

ellos pudiesen. Et yo só salvo de lo que me apusieron, et de

mí non salió ál si non verdat; et bien veen los que aquí son

presentes cuán nescio e cuán torpe eres de las cosas, ca tú

non sabes mejor las cosas nin eres más enviso que los que

aquí son presentes, mas fablaste e erraste et eres tal como el

homne que dijo a su muger: «Cubre tú lo que non debe

parescer de ti e deja las cosas agenas e enmienda las tuyas,

que conosces mejor.» Dijo el cocinero: «¿Cómo fue eso?»

El labrador

y sus dos

mujeres

Dijo Dimna: «Dicen que en una cibdat que decían

Maruca corriéronla los enemigos, e cativaron e mataron

mucha gente della. E cayó en suerte a un homne de los que

la conquistaron, un homne labrador que tenía dos mujeres, e

facíales mal, e non las fartaba de comer, e traíalas desnudas.

Et enviólas un día con el homne a coger leña así desnudas,

et falló la una dellas un trapo viejo, e cubrió con él su

vergüenza. Et dijo la otra al marido: «Catad cómo cubre ésta

su natura; e non lo face si non por que hayas sabor della e

yoguieses con ella.» Dijo el marido: «Astrosa, non paras

mientes en ti que estás descubierta, e riebtas a la otra que

cubrió su vergüenza con lo que pudo haber.»

Dijo Dimna: «E tú debes parar mientes en cobrir a ti e

callar; ca es grant maravilla de tu facienda por que te llegas

al comer de nuestro señor, habiendo en ti tales tachas malas,

et seyendo tan lijoso. Et non vi yo sólo las tus tachas, mas

cuantos aquí son de la mesnada del rey lo saben. Et yo

encobrílo fasta hoy, e non lo dejé de mostrar si non por que

decía en mi corazón: a mí non nuce la honra quel rey face a

otri, nin me face pro afrontarlo, mas débolo encobrir; mas

pues que me ha parescido de ti enemistad, e dejiste abusión,

e fablaste en falso e a tuerto e sin sabiduría, quiero yo decir

las tachas que ha en ti, por que non debes llegar al comer del

señor e deben los homnes fuir de ti.»

Dijo el cocinero: «¿A mí lo dices lo que oyo?» Dijo

Dimna: «A ti lo digo, ca ayúntanse en ti todas malas tachas;

ca eres potroso e has el mal del figo e eres tiñoso e has

albarraz en las piernas; onde non debes llegar a la puerta del

rey.» Cuando el cocinero mayor oyó lo quel decía, afogóse

con sus lágrimas e comenzó de llorar por que se atrevía

Dimna a él e le fablaba tan villanamente. Cuando esto vio

Dimna díjol: «Por grand derecho lloras, que sabes que si el

rey esto sabe alongarte ha de sí e nunca te pararás antél.»

Cuando esto oyó el fiel del león, que trasladaba lo que

decía Dimna e lo que decían dél, et éste había nombre Xaar,

escribió todo aquello e levólo al león. Cuando aquello vio el

león, mandó desponer al cocinero mayor de su oficio, et que

non paresciese antél nin entrase en su casa. Et escribió el

alcall e el fiel otrosí lo que dijo Dimna. Et mandó a Dimna

tornar a la cárcel, e fuéronse ese día.

Et había y una bestia quel decían Jauzava e era amigo de

Calila, e fuese para Dimna e fízole saber la muerte de Calila.

E lloró Dimna muy mucho et dijo: «¿Qué quiero yo hoy

vevir más seyendo muerto mío hermano e mío puro amigo?

Et cómo dijo verdat el que dijo: «Cuando al homne viene la

tribulación, de todas partes le viene el mal e cúbrelo e

cércalo, la cuita et el mal» como a mí acaesció en yo perder

a Calila, ca ése era mi bien o todo mi conorte, e sabía toda

mi poridat de bien e de mal. Et si Dios esto fizo, loado sea

El, que me dejó a vos e su lugar, que me queredes bien, e me

querredes, et seredes en apiadarme segunt que era Calila.

Pues si hobieres por bien de llegar a la casa de Calila e

traerme cuanto y fallares suyo e mío.»

E él fízolo así. Et dióle Dimna la parte de Calila, et dijo

le: «Más la meresces tú que otri.» E rogól e pidiól en amor

que fuese antel león e que dijese bien dél e quel ficiese saber

lo que diría la madre del león dél. Et prometió gelo a

rescibió lo que le diera, e fuese Jausaba de mañana al león et

falló al león pardo e al alcall que vinieran con los escriptos e

gelos pusieron delante. E el que los cataba mandó a su

escribano que los trasladase e dar los al león pardo; e dijo a

él e al alcall: «Id vos así como ayer e facer llamar a Dimna e

ponedlo ante la mesnada e venid me decir lo que se face e

cómo se salva.» Es pues que sallieron ende vino la madre

del león, e leyóle él aquellos escriptos. Dijo ella: «Non melo

tengas a mal, fijo, si te yo estultare de mi palabra, ca veo que

non sabes qué te tiene pro nin daño, por el engaño deste

falso. Pues líbralo e folgarás; ca si lo a vida dejas

confonderá tu mesnada.» E tornóse muy sañuda contra él.

Desí fuese Jauzaba e llegó a Dimna a la cárcel, fízol

saber cuanto dijera la madre del león cuandol leyeran los

escriptos. Et en seyendo así fablando vino el mandadero del

alcall e del fiel, e leváronlo a la casa del juicio e paráronlo

ante la mesnada e el pueblo, e ayuntáronse estando Dimna

antellos. Dijo el mayor de la mesnada: «Ya sope yo tu

pleito, e es entendida la verdat, et non habemos más que

pesquerir de ti; ca tú con traición e con falsedad e con

mestura feciste al rey, nuestro señor, que matase a Senceba,

su amigo, et era leal e verdadero, sin culpa que ficiese. Et si

non fuese por la su grant merced e por la su gran piadat que

nos mandó que sopiésemos más de tu facienda, ya el juicio

manifiesto fuera dado de nos contra ti.» Dijo Dimna: «Non

fablas como quien ha piadat nin merced, nin como quien

cata al pleito del que rescibió tuerto, nin como quien sigue la

verdat nin el derecho; mas usas de voluntad e quieres me

matar. Non eres cierto de lo que me apusieron, nin son

pasados los tres días que debedes pesquerir por mí. Et non

eres de culpar, ca el malo non ama los buenos nin a los que

facen las obras de Dios.»

Dijo el alcall: «Debe el señor galardonar al homne por su

bondat e honrarlo e conoscerlo; ca todo bien quel face,

merécelo, e debe justiciar al malfechor por su mal fecho e

penarlo por ello, por tal que los buenos tomen mayor

cobdicia de facer bien, e que los malos fuyan del mal facer.

Et por buena fe más te vale ser justiciado en este mundo que

ser justiciado en el otro. Pues otorga tu pecado e confiesa el

mal que feciste, ca farás mejor cima por ende. Si Dios a esto

te guiare librarás tu alma de la persecución del otro siglo, et

fablarán siempre de ti, de cómo te razonabas buenamente

para estorcer, et de cómo ante facías escusaciones con que te

amparases. Desí por confesar de tu pecado e ganar la salud

del otro siglo; ca morir por lo que Dios manda más vale que

vevir en lo que defiende.»

Dijo Dimna: «Alcalld bueno e derecho, verdat dices e

fablaste como sabio; e por buena fe una de las bien

andancias del homne es non vender él otro siglo por aqueste

que ha de finar, e de complir un poco después con luenga

pena. Mas fállase en los libros de la ley que non debe el

homne ayudar a su muerte, e que es grant pecado al que lo

face, a más que yo só salvo de lo que me apusieron. Pues

¿cómo me mandaré matar, e ser en ayuda contra mí, seyendo

acusado a tuerto, e non deciendo mentira, nin la sacando por

la boca, nin seyendo conoscido por tal? Tengo por muy

fuerte de conoscer lo que non fiz, e otorgar que fiz mal, e ser

en ayuda contra mí e aparcero del que me quiere matar.

«Et tú sabes cuamaña pena ha el que esto face, en el otro

siglo, et yo so salvo en mi fama, e mi escusación es cierta e

manifiesta. Pues si matar me quisieres acusado a tuerto.

Dios me haya merced. Et por ventura si esto me ficieren,

non haberé otro mal en este mundo nin en el otro. Et yo digo

lo que ayer dije; et temed a Dios, e membrad vos del juicio

del otro siglo et de la pena, et non vos metades a cosa de que

vos arrepentades do vos non terná pro la repentencia; ca los

alcalls non judgan por lo que cuidan, nin el cuidar non tiene

pro en la verdat; et yo más sé de mí que vos. Mas guardad

vos que vos non acaesza lo que acaesció al que dijo lo que

non sabía nin viera.» Dijo el mayor de la mesnada e el

alcalld: «Et ¿cómo fue eso?»

Los

papagallos

acusadores

Dijo Dimna: «Dicen que había en una villa un rico

homne quel decían Morzubem, et era noble e de gran fecho,

et había una muger muy fermosa e buena e leal. Este rico

homne había un sirviente azorero, e amaba a su señora, e

había le demandado su amor muchas veces, et ella non

tornaba cabeza por él, e amenazóla muy mal. Et cuando fue

desfuciado della, pensó de buscarle mal con el marido. El

salió un día a cazar e priso dos pollos de papagallos. Et

apartólos el uno del otro, et enseñó al uno decir: «Yo vi al

portero yacer con mi señora en el lecho», et enseñó al otro

decir: «Pues yo non quiero decir nada.» Et aprendieron esto

los pollos en lenguaje de Balaf, que non sabían los de

aquella tierra. E tomólos e diólos a su señor, e cantaban

antél, e placíale con ellos, e non sabía qué decían. Et un día

vinieron le huéspedes de tierra de Balaf; et después que

hobieron comido mandó traer las aves antellos por les facer

placer, e cantaron. Cuando ellos oyeron lo que los pollos

cantaban, catáronse unos a otros e abajaron las cabezas de

vergüenza que hobieron; díjol el uno dellos: «¿Sabes que

dice el uno destos papagallos? Non te ensañes contra nos si

te lo dijéramos, ca fablan en lenguaje de Balaf» Dijo él:

«Non me ensañaré, ca ante me placerá.» Sabed que dice: «El

portero yace con mi señora en el lecho de mi señor»; et el

otro dice: «Pues yo non quiero decir nada». Et nos habemos

por ley de non comer en casa de homne que su muger sea

mala.» Cuando esto hobieron dicho, dijo el siervo que estaba

y cerca: «Verdad es, et yo so ende testigo, que lo vi muchas

veces e non lo osé decir.» Et el señor de casa, cuando esto

vido, mandó matar a su muger.

Et ella enviól rogar que pesquisase bien lo que le dijeran,

et dijo: «Demanden et pregunten a los papagallos si saben

más deste lenguaje de Balaf, et fallarán que esto ha fecho tu

azorero; ca él me pidió mío amor e yo non quise.» Et ellos

ficieron lo así et vieron que non sabían más fablar, et

entendieron quel azorero los enseñara. Et cuando esto vieron

entendieron que la mujer era sin culpa e el azorero era

mintroso, et mandaron lo llamar. E él entró muy atrevido e

traía en la mano un azor. Et díjole la muger: «Di tú, ¿me

viste facer esto que dices?» Dijo él: «Sí.» Cuando esto hubo

dicho saltóle el azor al rostro e sacóle los ojos con las uñas.

Dijo la muger: «Vees, traidor, las justicia de Dios, que aína

te avino e te compreendió, porque testimoniaste falso contra

mí de lo que non sabías nin acaesció.»

Dijo Dimna: «Di vos este ejemplo por que vos guardedes

de facer como fizo el azorero; ca el que tal face, justícialo

Dios en este mundo e en el otro.» Et el alcall fizo escrebir

todo lo que dijera Dimna e todo lo otro que y pasó; e

enviáronlo a la cárcel et fuéronse los mayores de la mesnada

a la casa del rey e leyeron antél todo lo que se razonó. E

tovieron a Dimna en la cárcel siete días; e cada día le

demandaban e non le rescebían ninguna escusación de su

pecado et nunca lo pudieron vencer nin facer que

Capítulo V

manifestase. Desí la madre del león cuando le mostraron el

escripto entró al león e díjole: «Si dejas a Dimna vivo,

faciendo tal traición, atrever se han a ti tus mesnadas e

ninguno non se temerá de tu justicia por grant pecado que

faga.» Et fizo ella venir al león pardo, e testimonió de

Dimna lo que le oyó decir e lo que le respondió Calila. E

pues que gelo hubo dicho muchas veces al león, entendió él

que Dimna lo había metido a ello, e quel ficiera andar a

ciegas, e mandó que lo matasen con fambre e con sed, e

murió mala muerte en la cárcel.

Desí dijo el sabio: «Paren mientes los entendidos en esto

et en otro tal, et sepan quel que quiere pro de sí a daño de

otri, a tuerto por engaño o por falsedat, non estorcerá de

mala andanza et fará mala cima, et rescebirá galardón de lo

que ficiere, en este mundo et en el otro.»

Aquí se acaba el capítulo de la pesquisa de Dimna.

De la paloma collarada, e del galápago, e del gamo, e del cuervo; e es

capítulo de los puros amigos

Dijo el rey al filósofo: «Ya oí el ejemplo de los amigos, cómo

los departe el mesturero, falso, mezclador, e a qué tornó su

facienda; pues dime de los puros amigos, cómo comienza su

amistad entrellos, e cómo se ayudan et se aprovechan unos de

otros.» Dijo el sabio: «El homne entendido non eguala con el

buen amigo ningund tesoro nin ninguna ganancia; ca los amigos

son ayudadores a la hora que acaesce al homne algund mal. Et

uno de los ejemplos que me semejan a esto es el ejemplo de la

paloma collarada e del mur e del galápago e del gamo e del

cuervo.» Dijo el rey: «¿Et cómo fue eso?»

Dijo el filósofo: «Dicen que en tierra de Duzat, cerca de una

cibdat que decían Muzne, había un lugar de caza, do cazaban

los pajareros, e había y un árbol grande de muchas ramas e muy

espesas, e había y un nido de un cuervo que decían Geba. Et

estando el cuervo un día en aquel árbol vio venir un homne muy

feo e de mala catadura e muy despojado; e traía al cuello una

red, e en la mano lazos e varas e asomaba faza el árbol. Et el

cuervo hubo pavor, et dijo «Alguna cosa adujo a este pajarero a

este lugar, et yo non sé si es por mi muerte o por muerte de otri;

mas estaré quedo en mi lugar, e veré qué fará.» E armó el

cazador su red, e esparció y trigo, e echóse en celada y cerca. Et

a poca de hora pasaron y unas palomas que habían por cabdillo

e por señora una paloma que decían la collarada. E vio la

collarada el trigo, e non vio la red, e posó ella e todas las

palomas, e trabáronse en la red.

Et vino el pajarero muy gozoso por las tomar, e comenzaron

las palomas a debatirse cada una a su parte, e punaban por

estorcer. Díjoles la collarada: «Non vos desamparedes en vos

querer librar, nin haya ninguna de vos más cuidado de sí que de

su amiga; mas ayuntemos nos todas en una e quizá

arrancaremos la red, et librar nos hemos las unas a las otras. «Et

ficieron lo así: ayuntáronse e arrancaron la red, e leváronla en

alto por el aire. Et vio el cazador lo que ficieron, e siguiólas por

las haber, e non se desfució dellas e cuidó que luego a poca de

ora les apesgara la red e cayeran. Dijo el cuervo, entre sí:

«Seguir las he fasta que vea en qué torna su facienda et del

cazador.» Et la collarada paró mientes et vio al cazador que las

seguía. Dijo ella a las otras: «Veo que nos viene a buscar; e si

fuéremos por lo escampado non perderá rastro de nos nin dejará

de nos seguir; e si fuéremos por el lugar de los muchos árboles

e por lo poblado, perderá rastro de nos, e desperará de nos, e

tornar se ha. Et si se fuere, aquí cerca hay una cueva de un mur

que es mi amigo; e si allá vamos tajará esta red et librarnos hía

della.» Et ficieron las palomas lo que les ella mandó.

Et perdiólas el pajarero de vista e desfució se dellas, e

tornóse. Et siguiólas el cuervo como ante facía por ver si farían

alguna arte para sallir de aquello en que eran caldas, e la

aprendiese e se ayudase della si él cayese en otro tal. Et

llegaron las palomas a la cueva del mur, et mandólas la

collarada que se posasen. Et fallaron que el mur tenía ciento

cuevas para los miedos. Et llamólo la collarada por su nombre,

e decíanle Zira, e él respondió e díjole , «¿Quién eres?» Díjole

la collarada: «Tu amiga la collarada.» Salió luego a ella, et

cuando vido la red díjole: «Hermana, ¿quién te echó en esta

tribulación?» Díjole la collarada: «¿Non sabes que non hay cosa

en este mundo que en ventura non haya aquello que le

contesce? E así la ventura me echó en esta tribulación, ca ella

me mostró los granos e me encubrió la red de guisa que me

travé en ella, yo e mis compañeras. E non es maravilla en me

non amparar yo de la ventura, ca non se ampara della quien es

más fuerte que yo et de mayor guisa; ca a las veces se escuresce

el sol e la luna, e pierden su color, e sacan los peces de fondón

de la mar do ningunos non nadan, e facen descender las aves

que vuelan por el aire, si lo han en parte. Onde la cosa que face

cobrar al perezoso lo que le es menester, esa mesma la face

perder al anviso, et así las aventuras me metieron en esto que

vees.»

Desí comenzó el mur de roer los lazos en que yacía la

collarada. Et ella díjol: «Amigo, comienza en las otras palomas,

e taja sus lazos; desí tajarás los míos.» Et dijo gelo muchas

veces, e él non tornaba cabeza por lo quel decía, nin le

respondía. Et tanto gelo dijo, fasta que le respondió el mur e le

dijo: «Semeja que non has duelo nin piedat de ti nin debdo con

tu alma.» Díjol la collarada: «Non me culpes de lo que te digo,

ca yo só cabdillo destas palomas, et asegurélas que estorcerían

desta cuita por mí; et es grant derecho que lo faga, así como

ellas ficieron su derecho en obedescer a mí lealmente, ca con su

ayuda e obedescimiento nos libró Dios del pajarero. Et yo temo

me, si comenzares a roer mis lazos, que cansares e te enojares

de los que fincaren; et sé que si ante royeres los lazos dellas et

fuere yo la postrimera, maguera que canses e te enojes, non

querrás estar que non me libres desto en que só.» Dijo el mur:

«Por esto otrosí te deben amar tus amigos, e haber mayor

cobdicia de ti.» Et comenzó a roer e a catar la red fasta que la

acabó. Tornóse la collarada e las otras palomas a su lugar,

salvas e seguras.

Cuando el cuervo vido lo quel mur ficiera, e como librara a

las palomas, hubo cobdicia de haber su amor, et dijo en su

corazón: «Non só yo seguro de non acaescor a mí lo que

acontesció a las palomas, e non puedo escusar el amor del

mur.» Et llegóse a la puerta de la cueva e llamólo por su

nombre; e dijo el mur: «¿Qué quieres o quién eres?». Dijo el

cuervo: «Yo só el cuervo, et sepas que me acaesció desta guisa

e desta. Et cuando vi la lealtad que hobiste a la collarada e a sus

compañeras, e de lo que fueron libradas por ti, hube grant

cobdicia de tu amistad e de tu compañía, e vine te la a

demandar.» Dijo el mur: «Non ha entre mí e ti carrera por amor,

et el homne entendido non debe trabajarse si non de lo que ha

fiucia que fará, et dejarse de buscar lo que non podrá haber, ca

será por nescio contado, así como el homne que quiso facer

correr las naves por la tierra, e las carretas por el agua, e non es

en guisa. Et ¿cómo será entre nos carrera de amor, yo seyendo

tu vianda e tú seyendo mi comedor?»

Dijo el cuervo: «Piensa con tu entendimiento que en comerte

yo, maguer que tú seas mi vianda, non me abastarás nada, et

que en viviendo tú e habiendo yo tu amor, haberé solaz e

consolación e seguranza mientra que viva. Et pues que yo vine

pedirte tuyo amor e gracia, non me debes enviar vago, ca me ha

parescido de ti grant bondat e buenas costumbres; et maguer

que tú non quesiste mostrar esto de ti, el homne bueno non se

encubre su bondat, maguer la encubra e esconda cuanto pueda,

así como el musgo, que maguer es cerrado e sellado, por eso

non deja su olor de recender; pues tú non mudes contra mí tus

costumbres, nin me viedes tu amor.» Dijo el mur: «La mayor

enemistad es de la natura que es en dos maneras: la una es egual

así como la enemistad del elefante con el león, ca a las veces

mata el león al elefante, e a las veces mata el elefante al león; et

la otra es del daño de la una parte contra la otra, así como la

enemistad que es entre mí e ti. Et esta nuestra enemistad non es

por daño de mí contra ti; mas por la mala andancia que nos fue

prometida en parte que hobiésemos de nos enemistar de la

natura; e la paz e la tregua del que ha algo menester, las más

veces en enemistad se torna, e non debe el homne fiar por tal

tregua, nin ser engañado por ella; ca el agua, maguer sea bien

escalentada con el fuego, non deja por eso del amatar el fuego

si de suso se le echan. Et solamente tal es el que face amistad

con su enemigo como el que lleva la culebra en su seno, que

non sabe cuando se le ensañará e lo matará. Et non se consuela

el homne entendido con la amistad del que lo ha menester, mas

antes se aparta dél e lo esquiva.»

Dijo el cuervo: «Entendido he lo que dejiste, e tú debes facer

segund la bondat de tus costumbres, e conoscerás que verdad te

digo, e non me encarezcas la cosa nin la aluengues entre mí e ti

en decir que non hay carrera para haber yo e tú nuestro amor de

so uno; ca el amor que es entre los buenos depártese muy tarde

e ayúntase aína, et es en esto tal como el vaso de oro que se

quiebra muy tarde e se emienda muy aína, maguer que se

quiebra e se abolle; e el amor que es entre los malos depártese

mucho aína e ayúntase muy tarde, así como el vaso de tierra

que se quiebra por cualquier guisa mucho aína, desí nunca se

emienda. Et el homne de buena parte ama al homne de buena

parte de una vez que se vean, e por conoscencia de un día e non

más, et el homne vil non pone su amor con ninguno si non por

cobdicia o por miedo, e tú eres noble e de buena parte, et yo he

menester tu amor, et aquí estaré a tu puerta, que non comeré nin

beberé fasta que me otorgues tu amor.»

Dijo el mur: «Ya rescibo el tu amor, que yo nunca envié al

que algo hobo menester de mí sin ello, et non te comencé a

decir esto que oíste si non por me escusar, e si me quisieres

facer traición non dirás: fallé el mur de flaco consejo e rafez de

engañar.» Desí salió de su cueva e paróse a su puerta. Dijo el

cuervo: «¿Qué te tiene a la puerta de la cueva que te vieda de

salir a mí e solazarte comigo? ¿Has sospecha o miedo de mí

aún?» Dijo el mur: «Los homnes deste siglo danse entre sí unos

a otros dos cosas: la una es el amor e la otra es el algo. Et los

que se dan el amor son los que pura e lealmente se aman, e los

que se dan el algo son los que se ayudan e se aprovechan unos

de otros. Et el que non face bien si non por haber bien, et por

ganar alguna alegría deste siglo e algund pro, es tal en esto

como el pajarero que echa los granos a las aves, non por les

facer ayuda, si non por que quiere ganar. Onde dar homne su

amor mejor es que dar su algo. E fío en tu amor, e dote otra tal

de mí; e non me tiene de salir a ti mala sospecha que haya en ti;

mas yo creo que tú has compañeros que son de tu natura, e non

son contra mí como tú, e he miedo que me vea contigo alguno

dellos e me mate.» Dijo el cuervo: «Esta es la señal del amigo:

ser amigo del amigo e enemigo del enemigo, et non me es a mí

amigo nin compañero quien a ti non amare e non hobiere sabor

de ti. Muy rafez me partiría yo de su amor del que tal fuere; et

el que siembra las yerbas odoríferas, si con ellas nasce alguna

cosa que las dañe e las afogue, arráncala.»

Desí salió el mur al cuervo, e abrazáronse e saludáronse el

uno al otro e solazáronse e seguráronse e fablaron e contáronse

nuevas, fasta que pasó una hora del día. E después que pasaron

algunos días dijo el cuervo al mur: «Esta tu cueva es cerca de la

carrera por do pasan los homnes, e témome que te farán mal. Et

yo sé un lugar apartado e muy vicioso do ha peces e agua et hay

un galápago mi amigo; si quisieres vamos a él, e veviremos con

él salvos e seguros.» Dijo el mur: «Pláceme e yo te he de decir

muchas historias e fazañas que te departiría si fuésemos ya

llegados do tu quieres.» Et priso el cuervo al mur por la cola, e

voló con él fasta que llegó cerca de la fuente en que yacía el

galápago. Cuando vido el galápago un cuervo e un mur con él

espantóse, e non sopo que su amigo era, e metióse en el agua.

Et puso el cuervo el mur en tierra, e posóse en un árbol e llamó

al galápago por su nombre, e decíanle Asza, e él conosció su

voz, e salió a él et preguntóle dónde venía, e díjole él lo que le

acaesciera desque siguiera a las palomas, e lo que le acaesciera

después del fecho del mur. E maravillóse el galápago del seso

del mur e de su lealtad, et llegóse a él e saludólo, e díjole:

«¿Qué te adujo a esta tierra?» Dijo el mur: «Hube cobdicia de

tu compañía e de vevir contigo.» Desí dijo el cuervo al mur:

«Las historias e las fazañas que me dijiste que me dirías,

dímelas agora e cuentamelas, e non te receles del galápago, que

así es como si fuese nuestro hermano.»

El mur

cuenta

historia

Dijo el mur en comenzando a contar la primera historia: «Do

yo nascí fue en casa de un religioso que non había muger nin

fijos. Et traíanle cada día un canastillo de comeres, e comía

dello una vez, e dejaba lo que fincaba, e colgábalo de una soga

en un canastillo. Et yo acechábalo fasta que salía: desí veníame

para el canastillo, e non dejaba y cosa de que non comiese e que

non echase a los otros mures. E punó el religioso muchas veces

de lo colgar en lugar que lo yo non pudiese alcanzar, e non

podía. Desí posó con él un huésped una noche, e cenaron amos,

e estando fablando dijo el religioso al huésped: «¿De qué tierra

eres e a do quieres ir agora?» E éste su huésped había andado a

muchas partes, e había visto maravillas, e comenzol a contar; e

el religioso en este comedio sonaba sus palmas a las veces por

me facer fuir del canastillo. Ensañóse el huésped por ende, e

díjole: «¿Escarnio facedes de mí, que me demandades que vos

cuente nuevas, e vos faciéndose esto?»

«Et escusósele el religioso e díjole: «Gran sabor he de oír tus

nuevas; mas fágolo por espantar unos mures que ha en esta

casa, que me facen grand enojo, e nunca dejan cosa en el

canastillo que me lo non coman e me lo royan.» Dijo el

huésped: «¿Un mur es, o muchos?» Dijo el religioso: «Los

mures de casa muchos son, mas hay uno que me ha fecho grand

daño e non lo puedo facer ningund arte.» Dijo el huésped: «Por

alguna cosa face este mur lo que face, et miémbrome agora a lo

que dijo un home: «Por alguna cosa cambió esta muger el

sínsamo descortezado por el por descortezar.» Dijo el religioso:

«¿Cómo fue eso?»

La

mujer

del

sésamo

«Dijo el huésped: «Posé una vez con un hombre en una

cibdat, e cenábamos amos, e feciéronme una cama, e fuese el

hombre a yacer con su muger. Et había entre nos un seto de

cañas, et oí dezir al home que dijo a su muget: «Yo quiero cras

convidar una compaña que yante comigo.» Et dijo la muger:

«¿Cómo lo farás, que non ha en esta casa cosa que les cumpla,

et tú eres un hombre tal que non guardas nin condesas?» Dijo el

marido: «Non te repientas por cosa que demos a comer nin

despendamos, que el apañar e el condesar por aventura facen tal

cima como la cima del lobo.» Dijo la muger: «¿Cómo fue eso?

El lobo

y el

arco

Dijo el marido: «Dicen que salió un ballestero, con su arco e

con sus saetas a buscar venados, et luego acerca falló un venado

et tiróle et matóle; et él en levándolo para su casa atravesó un

puerco la carrera, et el ballestero tiróle e firióle. Et tornó se el

puerco al home, e matóle con sus dientes, e así fueron allí todos

tres muertos. Et en esto pasó por allí un lobo fambriento, e

desque les vio ansí todos muertos, dijo: «Esperanza tengo de ser

vicioso.» E dijo: «Así conviene condesar desto cuanto podiere;

que el que non cuida nin condesa, non es enviso, e yo quiero

facer provisión desto que fallé, que me complirá asaz comer la

cuerda del arco para hoy.» Estonce llegó al arco por comer la

cuerda, e desque la hubo tajada, desempolgóse el arco, e diole

el otro cabo en la cabeza e matóle. Et yo non te di este ejemplo

si non por que sepas que la gran cobdicia del apañar e del

condesar face mala cima.»

«Dijo la muger: «Pues así tú lo quieres, téngolo por bien. En

casa tenemos arroz e sínsamo de que dar de yantar a seis o siete

homes, et yo mañana madrugaré e faré de que coman tus

convidados los que quieras.» Et la muger, luego que amaneció

cogió sínsamo, lo descortezó e lo extendió al sol para que se

secase, e díjole a un esclavo pequeño que tenía: «Cuida de ese

sínsamo, et que non se lo coman los pájaros, nin se acerquen a

él los perros.» Et fuese la muger a otras faciendas de la casa. Et

mientras, el mochacho que estaba en guarda del sínsamo

descuidóse, et vino un perro et meóse en ello. Desí vino la

muger et probó el sínsamo, et fallólo amargo et non quiso

guisarlo para comer. Et fuese al zoco et camió aquel sínsamo

por otro sin mondar, cantidad por cantidad. Et fallábame yo en

el zoco en la sazón et oí a un home que dijo: «¿Por qué razón

habrá esta muger camiado el sínsamo ya mondado por el sin

mondar?»

«Et otrosí te digo yo deste mur que salta en el canastillo, do

quier que le pongas, e que sube en él, e los otros non, que por

alguna cosa lo puede facer. Pues búscame un azadón, e cavaré

en esta cueva e quizá sabré algo de su facienda.»

«Et estonces demandó el religioso un azadón, e trájole al

huésped, et yo estando en otra cueva ajena, oyendo lo que

decían. E había en la mi cueva mill maravedís, et yo non

sabiendo quién los posiera ahí; empero yo meneábalos e

zanecía con ellos cuando quier que me venía emientes. Así quel

huésped cavó la cueva fasta que llegó a ellos e sacólos e dijo:

«Este mur non podría saltar do saltaba si non por que yacían

aquí estos maravedís. Ca el haber es criado para acrecer en la

fuerza e en el seso; et tú verás que de hoy en adelante non podrá

saltar como solía nin habrá fuerza nin memoria más que los

otros mures.» Et yo oí lo que decía el huésped, et sope que

decía verdat, e desesperé de mí mismo, e sentíme muy

quebrantado e muy menguado en mi fuerza. Et cuando los

maravedís fueron sacados de la cueva, mudéme a otra cueva, e

cuando amanesció llegaron se los mures que me solían servir, e

dijeron me: «Fambre habemos, e habemos perdido lo que nos

solías dar, e tú eres nuestra esperanza, pues para mientes en

nuestra facienda.»

«E fueme al lugar donde solía saltar al canastillo, e

trabajéme de saltar muchas veces, a non lo podía facer. Et vi

manifiestamente que mi estado era ya mudado, e despreciaron

me los mures, e oíles decir unos a otros: «Aterrado es éste por

siempre, pues quitemos nos dél e non esperemos dél nada; ca

non cuidamos que pueda facer lo que solía, mas que haberá

menester quien lo gobierne.» E dejaron me, e fueron se a mis

enemigos e comenzaron a decir mal de mí e de mi aviltar a los

que me habían envidia, e alongáronse de mí, e non tornaron por

mí cabeza. Et dije en mi corazón: «Veo que la compaña e los

amigos e los vasallos non son si non con el haber, e non paresce

la nobleza del corazón nin el seso nin la fuerza si non con el

haber; ca yo veo quel que non ha haber, si se entremete de

alguna cosa, torna a la pobredat atrás, así como el agua que

finca en los ríos de la lluvia del verano, que non va al mar nin al

río, que non ha ayuda. Et vi quel que non ha amigos non ha

parientes, e el que non ha fijos non es memoria dél, et el que

non ha haber non ha seso, nin ha este siglo nin el otro. Ca el

homne, cuando le acaesce alguna pobredat e mengua,

deséchanlo sus amigos, e parten dél sus parientes e sus bien

querientes, e desprécianlo, e con cuita ha de buscar vida,

trabajándose para haberla para sí e para su compaña, e de

buscar su vito a peligro de su cuerpo e de su alma, pues quél ha

de perder este siglo e el otro.

«Non es ninguna cosa más fuerte que la pobredat; que el

árbol que nasce en el aguazal, que es comido de todas partes, en

mejor estado está que el pobre que ha menester lo ageno. Et la

pobredat es comienzo e raíz de toda tribulación, e face al homne

ser muy menudo, e muy escaso, e fácele perder el seso e el buen

enseñamiento, e han en él los homnes sospecha, e tuelle la

vergüenza, e es suma de todas tribulaciones. Et aquel a que

acaesce pobredat non puede estar que non pierda la vergüenza;

et quien ha perdido la vergüenza pierde la nobleza del corazón;

et quien pierde la nobleza es fecho muy vil; et quien es fecho

vil rescibe tuerto; e quien rescibe tuerto e daño ha grand pesar;

e quien ha de pesar enloquece e pierde la memoria e el

entendimiento; et al que esto acaesce, todo cuanto dice es

contra sí, e non ha pro de sí.

«Et veo quel homne, cuando empobrece, sospéchalo el que

fiaba por él, et cuida mal dél como cuidaba bien, et si otro

alguno ha culpa, apónenla a él. E non ha cosa que bien esté al

rico que mal non esté al pobre; ca si fuere esforzado dirán que

es loco, e si fuere franco dirán que es gastador, e si fuere

mesurado dirán que es de flaco corazón, et si fuere sosegado

dirán que es torpe, et si fuere fablador dirán que es parlero. Pues

la muerte es mejor al homne que la pobreza que face al homne

pedir con cuita, cuanto más a los viles escasos; ca el homne de

grand guisa, si le ficiesen meter la mano en la boca de la

serpiente e sacar ende el tósigo e tragarlo, por más ligera cosa

lo ternía que pedir al escaso. Et dicen quel que padesce grant

enfermedat en su cuerpo, tal que nunca la perdiese, o que

perdiese sus amigos e sus bien querientes, o que fuese en agena

tierra do non supiese casa nin albergue, nin hobiese esperanza

de se tornar, mejor le sería todo esto que pedir a los viles; que la

vida les es muerte e la muerte les es folgura. Et a las veces non

quiere el homne pedir seyéndole mucho menester, e fázel esto

furtar e robar, que es peor que pedir; ca dicen que más vale

callar que decir mentira, et mejor es la torpedad de la laceria

que la infamia, et mejor es la pobredat que pedir haberes

agenos.

«Et yo vi quel huésped, cuando sacó los maravedís de mi

cueva, que los partió con el religioso. E vi que puso su parte

dellos en una bosa a su cabecera, e hube cobdicia de haber

algunos dellos por que cobrase mi fuerza, e por que se tornasen

a mí mis amigos. E fueme, seyendo él adormido, fasta que

llegué acerca dél, e despertó a mi roído. Et tenía cerca de sí una

vara, e firióme con ella en la cabeza muy mal; e rastréme fasta

que entré en la cueva. Et después que se me fue amasando el

dolor que había, contendieron comigo la golosía e la cobdicia, e

vencieron me de mi seso. Et lleguéme con otra tal cobdicia

como la primera, fasta que fue cerca, e en veyéndome diome

otro tal golpe de cabo en la cabeza, que me cubrió de sangre. Et

fueme a tumbos, e rastréme fasta que fue en la cueva, e caíme

amortecido sin seso e sin recabdo.

«E hube tamaño miedo que me fizo aborrescer el haber, así

que cuando oía nombrar haber, había grant pavor e grand

espanto. Desí pensé e fallé que las tribulaciones deste mundo

non las han los homnes si non por golosía e por cobdicia, e

siempre están por ellas en tribulación e en laceria. Et vi que

había entre la escaseza e la franqueza grand diversidad, et vi

que más ligera cosa es meterse homne a las grandes aventuras e

al grand peligro, e a grand ocasión, e a luengas carreras, en

buscar el algo deste mundo, que parar su mano a pedir. Et vi

que non ha mejor cosa en este mundo que tenerse homne por

abastado con lo que ha. Et oí a los sabios decir que non es

ninguna obra tan buena como asmar, nin ningund temor de Dios

tal como retenerse de mal facer, nin ningund linaje como

buenas costumbres, nin ninguna riqueza como tenerse por

abastado con lo que Dios le da. E dicen que la cosa que el

homne con mayor derecho debe sofrir es aquella que por

ninguna guisa non puede mudar.

«E dicen que la obra más santa es piedad, et raíz del amor es

la fianza, et el más provechoso entendimiento es saber lo que

fue e lo que ha de ser, e dejarse homne de grado de las cosas

que non haberá por ninguna guisa. Así que torné mi facienda a

tenerme por pagado e por abastado de lo dije había, e mudéme

de la casa del religioso al campo; e había una paloma por

amiga, e por el amor suyo me fue echado este cuervo, e fizo me

saber el gran amor que te tenía e como se quería venir para ti, e

hube sabor de te venir ver con él. Et non quise venir solo, ca

non es ningunt alegría en este mundo que empareje con la

compañía de los amigos, nin es ninguna tristeza deste mundo

que empareje con perder los. Et probé e sope que ninguno non

debe querer deste siglo nin buscar más de cuanto le cumpla, con

que perda pobredat et que non sea mal traído. Et si a un homne

diesen todo este siglo con cuanto en él ha, non le faría pro sinon

lo poco, tanto que non hobiese menester lo ageno, que todo lo ál

en sus lugares se queda, e non ha dello, si non la vista del ojo,

así como otro homne cual quier. Et vine con el cuervo con este

acuerdo, et yo ser te he amigo e compañero, e tú otrosí quiero

que en tal lugar me tengas.»

Et pues que hubo acabado el mur lo que decía, respondió el

galápago muy blandamente e a sabor, e díjole: «Ya oí lo que

dejiste muy bien, empero véote estar así como triste, e

remiémbraste de cosas que tienes en el corazón; e por que aquí

eres connusco en ageno lugar non seas de tal acuerdo, e déjate

ende e sepas que el buen decir non se acaba si non con las

buenas obras. Ca el enfermo que sabe su melecina cuál es, si

non se melecina con ella non se aprovecha de otra ninguna nin

siente folgura nin alibiamiento; onde ha menester que uses de tú

entendimiento e de tu saber. Et non hayas pesar por que hayas

poco haber; ca el homne de noble corazón a las veces honran lo

los homnes sin haber, así como el león que es temido maguer

domado sea; e el rico que non es de noble corazón, non le tiene

pro su haber, así como el can que es menospreciado de los

homnes, maguer que traya collar e sonajas.

«Et pues non tengas por grand cosa en tu corazón ser en

agena tierra, ca el homne entendido non es estraño, en ningund

logar, seyendo vivo de grand corazón, así como el león, que non

va a ningund logar que su fuerza non lleve consigo, con la cual

vive do quier que vaya. E amonesta tu alma a bien, por que sea

digna e meresciente de bien. Et sepas que cuando esto ficieres

venir te ha el bien buscar de todas partes, así como busca el

agua el lugar más bajo de la tierra. Et el hombre bien enviso

nunca puede mal caer en ningunt logar que sea, e non cae mal si

non el homne malo perezoso, como la muger mala que non se

paga con el viejo por marido. E non hayas pesar por decir: «Era

señor de grand algo e non he nada; ca el haber et todo el algo

deste siglo todo ha de fenescer. Et el haber aína viene e aína se

va, así como la pella que se alza muy aína, e desciende más

aína.

«Et dicen los sabios que algunas cosas son que non han

fermedat nin turan; la una es sombra de las nubes, e otra es

amistad de los malos, e otra es la fama mintrosa, e la otra es

grand haber; et non debe el homne entendido alegrarse por

grand haber, nin haber pesar por lo poco; mas el su haber con

que se debe alegrar e su entendimiento. Et non debe descuidarse

del otro siglo, e de facer por que haya bien de Dios; ca la

muerte non viene si non a so hora e sin sospecha, e non ha

plazo sabido. Et tú puedes bien escusar mi castigo, et sabes bien

que es tu pro; empero tengo por bien de te decir lo que te debo,

e de te ayudar a las buenas obras, e tú eres buen amigo e

hermano, e todo cuanto tenemos tan bien como para nos es para

ti.»

Cuando el cuervo oyó esto que decía el galápago, e cómo

respondió al mur tan bien e tan sabrosamente, plógole et

alegróse por ende, et díjole: «Alegrate, que fecho me has grand

bien et siempre lo feciste así. Et otrosí te debes alegrar con

amor de tal mur tan sesudo e tan franco e tan bueno, ca los

homnes que más sabrosa vida e más alegría han, son los que

nunca se quitan de sus buenos amigos. Ca el homne de buena

parte, si trompieza, non se levanta si non con los homnes de

buena parte, así como el elefante, que si cae en el lodo non lo

sacan si non los elefantes. Et el homne entendido siempre es

conoscido su buen facer; e maguer que mucho sea, e maguer

que se meta a grand peligro, e non le es tenido esto por aleve;

mas sepa que ame más lo que ha de durar que lo que ha de

fenescer, e que ha comprado lo más por lo menos e se alegra

con ellos; e non es contado por rico quien de su haber non face

parte; onde non es contada pérdida la que ganancia trae, nin es

contada por ganancia la que pérdida trae.» E díjole muchas

cosas e muchas buenas razones e fazañas para afirmar su amor

con el mur.

E estando así fablando el cuervo, asomó contra ellos un

gamo andando, e espantáronse dél; e saltó el galápago en el

agua, e metióse el mur en la cueva, e voló el cuervo e posó en el

árbol. E llegó el gamo al agua e bebió della. Desí alzó la cabeza

muy espantado; e voló el cuervo por el aire por catar si vería a

alguno que buscase al gamo e non lo vido. E llamó al galápago

e al mur que saliesen e díjoles: «Non hay cosa que pesar nos

faga, e non temades.» E salieron e ayuntáronse. Dijo el

galápago al gamo cuando lo vido catar al agua e non se allegaba

a ella: «Bebe si has sed, e non temas, que non hay por qué.» E

llegóse el gamo a él e salváronse, e díjole el galápago: «¿Dónde

vienes?» Dijo el gamo: «Estaba paciendo en este campo, e

siguieron me los ballesteros de un lugar en otro, e vi hoy un

viejo, e hube miedo cuidando que fuese venador, e vine

fuyendo mucho espantado.» E dijo el galápago: «Non temas,

que non vimos nunca en esta parte venador; pues sey conusco e

dar te hemos nuestro amor e habrás aquí buena morada, et aquí

es el pasto cerca de nos.» Et el gamo hubo sabor de su

compañía, e estovo con ellos.

E había un parral do se acogían e se ayuntaban, e se

solazaban e denuciaban sus cosas. Desí ayuntáronse un día el

cuervo e el galápago e el mur so el parral, e tardó el gamo. E

ellos atendieron lo una hora e non vino. Et hobieron grant

cuidado de su tardanza e hobieron temor que le acaesciera

alguna cosa. E dijeron al galápago e el mur al cuervo: «Vuela e

cata aquí aderredor de nos.» Et el cuervo voló a todas partes et

vio al gamo yacer en unos lazos e descendió luego e llegó se a

él e díjole: «Amigo, ¿quién te echó en estas sogas e en esta

tribulación seyendo tú tan sabidor e tan ligero?» E dijo: «¿Qué

pro ha homne en ser ligero con las aventuras encubiertas que

non son vistas?»

Et en departiendo asomaron el galápago e el mur. Dijo el

gamo: «Non feciste bien en venir amos acá, que el venador, si

allegare, et hobiere el mur acabado de tajar los lazos, escaparía

yo e fuiría el mur a muchas cuevas que están por aquí, e el

cuervo volaría, e tú que eres cosa pesada, non te ayudarías de

nada, e nos habríamos duelo de ti.» Dijo el galápago: «Non es

contado por entendido nin por vivo quien a la hora que se

parten dél sus amigos non se puede ayudar de consolación. E

una de las cosas que ayudan al homne a consolarse de sus

cuidados e asosegar su corazón a la hora que le acaescen las

tribulaciones es verse con su amigo, e apurar cada uno dellos al

otro su voluntad, e acorrerse en las cuitas. E cuando el amigo se

parte del otro pierde su alegría, e pierde la lumbre de sus ojos.»

E ante que acabase el galápago de decir su razón, asomó el

venador; e en esto había el mur tajado la red al gamo, et

estorció el gamo de los lazos e voló el cuervo, e metióse el mur

en la cueva. E desque llegó el venador e vido cortados los lazos,

maravillóse, e non vido si non el galápago, et tomólo, et atólo e

levólo.

E ayuntáronse el cuervo e el mur e el gamo, e vieron levar al

galápago, e hobieron por ende grand pesar. E dijo el mur:

«Desque habemos pasado una tribulación, luego caemos en

otra; e cómo dijo verdad el que dijo que mientra está el homne

aventurado viénenle las cosas a su guisa; e desque comienza a

caer, todavía va de mal en peor. E la mi ventura que departió

entre mi compañía e mis fijos e mi haber e mi lugar, non se

ternía por pagada fasta que partiese entre mí e entre la compaña

del galápago en que yo vevía, cuyo amor non era por galardón,

nin por merescimiento, mas por su nobleza de corazón e lealtad

e buen entendimiento, cuyo amor era mayor que non había el

padre con el fijo. Et tal amor non le puede departir salvo la

muerte. Et este cuerpo que es siempre a las tribulaciones, que

siempre está en movimientos e en angostura, así que ningún

placer non le dura nin le finca con él, así como non dura al

ascendente de las estrellas su asención nin al descendente su

descención, mas siempre se mudan el ascendente en

descendente e el descendente en ascendente, e el oriente en

ocasu, e el que es en ocasu en oriente. Et este dolor me face

membrar todos mis dolores, así como la llaga que sobre sana e

le acaesce ferida, que se le ayuntan dos dolores, un dolor de la

ferida e otro de la llaga que se refresca.»

Dijeron el cuervo e el gamo al mur: «Nuestro dolor e el tuyo

uno es, e maguer mucho se diga non le tiene pro al galápago;

deja esto e busca algund arte con que salgamos desto en que

somos; ca dicen que los esforzados non se prueban si non

cuando lidian, nin los fieles si non en dar e en tomar, nin los

fijos e la familia si non cuando la pobredat, nin los amigos si

non cuando las cuitas.» Dijo el mur al gamo: «Veo por bien que

vayas e estés en el camino por do ha de pasar el venador, e que

te eches así como que estás llagado e muerto, et verná el cuervo

e posará sobre ti e fará como que come de ti; et yo iré siguiendo

al cazador tanto que sea cerca dél, ca fío por Dios que si te él

viere, que dejará la ballesta e la red e el galápago, e irá a ti por

te tomar. Et cuando fuere cerca de ti, comenzarás a fuir poco a

poco de guisa que non se desfucie de ti, e velo atendiendo. Et

yo punaré de cortar la red, e fío por Dios que ante que él torne

habré yo cortado las cuerdas al galápago, e irme me he con él e

que tornaremos a nuestro lugar.»

E fizo el gamo así como dijo el mur, e siguiólos el venador

grant pieza, e el mur tajaba en tanto los lazos del galápago. E

desque el venador non pudo haber al gamo, desfucióse dél e

tornóse, habiendo ya el mur las cuerdas tajadas e el galápago

ido. Cuando esto vio el venador, e vido sus cuerdas tajadas, e

pensó en el fecho del gamo que se le mostrara, e del cuervo que

se posó sobre él, e como que comía dél, e como le tajaran en

antes sus cuerdas en que yacía el gamo, espavorescióse e dijo:

«Esta tierra es de fechiceros o de dimonios.» E echó todo lo que

traía e tornóse espantado, que non volvió cabeza a ninguna

cosa. E ayuntáronse el cuervo e el gamo e el galápago e el mur

en su parral, salvos e seguros.

Dijo el rey al filósofo: «El arte de las más flacas bestias

llegó a tanto en se ayudar unos a otros, en ser leales e pacientes.

E como estorcieron los unos por los otros de grand tribulación,

cuanto más lo deben facer los homnes en ayudarse los unos a

los otros, e estorcerán de las ocasiones e tribulaciones que en el

mundo son e acaescen.»

Capítulo VI

De los cuervos e de los búhos. Es ejemplo del enemigo que muestra

humildat e gran amor a su enemigo, e se somete fasta que se apodera

dél, e después le mata

Dijo el rey al filósofo: «Ya entendí este ejemplo. Dame

agora ejemplo del homne que se engaña en el enemigo que le

muestra humildat e amor.» Dijo el filósofo, al rey: «El homne

que es engañado por su enemigo, maguer que le muestre

grand homildat o grand amor e grand lealtad, si se segura en

él, contescer le ha lo que contesció a los búhos e a los

cuervos.» Dijo, el rey: «¿E cómo fue eso?»

E dijo el filósofo: «Dicen que en un monte había un árbol

muy alto e muy grueso, e era muy espeso, lo más que

pudiese, de ramos e de fojas. Et había en él nidos de mil

cuervos, et habían un rey de sí mismos. Et había en aquel

monte muchos nidos de búhos, et habían otrosí un rey de sí.

E salió el rey de los búhos una noche por la enemistad que

entre los cuervos e los búhos siempre hubo, e corriólos a

tanto que mató dellos e llagó muchos dellos. E después que

amanesció ayuntáronse los cuervos e díjoles el rey: «Ya

vedes que habemos pasado e sofrido de los búhos, e cuántos

amanescieron de nos muertos, e otros alas quebrantadas, e

otros mesados. E lo peor que nos acaesció dellos es que son

atrevidos ya a nos, e saben nuestro lugar; onde es menester

que vos acordedes e que paredes bien mientes en nuestra

facienda.»

Et había en estos cuervos cinco dellos a que todos los

otros cuervos conoscían mejoría en consejo, e por quien se

guiaban e con quien se acorrían en sus cuitas, e con quien el

rey se consejaba, e por cuyo consejo facían lo que habían de

facer. Dijo el rey al primero de los cinco: «¿Qué tienes por

bien en esto?» Dijo el cuervo: «El consejo que a mí paresce,

muchas veces se adelantaron a él los sesudos que fueron ante

que nos, que es que al enemigo con que homne non puede,

non hay otro consejo si non fuir dél.» Desí dijo el rey al

segundo: «¿Qué vees tú?» Dijo: «Lo que éste conseja non lo

tengo yo por seso, que hermemos nuestros lugares e que nos

sometamos a nuestros enemigos por la primera mal andancia;

mas acordemos nos e aparejemos nos contra nuestros

enemigos, e pongamos nuestras atalayas e nuestras guardas

entre nos e ellos, e guardemos nos de sobrevienta otra vez. E

si vinieren contra nos, lidiemos, así que mataremos dellos

algunos.

Desí dijo el rey al tercero: «E tú, ¿qué es tu consejo?»

Dijo: «Non tengo por seso lo que estos amos dijeron, mas

tengo por bien de aguciar nuestras atalayas e nuestras

escuchas entre nos e nuestros enemigos, e veamos si

rescebirán de nos paz o parias, que les demos alguna cosa, e

será bien, e así perderemos miedo dellos e seremos seguros

en nuestros lugares. Et uno de los buenos consejos que es

para los reyes es que si su enemigo es más fuerte, e se

temiere de rescebir daño e perder sus pueblos, que faga de los

haberes escudos para los pueblos e para las tierras.»

Et después que acabó el tercero su razón dijo el rey al

cuarto: «E tú, ¿qué tienes por bien desta paz que éste dice?»

Dijo: «Más tengo por bien de dejar nuestros logares e sofrir

extremidad e vida lazrada, ca nos es mejor que non aviltar

nuestro linaje e someternos al enemigo de quien somos más

nobles. E aun sé yo bien que maguer que gelo

demostrásemos, non nos lo rescebirán si non con grandes

posturas. Et dicen: «Date a tu enemigo algund poco, e

haberás dél lo que quisieres; e non te le des todo, ca se

atreverá contra ti, e someter se le han tus mesnadas.» Et esto

es así como la viga que está parada en el sol, e si la irguieren

un poco, acrescerá su sombra, e si más de su derecho la

enclinares, menguará su sombra. E nuestro enemigo non se

terná por contento de nos con menor enclinamiento; onde el

consejo es esquivar esto e sofrir.»

Dijo el rey al quinto: «E tú, ¿qué tienes por bien: la paz o

la lid, o fuir, o ál?» Dijo: «Digo vos que non es en guisa de

lidiar con aquel que non se semeja en fuerza e en valentía; ca

el que se atreve contra su enemigo teniéndolo por flaco,

engáñase, e quien se engaña apodera a otri en sí. Et yo temo

mucho los búhos e ante que ellos viniesen a nos, todavía los

temía; ca el homne entendido non se segura en su enemigo,

maguer que poco poder haya, e maguer que sea solo, non se

segure en su arte. E los más delibres homnes son aquellos

que non quieren facer su facienda por lid, mientra que otra

carrera fallan; ca la despensa que se face en la lid es de las

almas, e en las otras cosas es la despensa de los haberes.

Onde lidiar con los búhos non querades facerlo, que quien

lidia con el elefante e non ha fuerza, él trae la muerte a sí

mesmo.»

Dijo el rey: «Pues ¿qué tienes por bien?» Dijo: «Que te

consejes, que el rey que se aconseja vence en consejándose

con los entendidos e con los leales de su casa, mas que otro

rey con sus mesnadas e con su grand poder. Et el rey enviso

acresce su consejo en consejándose con su compaña, así

como acresce el agua de la mar con los ríos que caen en ella.

Et los reyes non deben cesar de facer su facienda e facienda

de sus enemigos, e parar e mostrar las cosas a su corazón, e

pasar e atreverse a las cosas o foírlas segund su corazón

mostrare, e consejarse con sus vasallos leales o con aquellos

en que fían. E tú, señor, por la bondad e la nobleza que te

Dios dio, eres el rey que de mejor consejo sea e el que mejor

mantiene sus pueblos; e tú mandástenos consejo en cosa atal

que non podemos estar que te non respondamos. Et yo

responderte he alguna cosa dello en poridat, e lo que me non

aborrece diré consejeramente: que así como non tengo por

bien la lid, otrosí non tengo por bien someter nos e dañarse et

ser soseido del siglo; ca el entendido por mejor tiene la

muerte muriendo honrado e guardando, su derecho, que la

vida viviendo sometido e soseido. E tengo por bien que non

lo pongas en traspaso, que es raíz de la pereza. E lo que

quiero que sea poridat téngolo en poridat; ca dicen que los

reyes non vencen si non seyendo envisos, e ser enviso es

celar las poridades. E la poridad non es descubierta si non por

cinco personas: por el señor, o por los que le consejan, o por

los mandaderos, o por los que la oyen, o por los que veen qué

se fará por ende. E quien encubre su poridat logrará por la

celar una de dos cosas, o vencer lo que quiere o estorcer del

daño della, si non recabdare lo que le es menester. Et el

homne a quien acaesce alguna tribulación non se puede

esquivar de se aconsejar con el leal homne; que el homne

entendido, maguer que sea de buen seso e de buen consejo e

de buen acuerdo, acresce su entendimiento e su consejo

consejándose, así como acresce el fuego en la luz e con la

grosura e con el olio. Et el homne que se quiere consejar debe

concordar con aquel que se conseja, en el buen acuerdo; e

débelo contrastar por el malo con mansedumbre e con falago,

e debe usar su acuerdo en las cosas dubdosas fasta que se le

enderecen las cosas.

«Et debe el homne a aquel que le demanda consejo, que

gelo dé el mejor que pudiere e sopiere, e que lo desengañe de

su facienda; et si viere que la trae mala, que gela desvíe; et si

viere que yerra en alguna cosa, que lo desvíe e que le muestre

su yerro e que non le conseje fasta que lo cate bien e que lo

asme bien. Et cuando non fuere tal el consejador, es enemigo

de aquel que le demanda consejo e de sí mismo. Et si aquel

consejero tal non fuere contra el que se aconseja con él, es tal

como el homne que conjura al diablo por meterlo en alguno,

et si bien non le sabe conjurar, entre el diablo en él mismo. Et

cuando el rey toviere bien sus poridades, e se consejare con

sus privados leales, e fuere temido de sus pueblos e muy caro

en non saber ninguno su corazón, e que galardone bien al que

le ficiere servicio, e que escarmiente al que ficiere mal, e que

sea mesurado en su despensa, con estas cosas le puede durar

la merced que Dios le fizo.

«Et las poridades, señor rey, son e hay de dos grados: hay

poridat que la deben saber muchos, e hay poridat que la non

deben saber si non dos homnes. Et tengo por bien que non

sepan esta poridat tan alta si non cuatro orejas e dos

lenguas.» E el rey apartóse con él e demandó le consejo e

preguntóle primeramente por qué fue la enemistad entre los

cuervos e los búhos. Dijo el cuervo: «Señor, sabed que la

enemistad entre los cuervos e los búhos fue por una palabra

que dijo un cuervo.» Dijo el rey: «¿E cómo fue eso?» Dijo el

cuervo: «Dicen que todas las aves quisieron haber rey a que

diesen su poder, e acordaron de facer rey a uno de los búhos;

et estando en esto asomó un cuervo de alueñe, e dijo una

dellas: «Esperemos fasta que venga este cuervo, e demandar

le hemos consejo.» E llegó el cuervo a ellos, e demandaron le

consejo, e dijeron le de como acordaban de facer al búho rey.

Dijo el cuervo: «Si todas las aves fuesen muertas e

perdidas e aterradas, e muriesen los pavones e las grúas e las

ánades e las palomas e todas las otras aves, non estaríades en

tan grand cuita en facer reinar al búho, que es la más laida

ave e la más fea e de peor donaire e de menos seso e la más

sañuda e de menos piedat e de mayor saña; e ha grand

enfermedat durable que non vee nada de día, e lo peor della

que es de mala mantenencia. Et non tengo por bien que él sea

rey si non lo ficiéredes de una guisa, que lo fagades rey e que

non fagades nada por su mandado nin por su consejo, así

como fizo la liebre que se alabó que la luna era su rey.»

Dijeron las aves: ¿E cómo fue eso?»

Las

liebres y

la fuente

de la luna

«Dijo el cuervo: «Dicen que en una tierra de elefantes

aportaron años de seca, e menguó el agua en aquella tierra, e

secáronse las fuentes; e hobieron los elefantes muy grand sed,

e querelláronlo a su rey. E envió el rey de los elefantes sus

mandaderos e sus atajadores a recabdar agua, e tornóse para

él un su mandadero e díjole que en lugar señalado fallara una

fuente que es llamada la fuente de la luna, e había y mucha

agua. E fuese el rey de los elefantes con toda su compaña

aquella fuente para beber della. E había en aquella tierra

muchas liebres, e estragáronlas los elefantes dentro en sus

cuevas, e murieron las más dellas. Et ayuntáronse las que

fincaron con su rey, e dijéronle: «Bien sabedes lo que nos

avino del rey de los elefantes; pues dadnos consejo e remedio

ante que torne a esta tierra otra vegada e nos mate a todas.»

Dijo el rey: «Diga cada una de vos su consejo e su seso.»

«Et vino una liebre dellas, que había nombre Feyrus, e

conoscíala el rey por de buen acuerdo e de buen consejo, e

dijo: «Si lo por bien toviéredes, señor, enviadme a los

elefantes, e enviad comigo un fiel, e vea lo que faré e que

diré, e decir lo ha a vos.» Dijo el rey: «Tú eres mío fiel, e yo

pagado só de tu consejo, e creer te he de lo que me dijeres.

Pues vete para los elefantes, e diles de mi parte lo que

quisieres, e faz tu seso. E sey blando e manso, quel buen

mandadero ablanda er corazón si mansamente fabla.» Et

fuese la liebre una noche en que facía lunar, fasta que llegó a

do eran los elefantes. E non quiso llegar a ellos por que la

non pisasen con los pies, e subióse encima de un monte muy

alto. E llamó al rey de los elefantes por su nombre, et díjole:

«La luna me envió para vos, e el mandadero non debe ser

culpado maguer que departa palabas bravas.»

«Dijo el rey de los elefantes: «¿Qué es la mandadería que

me traes?» Dijo: «Dice vos la luna que quien conosce cuánta

mejoría ha en su fuerza sobre los flacos, e se engañan por

esto los fuertes, su fuerza es cobardez e mala andancia contra

sí. Et porque sabedes cuánta mejoría ha la fuerza que habedes

sobre las otras bestias, fuestes atrevidos contra mí, e venistes

a la fuente que le dicen el mi nombre, e tomastes mi agua e

bebistes la, vos e vuestras compañas. Yo vos defiendo que

non vengades y más, e si non, yo vos cegaré e vos mataré. E

si habedes dubda desto que vos envío decir, id a la fuente, e

ahí fallaredes que yo seré convusco luego.»

«E maravillóse el rey de los elefantes de lo que le decía la

liebre, et fuese con ella para la fuente, e vido la luz de la luna

en el agua. Dijo la liebre: «Tomad del agua con vuestra

manga e lavad vuestro rostro, e adorad la luna e pedid le

merced que vos perdone.» Et cuando tomó del agua con su

manga, movióse el agua e semejóle que tremía la luna, e dijo

el elefante a la liebre: «¿Qué ha la luna? ¡Si se ensañó contra

mí porque metí la manga en el agua!» Dijo la liebre: «Así es

como vos decides.» E repentióse el elefante de lo que ficiera

e enclinóse a ella, e echó se en preses, e fízole pleito e

homenaje que nunca tornaría más en aquel lugar él nin los

otros elefantes.

Dijo el cuervo: «E de más de cuanto vos he dicho del

búho, es por natura falso e engañoso e terrero, e el peor rey sí

es el engañoso; e quien apodera al engañoso, acaescer le ha lo

que acaesció a la gineta e a la liebre que ficieron su alcalld al

gato religioso ayunador.» Dijeron las aves: «¿E cómo fue

eso?»

La gineta,

la liebre y

el gato

religioso

«Dijo el cuervo: «Yo había una gineta por vecina en una

cueva cerca de un árbol do había mi nido, e veíamonos

muchas veces, e fuemos vecinos grand tiempo. Desí perdíla,

e non sope dónde se fuera, e cuidé que era muerta. E vino una

liebre a la cueva de la gineta, non sabiendo qué se ficiera, et

moró ahí la liebre un tiempo. Et después tornóse la gineta a

su lugar e falló y la liebre, e dijo: «Este lugar mío es, pues

múdate ende.» Dijo la liebre: «Yo só tenedor del lugar;

prueba lo que dices e demándame por derecho.» Dijo la

gineta: «El logar es mío, e desto he pruebas.» Dijo la liebre:

«Menester habemos

alcalld.» Dijo la

gineta: «Cerca está

el alcalld de nos.

«Dijo la liebre:

«¿Dó es?» Dijo la

gineta: «Aquí cerca

deste río hay un

gato religioso.

Vayamos nos para

él, que es homne

que face oración e

non face mal a

ninguna bestia nin

come ál fueras

yerba.» Dijo la

liebre: «Pláceme.»

«E fuese la liebre con la gineta, e seguílos yo por ver qué

les judgaría. Cuando el gato vido la liebre e la gineta asomar

de alueñe, paróse en pie a orar; e maravillóse la liebre de lo

que vido de su bondad e de su homildad, e llegáronse cerca

dél, et non mucho de guisa que les non pudiese facer mal.

Díjoles el gato: «Yo soy muy viejo e non oyo bien. Llegad

vos a mí e oiré lo que decides, que non oyo, nin veo bien.»

Llegáronse a él e dijeron otra vez su razón. Dijo el gato:

«Entendido he lo que dejistes, e quiero vos consejar

lealmente ante; et mando vos que non demandés si non

verdat, ca el que demanda verdat barata bien e va adelante,

maguer que sea juicio contra él. Et el homne bueno non ha

deste mundo ninguna cosa nin ningund poder nin ningund

amigo, si non las buenas obras e non más. Et el homne

entendido debe demandar la cosa que ha de turar e que le

torne en pro del otro mundo. E que desprecie todo lo ál, ca el

homne de buen seso por tal ha el haber como el caedizo que

cae en el ojo, et las mugeres ajenas como las víboras, et lo

que quiere para sí, quiere para los otros homnes. E non cesó

de les pedricar e de se llegar a ellos e asolazarse con ellos,

fasta que saltó en ellos ambos e los mató.

«Et los búhos han en sí todas tachas malas, e lo más que

reina en ellos es traición e falsedad; pues non querades facer

lo reinar.» Las aves dejáronse de aquel consejo que habían

acordado, e oyeron e rescibieron lo que les dijo el cuervo, e

non ficieron rey al búho que era elegido para lo ser. Dijo el

búho al cuervo: «¡Cómo te has homiciado comigo muy mal, e

non sé por qué razón! E sepas quel azadón corta el árbol, e

renasce; e el espada taja la carne e quebranta el hueso, e

sobresana e suéldase; et la llaga de la lengua nunca sana. E

todo mal se puede amatar, ca el agua mata el fuego, et al

tósigo válele el atriaca, e al dolorido válele el conorte, e al

enamorado válele el departimiento, e la enemistad siempre

arde en el corazón. Et tal enemistad es puesta entre vos los

cuervos e nos, que nunca haberá fin mientra el mundo

durare.»

«Et fuese el búho muy sañudo. Desí repintióse el cuervo

por lo que le dijera además, e dijo: «Loco fuí en decir lo que

dije, et non era yo el ave que más debía trabajarse en pleito

del rey de las aves. Et por aventura otras aves vieron lo que

yo vi, e sopieron lo que yo sope, e dejáronse de lo mostrar

con miedo de lo que yo non temí, e parando mientes en lo

que yo non paré, ca el homne entendido, maguer que se fíe

por su fuerza e por su valentía e por su seso, non debe ganar

enemistad afeuciándose en su seso e en su fuerza, así como el

homne, maguer tenga la triaca e las melecinas, non debe

beber la vedegambre a fucia dellas, ca la bondad es dicha de

los que bien facen, e non de los que bien dicen; ca el que face

el fecho, si le menguare el dicho, mostrar se ha su bondad a

la prueba, e el que dice, maguer que bien diga, non gelo

alaban si non le cumple con el fecho. Et yo fuí loco en

atreverme a fablar en tan alta cosa non me consejando con

ninguno, et yo sé que el que demanda consejo a los sesudos e

a los homnes que sabe que lo desengañarán, fállase ende

bien, e non puede errar, e loa su cima de su facienda. ¡Ay!

¿Cómo pudiera yo escusar esto que hoy gané, e esta tristeza

en que só entrado?»

«Et aquesta, señor, es la razón por que se levantó

enemistad entre nos e los búhos.» Dijo el rey: «Ya entendí

esto, mas piensa en lo que nos es menester agora del acuerdo

en que somos.» Dijo el cuervo: «Ya sabes mi acuerdo en la

lid cuál es e cómo la aborrezco; mas cuido que por arte

podremos haber folgura desta laceria en que somos, ca

mucho aína puede homne haber por arte lo que non puede

haber por fuerza, así como ficieron los tres homnes que

engañaron al religioso cuando le llevaron el ciervo que traía.

Dijo el rey: «¿E cómo fue eso?»

El

religioso y

los tres

ladrones

Dijo el cuervo: «Dicen que un religioso compró un ciervo

para facer sacrificio, e llevólo consigo por una cuerda. E

viéronlo tres homnes engañosos, e consejáronse entre sí

cómo lo engañarían. Et fuéronse al camino por do él había de

ir, et paróse el uno delante e díjole: ¿Qué can es éste que traes

contigo? ¿Quiéreslo vender?» Et el homne bueno non

respondió, e fuese su camino al encontro con el otro. Et

díjole: «¿Queredes ir a cazar con este can?» Et después

encontróse con el otro. Et díjole: «Bien creo que éste, aunque

trae hábito de religioso, que non es así. Ca los religiosos non

traen canes.» Et pues que esto le hobieron dicho, non dubdó

si non que era can, et dijo en su corazón: «Por aventura aquel

que me lo vendió me encantó e me engañó.» E soltólo e

tomáronlo ellos e degolláronlo e partiéronlo entre sí.

«Et yo dite este ejemplo por que he esperanza que

habremos lo que querremos por arte e por engaño. Et tengo,

señor, por bien que fagas saña entre mí e ti ante toda tu

mesnada, e que me mandes picar e ferir atanto que me bañen

todo en sangre, e que me mesen todo, e que me echen a pie

de un árbol, e que vayas tú e tu mesnada a tal logar, fasta que

yo me venga para ti e te faga saber todo lo que hobiere

fecho.» Et el rey fízolo así facer, e fuese con sus cuervos al

logar que les dijo el cuervo. Desí vinieron luego esa noche

los búhos, e non fallaron a los cuervos, e non sintieron al

cuervo a pie del árbol. E temióse que se irían ante que lo

viesen, e que se habría atormentado de balde, et comenzó a

dar voces e gemir atanto que lo oyeron los búhos.

E después que lo vieron ficiéronlo saber al rey, e fuese el

rey con alguna compaña de los búhos, por le preguntar por

los cuervos. Cuando fue cerca mandó a un búho que le

preguntase quién era e dónde eran los cuervos. Dijo el

cuervo: «Yo so Fulán, fijo de Fulán, et vedes qué me han

fecho los cuervos.» Dijo el rey de los búhos: «Tú eres

privado del rey de los cuervos, e de su consejo; pues ¿qué fue

el pecado que feciste por que mereciste esto que te han

fecho?» Dijo el cuervo: «Mi mal seso me lo fizo.» Dijo el

rey: «¿E qué fué?» Dijo el cuervo: «Después que nos

vencistes, así como sabedes, demandó nos consejo nuestro

rey, e dijo nos: «¿Qué vedes por consejo?» Et yo era privado

del rey, et dije: «Yo veo que non podremos lidiar con los

búhos, ca son más valientes que nos e más esforzados. Do

vos por consejo que punedes por salir desta premia e que les

dedes parias si vos las resciben; si non, fuid por las tierras.»

E dijeron los cuervos que mejor es de lidiar convusco, e que

era peor para vos. E yo consejéles que se vos sometiesen, e

díjeles así: «Al enemigo fuerte e valiente non es cosa deste

mundo con que se contraste su fuerza, mejor que sometérsele.

¿Et non vedes que la paja non estuerce del fuerte viento si

non con su blandez, e por se tornar con él doquier que se él

torna?»

«E desobedecieron mi consejo e alabáronse que querían

lidiar, e sospecháronme e dijeron: «Tú eres contra nos, e nos

has engañado.» E menospreciaron mi lealtad, e ficieron me

esto que veis.» Et después que oyó el rey al cuervo, dijo a un

su privado: «¿Qué te paresce que fagamos a este cuervo?»

Dijo: «Non tengo por bien que razones con él, ca éste, por

que es de muy grand acuerdo, se fizo atormentar así. Et en lo

matar habremos espacio e folgura, e seremos seguros de su

falsedat, e habrán grant pérdida los cuervos en él, ca dicen

que el que tiene su enemigo en su poder e non se espacia dél

non loará la cima de su fecho.» Dijo el rey a otro su privado:

«A ti, ¿qué te semeja deste cuervo?» Dijo: «Mi consejo es de

lo non matar, que el homne deshonrado, maguer que enemigo

sea, razón es de haber homne piadat dél e que le deje a vida;

que el homne que ha miedo e demanda acorro, merece ser

segurado e acorrido; que las aventuras a las veces traen al

homne a tal estado que demande acorro a su enemigo e

metérsele en poder, así como la muger del viejo que fuyó e se

fue para él, maguer que lo quería mal.» Dijo el rey: «¿Cómo

fue eso?»

La mujer

del viejo

Dijo: «Dicen que era un mercadero rico, e era muy viejo, e

había una muger muy fermosa que él mucho amaba. Así que

una noche entró un ladrón en casa del mercadero, et él

estando dormiendo. Et su muger estaba despierta, et ella hubo

gran miedo del ladrón, e ella saltó con el marido en la cama

et abrazóse con él tan reciamente que le despertó. Et él dijo

entre su corazón: «¿Cómo me dio Dios esta buena andanza?»

Et entonce vio al ladrón, et sopo por qué le viniera, et dijo al

ladrón: «Toma cuanto podieres levar, e vete en buena hora, e

por que me has fecho que mi muger me abrace.»

Et desí preguntó el rey al tercero privado qué era su

acuerdo cerca de aquel cuervo. Dijo «Tengo por bien que lo

dejes vivir, e que le fagas algo, que él nos será gran cuidador

contra los cuervos; que una de las cosas con que se home

apodera de sus enemigos, es haber home algunos dellos por

vasallos, por que sean contra los que fincan; e recebir home

algunos de sus enemigos es majamiento de los que fincan, e

nace por ello discordia entre sí, et así como la discordia que

nació entre el diablo e el ladrón, maguer amigos e aparceros

eran; e por aquella discordia estorció el religioso.» Dijo el

rey: «¿Cómo fue eso?»

El diablo

y el

Dijo el privado: «Dicen que un religioso hobiera de un

rico home una vaca con leche que le diera; e en levándola a

ladrón su posada, siguióle un ladrón por gela furtar, e fizo compañía

en un camino con el diablo que andaba en forma de home.

Dijo el ladrón al diablo: «¿Quién eres?» Dijo: «El diablo: vo

en pos deste religioso por le afogar cuando dormiere.» Dijo el

ladrón: «Yo seguíle por le furtar aquella vaca que lieva.» Et

fuéronse amos en uno, fasta que llegaron a casa del religioso,

et el religioso entró en su casa e metió la vaca dentro, e cenó

e echóse a dormir. E el ladrón temióse que si esperase que el

diablo que iría a afogar al religioso, e que despertaría, et que

non podría furtar la vaca; así que habría perdido su afán et

que non levaría cosa. Dijo al diablo: «Súfrete un poco fasta

que yo furte la vaca, et después de yo salido ve e afógalo.»

«Et el diablo hubo miedo que si el ladrón fuese a furtar la

vaca, que despertaría el religioso, e que non podría acabar

cosa de lo que quería. Dijo entonces al ladrón: «Espera tú un

poco, fasta que yo afogue al religioso, et entonces podrás

mejor acabar lo que quieres.» Et non quiso el ladrón; et sobre

cuál comenzase primero, hobieron gran discordia; e

estudieron así en esta discordia atanto que llamó el ladrón al

religioso e le dijo: «Espierta, ca está aquí el diablo que te

quiere afogar.» Et llamólo el diablo, e díjole: «Este ladrón te

quiere furtar la vaca.» E despertóse el religioso e fuéronse el

ladrón e el diablo, et así estorció sin daño por discordia

dellos.»

Et desque acabó el tercero consejero su razón, dijo el

primero que diera consejo que matasen al cuervo:

«Engañados nos ha este cuervo e enartados con su palabra, et

vos querés menospreciar el buen consejo. Parad mientes así

como facen los agudos, e non vos engañen las palabras de

nuestro enemigo, nin vos destorbe vuestro fecho; ca los

homnes de cansada natura ablándanse sus corazones con lo

que oyen decir a sus enemigos de lisonja o de homildat. Et

engañan se en esto atanto que los llevan a mal, e creen más lo

que oyen que lo que saben, así como el carpintero que se

desmintió de lo que viera e sopiera, e creó la lisonja que oyó

e fue engañado.» Dijo el rey: «¿E cómo fue eso?»

El

carpintero

engañado

Dijo el búho: «Dicen que un carpintero había una muger

que amaba mucho, et enamoróse della un homne, et atanto

llegó la cosa que se hubo de saber, e fuele fecho saber al

marido e él quísolo probar. Dijo a su muger: «Yo quiero ir a

tal aldea alejos de aquí, a labrar con un rico homne, e estaré

allá algunos días, et guísame conducho que lleve.» E ella

plúgole e adereszógelo. E cuando anocheció díjole: «Cierra

bien tu puerta e guarda bien tu casa fasta que yo venga. «E

sallió ante ella; e ella parando mientes fasta que lo vio ir bien

lejos. Desí tornó él por otra parte e entró en casa, e metióse

so el lecho en que yacían él e ella.

Et luego ella envió por su amigo e díjole: «El carpintero

es ido a tal lugar, e tardará allá muchos días.» Et vino el

amigo, e dióle ella a comer e a beber, desí yógose con ella. E

habíase estonces adormido el marido so el lecho, e non sopo

cuándo entró el amigo. Et él, como estaba así dormiendo,

sacó el pie de so el lecho, e vídolo la muger e temióse, e dijo

a su amigo en poridat: «Pregúntame a voces e dime: ¿A cuál

quieres más, a mí o a tu marido? E yo non te querré

responder, e tú dirásmelo muchas veces fasta que te lo diga.»

Et el amigo fizo así, e ella díjole: «Amigo, ¿quién te metió en

demandar tal demanda? Ca quizá diré cosa con que te

pesará.» E él díjole: «Por el amor que ha entre mí e ti que me

lo digas.» E todo esto oyendo el carpintero e callaba por oír

lo que decían. E dijo ella: «Nos todas las mugeres non

amamos a los amigos si non por complir nuestras voluntades,

nin catamos a sus linages nin a ningunas de sus costumbres,

nin por otra cosa ninguna. Et desque complimos nuestra

voluntad non los presciamos más que a otros homnes; mas al

marido tenémoslo en lugar de padre e de fijos e de hermano,

e mejor aún; et mala ventura haya la muger que non ama más

la vida de su marido que su vida misma.

E desque esto oyó decir el marido a su muger, hubo

piedat, e creó que lo amaba de todo en todo, e non se quitó de

aquel lugar fasta que amanesció e se fue el amigo. E sallió él

de so el lecho e falló a su muger adormida; e asentóse cerca

della e comenzóla de aventar. E removióse ella por despertar,

e él díjole: «Por Dios, amiga. Dormid, ca mucho velaste esta

noche, e mucho lazraste. Et por buena fe, si non que me temí

de te facer pesar, yo matara aquel homne por lo que te fizo.»

Et vos guardad vos de creer lo que el cuervo dice, e sabed

que muchos enemigos hay que non pueden nocir a sus

enemigos de alueñe, et acércanse a ellos e vénganse dellos. Et

digo vos yo de mí que nunca tamaño miedo hube de los

cuervos como desque vi este cuervo e vos oí decir dél lo que

decides.»

E con todo esto non tornaba cabeza el rey de los búhos,

nin los otros sus privados, por lo que le decía. Et mandólo el

rey levar a su posada e honrarlo fasta que guaresciese de sus

llagas. Dijo el privado que consejaba su muerte: «Pues non lo

queredes matar, tenedlo en cuenta de enemigo temido, e

guardat vos dél; ca es sesudo e artero e engañoso, e creo que

él non quiere morar con nusco si non por buscar su pro e

nuestro daño.»

Et el rey en esto non tornó cabeza por lo que éste decía, e

mandó facer al cuervo mayor honra e mayor bien que ante. E

comenzó el cuervo a fablar cada día con los búhos, e decir les

cosas con que lo amaban e fiaban más por él. Desí dijo un día

a una compaña de los búhos, estando y el que consejaba su

muerte: «Diga alguno de vos de mi parte al rey que los

cuervos se han homiciado comigo de mala manera, e yo non

folgaré fasta que alcance mi derecho dellos. Et yo pensé en

esto, e veo que lo non podré facer nin podré con ellos,

seyendo yo un cuervo solo. Mas dicen algunos que el que de

buena voluntad se quema en el fuego, face a Dios grand

sacreficio, e nunca rogará a Dios por cosa que lo non oya. Et

si lo el rey por bien toviere, mande me quemar; desí rogaré a

Dios que me mude en búho, por tal que me vengue de mis

enemigos, e faré mi voluntad e compliré mi saña cuando me

mudare en forma de búho.»

Dijo el búho que consejaba su muerte: «Non me semejas

en el bien que muestras e en el mal que encubres, si non al

vino de buen olor e de buen color, e yace en él el tósigo

mortal, e cuando lo bebe el homne mátalo. ¿E tú dices que si

te quemásemos que se cambiaría tu natura? Non puede ser; ca

tú tornarías a tu sustancia e a tu raíz, así como fizo la rata,

cuando le dijeron que se casase con quien quisiese, con el sol

o con las nubes o con el viento o con el monte, e dejólo todo

e casó con un ratón.» Dijo el cuervo: «¿Cómo fue eso?»

La rata

cambiada

en niña

Dijo el búho: «Dicen que un buen homne religioso cuya

voz oía Dios, estaba un día ribera de un río, e pasó por y un

milano, et levaba una rata, e cayósele delante de aquel

religioso. E hubo piedat della, et tomóla e envolvióla en una

foja, e quiso la levar para su casa. Et temióse quel sería fuerte

de criar, e rogó a Dios que la tornase niña. E fizo la Dios niña

fermosa e muy apuesta; e levóla para su casa, e crióla muy

bien, e non le dijo nada de su facienda como fuera. E ella non

dubdaba que era su fija. Et desque llegó a doce años díjol el

religioso: «Fijuela, tú eres ya de edad, et non puedes estar sin

marido que te mantenga e te gobierne, e que me desembargue

de ti, por que me torne a orar como ante facía sin ningund

embargo. Pues escoge agora cuál marido quisieres, e casar te

he con él.» Dijo ella: «Quiero un tal marido que por ventura

non haya par en valentía e en esfuerzo e en poder.» Díjole el

religioso: «Non sé en el mundo otro tal como el sol, que es

muy noble e muy poderoso, alto más que todas las cosas del

mundo; e quiérole rogar e pedir le por merced que se case

contigo.»

«E fízolo así, e bañóse et fizo su oración. Desí oró e dijo:

«Tú, sol, que fueste criado por provecho e por merced de

todas las gentes, ruégote que te cases con mi fija, que me

rogó que la casase con el más fuerte e con el más noble del

mundo.» Díjole el sol: «Ya oí lo que dejiste, homne bueno, et

yo só tenudo de te non enviar sin respuesta de tu ruego, por la

honra e por el amor que has con Dios et por la mejoría que

has entre los homnes; mas enseñar te he el ángel que es más

fuerte que yo.» Díjole el religioso: «¿E cuál es?» Díjol: «Es

el ángel que trae las nubes, el cual con su fuerza cubre mi

fuerza e non me la deja extender por la tierra.» Tornóse el

religioso al lugar do son las nubes de la mar, e llamó a las

nubes, bien así como llamó al sol, e díjoles bien así como

dijo al sol. E dijeron las nubes: «Ya entendimos lo que

dejiste, e tenemos que es así, que nos dio Dios fuerza más

que a otras cosas muchas; mas guiar te hemos a otra cosa que

es más fuerte que nos.» Dijo el religioso: «¿Quién es?»

Dijeron le: «Es el viento que nos lieva a do quiere, e nos non

podemos defender dél.»

«Et fuese para el viento, e llamó lo así como a los otros, e

díjole la mesma razón. Díjole el viento: «Así es como tú

dices, mas guiar te he a otro que es más fuerte que yo, e que

puné en ser su egual e non lo pude ser.» Díjole el religioso:

«¿E quién es?» Díjole: «Es el monte que está cerca de ti.» Et

fuese el religioso para el monte, e díjole como dijo a los

otros. Díjole el monte: «Atal só yo como tú dices, mas guiar

te he a otro que es más fuerte que yo, que con su grand fuerza

non puedo haber derecho con él, e non me puedo defender

dél, que me face cuanto daño puede.» Díjole el religioso: «¿E

quién es ése?» Díjole: «Es un mur, ca éste me face cuanto

daño quiere, que me forada de todas partes.»

Et fuese el religioso al mur, e llamólo así como a los otros,

e díjole el mur: «Atal só yo como tú dices en poder e en

fuerza; mas ¿cómo se podrá guisar que yo casase con muger

seyendo mur e morando yo en covezuela e en forado?» Dijo

el religioso a la moza: «¿Quieres ser muger del mur, que ya

sabes cómo fablé con todas las otras cosas, e non fallé más

fuerte quél, e todas me guiaron a él? ¿Quieres que ruegue a

Dios que te torne en rata e que te case con él? E morarás con

él en su cueva, et yo requerir te he e visitar te he, e non te

dejaré del todo.» Díjol ella: «Padre, yo non dubdo en vuestro

consejo. Pues vos lo tenedes por bien, facer lo he.» Et rogó a

Dios que la tornase en rata, e fue así, et casóse con el mur, e

entró se con él en su cueva, e tornóse a su raíz e a su natura.

Et tú, traidor, falso, mintroso, atal serás, ca tornarás a tu

raíz e a tu natura.»

Et por todo esto non cató el rey nin los otros a este

ejemplo. Et díjol el rey de los búhos al cuervo: «Amigo leal,

non has menester que te quemes en fuego, ca nos te daremos

venganza de los cuervos, e más que venganza.» Et el cuervo

fue siempre entre ellos muy blando e muy manso, et cresció

la honra entre ellos al cuervo fasta que sanó e engordó e le

cresció las alas e guaresció, e sopo sus poridades e su

ardimento de los búhos, e todo lo que quiso saber de su fecho

dellos. Desí salióse a furto, e fuese para los cuervos, et dijo al

rey de los cuervos: «Dígote buenas nuevas, que he acabado

todo lo que quise para matar a los búhos. Mas finca lo que tú

e tus compañas debedes facer; e si fuéredes bien agudos e

sabidores en vuestro fecho, muertos son los búhos.» Dijo el

rey de los cuervos: «Nos faremos cuanto tú mandares.»

Dijo el cuervo: «Los búhos son en tal lugar, e ayúntanse

de día en una cueva del monte, e yo se do cerca de aquel

lugar hay mucha leña seca. Lleve cada un cuervo cuanto

pudiere llevar della a la boca de la cueva do ellos son de día,

et ahí cerca hay grey de ganado, e yo haberé fuego e echar lo

he ahí en la leña, e vosotros todos non cesedes de aventar con

vuestras alas e de soplar el fuego fasta que se encienda bien,

et cuantos y estudieren quemar se han, e los que dentro

estudieren afogar se han con el fumo.» Et ficiéronlo así, e

mataron a todos los que y estaban; desí tornáronse los

cuervos a sus lugares salvos e seguros.

Dijo el rey de los cuervos al cuervo: «¿Cómo podiste

sofrir de haber vida con los búhos? Ca los buenos non sufren

ser en compaña de los malos.» Dijo el cuervo: «Así es como

tú, señor, lo dices; mas el homne cuerdo, cuando se vee en

cuita que se teme de perder el cuerpo e los parientes, non ha

cosa que non debe sofrir por salir de aquella cuita e estorcer a

sí e a sus parientes e amigos de muerte.» Díjole el rey: «Di

me de sus entendimientos de los búhos.» Dijo el cuervo:

«Non fallé ninguno dellos sesudo, si non uno que consejaba

mi muerte, e eran de muy flaco consejo e de mal acuerdo que

nunca pensaron en ninguna cosa de mi facienda, habiéndoles

el de buen seso consejado, e desobedesciéronle e non

entendieron su mal nin creyeron al entendido. Et dicen que

conviene al rey de guardarse del homne en que ha alguna

sospecha, de lo non meter en su poridad, nin le debe mostrar

sus cartas, nin le debe dejar llegar al agua con que se lava,

nin a su lecho, nin a sus paños, nin a su bestia, nin a sus

armas, nin a lo que ha de comer, nin a ninguna de sus cosas.»

Dijo el rey de los cuervos: «Non murieron los búhos si

non por desdén e flaqueza de consejo.» Dijo el cuervo:

«Verdat es que pocos son los que vencen que non se

engreyan, et pocos son los que han sabor de las mugeres que

afrontados non sean, et pocos son los que mucho comen que

non costriben, et pocos son los que han malos privados que

en peligro de muerte non cayan.» Et dicen: «Non haya

esperanza en engreído e el desvergonzado de haber buena

fama, nin el falso de haber amigo, nin el mal enseñado de

haber nobleza, nin el escaso a varón en ser honrado, nin el

cobdicioso de non haber pecados, nin el rey que ha privado

nescio en durar su regno.» Dijo el rey: «Grand lacerio has

sofrido en facer vida con los búhos.» Dijo el cuervo: «El que

sufre alguna laceria esperando algund pro, débela endurar, así

como fizo la culebra que sufrió la rana cabalgar sobrella.»

Dijo el rey: «¿Et cómo fue eso?»

La culebra Dijo el cuervo: «Dicen que una culebra envejeció et

y las ranas enflaqueció, e non podía cazar et vínose para una fuente do

había muchas ranas de que ella solía cazar, e se mantenía

dellas. E echó se cerca de la fuente, a semejanza de triste e de

pesante. Díjole una rana «¿Qué has que estás triste» Dijo

ello: «¿E cómo non seré triste que la mi vida non era de ál, si

non de las ranas, et agora vino me grand ocasión de guisa que

non puedo comer nin tomar si non las que me dan en

limosna.» E fuese la rana, e fízolo saber al rey de las ranas, e

él vino le preguntar aquesto, e llegóse a ella e preguntóle:

«¿Cómo te acaesció esto que dices?»

Díjole: «Fuí en rastro de una rana por la tornar, e ella

metióse en casa de un religioso, et yo entré en pos ella, e la

casa estaba oscura. E estaba en la casa un niño. E cuidando

que mordía a la rana, mordí al niño en la mano et murió. E

salí dende fuyendo, et salió el religioso empos de mí, e

maldijo me, et díjome: «Así como mataste este niño sin culpa

ninguna con tu traición, maldígote que seas triste e

confondida, e que seas cabalgadura del rey de las ranas, e que

non hayas poder de tomar ninguna rana, si non las que te

diere su rey por limosna.»

«Et yo por ende vine a ti que cabalgues en mí, e de lo

rescebir, só placentera dello.» Et hubo el rey de las ranas gran

cobdicia de cabalgar en la culebra, e tovo que era grant honra

e grant nobleza, e cabalgó la unos días. Desí díjole la culebra:

«Ya vees que só mal aventurada, que non puedo comer de las

ranas si non la que tú me dieres. Pues mándame poner alguna

ración de que viva.» Dijo el rey: «Sí, me vala Dios, seyendo

tú mi cabalgadura, non puede ser que te non ponga yo algunt

vito de que te gobiernes e te mantengas.» Et mandóle dar

cada día dos ranas. Et pasó con esto e non le nució someterse

a su enemigo por vevir.

«Et yo otrosí sofrí lo que sofrí por la grant pro que nos

veno dello que hobimos venganza de nuestros enemigos.» Et

dijo el rey: «Agora veo que la fortaleza del engaño derraiga

al enemigo más que la fortaleza del fuego; que el fuego non

puede más quemar con toda su fuerza e con toda su calentura,

cuando da en el árbol, si non cuanto está más sobre tierra, et

el agua con su humidat e con su friura derraiga cuanto está so

tierra. Et dicen que cuatro cosas son que non se deben tener

en poco, por lo poco dellas, ca se puede pujar a lo mucho; et

son el fuego e la enfermedad e el enemigo e el debdo. Et yo

lo que fice fue por tu buen seso e por tu buena ventura. Et

dicen que cuando dos homnes demandan una cosa e la acaba

el uno dellos, tienen que aquél es de mayor seso; et si amos

son eguales en el seso, tienen por mejor aquel que la recabda

primero, e de mejor ventura.

«Et dicen que el que quiere contender con el rey enviso e

agudo, e sabio, que non se engree por bien que Dios le dé,

nin se desmaya su corazón por grant miedo, su muerte lo trae

por él, cuanto más si es tal como tú, sabidor de las cosas. Et

sabes do debes ser bravo, e do debes ser manso, e do debes

ser airado, e do debes ser pagado, e do debes ser apresuroso,

e do debes ser vagaroso, e que cates lo que es presente e lo

que es por venir e las cimas de tus fechos.» Dijo el rey al

cuervo: «Mas con tu buen seso e con tu consejo fue fecho, e

siempre por tal te conoscimos e por tal te razonamos. Et

dejiste como dice homne gracioso e leal, et acabate grant

fecho con mansedumbre e con ingenio e con buen

pensamiento, tanto que nos libró Dios de nuestros enemigos,

e feciste tal fecho que pocos son los que podrían facer. Et los

esforzados e los valientes, cuando llegan a la lid, entran con

diez o con veinte, e facen su buen fecho, e con tanto salen por

buenos. Et el homne blando agudo, tal como tú, mata con

sabiduría al rey de grant prez et de grant mesnada. Et este atal

face mayor daño a los enemigos que los mucho esforzados e

valientes; ca el consejo que de ti nasció, seyendo uno dellos,

fizo mayor daño en matar nuestros enemigos, que eran tantos

e tan dañosos, que la nuestra fuerza de todos. E de lo más que

me maravillo de ti, cómo moraste con ellos e sofriste tanto

pesar cuanto veías e oías, e non te moviste a ninguna

palabra.»

Et dijo el cuervo: «Señor, siempre me atove al tu buen

enseñamiento en acompañar al pariente e al estraño con

mansedumbre, e siguiendo su sabor e consentiendo al su

talente.» Dijo el rey: «A ti he por obrero, e a los otros priva

os por decidores, et fízonos Dios por ti grant bien e grant

merced. Et bien sepas que fasta que tú tornaste non nos sopo

bien comer nin beber nin dormir; ca dicen que el enfermo

non ha sabor de dormir fasta que guaresce; nin el que anda

camino a que el rey faz fucia de dar algo o de lo poner en

algunt oficio, fasta que gelo cumple, nin el homne que se

teme de su enemigo e que está a suerte de haber la facienda

con él, fasta que lo mata. Et dicen que el que pierde la fiebre

fuelga su corazón, et quien se descargó de la pesada carga

fuelga su hombro, et quien es seguro de su enemigo fuelga su

corazón.»

Dijo el cuervo: «Ruego a Dios, el que mató a tus

enemigos, que te apodere en tu regno, e esto que sea a

provecho de tu pueblo, et ellos que hayan parte en la alegría

que tú hobieres en tu reino.» Dijo el rey: «¿De qué vida era el

rey de los búhos?» Dijo: «El era muy desdeñoso e engreído e

perezoso, e presciábase mucho, e era de mal acuerdo, e sus

privados eran tales como él, si non aquel que consejaba mi

muerte.» Dijo el rey: «¿E qué viste dése por que entendiste

que era de buen seso?»

Dijo: «Por dos cosas: la una por que consejaba mi muerte,

e la otra por que consejaba lealmente a su señor e le non

celaba nadi maguer que le pesaba, nin fablaba a guisa de loco

nin de soberano, mas fablaba mansamente e cuerdamente, así

que a las veces le demostraba sus tachas mansamente de

guisa que le non ensañaba, e dábale ejemplos de otros, así

que conosciese el rey lo que estaba mal, e non fallaba carrera,

para ensañar se le. Et esta fue una de las cosas que le oí

consejar al rey: «Non te debes descuidar del fecho deste

cuervo, que muy grant fecho es, e tal que lo non acaban si

non muy pocos, nin se contrasta si non con muy grant

sabiduría; et es mucho aliviado, así, como el simio que non

sosiega una hora en ir e en venir, et es tal como el viento en

mudarse, et es tal como el amor del homne dioso, et en el mal

galardón e en el mal salto que el homne atiende de su ira, et

es así como la mordedura de la culebra, e en se ir más aína es

así como el destello de la lluvia.»

Capítulo VII

Del galápago e del simio; e es capítulo del que demanda la cosa antes

que la recabde e después la desampara

Dijo el rey al filósofo: «Ya oí este ejemplo. Dame agora

ejemplo del que alcanza la cosa en grant trabajo e grant lacería,

e desque la ha desampárala e déjala perder.» Dijo el filósofo:

«Más ligera cosa es recabdar la cosa que guardar la. Et quien

esto face acontescer le ha lo que acaesció al galápago que

quiso matar al simio, e desque lo tovo en su poder

desamparólo.» Dijo el rey: ¿E cómo fue eso?»

Dijo el filósofo: «Dicen que una compaña de simios había

un rey que decían que había nombre Tadis, e envejeció e

enflaqueció. Et alzóse en el reino otro simio que era mancebo,

et dijo a los simios: «Este es ya muy viejo, e non hay en él pro

ninguna, e non puede mantener el regno, nin es para ello.

Echad lo del reino, et faced a mí reinar, ca yo manterné bien a

vos e a vuestros pueblos.» Et los simios acordáronse con él en

esto, e echaron al viejo, e ficieron reinar al mancebo. Et fuese

el viejo a la ribera de la mar, e llegó a una figuera que y estaba,

e comenzó a coger de los figos, e cayéronsele de las manos

uno empos de otro, así que un día acaesció que se le cayó un

figo de la mano, e tomólo un galápago que ende estaba, e

comióselo. Et el simio, como es desvergonzado, hubo sabor de

echar le los figos en el agua, e comenzó el galápago de comer

los, e non dubdaba que el simio gelos echaba a sabiendas.

Et salió a él et abrazáronse uno con otro, e solazáronse e

fablaron en uno e posieron su amor, e estovieron amos desta

guisa un tiempo, que el galápago non tornó a su compaña nin

otrosí el simio se partía dél. Desí la muger del galápago fue

muy triste por la tardanza de su marido, e quejóse a una su

comadre e díjole la comadre: «Non te acuites, que me dijeron

que tu marido está en la ribera de la mar, e que ha por amigo

un simio e están ambos comiendo e solazándose, et por esto

tardó tanto que non veno, e non te pese dello, et olvídalo tú así

como él te olvida a ti. Pero si pudieres guisar como mates al

simio faz lo, ca si el simio muere, luego se verná tu marido

para ti e fincará contigo.» Et la muger del galápago estaba

triste, e lloraba, e non comía, et dejó se mal caer, atanto que

enflaquesció de mala manera.

Desí dijo el galápago al simio: «Yo me quiero ir a mi casa a

mi compaña, que he mucho tardado, e he morado aquí

mucho.» Et fuese para su posada, et falló a su muger en mal

estado, et díjole: «Hermana, ¿cómo te va, e por qué eres tan

desfecha?» E ella non le recudió. E desí preguntóle de cabo, e

respondióle su comadre por ella: «Tu muger está muy mal, e la

melecina que la podría prestar non la puede haber, e su

enfermedad es muy grave, e non ha cosa más fuerte que la

enfermedat e non haber melecina.»

Et dijo el galápago: «Pues dime tú qué melecina es, e por

aventura fallarla he.» Et dijo la comadre: «Nos conoscemos

esta enfermedat, e non ha otra melecina si non corazón de

simio.» Et dijo el galápago: «Esta es muy cara cosa de haber;

¿et dónde podría yo haber corazón de simio, si non fuese el

corazón de mi amigo? ¿Et en facer traición a mi amigo por

amor de mi muger non he ninguna escusación? Ca el debdo

quel homne ha con la muger es muy grande, e aprovéchase el

homne della en muchas guisas. Et yo débola más amar e non

dejarla perder.»

Desí madrugó et fuese allá con grant pesar, e comenzó de

pensar e de decir en su corazón: «Querer matar los amigos por

amor de una muger non es de las obras que a Dios place.» Et

fuese con este ardid fasta que llegó al simio e saludóle. Et dijo

el simio: «¿Qué te tovo de me non ver toda esta sazón?» Dijo

el galápago: «Non se me tovo de te venir ver, con cuanto deseo

he de ti, si non por vergüenza de ti, que tan poco te galardoné

el bien que me feciste, ca maguer que yo sé que tú non quieres

galardón del bien que me feciste, tengo me por adebdado de te

lo galardonar; ca la tu costumbre es de los buenos, que facen

bien a sus amigos, e que muestran en ello su bien facer.» Dijo

el simio: «Non digas así, que tú has fecho amas estas cosas a

mí, que tú comenzaste a facer por que só adebdado de te lo

galardonar, porque me consolaste cuando llegué aquí de mío

lugar, echado con muy grant deshonra, et me consolaste con

tus buenas palabras e alegre rostro e franco corazón, e fuísteme

amigo e buen compañero, e contigo me tollió Dios cuita e

pesar.»

Dijo el galápago: «Tres cosas son por que acaesce el amor

entre los amigos: la una es fiarse unos de otros, la otra es

comer en uno, la otra es conoscer sus parientes e su lugar, e

desto non hubo entre nos nada, e quería que fuese.» Dijo el

simio al galápago: «El homne debe solamente trabajarse por

haber algo por sí mesmo; que en conoscer la compaña del otro

non le ha pro; ca el que juega en somo del mástel cata e vee

muchas cosas más que los ojos non verían en los parientes.

Otrosí del comer que dices, las bestias se ayuntan a comer en

los establos e a beber, e non han amor en uno. Otrosí ir ver las

posadas; los ladrones se entran en las posadas, e non han amor

por ende.»

Dijo el galápago: «Por buena fe dices verdad, que el amigo

non quiere ál de su amigo si non su salud e su amor. Ca el que

quiere amor de los homnes por su pro, con derecha nescesidat

se habrá de enojar dellos; así como el becerro, que si acuita la

vaca mamándola, fácele ella mal e ha lo de ferir con su cuerno,

e sangriéntalo. Et lo que yo dije non lo dije si non por ser

sabidor de tu bondad e de tus buenas costumbres. Et más

quiero que me vayas ver en mi posada, que es en una isla

donde hay muchos frutales e muchos buenos árboles e saben

muy bien, et rescibe mi ruego.» Et el simio, en que oyó decir

de la fruta, hubo sabor della, e priso le grant cobdicia, et dijo:

«¿Cómo podré yo pasar esta mar tan grande?» Et dijo el

galápago: «Cabalga sobre mi espinazo e levar te he allá.» Et

saltó él en somo del galápago, et nadó el galápago con él fasta

que fue bien dentro.

Et comenzó de pensar en su corazón la traición e la

desconocencia que quería facer et dijo: «Muy fea cosa es esta,

e non merescen las mugeres que por ellas sea fecha traición, ca

debe homne fiar muy poco por ellas. Et dicen que el oro non se

prueba si non en el fuego, et la fieldad del homne en dar e en

tomar, e la fuerza de la bestia con la carga, e las mugeres non

hay cosa por que se conoscan.» Et cuando vio el simio que el

galápago se detenía, sospechó et dijo: «Non só seguro que el

galápago non se ha mudado del amor et de la amistad que me

había, e quiere me mal facer; ca non es ninguna cosa que más

liviana nin más mudable sea que el corazón del homne. Et

dicen que el homne entendido non se le encubre lo que tienen

en su corazón su compañía e sus fijos e sus amigos, en toda

cosa e en toda catadura e en cada palabra, e al levantar e al

asentar, e en cada estado; ca todas estas cosas testiguan lo que

yace en los corazones.»

Et comenzó a decir al galápago: «Amigo, ¿qué has que

estás triste, e qué te tiene de andar?» Dijo el galápago: «Estó

triste por que irás a mi posada e no la fallarás así como yo

querría; ca mi muger está doliente.» Dijo el simio: «Non estés

triste; mas busca físicos para ella, ca guarescerá e sanará.»

Dijo el galápago: «Dicen me los físicos que non ha otra

melecina por que se pueda melecinar si non corazón de simio.»

Et peso mucho al simio desto, e pensó en sí diciendo: «¡Cómo

me ha metido la cobdicia en mal lugar, seyendo yo tan viejo!

¡Oh, qué tamaña verdad dijo el que dijo: «El que se tiene por

pagado e por abondado con lo que le viene, vive salvo e

seguro, e el goloso cobdicioso siempre vive en cuita e en

tristeza e en lacerio!»; mas agora me es a mí menester mío

seso, et buscar carrera cómo salga deste lazo en que caí.»

Et dijo al galápago: «Amigo, debes saber que el leal amigo

non debe encubrir a su amigo su buen castigo nin su pro,

maguer que le faga daño. Et si yo esto hobiera sabido, trajera

comigo mi corazón, ca lo dejé allá do estaba, e diera telo por

que melecinaras tu muger con él.» Et dijo el galápago: «¿E non

lo traes contigo? ¿E cómo lo dejaste allá?» Dijo el simio:

«Habemos por ley todos los simios, que cuando alguno sale de

su posada, que deje y su corazón; empero si tú quisieres, traer

te lo he yo del lugar do es, si me tornares allá.» Et fue alegre el

galápago, por que tan de grado le daba su corazón, et tornóse

con él a la ribera, e saltó el simio en tierra, e subióse luego en

el árbol, e esperólo el galápago. Cuando vido que se tardaba

llamólo e díjole: «Toma tu corazón e vente para mí, ca mucho

nos detardamos.» Dijo el simio: «Veo que cuidas que só tal

como el asno que decía el lobo cerval que non tenía corazón

nin orejas.» Et dijo el galápago: «¿E cómo fue eso?»

El asno

sin

corazón

y sin

orejas

Dijo el simio: «Dicen que un león criaba en un lugar, e

estaba en él un lobo cerval que comía su relieve. Et ensarneció

el león tanto que fue muy flaco e muy atribulado, e non podía

venar. Et dijo el lobo cerval: «Señor, tu estado es ya mudado,

et non puedes ya venar. Esto, ¿por qué es?» Dijo el león: «Por

esta sarna que vees, e non ha otra melecina si non orejas e

corazón de asno.» Dijo el lobo cerval: «Yo sé un lugar do hay

un asno de un curador que trae sobre él los lienzos a un plado

aquí cerca de nos, et desque lo descarga déjale en el plado, et

fío por Dios que lo traeré, e tomarás sus orejas e su corazón.»

Dijo el león: «Fazlo si pudieres, ca mi melecina e mi salud es

eso.» Et fuese el lobo cerval, e llegó al asno e díjole: «¿De qué

estás tan magro, e de qué tienes estas mataduras en las

cuestas?» Dijo el asno: «Este curador falso me lo face, que se

sirve de mí continuamente, e me mengua la cebada.»

«Dijo el lobo cerval: «Yo te enseñaré un lugar muy vicioso

e muy apartado do nunca andovo homne, et hay unas asnas las

más fermosas que nunca homne vido, e han menester maslos

Dijo el asno: «Pues vayamos allá, que si por ál yo non lo

ficiere si non por la cobdicia del tu amor, esto me faría allá ir

contigo.» Et fueron se amos al león, et adelantóse el cerval e

fízogelo saber, et saltó el león en el asno detrás por lo tener.

Mas non lo pudo tener con la flaqueza que había, e salióse el

asno de entre las manos e fuese e tornóse a su lugar. Dijo el

lobo cerval al león: «Si a sabiendas dejaste el asno, ¿por qué

me feciste trabajar en lo buscar? Et si la flaqueza te lo fizo

dejar, que lo non pudiste tener, esto es aún peor.» Et sopo el

león que si dijese que a sabiendas lo dejara que sería tenido por

nescio, et si dijese que lo non pudiera tener que lo ternían por

flaco e por cansado, et dijo al lobo: «Si me tú tornares acá el

asno, decir te he esto que me preguntas.» Dijo el lobo: «Tengo

que el asno está escarmentado e non querrá venir otra vez, en

pero iré a él de cabo, si lo pudiere engañar para lo traer acá.»

«Et fuese para el asno. Et el asno cuando lo vido díjole:

«¿Qué fue la traición que me quesiste facer?» Dijo el lobo

cerval: «Quísete bien facer, e non fueste para ello. Et lo que

saltó en ti non era si non una de las asnas que te dije. Et como

vido asno non sopo en qué manera jugar contigo; et si tú quedo

estovieras un poco, diuso se te metiera.» Cuan el asno oyó

decir de las asnas moviósele su sabor, e fuese con el lobo

cerval al león, et saltó el león en él e prísolo e matólo. Desí

dijo el león al lobo cerval: «Yo quiero me bañar, desí comeré

las orejas e el corazón, e de lo ál faré sacreficio, que así me

dijeron los físicos; pues guarda tú el asno e desí venir me he

para ti.»

Capítulo VIII

«Et después que se fue el león, tomó el lobo cerval las

orejas e el corazón del asno e comió lo, a fucia que cuando el

león esto viese, que non comería nada de lo que fincaba, por

que lo temía por agüero. Et desque fue tornado el león díjole:

«¿Dó es el corazón e las orejas del asno?» Dijo el cerval:

«¿Non entendiste tú que el asno non tenía corazón nin orejas?»

Dijo él: «Nunca mayor maravilla vi que esta que tú dices.»

Dijo el lobo cerval: «Señor, non te maravilles, mas piensa que

si el corazón e las orejas hobiera, non tornara a ti la segunda

vez, habiendo le fecho lo que le feciste.»

«Et yo dije este ejemplo por que sepas que non só yo tal

como el asno; mas engañaste me con tu traición por me matar

e yo fícete otro tal, et estorcí por mi seso de la locura en que

era caído.» Dijo el galápago: «Verdad dices, ca el sesudo es de

poca palabra e de grant fecho, e conosce las obras antes que se

meta a ellas, e estuerce de las cuitas por su seso e por su arte,

así como el homne que cae en tierra con su fuerza, e con ella

mesma se levanta.»

Este es el ejemplo del homne que busca la cosa, e desque la

ha recabdado, dale de mano e déjala perder.»

Del religioso e del can; es el capítulo del home que face las cosas

rabiosamente, e a que torna su facienda

Dijo el rey al filósofo: «Ya oí este ejemplo e entendí lo;

pues dame agora ejemplo del homne que face las cosas sin

albedrío e sin pensamiento e a qué torna su facienda e cima.»

Dijo el filósofo: «El que non face sus cosas de vagar, siempre

se arrepiente, et esto semeja al ejemplo del religioso e del can

e del culebro.» Dijo el rey: «¿E cómo fue eso?»

Dijo el filósofo: «Dicen que en tierra de Jorgen, había un

religioso que había su muger, e estovo ella que se non

empreñó un tiempo, desí empreñóse, e fue su marido muy

gozoso, et díjole: «Alégrate, ca fío por Dios que parirás fijo

varón, complido de sus miembros, con que nos alegremos e

de que nos aprovechemos; et quiero le buscar ama que lo críe,

e buen nombre que le ponga.» Et dijo la muger: «¿Quién te

pone en fablar en lo que non sabes si será o non? Calla e sei

pagado con lo que Dios te diere; que el homne entendido non

asma las cosas non ciertas, nin judga las aventuras, ca el

querer e el asmar en solo Dios es, et sepas que quien quiere

contrastar las aventuras e judgar las cosas antes que sean,

acaescer le ha lo que acaesció al religioso que vertió la miel e

la manteca sobre su cabeza.» Dijo el marido: «¿Cómo fue

eso?»

El

religioso

que vertió

la miel y

manteca

sobre su

cabeza

Dijo la muger: «Dicen que un religioso había cada día

limosna de casa de un mercador rico, pan e miel e manteca e

otras cosas de comer. Et comía el pan e los otros comeres, e

guardaba la miel e la manteca en una jarra, e colgóla a la

cabecera de su cama, fasta que se finchó la jarra. Et acaesció

que encaresció la miel e la manteca, et estando una vegada

asentado en su cama, comenzó a fablar entre sí et dijo así:

«Venderé lo que está en esta jarra por tantos maravedís, e

compraré por ellos diez cabras, e empreñar se han, e parirán a

cabo de cinco meses.» Et fizo cuenta desta guisa, e falló que

fasta cinco años montaban bien cuatrocientas cabras. Desí

dijo: «Vender las he e compraré por lo que valieren cient

vacas, por cada cuatro cabras una vaca, et habré simiente, e

sembraré con los bueyes, et aprovechar me he de los becerros

e de las fembras e de la leche, et antes de los cinco años

pasados habré dellas e de la leche e de las mieses algo grande,

et labraré muy nobles casas, e compraré esclavos e esclavas;

et esto fecho, casarme he con una muger muy fermosa e de

grant linaje e noble, e empreñar se ha de un fijo varón

complido de sus miembros, e poner lo he muy buen nombre, e

enseñar le he buenas costumbres, e castigar lo he de los

castigos de los reyes e de los sabios, et si el castigo e el

enseñamiento non rescibiere, ferir lo he con esta vara que

tengo en la mano muy mal.» Et alzó la mano e la vara, en

diciendo esto, e dio con ella en la jarra que tenía a la cabecera

de la cama, e quebróse, e derramóse, la miel e la manteca

sobre su cabeza.

Et tú, homne bueno, non quieras fablar nin asmar lo que

non sabes que será.»

Desí parió la muger un fijo complido de sus miembros, e

fueron muy gozosos con él. Et acaesció un día que se fue la

madre a recabdar lo que había menester, e dijo al marido:

Capítulo IX

«Guarda tu fijo fasta que yo torne», e fuese ella. Et estovo él

y un poco, e antojóse le de ir a alguna cosa que hubo

menester, que non podía escusar, e fuese dende, e non dejó

quien guardase el niño, si non un can que había criado en su

casa. Et el can guardó lo cuanto pudo, ca era bien nodrido. Et

había en la casa una cueva de un culebro muy grande negro.

Et salió e veno para matar al niño. Et el can cuando lo vido

saltó en él e matólo, e ensangrentó se todo dél.

Et tornóse el religioso de su mandado. Et en llegando a la

puerta, salió lo a recibir el can con grant gozo, mostrando le

lo que ficiera. Et él, cuando vido el can todo ensangrentado,

perdió el seso pensando que había muerto a su fijo, et non se

sufrió fasta que lo viese, et dio tal golpe al can fasta que lo

mató e lo aquedó, e non lo debiera facer. Et después entró e

falló al niño vivo e sano, e al culebro muerto e despedazado, e

entendió cómo acaeciera, et comenzóse a mesar e a llorar e a

carpirse e a decir: «Mandase Dios que este niño non fuese

nascido, e yo non hobiese fecho este pecado e esta traición.»

Et estando en esto entró su muger et falló lo llorando. Et

díjole: «¿Por qué lloras et qué es este culebro que veo

despedazado e este can muerto?» Et él fizo gelo saber todo

como acaesciera, et dijo la muger: «Éste es el fruto del

apresuramiento, e del que non comide la cosa antes que la

faga, e que sea bien cierto della: arrepentir se cuando non le

tiene pro.»

Del gato e del mur

Dijo el rey al filósofo: «Ya oí este ejemplo del homne rabinoso,

qué es su cima. Pues dame agora ejemplo de los dos enemigos,

cómo se ayudan el uno del otro a la hora de la cuita, e cómo se

guardan.» Dijo el filósofo: «Conviene al homne, cuando cayere en

manos de sus enemigos, que pugne de haber amor con alguno

dellos, e tomarlo por amigo, para vencer con él los otros enemigos;

ca non puede ser que el amigo sea todavía amigo, nin el enemigo,

enemigo. El amigo, cuando le facen pesar, tórnase enemigo, et el

enemigo, cuando vee que le yace pro en su amigo, non finca en su

enemistad, e tórnase amigo leal. Et el homne sabio, a la hora de la

cuita, face amistad con sus enemigos, e al nescio ciérranse le todas

las carreras, así que non sabe razón nin manera por do estuerza,

fasta que peresce en nescedat. Et este es el ejemplo del mur e del

gato, los cuales se libraron uno a otro.» Dijo el rey: «¿Cómo fue

eso?»

Dijo el filósofo: «Dicen que en una tierra había un árbol muy

grande, que llamaban vairod, et había al pie dél muchos vestíblos, e

en sus ramas muchos nidos de aves. Et había a raíz deste árbol una

cueva de un mur, que había nombre Vendo, et allí cerca del árbol

había un gato, que había nombre Rabí. Et solían allí venir a menudo

los venadores e venar aquellos venados et cazar las aves de cerca de

aquel árbol. Así que un cazador armó sus lazos, e cayó y el gato. Et

en esto el mur salió de su cueva, e andovo buscando qué comiese; e

en reguardándose con todo esto, et catando a todas partes muy

apercebido, vido al gato estar en los lazos, et fue muy alegre. Desí

paró mientes empós desí, e vido un lirón que le vacía en celada, et

cató a suso e vido un búho en un ramo del árbol que lo estaba

aguardando por lo matar. Et temióse que si se tornase atrás que

saltaría en él el lirón, et si se fuese a diestro o a siniestro que lo

levaría el búho, et que si fuese adelante que lo prendería el gato; et

dijo en su corazón: Debo me ayudar del seso e de las artes de guisa

que estuerza deste peligro; ca los corazones de los sabios, mares

son profundos, e con ellos saben qué ha entre desamparar se homne

a muerte e entre trabajar se de escapar; et cuando son en el vicio

non se aseguran de los durar la vida nin se desamparan en la

tribulación e en la cuita. Et yo he pensado, e non fallo otra arte por

que estuerza deste mal, si non pedir tregua al gato e ganar su amor.

Ca él está en grant cuita, que lo non puede otro librar si non yo, et

por ventura dar me ha el gato tregua por su pro, e yo otrosí escaparé

por él deste mal a que só llegado.»

Desí llamó al gato e díjol: «¿Cómo estás?» Dijo el gato: «Ya

vees tú cómo estó; pues ¿por qué preguntas?» Dijo el mur: «Non te

mentiré, ca el mentir es cosa aborrescida; et por ventura bien

querría yo que fueses en mayor estrechura, et que llegase el tiempo

de la tu muerte. Mas es acaescido tanto de mal, que me non place

por que estás así, et non es ninguno que mejor me pueda librar

desto en que estó, e deste tan grant peligro en que estó, salvo tú; et

tú otrosí, non hay ninguno que mejor te pueda librar desto en que

estás, que yo. Ca yo estó en reguardo del lirón e del búho que me

están aguardando, et yo estó flaco que me les non podré amparar.

Et si tú me segurares de ti mesmo, e me fueres fiador de me librar

de los otros que me tienen cercado, librar te he yo desto en que

estás e estorcerás desta prisión. Et plégate desto, et ayúdame a

librar a mí e a ti; ca así como yo quiero tu vida por razón de la mía,

otrosí tú debes amar mi vida por razón de la tuya, así como escapan

los homnes de la mar por las naves, e las naves escapan por los

homnes, e así fío por Dios que escaparemos desta tribulación amos,

ayudando nos.»

Et después que esto oyó decir el gato al mur, sopo que decía

verdad, et díjole: «Verdad dices, e yo te guardaré esta merced por

siempre, e habré de te lo galardonar.» Et dijo el mur: «Déjame

llegar a ti, ca el búho e el lirón, cuando nos vieren atreguados,

tornar se han. Et cuando yo fuere seguro dellos, tajaré estos lazos

en que yaces.» Et fízolo así el gato, e asegurólo, e el mur llegóse a

él. Et cuando el búho e el lirón vieron esto, tornáronse de aquel

lugar. Et comenzó el mur a tajar la red nudo a nudo; et en veyendo

el gato que non era acucioso en lo tajar, dubdó dél et díjole:

«Amigo, ¿por qué non te apresuras en tajar la red? Por ventura que

acabaste ya lo tuyo e eres seguro, por esto lo faces. Et si así es, non

es fecho de homne justo. Et así como me yo apresuré en te librar, tú

otrosí debes te femenciar en librar a mí. Et si te miembras de la

enemistad antigua non lo debes facer; ca me has ya probado por

bueno, que otro o mejor debe ser loado. E non debes parar mientes

a la antigua malquerencia; ca los buenos non tienen mala voluntad,

mas son gradescedores del bien fecho; e la merced, segunt ellos

creen, amata los muchos pecados.»

Dijo el mur: «Los amigos son en dos maneras: el uno es amigo

puro, e el otro es el que face amistad de otro en hora de cuita e de

nescesidad. Onde el puro amigo debe amar al amigo más que a sí

mesmo, e a sus parientes e a su haber; ca es leal por naturaleza. Et

el otro, que se toma por hora de cuita, a las veces dura su amor e a

las veces desfácese. Et por ende conviene al homne cuerdo que se

guarde; ca el que pone amor con su enemigo e fía por él e non se

guarda dél, será tal como el homne que come más de lo que debe e

non lo sufre su estómago nin lo puede moler, e lazra con ello. Et yo

he compartido mi obra, e fíncame un poco por facer; ca toda obra

ha sazón e tiempo, et el que face la obra sin sazón e sin tiempo non

se aprovecha de su fruto. Et yo tajar te he esta red un nudo empós

otro, e dejaré un nudo por ser seguro de ti en guisa que le quiebres

Capítulo X

tú en tiempo que me non puedes alcanzar cuando salieres de la

red.» Et cuando amanesció veno y el cazador a aquel lugar; et el

mur, cuando lo vido, comenzóse a esforzar a cortar lo que quedaba

de la red, e cortólo; e subió el gato en el árbol, e entró el mur en su

forado, e el cazador tomó su rede e fuese su carrera.

Desí quiso el mur salir del forado e vido al gato e non se llegó a

él. Et llamó lo el gato et díjole: «¿Por qué non te llegas a mí, el mi

amigo que tan grand merced me feciste? Ca yo he grant sabor de

facer galardonar el bien que me has fecho, et dar te he yo a comer

el fruto de tu obra. Pues llégate a mí e non temas, ca non amo más a

mí que a ti.» Et juróle que le non buscaría mal. Dijo el mur: «El que

non sabe traer su fecho con sus enemigos e con los amigos, face

mal a sí e mátase. Et la enemistad e la amistad han lugar, do debe el

entendido usar dellas segunt debe. Et el homne entendido non debe

poner su amor con el homne que era su enemigo, si non fuere en

hora de cuita; ca los fijos de las bestias siguen a sus madres mientre

han de mamar dellas, et cuando las pueden escusar fuyen dellas, et

el enemigo cuando se torna amigo por esperanza de algunt pro,

después que lo acaba tórnase a su enemistad, así como face el agua

cuando la escalienta el fuego, que si se parte del fuego tórnase a su

friura. Et tú eres mi enemigo natural e tú a mí otro tal. Pues ¿cómo

se endereszará amor entre nos? Et yo non sé para qué me hayas tú

menester si non para comer me.» Desí comenzó el mur a se

reguardar del gato e a ser muy apercebido.

Del rey Varamunt e del ave que dicen Catra

Dijo el rey al filósofo: «Ya oí este ejemplo pues dame ejemplo

del que rescibió tuerto e cómo el que gelo fizo se debe guardar

dél.» Dijo el filósofo: «Esto es el ejemplo del rey e del ave que

decían Catra.» Dijo el rey: «¿E cómo fue eso?» Dijo el filósofo:

«Dicen que un rey muy poderoso, que había nombre Varamunt,

tenía un ave que decían Catra, et esta ave fablaba e era muy

entendida, e había un fijo pollo. Et el rey mandó guardar a Catra e a

su fijo en casa de su muger, la que era señora de sus mugeres, et

mandó a ella que los mandase guardar. Desí acaesció que parió la

muger del rey un fijo; et criaron se el niño con el pollo, e comían en

uno e jugaban en uno. Et Catra iba cada día al monte, e traía dos

frutos muy estraños que non sabía ninguno qué era, et daba el uno a

comer a su fijo e el otro al infante. Et crescieron por esto más aína,

et esforzáronse mucho, de guisa que lo entendió el rey, et amó más

por ende a Catra.

Et acaesció un día que mientra Catra fue a buscar aquellos dos

frutos entró su fijo a una casa do tenía el fijo del rey sus palominos.

Et cuando vio entrar ende al fijo de Catra pesóle, e ensañóse e

tomólo, e dio con él tierra e matólo. Et veno Catra, e falló su fijo

muerto, e dio voces, e fizo grant duelo, e dijo: «¡Oh, qué mal barata

el homne en vevir con los reyes, que non a en ellos verdad nin

lealtad, et malastrugo es el que ha amor con ellos! ca nin son para

amigo nin para vasallo nin para acostado, nin honran a ninguno, si

non por algunt pro o por alguna esperanza. Et desque han acabado

con él lo que han menester, non finca amor entre ellos nin amistad;

mas solamente non es su fecho si non mentir e fallir e engañar e

descreer e desconocer a los que los sirven, et cuentan los por

pequeños. Et quiérome vengar deste falso traidor que mató a su

compañero e a su amigo, con quien comía e bebía e jugaba.» Desí

saltó a los ojos del niño e quebró gelos con sus uñas, e voló e posó

en un lugar muy alto.

Et ficiéronlo saber al rey, e hubo muy grant pesar, et hubo

esperanza que enartaría a Catra, de guisa que la enartando la

mataría. Et cabalgó el rey e fuese para ella, et llamóla por su

nombre, a salva fe, e díjole que veniese. Et ella non quiso venir et

dijo: «Rey, bien sabes que al traidor, si le yerra la justicia deste

siglo, non le yerra la del otro. Et tu fijo fizo traición, e yo le di la

pena en este siglo.» Dijo el rey: «Verdad dices, et bien sé yo que es

así como tú dices; pues vente tú para nos e sei segura, ca non

habemos desto cura.» Dijo Catra: «Non me llegaré a ti, ca los

homnes de buen entendimiento defienden que se non llegue homne

al homne que rescibió tuerto, et dijeron: «Cuanto más te falagare el

que mala voluntad te tiene e al que feciste mal, et cuanto más

fablando te fuere, tanto más lo estraña tú e lo aparta de ti; ca non ha

tal seguridat del enemigo, como alongar se dél e guardarse dél.» Et

dicen que el homne entendido debe contar a su padre e a su madre

por amigos, e sus hermanos por compañeros, e su muger por solaz,

e sus fijos por nombradía, e sus fijas por contendoras, et cuente así

mesmo por solo señero. Et yo lievo hoy de ti muy grant carga de

pesar, que ninguno non la lieva conmigo; e finca con salud.»

Dijo el rey: «Si tú comenzaras a facer el mal e el atrevencia,

sería segunt tú dices; mas pues que lo non comenzamos, ¿qué culpa

has tú, e qué te veda que non fíes de nos?» Dijo Catra: «Las malas

voluntades han muy apoderados lugares en los corazones, así que la

lengua non dice lo que es en el corazón con verdat, et el corazón

afirma e testigua más derechamente lo que está en el otro corazón

que la lengua; e yo, fallo que mi corazón non testigua nin acuerda

con tu lengua, nin con tu corazón.» Dijo el rey: «¿No sabes tú que

las malas voluntades son entre muchos homnes, et el que ha seso ha

mayor sabor de amortiguar la malquerencia que avivarla?» Dijo

Catra: «Bien es así como tú dices; pero el homne de buen acuerdo

non se debe asegurar en aquel con quien está homiciado, et el

homne de buen consejo témese de las artes e de los engaños. Et

sabe que muchos homnes hay que degüellan los ganados que crían

e comen sus carnes, e por cuantos dellos degüellan, non cesan los

que fincan de seguir sus señores e de vevir con ellos. Otrosí las

bestias salvajes ha homne dellas muchas, et cuando degüella

algunas dellas non se parten por ende las que fincan del homne.»

Dijo otrosí Catra: «Las malas voluntades temidas deben ser, et

mayormente las que son en los corazones de los reyes, ca los reyes

creen que vengar su homecillo es honra e grant prez. Et el homne

entendido non se engaña en la tregua del homne que tiene mala

voluntad, ca tal es la mala voluntad cuando non la mueven, como

las ascuas del fuego cuando non echan leña. Et el que demanda su

homecillo así es como el fuego que demanda la leña, e cuando gela

echan de suso enciéndese luego. Et con todo esto algunt homiciero

hay que ha esperanza de haber amor con su homiciado por algunt

pro o por algunt ayuda que entiende que le faga; et yo só tan flaco

que tú non puedes de mí haber ayuda nin pro, para que pierdas la

mala voluntad que me tienes en tu corazón. Onde non veo mejor

consejo que fuir de ti, et finca con salud.»

Dijo el rey: «Sabe que las criaturas non han poder de se nucir

unas a otras, ca este poder es de Dios solo; et si ventura has de

rescebir de nos algunt mal de que temas, non lo podrás fuir nin

esquivar. Et si yo he puesto en mi corazón de te matar e de te

prender, desí el juicio de Dios a contra de lo que quiero es, non lo

podrás; así como ninguno puede criar ninguna cosa del mundo si

non por mandamiento de Dios, así non la puede perescer nin matar.

Et lo que tú feciste a mi fijo, non hobiste y culpa ninguna, ca fue

por mandado de Dios; ca lo que fizo mi fijo, al tuyo, otro tal, ca fue

por el juicio divino, et tú non debes reprehender lo que la ventura

fizo.»

Dijo Catra: «Así es como tú dices, que todas las cosas por

mandado de Dios se facen; en pero el enviso débese guardar de las

cosas temederas, ca ayuntan con la creencia apercibimiento, et yo

sé bien que me dices con la boca lo que non tienes en el corazón. E

tú quieres vengar lo que fize a tu fijo, e mi alma aborresce la

muerte. Et dicen que las malas venturas e las tempestades son

pobreza et pesar e certidumbre de enemigos, e partimiento de

amigos, e enfermedad e vejez, et cabeza de todos estos males es la

muerte. Et non ha ninguno que sepa mejor el corazón del cuitado

que el que sintió lo que él siente. Et por lo que yo tengo en el

corazón conosco lo que tú tienes en el tuyo. Et non me es bien la tu

compaña, ca nunca vez te nembrarás de lo que fice a tu fijo, nin yo

de lo que tu fijo fizo al mío, que non se nos muden los corazones.»

Dijo el rey: «Non es homne de buena parte el que non puede

olvidar lo que tiene en el corazón, de guisa que le non faga pesar.»

Dijo Catra: «El homne que tiene en la planta del pie la llaga, non

puede escusar de se non facer mal, maguer que pune de non andar

sobre ella. Et non conviene al homne cuerdo de dejar la guarda de

su cuerpo e ser engreído, que el que se engríe en su fuerza e quiere

andar los caminos peligrosos, anda buscando su muerte; et el que

come o bebe más de lo que debe e yace con mugeres sin mesura,

quiere se matar. Et quien mayor bocado face en su boca de lo que

puede tragar, derecho es que se afogue con él. Et quien se deja de

guardar e se engaña por palabra de su enemigo, mayor enemigo es

de sí mesmo que non su enemigo.

«Et non debe homne parar mientes en las aventuras que non

sabe si le vernán; más débese entremeter de ser enviso e fuerte en

su facienda. Et el homne entendido non se debe meter a los miedos,

fallando otra carrera para sin miedo; et yo he muchas carreras do

vaya, así que non iré a parte del mundo que non falle mío vito. Ca

cinco cosas son, que debe el homne facer e haber, doquier que

vaya; e si las face conórtanle cuando es en tierra estraña, e fácenle

ganar vito e amigos; la primera es resestirse de mal facer; la

segunda es enseñamiento; la tercera es esquivar las colpas; la cuarta

es franqueza de corazón; la quinta es sotileza e acuciamiento, en su

obra.

«Et el homne entendido, cuando se teme de perescer, de grado

desampara la muger e los fijos e el haber e la tierra, ca todo lo

Capítulo XI

puede cobrar, e el anima nunca. Et el peor haber es el que non

despiende dello, e la peor de las mugeres es la que non se aviene

bien con su marido, et el peor fijo es el desobediente, et el peor

amigo es el que desampara a su amigo a la hora de la cuita, et el

peor de los reyes es el que teme el que non ha culpa, et la peor

tierra es la temerosa do non se asegura el homne; et yo sé que mi

alma non ha seguranza nin sofrimiento en ser cerca de ti.» Desí

despedióse del rey e voló et fuese.»

Del rey Cederano e de su aguacil Belet e de su muger Helbed

Dijo el rey al filósofo: «Va oí este ejemplo. Dime agora de

cuáles cosas debe el rey más usar para guardar a sí e a su reino

e su poder, si es mesura o nobleza de corazón, o esfuerzo o

franqueza.» Dijo el filósofo: «Sepas que la cosa con que debe

el rey guardar su reino e sostener su poder e honrar a sí mesmo,

es mesura; ca la mesura guarda la sapiencia e la honra, et la

materia de la honra es aconsejarse con los sabios e con los

entendidos, e facer su obra de vagar Et la más santa obra e la

mejor para cada uno es la mesura, cuanto más para los reyes,

que propiamente se deben consejar con los sabios e con los

fieles, por tal que les departan el buen consejo e gelo muestren,

e que los ayuden con la nobleza de corazón.

Ca el homne maguer sea esforzado e escorrecho, si non

hobiere mesura e fueren sus consejeros menguados de seso,

maguer que la ventura le guise bien sus cosas e lo metan en

alegría e en placer, e en vencimiento e en gozo, non puede ser

que a arrepentimiento e a peligro non torne, ca la ventura es

raíz de las cosas et es apoderada en ellas. Et el homne que más

se debe alegrar en su consejo es el sabio que aconseja todavía

con los sabios. Et cuando el rey fuere sabio e fuerte, e su

consejero sabio e leal e desengañador, a ése da Dios lo que

quisiere de seso e de ganancia, e vevirá siempre en bien e en

buena andanza, et non le podrá nocir su enemigo, nin haber

poder sobre él. Et si él quisiere facer alguna cosa que non debe,

que sea a daño de sí e a provecho de su enemigo, estorcerá

della por consejo de sus privados, así como estorció el rey

Cedrán por su privado Belet e su muger Helbed.» Dijo el rey

«¿Cómo fue eso?

Dijo el filósofo: Dicen que un rey de los reyes de India era

muy granado e de grant prez e vencedor, e de muy grant

mantenimiento, e sostenedor de su reino. Et había un privado

que decían Belet, et era muy sesudo, et punaba toda vía en

facer servicio a Dios e al rey. Et aquel rey, yaciendo en su

lecho durmiendo, vido en sueños una visión siete vegadas, una

empós de otra, e despertó muy espantado. Et la visión era ésta:

dos truchas bermejas que venían contra él enfiestas en las

colas, e dos ánades volando empós dellas, e que se le paraban

delante, et una culebra que le saltaba a los pies. E veía otrosí

que su cuerpo estaba todo bañado en sangre, e que le habían

lavado el cuerpo con agua. Et vio que estaba en pie encima de

un monte blanco. Et veía que tenía en la cabeza una cosa que le

semejaba fuego, et veía una ave blanca que le picaba en la

cabeza con su pico.

Cuando fue despierto fizo llamar una gente de una seta que

él había estroído e perseguido tanto, que les había estragado e

echado de sus tierras e muerto muchos dellos, et decían les

Albarhamiun. Et trajeron gelos después que los fizo buscar con

grant escodruño. Et cuando ellos venieron fallaron al rey con

gran cuita e muy espantado de la visión que viera. Et

demandóles que le declarasen aquella visión. Et ellos dijeron:

«Señor, esta visión es muy fuerte, e es mucho de temer; e si lo

por bien tovieres, señor, mandar nos has salir de aquí, e

disputar nos hemos unos con otros, e leeremos unos libros e el

entendimiento que fallaremos, et después de algunos días

tornaremos a ti por facer su departimiento et qué acaescerá

ende, et pugnaremos como escapes de su mal.» Et el rey fue

pagado desto que le dijeron, et mandóles ir.

E ellos fuéronse, et ayuntáronse en uno, et dijeron unos a

otros: «Este rey ha matado de nos más de doce mil personas e

ha destruído nuestra ley e ha muerto nuestros sacerdotes, et

agora descubriónos su poridad, et habemos fallado carrera

como nos podamos vengar dél. E seamos todos de un consejo,

que le metamos miedo e que le soltemos el sueño a nuestra

guisa; et el miedo le fará facer cuanto nos quisiéremos e

dijéremos. Et digamos le así: «Éste que tú viste, señor, es tu

muerte e perdimiento de tu regno, ca tornará en tus enemigos.

E esto non lo puedes desviar en guisa del mundo si non

matares a Helbed, tu más honrada muger, madre del tu más

amado fijo Gembrir, e a Gembrir tu fijo, e el fijo de tu

hermana, que tú mucho amas, e a Belet, tu privado alguazil, et

a tu escribano, que sabe tus poridades; et que quebrantes la tu

mejor espada del tu mayor prescio, e que mates el tu elefante

blanco que cabalgas, e a los otros dos elefantes presciados, e el

tu buen caballo corredor, e a Caimerón el filósofo; desí que

fagas poner la sangre déstos en una tina e que te bañes en ella

siete veces e que estemos nos enderredor de ti e que te

escantemos fasta que te mundifiquemos de los pecados que

feciste; por que meresces de Dios perder el reino e tu honra.»

Et si nos él creyere e lo ficiere, non le fincará después fuerza

nin honra, et si lo quisiéremos matar, podemos lo facer.»

Et ficiéronlo así, et entraron a él et dijéronle: «Señor,

siempre hayas buenos agüeros e acabada honra. Si por bien

tovieres de te apartar conusco, decir te hemos lo que nos

demandaste.» Et mandó el rey salir dende cuantos con él

estaban. Et dijéronle todo lo que habían comedido de facer: de

matar a todos sus amigos e a sus bien querientes. Et díjoles:

«Más valdría la muerte que la vida, si yo matare a éstos, que

amo tanto como a mí mesmo; et yo mortal só sin falla, ca esta

vida breve es, e non seré rey por siempre. Et morir o perder

mis amigos una cosa es.» Dijéronle los de Albarhamiud:

«Señor, si tú te non ensañares, facer te hemos saber que lo que

tú dices non es derecho, mas es yerro en amar tú a otrie más a

ti mesmo. Sabes tú que en seyendo tu reino en tu poder

cobrarás tus amigos et ellos non podrán cobrar a ti. Pues oye lo

que te decimos e créenos e faz lo que te mandamos, e mueran

tus bien querientes por que tú estuerzas, ca otros podrás haber

después en cambio dellos, et si tú los dejas, e dejas a ti perder,

nunca habrá cambio de ti.»

Et cuando el rey vido que los de Albarhamiud lo acuitaban

tanto, cuidó que le decían verdad e hubo muy grant pesar. E

levantóse de entre ellos, et fuese para la casa que tenía apartada

para sus tristezas e para pensar en los acaescimientos del

mundo. Et echóse de cara en tierra, e revolvíase como pece

cuando lo sacan del agua, et comenzó de decir en su corazón:

«¿Cuál destas cosas me será más fuerte: desamparar me a

muerte o matar a mis amigos? ¿Cuánto es lo que yo puedo

haber en mi regno?, ca yo non puedo vevir siempre, et ¿cómo

habré yo alegría e placer cuando yo non viere a Helbed, mi

muger, et a Gembrir, mi fijo, e al fijo de mi hermana? ¿E cómo

podré fincar en mi regno si mi privado Belet muere, e el sabio

Caimerón, e el caballo corredor e los elefantes? ¿Et non habré

vergüenza de me llamar rey, perdiendo yo aquéstos? ¿Et cómo

veviré después de ellos?» Et estovo siempre cuitado fasta que

fue sabido por toda la tierra, et lo entendieron sus ricos homnes

et toda su compaña.

Cuando vio esto Belet, fuese para la muger del rey et dijo:

«Yo non sé qué ha el rey, et yo nunca le vi facer cosa pequeña

nin grande, después que lo conosco, que non metiese a mí en

consejo e que non fablase comigo todas sus poridades, por que

sabía que le era leal e que me dolía de su mal, e nunca portero

nin mandadero había entre nos donde quier que él fuese o

estoviese, e aun con sus mugeres estando. Et agora, de pocos

días acá, ha se apartado con los de Albarhamiud, e témome que

le aconsejaron su daño e el nuestro et de todo el pueblo. Pues

liévate e vete para el rey, e pregúntale de su facienda, e desí

dime lo que sopieres, ca non puedo entrar a él nin estar con él.

Et por ventura los Albarhamiun le mandaron facer algunt

pecado e algunt fecho laido; et el rey ha por costumbre que

cuando se ensaña non se sufre en ninguna guisa, nin se da

lugar, onde por ventura aquellos le farán verter algunas

sangres.

Dijo Helbed: «Hobe unas palabras con el rey, e por eso non

le quiero comenzar a fablar.» Dijo Belet: «Non debes agora

parar mientes a los rieptos que hobiste con él, ca non es agora

tiempo, estando nos tan cerca de lo que tememos; ca non puede

ninguno entrar al rey si non tú, que yo le oí muchas veces

decir: «Cuando só en cuita e en cuidado e veo a Helbed, todo

lo pierdo, e tórnase me en alegría.» Pues liévate, buena dueña,

e vete para el rey, e espacia su corazón, e conórtalo e

aconséjalo, et dile la que entendieres, e le fará pro; et faz nos

merced a todo el pueblo.»

Et ella levantóse e fuese, e entró al rey e asentóse a su

cabeza, e alzógela de tierra, et díjole: «¿Qué has, señor loado, o

qué oíste decir a los Albarhamiud, por que tienes cuidado e

dolor? E yo non lo sé, ca si lo sopiere estaría triste contigo. Et

tanto veo de la tu tristeza e pesar e cuidado, que me pesa de

corazón. Et non puedo ser triste por lo que non sé, ca el rey es

tan con el pueblo como la cabeza con el cuerpo; cuando la

cabeza está bien el cuerpo está bien. Et nos non podemos ser

alegres seyendo nuestro rey triste e con pesar.»

Dijo el rey: «Buena dueña, non me acrescientes en mi dolor,

nin me preguntes en mi facienda.» Dijo Helbet: «Señor, ¿por

qué me lo non dices? ¿Has sospecha en mí? Et non cuidaría yo

que llegaría en estado que me sospechases en tu fecho; ca

cuando el homne alguna cosa de cuita le viene, débese

aconsejar con sus amigos e con los sesudos homnes, por que le

desengañen de su facienda. Et tú, señor, non debes haber dolor

nin facer lo haber a tus amigos e a los de tu regno, et facer

haber alegría a tus enemigos e a los que han en ti venganza.»

Dijo el rey: «Buena dueña, hasme fecho pesar, et non es a ti

nin a mí bien en te decir desto nada.» Et dijo Helbed: «Más es

bien para mí e para ti. Et si me lo dijeres partirás comigo el

pesar e el cuidado.» Dijo el rey: «Pues que lo quieres saber,

este es el pesar e el cuidado que tengo. Mandáronme los

Albarhamiud que mate a ti e a tu fijo e a mi sobrino e a mi

privado Belet, e a cuantas cosas honradas e presciadas yo he,

tan bien de mis bestias como de las otras cosas. Et dijeron que

con esto estorceré e seré salvo de mis pecados.»

Et cuando Helbed esto oyó non le mostró ningunt miedo,

mas sonriósele en la cara e díjole: «Señor, por esto non debes

estar triste, ca nuestras almas ofrecidas te son, et de grado las

dejaremos por librar a ti de tristeza e porque finques en tu

regno. Et tú has otras mugeres sin mí, diez e seis mil con

Jorfate la buena dueña, que habrás en vez de mí. Mas una cosa

te quiero rogar e pedírtela en merced, et faz me la pedir el amor

que e he; que desque esto hobieres fecho non fíes nin creas por

los de Albarhamiud, nin te aconsejes, nin creas por ellos en

cosa del mundo, et que non mates a ninguno arrebatadamente,

por que después non te arrepientas; ca non podrás resucitar al

que matares.

«Et dicen que el homne cuando fallere algunt vedrio en

tierra e dubdare que non es vedrio, que lo non debe echar fasta

que lo muestre a los que lo conoscen, e conoscen las piedras

preciosas. Et miémbrate, señor, que los de Albarhamiud nunca

bien te quisieron, et tú has muerto dellos doce mil e non les

debías decir tu visión nin otra cosa, nin creer lo que dicen; ca

por la mala voluntad que te han, quieren matar tus amigos e tus

privados e tus bien querientes, por tal de se vengar de ti. Et

quieren te facer perder todas las cosas que mantienen tu reino,

e con que tú estás apoderado, et cuando hobieses muerto éstos,

apoderar se han de ti e habrán tu reino así como lo ante habían;

mas aquí está Caimerón, muéstrale tu facienda e demándale

consejo, que es sabio destas cosas, e es otrosí dellos, e nos non

le sospechamos que te dé leal consejo. Et pregúntale por lo que

viste en sueños; et si él te mandare lo que los otros te

mandaron, fazlo, et si te mandare ál, verás que aquellos

mentirosos son tus enemigos que quieren desfacer del tu

reino.»

Et cuando el rey oyó esto que le aconsejaba la reina, tovo

que le aconsejaba bien, et cabalgó en su caballo, et fuese para

Caimerón, que era cerca dél. Et cuando llegó a su puerta

descabalgó e entró a él e humillóse le. Et dijo el Caimerón al

rey: «¿Qué te acontesció, rey, que veniste acá, e por qué eres

tan demudado e tan triste, et non te veo traer la corona en la

cabeza nin la diadema que sueles?» Et el rey díjole la visión

que viera e lo que le mandaron los Albarhamiud.

Díjole Caimerón: «Non temas, señor, nin te mates, nin

hayas miedo desto; ca non morrás nin perderás el reino, et yo

te soltaré el sueño. Sepas, señor, que las dos truchas bermejas

que se enfestaban en las colas e venían facia ti es un

mandadero del rey de Niazor que verná a ti con una arqueta en

que habrá piedras presciosas, prescio de mil libras de oro. Las

dos ánades que viste que volaban delante e se asentaban

delante ti, serán dos caballos que te enviará el rey de Balaf, que

non habrá semejantes dellos. Et la culebra que se llegaba a tus

pies es una espada muy fina que te presentarán de Alhinde, que

non le sabrá homne poner prescio. Et la sangre en que te veías

bañado es que te enviará el rey de Cadaron unos paños muy

ricos que son llamados alholla que relucen en tiniebla. Et lo

que veías que te lavabas con el agua, es un rey romano que te

enviará unos paños de lino muy albos de vestiduras de los

reyes, que non les sabrá homne poner precio; et lo que vías que

estabas sobre un monte blanco es un elefante blanco que te

enviará el rey Candor, que correrá más que caballo. Et lo que

tenías en la cabeza que semejaba fuego es una corona de oro

que te enviará un rey de Armenia. Et la ave que viste que te

picaba en la cabeza, esto non te soltaré agora, mas non temas

dello, que non te verná dello mal ninguno, ca non es ál si non

que te ensañarás contra alguno de tus amigos, desí tornará en tu

gracia e en tu amor. Et estos mandaderos que te digo vernan de

aquí a siete días.»

Cuando esto oyó el rey, fizo presces e gracias a Dios, e loó

a Caimerón el sabio, e hubo grande alegría et mal trájose por

que descubrió su poridat a los de Albarhamiud. Et cuando

pasaron los siete días, así como dijo Caimerón el sabio,

venieron los mandaderos con los presentes fasta que se

cumplió todo de la guisa que dijo Caimerón. Et el rey fue muy

ledo e hubo grant placer e dijo: «Si non que me hubo Dios

merced e me acorrió con consejo de Helbed, fuera perdido en

este siglo e en el otro. Et por esto conviene al homne cuerdo

que se aconseje toda vía con sus amigos que sabe que lo

desengañarán; ca Helbed me consejó muy bien, et yo creíla e

falleme ende bien, et afirmó Dios mi regno con el buen consejo

de los buenos amigos leales, et vi manifiestamente cómo es

Caimerón sabio.»

Desí fizo el rey llamar ante sí a todos aquellos que le

aconsejaron los Albarhamiun que matase, et díjoles: «Tengo

por bien de partir entre vosotros estos presentes, pues que vos

ofrecistes a la muerte por amor de mí.» Dijo Beled: «Señor,

non nos debes loar por nos dejar morir antes que tú, ca nos non

somos si non para ti, et los presentes non pertenescen a nos,

mas solamente a los reyes.» Dijo el rey: «Yo quiero que comas

del fruto de la tu paciencia, tú e los otros, en querer morir de

grado por escapar yo. Et yo he jurado que estas joyas non

entren en mi respuesto fasta que cada uno de vos tome su

parte.» Díjole Belet: «Pues que así es, señor, comienza tú e

toma lo que a ti pertenesce, e de lo que fincare faz lo que a ti te

pluguiere.»

Et tomó el rey el elefante blanco, e dio a Gembrir, su fijo,

un caballo, et al escribano el otro caballo; dio a Belet la espada,

et envió a Caimerón los paños de lino. Et la corona e los paños

dorados que non pertenescían si non para las mugeres, mandó a

Beled que llamase a Helbed e Orfate, que eran las más

honradas de sus mugeres, et asentólas cabe sí, et mandó a Belet

que pusiese los paños e la corona ante Helbed, et que tomase

cual quisiese. Et ella pagóse mucho de lo uno e de lo otro, e

non sopo cuál tomar, et cató a Belet que le mostrase cuál era

mejor, et él fizole del ojo que tomase los paños. Et tornando el

rey la cabeza, vido como le ficiera del ojo; et ella cuando vido

que el rey había visto las señas que le fizo Belet, dejó los paños

e tomó la corona, porque non hobiese sospecha della. Et duró

después Belet cuarenta años que cada vegada que entraba al

rey, cerraba él un ojo e decía que era vizco, por que non

barruntase el rey que había, con Helbed ninguna cosa.

Desí albergó el rey una noche,en casa de Helbed, ca así era

su costumbre del rey, que una noche estaba con Helbed e otra

con Orfate. Et la noche que veno a albergar con Helbed,

guisóle un manjar de arroz, ca los reyes de India suelen comer

mucho arroz; et entró a él su escudillo de oro en la mano con el

arroz et la corona de oro en la cabeza, et estovo en pie antel

rey, la escudilla en la mano, et comenzó él a comer dello. Et

Orfate cuando sopo que el rey estaba con Helbed, hubo ende

celos et vestióse aquellos vestidos e adereszóse lo mejor que

pudo et entró en la cámara donde estaba el rey con Helbed. Et

lucía la cámara de los paños que ella traía, que relumbraban

como el sol cuando nasce. Et el rey cuando la vido pagóse

mucho della e cobdicióla, et dijo a Holbed: «Nescia fueste en

tomar la corona e dejar los paños, que nunca homne tales los

vido, et bien paresce que Orfate es de mejor seso que tú e de

mejor acuerdo e más semeja muger de rey.»

Cuando Helbed vido que el rey alababa a Orfate e

denostaba a ella, pesóle de corazón et ensañóse, e dio al rey

con la escudilla de arroz que tenía en la mano, por encima de la

cabeza, et corrióle el arroz por el rostro e por la barba e por el

cuerpo; et esto fue averiguamiento de lo que non quiso soltar

Caimerón, et con ello se cumplió la visión. Et el rey mandó

llamar a Belet, su alguacil, e díjole: «Ves lo que me fizo esta

muger, e cómo me deshonró e me afrontó, e menospreció.

Levadmela e descabezadmela, e non me demandades más

consejo de su facienda nin entredes a mí fasta que la hayades

muerto.» Et salió dende Belet, e llevó a Helbed, et dijo en su

corazón: «Non me conviene matar esta dueña fasta que se

amanse la saña del rey, ca es muger muy sesuda e bien

aventurada, tal que non ha su semejante entre las reinas, et el

rey non se podrá sofrir sin ella. Et Dios ha librado por ella a

muchos de muerte, et habemos aun esperanza en ella de aquí

en adelante, si visquiere. Et non sé seguro de rebtarme el rey e

de culpar me, si apresuradamente la mataré; pues quiero la

dejar viva fasta ver qué terná el rey por bien de facer, et si se

arrepentiere por lo que ha fecho e le pesare e se quejare,

tornargela he, et si viere que de todo en todo es acordado en la

matar, cumpliré yo su mandado. Et si la yo libraré de muerte,

faré en ello tres cosas buenas: la una, que la libraré de la

muerte, et la otra, que me presciará el rey más por ello sobre

todos los homnes del mundo; la tercera, que sabrá el rey que

non debe facer las cosas apresuradamente.

Et levóla para su posada, et encomendóla a dos homnes

fieles del rey que guardaban sus mugeres, que la guardasen. Et

mandó a su muger que la guardase e la honrase e conortase

fasta que él sopiese la voluntad del rey. Desí veno Belet con su

espada sangrienta, et entró al rey muy triste. Et el rey díjole:

«¿Compliste lo que te mandé?» Et dijo: «Señor, complí.» Et a

poco de hora amansó le la saña al rey e membróse de Helbet,

como era mesurada e sesuda e entendida e muy apuesta, et fue

en grant cuita. Et comenzó de conortarse e de esforzarse, et

había vergüenza de preguntar a Belet qué ficiera del pleito de

Helbed. Et díjole Belet: «Non hayas pesar, señor, nin tristeza

por la muerte de Helbed, nin te acuites, ca el pesar nin la cuita

non te tiene pro, e desgastan el cuerpo e desátanlo. Pues

encomiéndate a Dios e non fagas de guisa que hayan pesar los

que te bien quieren, et que hayan alegría tus enemigos, ca si lo

oyeren non lo ternán por seso nin por acuerdo; onde ha

menester que seas pacífico e non tomes pesar, et si quieres dar

te he un ejemplo que semeja a tu facienda.» Dijo el rey: «Di,

Belet.»

Las dos

palomas

Et dijo Belet: «Dicen que dos palomas, maslo e fembra,

trajeron de los campos e de las eras trigo e cebada a su nido

fasta que lo fincheron.» Dijo el maslo a la fembra: «Agora,

mientra falláremos en el campo qué comer, non comamos

desto nada. Et cuando veniere el invierno e non falláremos

ninguna cosa en los campos, tornarnos hemos a lo que

tenemos, e comer lo hemos.» E a la fembra plúgole dello et

ficieron uno a otro tal pleito entre sí. Et cuando cogieron el

trigo e la cebada, estaba liento, et finchóse con ello el nido.

Desí fuese el marido de aquel lugar a otro, et tardó allá todo el

invierno, fasta el verano, por que fallaba bien de comer allá; et

después tornáronse cada uno de su parte al nido en el tiempo

del verano, seyendo el trigo e la cebada seco e menguado. Et

desque lo vido el macho que estaba menguado, cuidó que lo

había comido su muger et díjole: «¿Non nos partimos amos

con postura que non comiésemos de lo que había en el nido

fasta que nos fallesciesen los campos? Et veo que te lo has

comido.» Dijo la fembra,: «Non comí dello nada, nin me llegué

a ello, mas cuando lo ahí pusimos estaba liento, et agora por la

diversidad del tiempo está seco.» Et él non la quiso creer et

conmenzóla de picar e de ferir, fasta que la mató.

Et después que veno el tiempo del invierno e las aguas, e

relentesció el trigo e la cebada, e finchóse el nido así como

estaba de antes; et cuando el marido lo vido lleno, arrepentióse

por lo que ficiera en matar a su muger, et echáse cerca della e

non comió nin bebió fasta que murió. Et quien es sabio non se

debe apresurar a facer la justicia o la pena, mayormente en la

cosa que se puede arrepentir.

Et tú, señor, non busques la cosa que non podrás fallar, pues

olvida esto en que estás et sey pagado con lo que te fincó, e

non seas tal como el simio con las lantejas.» Et dijo el rey:

«¿Cómo fue eso?»

El simio

y las

lentejas

Dijo Belet: «Dicen que un homne traía un saco de lentejas e

entró con él en una espesura de árboles, et puso el saco en

tierra e echóse a dormir por que era cansado. Et estando

durmiendo descendió un simio de un árbol e tomó un puño

lleno dellas; desí subióse en el árbol a comer las. Et cayó se le

una lantija de la mano e descendió por buscarla, e trabándose a

las ramas del árbol para descender, derramáronse le todas las

otras que tenía, e non hubo la primera et perdió todas las otras

que tenía.

«Et tú, señor, has diez e seis mil mugeres, e dejas de te

solazar con ellas e buscas la que nunca fallarás.» Et cuando

esto oyó el rey, non dubdó que Helbed era muerta et dijo a

Belet: «¿Por una ira que yo hobe feciste lo que te mandé luego,

e te trabaste en una palabra?» Dijo Belet: «Uno es el que dice

la palabra e se cumple.» Dijo el rey: «¿E quién es ese?» Dijo

Belet: «Dios, cuyas palabras non se cambian.»

Dijo el rey: «Grant pesar he por la muerte de Helbed.» Dijo

Belet: «Dos son los que deben haber pesar grande: el que face

pecado et el que nunca buena obra face; ca estos ambos han

poca alegría en este siglo, desí van a pesar durable.» Dijo el

rey: «Si a Helbed viese viva, nunca habría pesar jamás.» Dijo

Belet: «Dos son los que non deben haber pesar: el que puna en

buenas obras e el que nunca pecó.» Dijo el rey: «Nunca veré a

Helbet más de lo que la he visto.» Dijo Belet: «Dos son los que

non se veen: el ciego e el que non ha seso; ca así como el ciego

non vee nada, otrosí el nescio non vee su pro nin su daño.»

Dijo el rey: «Si viese a Helbed, muy grant gozo e grant placer

habría.» Dijo Belet: «Dos son los que veen: el que ha los ojos

claros e el sabio.» Dijo el rey: «Nunca me farté de ver a

Helbed.» Dijo Belet: «Dos son los que nunca se fartan: el que

otro cuidado non ha si non apañar haber, et el quiere comer lo

que non falla e demanda lo que non puede ser.»

Dijo el rey: «Debemos nos alongar de ti, Belet.» Dijo Belet:

«De dos se debe el homne alongar: del que niega el juicio e la

pena e el galardón del otro siglo, e del que non tuelle los ojos

de lo que non es suyo, nin sus orejas de escuchar, nin su

vergüenza de las mugeres agenas, nin su corazón del pecado e

de la cobdicia que se le antoja; ca estos atales irán a la pena

perdurable.» Dijo el rey: «Fecho só vago sin Helbed.» Dijo

Belet: «Tres son las cosas vagas: el río que non ha agua, et la

tierra que non ha rey, e la muger que non ha marido.» Dijo el

rey: «Muy cierto respondes, Belet.» Dijo Belet: «Tres son los

que responden cierto: el que cumple su mandamiento en su

regno e en su poderío, et el homne que sabe la ley e face sus

obras, et el maestro bueno que face bien la obra e en

comparación del que non la sabe.» Dijo el rey: «Muy grant

pesar rescibo en tú ser cerca de mí.» Dijo Belet: «Tres son los

que deben haber pesar: aquel que ha gordo caballo e fermoso e

ha malas mañas; et el que ha mucho caldo e poca carne, por

que pierde el sabor del comer; e el que se casa con la muger de

grant linage e fermosa e non la puede honrar, onde le ha ella de

decir lo que le pesa.»

Dijo el rey: «Perdióse Helbed de balde e sin razón.» Dijo

Belet: «Tres son los que se pierden sin razón: el homne que

viste los buenos paños e anda descalzo e de pie, et el que casa

con la muger niña e fermosa e se va para otra tierra e non se

veen, et el que tiene buena tierra e la deja eriazo por sembrar.»

Dijo el rey: «Meresces ser penado, Belet.» Dijo Belet: «Cuatro

deben ser penados: el malfechor, et el que justicia al que non

face por qué, et el que se asienta a la mesa que non es

convidado, et el que demanda lo que non puede haber, et aun

que le dicen que non lo puede haber non se deja de lo

demandar e aún más de recio.» Dijo el rey: «Debieras te sofrir

fasta que amansara mi ira.» Dijo Belet: «Tres son los que se

deben sofrir: el que sube al monte, et el que pesca o caza, e el

que cuida grant fecho.» Dijo el rey: «¡Quién pudiese ver a

Helbed!» Dijo Belet: «Dos son los que cobdician lo que non

pueden haber: el lujurioso que non teme a Dios et quiere

cuando muriere haber la divinidat de los santos, et el homiciero

que quiere haber la fama de los justos.»

Dijo el rey: «Mucho me menosprecias, Belet.» Dijo Belet:

«Tres menosprecian a sus señores: el que les face escarnio o

dice cosa a sin razón, et el vasallo que es más rico que su

señor, et el siervo que denuesta a su señor e lo maltrae.» Dijo

el rey: «Mucho so escarnido de ti, Belet.» Dijo Belet: «Cuatro

son los que deben ser escarnidos: el que se alaba más que es

esforzado e que lidió, e non ha en él señal de lanzada nin de

ferida; et el que esfinge que sabe la ley e que es de religión, e

es corporiento e gordo e pescozudo, ca el que religión

mantiene enmagresce e adelgaza; et la muger virgen que

escarnesce a la maridada; et el que dice de lo que es ya fecho e

pasado: «Quisiese Dios que non fuese.» Dijo el rey: «Non eres

homne de seso, Belet.» Dijo Belet: «Solamente debe ser tenido

por sin seso el zapatero que see en alto et cuando le cae alguna

cosa de su menester, estórbase de su labor buscándola.»

Dijo el rey: «Non feciste derecho en matar a Helbet, Belet.»

Dijo Belet: «Tres son los que non facen derecho: el que cree al

que non dice verdat, et el que come aína e labra tarde, et el que

non amansa su ira antes que faga justicia.» Dijo el rey: «Si

ficieras segunt ley, non mataras a Helbed.» Dijo Belet: «Cuatro

son los que facen segunt ley: el siervo que ha sabor del manjar

e quiere lo antes para su señor, et el homne que se tiene por

contento con una muger, et el rey que demanda consejo a los

filósofos, et el homne que fuerza su saña.» Dijo el rey: «Mucho

me temo de ti, Belet.» Dijo Belet: «Cuatro son los que se

temen de lo que non deben: el avecilla que yace en el árbol et

alza un pie con miedo que le caerá el cielo de suso e que lo

terná con él; et la grúa que se para en un pie con miedo que se

sumirá la tierra con ella; et el gusano que está toda vía en la

tierra e non se farta della et está siempre fambriento con miedo

que le fallescerá la tierra e que quedará sin vito; et el

morciélago que vuela de noche e escóndese de día por que

cuida que non ha ave tan fermosa, et ha miedo que lo tomarán

los homnes e lo criarán en sus casas.»

Dijo el rey: «Non se debe homne volver contigo, Belet.»

Dijo Belet: «Cuatro son los que non se vuelven unos con otros:

el santo con el de mala vida, et la luz con la tiniebla, e el día

con la noche, e el bien con el mal.» Dijo el rey: «Mucho has

afirmado mala voluntad en mi alma contra ti, porque mataste a

Helbet.» Dijo Belet: «Cuatro son los que tienen mala voluntad

afirmada: el lobo e el cordero, et el gato e el mur, e el azor e la

paloma, e los cuervos e los búhos.» Dijo el rey: «Si alguno me

mostrare a Helbed, facer lo hía rico.» Dijo Belet: «Cinco son

los que cobdician la riqueza e la prescian más que a sí mesmos:

el lidiador, que non ha otro pensamiento nin otro albedrío si

non ganar e robar; et el ladrón que forada las casas e tiene los

caminos, e le han de cortar la mano o de matarlo; et el

mercador que se mete sobre mar por buscar las cosas

temporales; et el que cría los árboles e cobdicia toda vía que

crescan por tal de haber ende algo; et el alcalld que rescibe

presente por que judgue tuerto.»

Dijo el rey: «Confondido me has la vida por lo que feciste

en Helbed.» Dijo Belet: «Los que son tales como tú dices son

siete: el que non es conoscido por sabio e es sabio de guisa que

aprendan dél; et el rey que non face bien a ninguno; et el que

niega el bien et el servicio que le facen; et el siervo que ha el

señor muy brozno e sin piedat; et la muger que ama al fijo

malo e falso, e gelo encubre; et el que se asegura en el home

traidor e falso e atrevido a facer los grandes pecados, e se fía

en él; et el que se enoja aína de los mandamientos de Dios e

non teme a Dios nin a los divinos.» Dijo el rey: «Non sabré qué

es sueño, con dolor de Helbed.» Dijo Belet: «Siete son los que

non duermen: el que ha grant haber e non ha repostero, e al que

han de matar cras de mañana, et el que acusa al homne a tuerto,

et el que ha grant enfermedat e non puede haber su melecina, et

el homne que tiene tuerto a su muger, et el homne que ama los

niños a mala parte, et el homne que pechó lo que despreció

debiéndolo.»

Dijo el rey: «Dañaste la sapiencia de Helbed.» Dijo Belet:

«Cuatro son los que dañan sus fechos: el homne que face los

buenos fechos e daña los con los malos, et el rey que honra al

vasallo desleal e malo, et el padre e la madre que prescian más

al mal fijo que al bueno, et el que dice su poridat al mesturero

que sabe que non gela terná.» Dijo el rey: «Cúmplete esto,

Belet, ca en dubda me has dejado de mi facienda. Creo que lo

faces por me probar.» Dijo Belet: «En nueve cosas se prueban

los homnes solamente: el atrevido, en lidiar; et el sabidor, en

obrar; e el siervo, en facer vida con su señor; et el rey, en su

ira, qué fará e qué seso habrá; et el mercador, en facer

compañía con su compañero; e los amigos, en sofrir afán; e el

que entiende, en las persecuciones, qué arte fará e cómo

estorcerá; et el religioso, en temer a Dios e despreciar las cosas

mundanales; et el franco, en dar e en partir.»

Desí en este lugar calló el rey, et bien entendió Belet que el

rey tenía grant pesar por Helbed. Et dijo entre sí: «Ya lo he

muy bien entendido e le he dado ejemplos por lo conortar de

Helbed.» Et dijo: «Veo que ha grant deseo della; por que debo

traer gela, pues tanto la ama e tan grant cobdicia ha de verla;

demás que le he dicho muchas cosas e le he estultado de mi

palabra. Onde non ha en el mundo rey que le semeje de

cuantos fueron e serán, pues que la saña non le fizo que me

matase, seyendo yo tan rafez e de tan pequeña guisa, mas

siempre fue cuerdo e sosegado e manso e sesudo e mesurado;

et non dijo más que debía nin lo mandó, ca es manso le amador

de salud e de bien a todos. Et si le acaesce alguna mala

andancia de parte de las estrellas, non pierde corazón nin se

teme, e tiénese por pagado de lo que Dios le quiere dar en

parte.»

Et díjole: «Señor: tú, por bondad de linage de ti mesmo et

por honestas costumbres, eres señor de la lealtad en sofrirme lo

que me oíste decir, por ser yo de tan menor guisa; onde do

gracias a Dios primeramente, desí a ti, señor, que me non

mandaste matar. Et heme aquí donde estó entre tus manos. Et

lo que yo fiz non lo fiz por ál, si non por lealtad, et amando e

queriendo tu pro; et si fice en esto desobediencia, razón has de

me justiciar o de me perdonar. Et sabe, señor, que Helbed es

viva, e dejéla de matar por miedo que te non arrepentieses de

su muerte e me ficieses daño por ello.»

Et cuando esto oyó el rey, hubo grant placer, e dijo:

«Maguer que fizo muy gran cosa e fue mal razonado, bien sé

que lo non fizo por enemistad nin por me buscar daño, e fízolo

con buen celo, et non debiera yo tornar cabeza por ello, mas

debiéralo yo sofrir. Et lo que me fizo que te non matase, non lo

cabsó salvo que cuidaba que la habíes muerta porque te lo yo

había mandado, e tenía yo toda la culpa; pero has me fecho

gran servicio e yo te lo agradeceré bien. Et tú quesísteme

probar et temiste de muerte, si lo descubrieses, et non mandara

Dios que yo así lo feciera, que me has fecho grant servicio et

soy tenudo de te lo galardonar; pues vete e tráemela.»

Et Belet salió dende muy alegre, et mandó vestir a Helbed

muy ricos paños e afitarla bien, e trájola al rey. Et cuando el

rey la vio fue muy alegre et díjole: «Faz lo que quisieres, que

nunca contra tu voluntad faré cosa.» Dijo Helbed: «Señor,

siempre hayas salud e dures en tu reino; et ¿qué fuera de mí

sinon por las tus buenas costumbres e por la tu buena mesura

en arrepentirte del mal que habías fecho? Que bien mereciera

ser desmembrada por el mal que había acometido, et con la

grant piadat me has perdonado de todo ello; et si non que se fió

Belet en tus buenas costumbres e en tu grant piadat, compliera

tu mandamiento.» Et estonce dijo el rey a Belet: «Tú me has

fecho tanto servicio porque te yo tengo siempre de alabar,

porque me diste la vida en non matar a Helbed, et nunca soy

tanto pagado de ti como hoy día, et sey apoderado en mío reino

et faz dél lo que quisieres.» Dijo Belet: «Señor, non he

menester de lo tuyo cosa, salvo que tu merced quiera ser

vagoroso cuando se ensañare, et que pienses la cosa antes que

la mandes ejecutar.» Dijo el rey: «Recibo tu consejo; pues

toma aquellos paños de Jorfa et dalos a Helbed; que yo quiero

que ella sea poderosa sobre todas las mugeres de mi reino, et

cuanto ella mandare de mi reino, que sea fecho, et que tú

tengas el sello de mi reino.» Et luego mandó matar a los

Mermidones por la maldat que le mandaban facer, porque

perdiese a su reino e a sí mismo, et siempre loó mucho a Belet

por lo que feciera e por el gran seso que toviera.»

Dijo el filósofo: «Piensan los entendidos e los enseñados

cuánta pro tiene la mesura que, aunque home sufra algunt

pesar, sofriéndose en los comienzos de las cosas, loa home su

cima et es cosa de loar a todos los homes, cuanto más a los

reyes primeramente.»

Capítulo XII

Del arquero e de la leona e del axara

Dijo el rey al filósofo: ¿Ya oí este ejemplo dame ejemplo del

que se deja de facer mal por lo que ha pasado e sentido, e por el

castigo que recibió en sí por non facer mal a ninguno.» Dijo el

filósofo al rey: «Señor, non se entremete de facer daño a las gentes

sinon los homes necios e los torpes, porque non piensan en las

cimas de las cosas, et acaéceles por ende a tanto de mal que se non

puede decir; et si alguno dellos estuerce por muerte que le acaesca

ante que le venga el mal, va a la pena del otro mundo, et el necio

non se castiga si non con el daño que rescibe en sí, et con esto se

refrena de mal facer a ninguno; et esto semeja al ejemplo del

arquero e de la leona e del anxara.» Dijo el rey: «¿Cómo fue eso?»

Dijo el filósofo: «Dicen que una leona vevía en un soto ribera

del mar, et criaba dos leoncillos, et en saliendo un día a buscar que

comiesen, dejó sus fijos en el soto, et pasó por ahí un ballestero et

viólos et armó su ballesta et matólos e desollólos, e echó sus pieles

a cuestas, e fuese para su posada. Et cuando la leona tornó e vio sus

fijos desollados, pesóle de muerte, e hubo tamaño dolor que se echó

en tierra e comenzó a dar grandes voces. Et tenía cerca de sí un su

vecino que le decían anxahar, e oyóle dar voces e alaridos, e salió a

ella e díjole: «¿Por qué lloras o qué te acaeció?»

Dijo la leona: «Pasó por aquí un arquero et vio míos fijos, e

matólos, e dejómelos desollados e muertos e levó los cueros

consigo.» Dijo el anxahar: «Non te quejes nin hayas tamaño dolor,

et faz derecho de ti mesma, que cuanto el arquero fizo en tus fijos,

fecho has tú otro tal a los otros, que han pesar dello sus madres e

sus amigos, bien así como tú has de los tuyos, que dicen en el

proverbio: «Cual fecieres tal habrás»; et cada uno ha de haber de su

fruto, quier de pena, quier de galardón.» Dijo la leona: «Depárteme

eso que has dicho.» Dijo el anxahar: «¿Tú de qué te mantienes o de

qué vives?» Dijo la leona: «Con la carne de las bestias salvajes.»

Dijo el anxahar: «¿Seméjate que esas bestias que tú matabas e

comías habían alguna dellas padres o madres?» «Sí», dijo ella. Dijo

Capítulo XIII

el anxahar: «Pues ¿por qué non oía yo dar tamañas voces e tamaños

gritos a aquellos padres e a aquellas madres como fago a ti? Et

sepas que non te acaeció esto salvo porque pensaste mal en las

cimas de las cosas, et fuiste negligente e desacordada.» Et cuando

la leona oyó lo que le decía el anxahar, sopo que le decía verdat, et

aquello que le había acaecido non era salvo en pena de lo que ella

ficiera; et dejó el venar et quitóse de comer carne, e comió fruta e

fizo vida de religioso. Et cuando esto vio el anxahar et falló que la

leona había fecho gran estragamiento en la fruta del monte fuese

para ella e díjole: «Creo que los árboles otro año non levarán fruta

por tu causa, porque siendo comedera de carne comes fruta; et si así

ha de pasar, ¡guay de las frutas e de los árboles e de las bestias

salvajes que las comen!, que priado perecerán.» Et cuando la leona

oyó lo que decía el anxahar, dejóse de comer fruta et metióse a

comer yerba e a facer vida de religioso.

«Et yo, señor, dijo el filósofo, non te di este ejemplo, salvo

porque sepas que el necio non se deja de facer mal fasta que le

acaece algún daño, et así siente que tamaño daño fizo a otro, así

como la leona que nunca se dejó de facer nin de matar a las bestias

salvajes fasta que le dio Dios mal quebranto en sus fijos, e con

aquello fizo después vida de religiosa.»

Del religioso e de su huésped

Dijo el rey al filósofo: ¿Ya oí este ejemplo; pues dame

ejemplo del que deja de facer lo que le está bien, e face ál, e non

lo sabe nin lo puede aprender, e desí torna a lo que suele facer e

non lo puede cobrar, et finca turbado.» Dijo el filósofo: «Señor,

dicen que en una tierra había un religioso, e demandóle un home

posada e diógela, e mandóle traer dátiles e manteca, que son

cosas extrañas para en aquella tierra, et comieron amos en uno,

et en comiendo dijo el huésped al religioso: «¡Qué tan dulces e

tan sabrosos son estos dátiles! ¡Mandase Dios que en la tierra

donde yo soy naciese tal fruta, como quier que hay otras buenas

frutas que cumplen asaz, con que se pueden escusar los dátiles!»

Dijo el religioso: «Non es buena andanza del que ha menester lo

que non puede haber, e procura por ello, et tú bien andante eres,

Capítulo XIV

pues te tienes por pagado dello.» Et este religioso fablaba

hebraico, et pagóse el huésped de aquel lenguaje, e estudo en

esto algunos días por lo aprender. Dijo el religioso: «Con gran

derecho debes tú caer en lo que cayó el cuervo, por que quieres

aprender hebraico.» Dijo el huésped: «¿E cómo fue eso?»

El

cuervo

y la

perdiz

Dijo el religioso: «Dicen que un cuervo vio andar una perdiz,

e pagóse mucho de su andamiento, et hubo esperanza de lo

aprender, e non pudo; e cuando se fue, que non pudo aprender,

quiso tornar a su andar que era de primero e non pudo, que se le

había olvidado.

«Et así con gran derecho te podrá acaecer otro tal por querer

aprender lo que non es para ti; que dicen que loco es el que se

entremete, de facer lo que non le está bien, e mudarse de la

medida a otra que non le está bien; que a las veces acaece

mucho mal a los homes en mudarse de la medida alta a la baja et

así se derraman sus cosas et sus estados.»

Del león e de anxahar religioso

Dijo el rey: «Ya entendido he este ejemplo; pues dame ejemplo

de los reyes, cómo facen a sus privados tornar a su dinidat,

habiéndolos castigado e maltratado o despreciado por algún pecado

que haya fecho, o por algún tuerto que haya fecho de castigar.»

Dijo el filósofo: «Si el rey non tornase aquellos que desechó e

merecieron alguna pena por algún pecado que fecieron o por algún

tuerto de que fueron acusados o mezclados, grant daño, vernía por

ende a sus cosas e a sus oficios; mas debe el rey pensar en la

facienda de aquel a que acaece lo semejante; et si fuere tal que deba

ser tornado a su medida por su servicio o por ayuda que entienda

haber dél, o por consejo o por fialdat, debe de haber mayor razón de

tornarlo a aquel estado, e perdonarle e dejarle a vida; que el rey non

puede cosa facer sin sus vasallos e sin sus privados, et ellos non

pueden facer cosa sin ser en el amor del rey. Et los privados han de

ser honestos e leales e de buenas mañas e de buen consejo; ca las

obras de los reyes son muchas et han menester muchos homnes. Et

la carrera por que se endereszan la carrera e los fechos del rey son

conoscer él aquellos de quien se quiere ayudar, e de qué acuerdo es

cada uno dellos, e qué ayuda habrá dél. Et después que esto sopiere

de cierto, meta en cada un fecho e en cada un oficio aquel que

entendiere que lo fará mejor, et así será seguro de non rescebir

pesar en aquel fecho. Desí debe galardonar al que bien ficiere de

sus privados, por el bien que fizo, et castigar et registir al que mal

ficiere; que si menospreciare al bueno e galardonare al malo,

confonder se ha toda su facienda e confonder se ha su fecho. Et eso

semeja a la facienda del león e del lobo cerval.» Et dijo el rey:

«¿Cómo fue eso?»

«Et dijo el filósofo: «Dicen que en tierra de India había un lobo

cerval, et facía vida de religioso e de casto. Et en viviendo con los

otros lobos cervales e con las gulpejas non facía lo que ellos facían,

nin robaba así como ellos robaban, nin vertía sangre, nin comía

carne. Et los otros vestíblos contendieron con él e dijéronle: «Non

nos pagamos de tu vida que mantienes, nin tu begninidat non te

tiene pro; ca seyendo uno de nos, non te podrás cambiar de lo que

eres, en non comer carne nin verter sangre.» Dijo el lobo cerval:

«En facer yo convusco vida, non fago pecado si yo non pecare en

mí mesmo; ca los pecados de los corazones son, e non por los

lugares nin por las compañas. Ca si así fuese que el que mora en el

lugar santo ficiese buenas obras e el que mora en el mal lugar

ficiese malas obras, o el que mora en el mal lugar ficiese malas

obras, seguir se hía que los que se llegasen a los monesterios non

pecarían, et los que se llegasen o morasen en los viles lugares

pecarían. Et yo non fago vida convusco si non con el cuerpo, mas

mis obras e mi corazón non son convusco.»

Así que el lobo cerval perseveró en aquel estado, et fue

conoscido por religioso, tanto que fue fecho saber a un león, que

era rey de los vestíblos de aquella partida. Et hubo sabor dél por la

castidad e lealtad que oyera dél, et envió por él, e vénose para él, e

fabló con él. Et dende a días mandólo llamar, et díjole: «Mi reino es

grande e mis fechos muchos, e he menester vasallos. Et ficieron me

entender de ti lo que yo quiero, e probélo e vi que era verdat et por

esto he mayor sabor de ti, et quiero te poner sobre mis oficios, e

quiero te honrar. Dijo el lobo cerval: «Los reyes deben probar los

vasallos para en aquellas cosas en que los quieren meter, et non

deben meter a ninguno a su pesar en lo que non es para él; ca el

homne forzado non puede bien facer la obra. Et yo aborresco oficio

de rey que non lo he usado nin probado, nin sé traer mi facienda

con rey. Et tú eres rey, e has menester de mi linaje, e tienes los e de

otros muchos que son sabidores e valientes e femenciosos e arteros,

et tales que si tú quisieres habrás escusado a mí.»

Et dijo el león: «Deja esto estar, ca te non quiero escusar de

oficio.» Dijo el lobo cerval: «Non pueden facer vida con rey si non

dos, e yo non só tal como ninguno dellos; o que sea falso o

falagador, que haya por su falsedat lo que le face menester, et que

estuerza bien con su falagar, o muy menospreciado nigligente, tal

que non le haya ninguno envidia. Mas quien quiere servir al rey

sanamente e verdaderamente sin falago, pocas veces acontesce que

se le ponga en bien su facienda; ca habrá desamor de los amigos e

de los enemigos del rey. Ca el que fuere amigo querrá más valer

que él, e acusar lo ha e mezclar lo ha; et por ende el que fuere

enemigo del rey desamar lo ha por la lealtad que verá facer a su

señor e por el buen servicio. Et ayuntándose le estas dos cosas está

a peligro de muerte.» Dijo el león: «Non creas que por acusarte los

mis vasallos te faga yo ál salvo toda honra e bien, más que tú non

quieras; e yo te ampararé dello por mescla que sea.»

Dijo el lobo cerval: «Si me tú quisieres honrar, déjame en estos

campos seguro, que me non haya envidia ninguno, sin cuidado, e

pagado de facer vida de las yerbas e del agua; ca el que sirve al rey

rescibe en una hora de daño e de miedo, más que non rescebirá otro

en toda su vida; et sé que el que vive poco e seguro, él vale más que

el que vive mucho e con miedo e en laceria.» Dijo el león: «Ya oí

lo que dices. Non temas cosa ninguna de todo esto, ca non puedo

estar de me non ayudar de ti.» Dijo el lobo cerval: «Pues así es,

derecho es de te obedescer, e peligro ente desobedescer. Pues faz

me pleito que si alguno de tus vasallos me mesclara que sea de los

que valan más que yo, por la dignidat que hobieren, o menos que

yo, que pienses en mi facienda et que te non acuites de lo que te

dijeren de mí fasta que bien lo sepas antes, et que lo pesquises bien;

de sí faz de mí lo que por bien tovieres. Cuando yo fuere seguro de

ti de tanto, ayudar te has de mí mejor, et yo pugnaré de facer

aquellas cosas sobre que me pusieres con mayor femencia, por tal

que non haya ninguno carrera para pasar contra mí.» Dijo el león:

«Otorgótelo.» Et púsolo en su repuesto e aprivadólo más que a

todos sus vasallos, et acordábase con él et pagábase más todavía

dél, et aprivadólo más.

Et honrábalo tanto que pesó mucho aquellos que servían al león;

et consejáronse en poridat entre sí de lo mesclar con el león e decir

mal dél, porque lo el león matase. Et fuéronse a furto, et tomaron

un día la carne del león, que lo sopiera bien, e la mandara guardar

en muy buen lugar, e furtáronla. Desí enviaron la a su posada del

lobo cerval, e escondieron la ahí, e non lo sopo él, et veniéronse

para ante el león. Et después que vieron que el león demandaba

aquella carne tan de recio, et aun ensañábase, catáronse unos a

otros, et dijo uno dellos: «Como vasallo leal non puede ser que le

non fagamos saber al rey su daño o su pro, maguer que le pese. A

mí fue dicho que el lobo cerval llevó aquella carne a su casa.»

Dijo otro: «Non semeja que ficiese tal cosa, empero pesquerir,

ca saber e conoscer los homnes fuerte cosa es.» Dijo otro: «Las

poridades non se saben de rafez; mas si vierdes e fallardes la carne

en su casa, esto vos dará a entender las otras tachas que dicen dél.»

Dijo otro: «Si fallardes la carne en su posada, tenedlo por falso, e

sea justiciado.» Dijo otro: «Non debe ninguno ser engañado en fiar

se en el engaño, ca sabe que el engaño non faz estorcer al que usa

dél, nin gelo encubre.» Dijo otro: «¿Et cómo estorcerá quien al rey

engaña, o en qué guisa se le encubrirá? Et si engañaré homne a su

compañero non se encubre.»

Dijo otro: «Si él esto fizo, a grant cosa se atrevió.» Dijo otro:

«Non se me enceló a mí su falsedat luego que lo vi, et muchas

veces lo dije, e aprobar lo he con Fulano, que este engañador se

facía religioso et non vivía si non en falsedat e en pecado.» Dijo

otro: «Grant cosa es tener la falsedat encubierta e mostrar lealtad e

castidad.» Dijo otro: «Si este divino religioso tal obra fizo, por

grant maravilla lo tengo.» Dijo otro: «Si esto fallamos por verdad,

non es tan solamente falsedat, mas con la falsedat desconocer el

bien e la merced del señor, e atreverse a tan grant fecho.» Dijo otro:

«Vos sois verdaderos conoscedores de derechos; non vos puedo

desmentir; mas por ver si es verdat o mentira, mande el rey ir a su

posada e cátenla.» Dijo otro: «Si su posada non es catada, cátenla

aína que él atalayas e escuchas tiene en cada lugar.» Dijo otro: «Yo

sé que el lobo cerval, si su posada fuere catada e su falsedat

descubierta, alguna arte o algunt engaño fará para facer dubdar al

león, e rescebirá su escusación.»

Et non cesaron de decir tales palabras fasta que lo ficieron creer

al león. Et mandó llamar al lobo cerval, e veno antél, et díjole:

«¿Qué feciste de la carne que te yo mandé guardar?» Et díjole él:

«Dila a Fulano, cocinero.» Et este cocinero era uno de los que lo

acusaban, et dijo: «A mí non dio nada.» Et mandó el rey catar su

posada, et fallaron ahí la carne et trojiérongela. Et allegóse al león

un lobo cerval que non fablaba en esto, e mostraba en sí que non

era si non muy derecho, e tal que non fablaría si non en las cosas

que sopiere de cierto, et dijo: «Señor, pues se ha descubierta esta

falsedat en este engañador, non estuerza así, nin seades entorpados

en él; ca si justiciado non fuere, non descubrirá ninguno al rey la

falsedat de otro, nin se escarmentará el malfechor de mal facer, nin

habrá cobdicia el bueno de bien facer.»

Et mandó el león sacar al lobo cerval dende, e mandó lo prender

e guardar. Et dijo uno de los que estaban con el león: «Mucho me

maravillo del león, de como es muy sesudo e conoscedor de las

cosas, cómo se le encubrió su facienda déste, e cómo non entendía

su perrería e su falsedat.» Dijo otro: «Pues mayor maravilla será

que pesquisará esta cosa e non lo justiciará.» Dijo otro: «Pues que

esto ha probado con él, si le perdona este mal fecho, non será

homne seguro de su traición.» Et en esto ensañóse el león et envió

uno dellos por mandadero al lobo cerval que le preguntase como se

salvaría o cómo se escusaría. Et tornóse el mandadero, e mudó el

mandado, por que se hubo de ensañar el león, et mandó matar al

lobo cerval.

Et ficieron lo saber a la madre del león, et sopo que era

mesclado a tuerto, e que lo mandara matar apresuradamente. Et

envió mandar a aquellos a quien el león lo mandara matar, que lo

retoviesen fasta que ella se viese con el león; e feciéronlo así. Et

ella fuese a ver con su fijo et díjole: «¿Por cuál pecado mandaste

matar al lobo cerval?» Et él díjole el fecho todo. Et ella díjole:

«Hijo, apresurástete, et el homne entendido non se estuerce de se

arrepentir, si non dando se a vagar e dejar de facer sus cosas

rabinosamente. Et el fruto de la priesa es arrepentimiento; et a

ninguno non es de menester ser más maduro en sus fechos que el

rey, cuanto más en los salvos e en los leales vasallos; ca así como la

muger non es si non por el marido, nin los fijos si non por los

padres, nin el disciplo si non por el maestro, nin los vasallos si non

por el duque, nin el religioso si non por la ley, nin el pueblo si non

por el rey, nin los reyes non son si non por el temor de Dios, nin el

temor de Dios si non en ser el homne pacífico e cierto de la cosa. Et

el mejor, acuerdo de los reyes es en conoscer sus vasallos e poner a

cada uno en su lugar e en su talle, et sospechar a unos por otros; ca

ellos siempre punan en se aterrar unos a otros e en mostrar e

descobrir el mal de los malfechores e encubrir el bien de los

buenos. Et non debes tú, fijo, pues fueste pagado del lobo cerval e

te fiaste por él, e non te erró fasta el día de hoy, nin viste dél si non

fieldat e lealtad, e diciendo tú dél en medio de tu corte grant bien, e

facer le esto por un cuarto de carne que non vale nada.

«E fijo, debes saber su facienda del lobo cerval, et pensar en ti

mesmo e decir cómo puede esto ser, ca él non come carne nin se

llega a ella, tiempo ha pasado. Et así entenderás que non le darías tú

la carne e negar te la hía; pues piensa en esto, e sepas que los necios

han envidia a los sabios sofridos, e los aliviados a los sosegados, et

entremétense cuando pueden a los traer a mal lugar. Et el lobo

cerval es sabio e leal e verdadero, por que debes ser cierto de su

fecho e parar mientes como los falsos lo acusan a tuerto, e llevaron

la carne a su casa. Et por ende non tornes cabeza por lo que ellos

dicen e por lo que le aponen; ca la privanza del lobo cerval en grant

pro se te tornará, et era pagado de cuanto mal rescebía por recebir

tú grant placer, e sofría por tu pro lacerio e afán, et tal serviente

como él bueno es.»

Et en fablando la madre del león con él, e en castigándolo, llegó

uno que sabía de como el lobo cerval era salvo e que era acusado a

tuerto, et díjolo así al león. Et en esto entendió el león e fue bien

cierto que el lobo cerval era salvo de cuanto le apusieran. Et

entonce dijo la madre del león: «Ya eres bien cierto desto e lo vees

manifiestamente; pues non perdones aquellos que lo acusaron, ca

eso te traería otro mayor daño, mas justicialos. E non te enfiuces en

decir: «Poder he sobre ellos»; ca las yerbas flacas, maguer fortaleza

non han, facen dellas sogas con que atan e cuelgan el elefante.

«Et tú torna el lobo cerval en su estado e en su dignidad que se

había de ser, en todas tus poridades. E en tu corazón non digas: «Yo

lo he fecho mal, e non puedo ser seguro de su mala voluntad, si lo

yo tornare en su oficio; ca non se debe homne temer de

malquerencia de todos aquellos a quien mal face de una guisa, nin

debe ser desesperado de su ayuda nin de su seso; mas el que

conosce las cosas pone a cada una en su lugar.

«Et algunos homnes hay con quien homne non debe haber amor

después que ha con ellos enemistad e otros que non debe homne

haber con ellos enemistad después que ha con ellos amor. Et los

homnes con que non debe homne ser en amor en ninguna manera

son éstos: el que desconosce el bien fecho, et el que es atrevido a

facer traición, et el que desdeña el bien, e el cruel, e el descreído

que descree el otro siglo, et el avariento, e el lujurioso, e el sañudo

mucho que nunca puede homne haber su gracia, et el conoscido por

engañoso e por falso e por cobdicioso, et el negligente que finca por

él de facer toda cosa, et el que pasa más de lo que conviene a él en

toda cosa. Antes debe homne haber amor del que es conoscido por

verdadero e gracioso e leal, et que ama más las buenas obras e que

se teme de pecado, et que ama al pueblo e que les apiada, e non

tiene a ninguno mala voluntad, et que agradesce el bien quel face,

et que se miembra siempre de sus amigos e es siempre vergonzoso

e de buena parte. Et tú has probado al lobo cerval, e conosces lo,

por que lo debes tornar a tu amor.»

Estonces fizo el león llamar al lobo cerval, e oyólo e rescibióle

sus escusas, et dijo le: «Yo te torno a tu dignidat e a tu oficio que

tenías de mí, e fiaré por ti así como ante fiaba, e poner te he en

mejor estado; ca en poner amor con homne leal que profaza a su

amigo de alguna cosa que es a pro dél es muy grant cosa.» Dijo el

lobo cerval: «Señor bien aventurado, tú sabes cómo fue el

comienzo de mi facienda e el estado en que yo te comencé a servir.

Et só ya llegado a esto e non me seguro de los que te sirven, que me

acusen e me hayan envidia, por que hayan de mesclarme contigo

otra vez, e habrás tú de creer lo que te dijeren de mí, et justiciar me

has. Onde non quiero que tengas que yo fío por ninguno de cuantos

en tu servicio son; ca maguer me tornes en mi estado después que

me quesiste matar, seyendo leal e verdadero e non fallando por qué,

desí fecisteme merced en me perdonar por que non había culpa,

temo me que cuidarás en tu corazón que te tengo voluntad mala por

lo que me feciste, et esto te fará que me mates. Et demás que los

enemigos dirán: «Non dejemos así este pleito. Pues que non

podemos matar a éste, fagamos arte por quel rey non tenga que

cuanto dél dejimos que fue mentira.» Et así me echarán en mal

lugar. Mas, señor, si tu corazón tornase a lo que era antes contra mí,

tal te sería yo como era antes.»

Et dijo el león: «Probado te he, e téngote en el mejor estado que

sea de los santos e de los justos; ca el homne justo perdona muchos

pecados por una merced; que te yo he fecho mal, et sé de cierto que

tus enemigos te han fecho tuerto. Et tú debes me perdonar este

pecado por el bien que te fice ante, así que seamos amigos de aquí

adelante uno de otro, de más firme amor e de más leal consejo que

nunca fuemos.» Desí mandó tornar al lobo a su estado e en su

dignidat que ante había et al oficio en que era puesto, et cobró su

lugar e cobró el león cuanto quiso. Et abajó el león a aquellos que

lo acusaran, et echó los de su tierra, e alongó los. Este es el ejemplo

Capítulo XV

de lo que acontesce a los reyes e a sus privados, e de como los

tornan en sus lugares desque los castigan.»

Del orebce e del simio e del castigo e de la culebra e del religioso

Dijo el rey al filósofo: ¿Ya oí este ejemplo; pues dame agora

ejemplo del que gradesce el bien fecho e lo galardona, e del que lo

niega e lo desconosce.» Dijo el filósofo: «Señor, sepas que las

naturalezas de las criaturas son de muchas maneras, et non es

ninguna cosa de cuantas Dios crió en el mundo, de las que andan en

cuatro pies e en dos pies o que vuelan con alas, más santa nin más

mejor que el homne. Et en los homnes ha buenos e malos, et

acaesce a las veces que en los vestíblos e en las bestias e en las aves

hay alguna que es más leal e más conoscedora del bien fecho que el

homne de bien fecho e que mejor lo galardona. Et esto paresc.e a lo

que dijo el filósofo antiguo: «Conviene a los reyes entendidos e a

los otros homnes que fagan su bien a quien lo meresce e a quien lo

gradesce, e que non faga bien a ninguno fasta que lo pruebe de qué

lealtad es, e de qué amor e de qué gradescimiento; et que non fagan

bien señaladamente al propinco, si non fuere por ello o lo

meresciere, nin deje de facer bien e ayuda al estraño si lo sopiere

gradescer cuanto es el bien e la merced que le facen, et que sea

verdadero e sabio e que ame las buenas obras e los buenos dichos.

«Et cuando fuere conoscido por de buenas mañas, e fuere cierto

dél que tal es, meresce el bien fecho, e meresce ser privado; ca el

físico entendido non se atreve a melecinar al enfermo si non

después que lo cata e tañe su pulso, e conosce su complisión e la

razón de su enfermedat; et cuando esto sopiere bien, estonces se

mueve a melecinar lo.» Otrosí el homne entendido non debe poner

su amor con ninguno si non después que lo probare; ca el que se

atreve a fiarse en alguno, non lo habiendo probado, métese en grant

peligro et llegado es a fuerte lugar. Et con todo esto a las veces

acaesce que face el homne bien a la cosa flaca cuyo gradescimiento

nin conoscimiento non ha probado, nin conosce sus costumbres, et

sábele gradescer et galardonar muy bien, así como dijo el filósofo

de su fazaña que viera: «Non debe ninguno menospreciar ninguna

cosa pequeña nin grande, quier de homne quier de animalia, que

yaga en mal lugar o en tribulación, pudiendo lo librar ende; e

faciéndolo con merced te, con piedad que le haya, tenga esperanza

del galardón de Dios, e non de esperar de haber gracias de aquel a

quien bien ficiere. Nin debe ser seguro del tiempo que le faga haber

menester aquel pequeño menospreciado a quien bien hobiere fecho,

que gelo galardonará; mas debe probar todas las cosas e facer las

bien, segunt probare en ellas.» Et esto paresce a la fazaña que

dijeron los filósofos.» Dijo el rey: «¿E cómo fue eso?»

Dijo el filósofo: «Dicen que unos homnes cavaron en el monte

una lobera para los vestíblos, et cayeron en el la un simio e un tejón

e una culebra e un homne, et non se ficieron unos a otros ningunt

mal. Et acaesció que pasó por ahí un religioso e vídolos yacer allí,

et dijo: «Yo non podré mejor obra facer que librar a este homne de

aquesta tribulación de aquestas bestias, ca todas le quieren mal.»

Desí tomó una soga e colgóla en la foya, a que se trabase el homne

para lo sacar, et trabó se a ella el simio, como es ligero, e salió de la

foya. Desí colgóla segunda vez, e trabóse a ella la culebra, e sacóla.

Desí colgóla otra vez, e trabóse a ella el tejón, e sacólo. Desí fincó

el homne en la foya, e diole el religioso la soga, e trabóse della e

salió. Et derramáronse las animalias e fuese cada una a su lugar.

Et fincó el homne, e el religioso preguntóle por su tierra e

posada, et él díjole que moraba en la cibdat de Jajon, e que era

orebs. Otrosí el simio vivía cerca de aquella cibdat, en el monte del

término, et el tejón vevía así mesmo en una jarín, et la culebra

criaba en el muro de la cibdat. Et gradesció el orebs al religioso el

bien que le ficiera, et díjole: «Tú me has fecho grant bien e me

libraste de muerte; et si a la cibdat vinieres, demanda por mí, ca

adebdado te só por este bien que me feciste.» Et fuese.

Desí a pocos días hubo de venir el religioso a aquella cibdat, por

cosas que había menester. Et en llegando cerca de la cibdat, vídolo

el simio, e conosciólo, et descendió de un árbol en que estaba e

vénose para el lugar, et besóle la mano et humillósele et mostróle

grandes gracias e fízole señas que se posase. Et fuese el simio e

tornóse con fruta para él, et comió el religioso della, et albergó ahí

esa noche a solaz del simio. Et fuese el simio luego al tejón et

díjole: «¿En qué guisa galardonaremos a este religioso el bien que

nos fizo?» Desí dijo el simio: «Yo sé un lugar en esta cibdat por do

entraremos al alcázar; et si tú me siguieres e amparares de los

homnes, fío por Dios que le daremos buen galardón.» Et dijo el

tejón: «Fecho sea.» Et fueron se ambos, et entró el simio por un

lugar que sabía, et estovo el tejón al portillo atendiendo fasta que se

tornó el simio con guarnimentos de oro e de piedras presciosas, e

veniéronse para él et dierongelo, e non le dijeron dónde los

hobieran nin cómo.

Et dijo el religioso en su corazón: «Estos son muchos

guarnimentos e muchas piedras, e yo non he que facer con ellos si

non venderlos. Et tengo el orebs en esta cibdat et téngole fecho el

bien que fice a estos vestíblos, et él ha mayor derecho de me lo

galardonar más que éstos, et yo ir me para él, que me las venda. Et

non quiero otro galardón dél si non éste, e non lo quiero embargar

en otra cosa; et aun yo gelo gualardonaré este trabajo que en ello

hobiere.» Et vénose para casa del orebs; et él, cuando lo vido,

rescibiólo muy bien et demandóle por su facienda et por qué

veniera a aquella cibdat, e él contó gelo. Desí sacó los

guarnimentos e mostró gelos, e rogóle que gelos vendiese. Et

conosció los el orebs. Et andaba ya el roído por la cibdat del furto

dellos, et eran muchos homnes sospechados e otros presos. Et dijo

el orebs al religioso: «Fuelga aquí fasta que yo torne a ti con

recabdo.»

Et salió el orebs dende, et dijo: «Hame Dios mostrado cosa por

que habré la merced del rey, e seré honrado dél e de los mayores de

su regno; et sabrán que só fiel por esto e fiarán de mí. Et yo iré al

rey e facer gelo he saber.» Et fuese para el rey, e fizo le saber de

como él tenía en su posada al que tenía los guarnimentos. Et envió

el rey a su alguacil e asaz de gente, et fueron a la casa del orebs et

fallaron y al religioso con los guarnimentos, e prendieron lo et

llevaron lo preso al rey. Et el rey mandólo luego atormentar, et

después, que lo trajesen por la villa e que lo enforcasen. Et fue

atormentado, e trajeron lo por la villa, et comenzó el religioso a

llorar e a decir: «Si yo creyera los dichos de los filósofos de lo que

dijeron del poco gradescimiento del homne, non llegara yo a esta

tribulación.»

Et del roído de como lo llevaban salió de su forado la culebra e

vido al religioso así, e conosciólo et dijo: «Hoy ha menester a mí

este religioso, así como yo hobe menester a él el día que yo estorcí

por él de muerte; et quiero guisar cómo él estuerza cuanto él pueda,

e así lo faré.» Et fuese e entró en la casa del rey e mordióle un fijo

muy mal, e non lo quiso matar. Et cuando el rey lo sopo, fizo

ayuntar a todos los físicos e los encantadores, e dieron le a beber

sus melecinas e encantaron lo, et non lo tovo pro.

Et cuanto más le facían, tanto más le acrescentaba el dolor e

tanto más se amortecía, et traspúsose. Et mandó el rey a los sorteros

que echasen suertes, et non dejó en toda la cibdat físico nin

escantador nin homne alguno de quien hobiese esperanza que le

daría consejo en aquello que le acaesciera al niño, que lo non

mandara traer, et mandó les pensar del niño e guisar cómo

guaresciese. Et ellos comenzaron a pensar dél e a melecinar lo e a

escantar lo, fasta que fabló el niño e dijo que cuando se traspusiera,

que le dijeran en sueños que el rey mandó tormentar a un religioso,

e aforcarlo a tuerto e a grant sin razón; el cual rogó a Dios que

mostrase su milagro por que él fuese salvo; et que él non

guarescería fasta que lo tanjese el religioso e rogáse a Dios que le

diese salud, et si non que el niño era muerto. Et envió el rey apriesa

por el religioso, et trajeron gelo, et mandó que escantase a su fijo, et

dijo el religioso: «Yo non sé escantar, mas faré lo que sopiere.» Et

puso su mano encima del niño, et oró e rogó a Dios, e dijo así:

«Señor, Dios, si tú sabes que yo digo verdat al rey en cuanto digo

de mi facienda, dale salud e folgura.»

Ca él le contó al rey estonces toda su facienda e su

acaescimiento. Et luego, acabada esta rogatura, fue el niño sano e

guarido. Et mandó el rey dar aquellos ornamentos al religioso, e del

su haber mucho más, e mandólo soltar e pidióle que le perdonase lo

que le mandara facer. Et mandó el rey que dende en adelante non

entrasen en su casa nin en su privanza si non homnes probados e

conoscidos en obras, e que aquéllos toviesen sus oficios e el su

servicio. Desí mandó el rey atormentar al orebs, e mandó lo

enforcar a la puerta de la cibdat.

Et en esto que fizo el religioso al orebs e a los vestíblos e de

cómo cada uno gelo gualardonó, hay grant maravilla e grant fazaña

por que debe homne tomar ejemplo para saber en cuáles lugares

debe homne facer bien e en cuáles non lo debe facer.»

Capítulo XVI

Del hijo del rey e del fidalgo e de sus compañeros

Dijo el rey al filósofo: «Ya oí todos tus ejemplos; pero oí te

decir que non ha cosa que más faga al homne ser bien andante

e rico e abondado e en buen estado, que buen seso. Et si así es,

¿por qué veemos el nescio haber tanta de honra e riqueza, e

cuanto cobdicia, cuanto non puede haber el cuerdo e el

entendido e sabio e de buena mantenencia? Et veemos muchas

veces que viene mucha rencura e mucha mengua e ocasiones e

tribulaciones en este mundo a los sabios e cuerdos e de buen

entendimiento, e más que a los negligentes e a los que non se

albedrían e a los de flaco seso e a los aliviados.» Dijo el

filósofo: «Señor, así como el homne non vee si non con sus

ojos, nin oye si non con sus orejas, así el saber non se acaba si

non con sofrimiento e con seso e con certedumbre; empero a

todo esto vence la ventura que es prometida a cada uno.

Así que algunos son a que Dios da buena andancia en su

riqueza, et recabdan lo que quieren sin su albedrío e sin

ninguna obra, et algunos son que se les acaba su buena

andancia, que los guía Dios a ser envisos et los enderesca et los

enseña de guisa que conoscen bien las cosas e las saben bien

traer, et es les esto movido de la ventura que Dios dio e

prometió por juicio; empero non haya ninguno esperanza en

ninguna buena manera, nin en ninguna buena, bondad que

homne haya, que dure sin seso e sin sufrimiento e sin buen

acuerdo con que mantenga su facienda. Et ninguno non puede

por arte nin por seso desviarlo que Dios le judgó e prometió de

antes. Et esto paresce en el ejemplo del fijo del rey que fizo

escribir sobre la puerta de su cibdat que decían Matrofil, que el

buen entendimiento e la valor o la femencia e la arte en este

mundo, todas son en poder de la ventura.» Dijo el rey: «¿Cómo

fue eso?»

Dijo el filósofo: «Así fue que cuatro mancebos se ayuntaron

en un camino: el uno era fijo de rey, e había de ser rey después

que muriese su padre, et otro su hermano forzólo e echólo

fuera del regno después de la muerte del padre; et él fuese

escondidamente con cuita por guarir, con miedo que lo

prendiese su hermano e lo matase; et el segundo mancebo era

fijodalgo; et el tercero era fijo de un mercador; e el cuarto, fijo

de labrador. Et falláronse todos cuatro en un camino, et

andovieron tanto fasta que les menguó la despensa, e fueron

muy lazrados et fambrientos, e non tenían cosa ninguna si non

los paños que tenían vestidos. Et andando por el camino,

fablando unos con otros, hubo de caer entre ellos contienda

sobre las cosas deste mundo cómo andan, e en cuál guisa puede

homne haber riqueza e gozo e alegría.

Dijo el fijo del rey: «Los fechos deste mundo todos son en

el poderío de Dios et en la ventura que ha prometido a cada

uno; et cuanto le es por él prometido, todo le ha de venir de

todo en todo; onde ser el homne sofrido a la ventura e a

entenderla es muy buen seso.» Dijo el fijodalgo: «A quien Dios

quiere dar beldat e fermosura e apostura en todos sus miembros

e buenas mañas, puede haber mucho bien por ello, et non ha

cosa que más le ayude a haber algo que esto.» Dijo el fijo del

mercador: «Non cuido yo que ha cosa en el mundo de que

homne pueda haber grande algo, como en haber buen

entendimiento e sabiduría e acucia, e comprar e vender.» Et

dijo el fijo del labrador: «Yo non cuido que homne pueda

haber de comer para un día si non labrare e trabajare.» Et en

contendiendo así sobre esto llegaron a la cibdat a que iban, et

asentaron todos cerca de la cibdat, de fuera, que non tenían

cosa deste mundo si non los vestidos que vestían. Desí

comenzaron se de arrufar uno contra otro por lo que se alabara,

que debía facer cada uno dellos lo que dijera, Et dijeron al fijo

del labrador: «Mezquino, vete e trabaja como dices, e gana,

que comamos un día.»

Et fuese el fijo del labrador e entró en la cibdat et preguntó

a unos homnes que estaban fablando, e díjoles: «Yo só homne

estraño en esta cibdat, e tengo otros tres compañeros, e non

tenemos ninguna cosa que comer. Decidme cuál obra faría por

mis manos de la mañana fasta la noche, para ganar que

comiésemos cuatro homnes.» Dijéronle: «La leña es muy cara

en esta cibdat, e el monte es a una legua de aquí en tal lugar, e

van allá los leñadores. Pues ve allá, faz leña con ellos e

venderás cuanta pudieres traer, por un maravedí, et esto te

cumplirá a ti e a otros tres.» Et fuese el fijo del labrador, e fizo

leña, e trájola a cuestas cuanta le valió un maravedí, e hubo

vianda cuanta cumplió a él e a sus compañeros aquel día.

Et cuando fue otro día de mañana dijeron: «Echemos

suertes, e al que cayere la suerte vaya a averiguar su dicho.» Et

echaron suertes e cayó la suerte al fijodalgo, que era muy

fermoso e muy apuesto. Et dijéronle: «Liévate, e faz nos algo

con tu fermosura e con tu beldat, e faz veridad lo que dejiste.»

Et fuese el fijodalgo e llegó a la puerta de la cibdat. Desí pensó

en su corazón e dijo: «Yo non sé facer nada nin sé qué faga por

que dé a mis compañeros que coman, et habré vergüenza de

tornar a ellos. Et pensó de se ir e dejar los; et arrimóse a un

árbol que estaba en medio de la cibdat, et comenzó de catar a

los que pasaban por ahí. Et pasó por ahí una dueña fijadalgo,

caballera en su mula, e sus mugeres empós della e sus criados.

Et vido lo ahí ser, e desconosciólo e entendió que era homne

estraño, e vido lo tan fermoso e tan apuesto, e así tan cuidoso, e

hubo compasión dél.

Et desque llegó a su posada envió una su muger a él, et la

muger fue a él, e fallólo adormecido del cuidado que tenía. E

despertólo e díjole: «Mi señora, doña Fulana, muger de don

Fulano, me envía a ti, et ruégate que la vayas ver a su posada.»

Et dijo él: «¿Qué me quiere tu señora, o para qué me manda

llamar, ca nin sabe quién me so nin me conosce?» Dijo la

muger: «Cuida de ti una cosa, e quiere peguntar por tu

facienda, e por saber tu estado, e por te facer lo que debe tal

dueña a tal como tú.» Et levantóse el mancebo e fuese con ella

a la posada de la dueña. Et esta dueña era muy noble; et desque

fue entrado preguntóle ella e rogóle que le dijese su facienda e

su nombre. Et él recontó, le en qué manera veniera a aquella

cibdat, él e sus compañeros, e que eran estraños, e que non

conoscían a ninguno. Et mandóle aquella dueña dar posada

para él e para sus compañeros, e mandóles dar que

despendiesen él e ellos cient maravedís. Et estovieron así

algunos días a su placer, fasta que fueron comidos los dineros.

Desí dijeron al fijo del mercador: «Averigua lo que dejiste,

e ayúdate de tu agudez e de tu sabiduría, e gana que

comamos.» Et dijo él: «Facer lo he si Dios me ayudare.» Et

fuese el mancebo e demandó por el lugar do mercaban los de

aquella cibdat. Et vido arribar una nave, e ayuntáronse unos

mercadores de la cibdat por comprar de los señores de la nave

cuanto ahí traían, et comenzaron los precios dello, e iba él

empós dellos. Desí asentáronse a parte, e consejáronse e

dijeron unos a otros: «Vayamos nos ahí e non compremos cosa

alguna, e ellos vernán a facer nos mercado de cuantas

mercadorías hayan, e haber las hemos rafez de buen mercado.»

Et desque fueron idos, fuese el fijo del mercador para la nave, e

igualóse con los dueños de las mercadorías, e prometióles

cuanto los otros les daban por ellas e gelas non quisieran dar.

Et cuando los mercadores lo sopieron, venieron se luego para

la nao e fallaron que la había comprado aquel mancebo; et

dieron le mill maravedís de ganancia, et tornóse con ellos para

sus compañeros. Et mejoraron su estado, e tovieron que comer,

e moraron allí.

Et después dende a días venieron al fijo del rey et dijeron le:

«¿Fasta cuándo atenderás tú la ventura e cuándo ganarás por

ella que comamos?» Et díjoles él: «Por buena fe non sé qué

faga, nin puedo nada ganar, nin espero ál, salvo la ventura que

me ha de venir de lo que Dios me judgó e me dio en parte, et

non dubdo que me verná de todo en todo.» Et salió de allí, et

andovo fasta que llegó a la puerta de la cibdat. Et acaesció que

murió ese día el rey desa cibdat, et non dejó si non un fijo que

había de heredar el reino después dél, ca todos sus parientes

eran muertos e finados fueras aquel, et aquel fijo había de

heredar. En pasando por allí, llevando el cuerpo a enterrar,

estaba aquel mancebo asentado en los poyos de la puerta de la

cibdat, et non se movía por aquel duelo nin mostró pesar. Et

desconosciéronlo, et preguntó le un duque e díjole: «¿Quién

eres e por qué te sentaste aquí e non te moviste por el duelo del

rey cuando pasó por aquí?» Et el mancebo non le respondió; e

ensañóse el duque, et denostó lo e echó lo fuera de la cibdat.

Et desque fue pasado el llanto tornóse el mancebo e

asentóse en su lugar, et tornáronse los otros después que

hobieron enterrado al rey, et él estaba asentado en su lugar. Et

vido lo aquel duque, et vénose para él e díjole: «¿Non te

defendí, que non estuvieses en aquel lugar?» Et fízolo prender,

et mandólo levar a la prisión. Et cuando fue otro día alzaron

por rey al fijo del rey que finó; et comenzó cada uno de los

ricos homnes e de los fijosdalgo a bendecir al rey e a decir

cada uno la mejor razón que sabía. Et fabló ahí aquel duque, et

díjole: «Señor, quiero te decir lo que me acontesció ayer,

cuando levábamos el cuerpo del rey: vi a un mancebo asentado

en un poyo, cerca de la puerta de la cibdat, et él parescióme

homne estraño en su gesto e en sus vestidos, e fabléle e non me

respondió, e echélo dende. Et después que tornamos, fallélo en

aquel lugar, e preguntélo por qué lo ficiera, e non me

respondió, e tove que era esculca, e fícelo prender e poner en la

prisión.»

Cuando esto oyó el rey envió por el mancebo, e mandó lo

soltar de la prisión, et que gelo trojiesen; et trojieron gelo. Et el

rey preguntóle quién era e de qué tierra; et díjole: «Yo só

Fulano, fijo del rey deMarmia, e yo era heredero del rey; et

desque él fue finado, echóme mi hermano del reino. Et con

miedo de muerte tove de fuir e venir me para vuestro padre, en

esperanza que me ayudaría e me ampararía. Et cuando vine e lo

vide ayer llevar a enterrar, pesóme tanto, de guisa que

desesperé e perdí el seso e el entendimiento. Et asentéme allí

cerca de la puerta de la cibdat cuidoso e maravillándome de las

cosas que guisa la ventura.» Cuando esto hubo dicho, conosció

lo el rey e los otros nobles homnes que el mesmo era, e dijeron

lo todos al rey. Et el rey rescibiólo bien, et prometióle grande

algo, et que él guisaría en cuanto pudiese como aquella

esperanza que había para cobrar su reino, que él lo faría. Et

mandóle dar posadas e bestias e haber.

Et era la costumbre de aquella tierra que cuando alzaban rey

de nuevo traían lo por la cibdat cabalgando en un elefante,

dende a siete días; et cabalgaban con él sus caballeros e sus

ricos homnes, lo mejor guisados que ellos podiesen, et con

muchas maneras de juglares et facían grant fiesta, et era

llamado por nombre del rey. Et después que aquel rey nuevo

hubo pasado los siete días, e quisieron lo traer en el elefante

como acostumbraban facer a los otros reyes, mandó el rey

guisar un elefante para aquel infante que era echado de su

reino, et que lo trojiesen en él, así como a él; et dijo a los

suyos: «Este infante es rey en su tierra, así como yo en ésta, et

ficieron lo así como a mí.» Et andovieron con él por aquella

cibdat en aquella fiesta. Et desque el rey fue tornado a su

alcázar mandó facer grant hospedadgo al infante, e que le

diesen cuanto había menester, fasta que él catase por su

facienda. Et el infante buscó a sus compañeros e trájolos a su

posada e fízoles mucha honra. Et el rey pagóse todavía del

infante, et casólo con su fija, et desque fue casado, honrólo et

dióle algo, a él e a sus compañeros, a cada uno en su estado. Et

a poco de tiempo el rey mandóle dar a su yerno muchos

caballeros e grant haber, para que lo levasen, a él e a su muger,

a su regno; et escogió el rey para esto los mejores de su reino, e

los más esforzados e mejores e más sabidores en lidiar. Et

tornóse el infante para su tierra; et cuando lo sopo el hermano

que venía con tanta honra e con tan grant poderío, saliólo a

rescebir e pidió le merced e tregua, e desamparó le su regno. Et

pusieron entre amos sus pleitos, e prometieron su fe en uno, e

prometióle el hermano ciertas parias; et regnó el infante en paz

en aquella tierra.

Et mandó escrebir a la puerta de la cibdat estas palabras:

«Lacerio de un homne que fará por sus manos en un día, puede

ganar a él e a tres compañeros de comer e de beber; et

complimiento en el homne de beldat e de buen enseñamiento e

grant linaje face le ganar amor de los homnes, e fácele perder

soledat, maguer sea estraño e fuera de su tierra, et fácele ganar

en un día cient maravedís; et el seso e la apostura e la sabiduría

et el entendimiento en mercaduría fácele ganar en un día veinte

maravedís; et el encomendar se homne a Dios, e meter su

facienda en su mano e atender su juicio, face al rey que perdió

su reino cobrarlo, e tornar en mejor estado que era. Et todas las

cosas son por el juicio de Dios et por ventura así; ca non ha

cosa de cuantas Dios crió que se pueda mudar un paso, nin

cuidar facer alguna cosa si non por el mandado de Dios et por

lo que ha prometido e judgado. Et todas las cosas son en su

poder, e él las mantiene, et él se torna; que ninguno non sabe

cómo las ordena ni cómo las confirma.»

Desí mandó llamar a sus compañeros, aquellos con quien

andovo el camino, et díjoles: «Desque fuemos llegados en un

camino e fecimos compañía siempre fuemos en encomienda de

Dios, et cuanto cada uno de nos dijo e fizo por averiguar su

fecho, fízolo por Dios e por que le era prometido; ca si non

fuse por la aventura de Dios e por su juicio, non dijérades lo

que dejistes, nin acordara Dios a ninguno de vos a facer lo que

dijera, nin averiguar lo que se alabara a sus compañeros. Et yo

tenía por muy grant cosa de ganar algo; ca non podía nin sabía,

ca era forzado de mi hermano e era fuído con miedo de muerte,

así que non sope ál que facer, si non de me amparar al poderío

de Dios, e tener me por pagado de su juicio, et que él me

acarreó de ir a aquella cibdat, non a sabiendas de mí. Desí

fízome ir al su rey, et mostróme razonar con él, et membróme a

le decir por qué me hubo merced, e creó lo que le dije, non

pensando en ello nin sabiendo en qué fenescería mi facienda;

mas fue e cosa que me puso Dios en corazón, e me Él fizo

decir, de guisa que gané amor de aquel rey con quien nunca

había fablado. Et guisóle por la ventura de Dios que hobe de

ser rey en mi tierra, e vencí a mis enemigos, sin poder que yo

hobiese e sin fuerza, mas fue por el juicio de Dios que se hubo

de complir. Pues loado sea Dios, en cuya mano son todas las

cosas; ca ninguno non puede por su fuerza nin por su arte

contrastar lo que ha de ser por su mandado.»

Desí mandó el rey llegar los grandes homnes de su regno e

sus cabdillos e alcalles e religiosos, por facerles sermón. Et

fizo su sermón breve e bien departido con grant sabiduría, et

predicóles e acucióles a facer buenas obras con quo se llegasen

a Dios e le non fuesen desobedientes. Et levantóse un homne

bueno religioso de los que el rey mandara y venir, et díjole:

«Señor, has fablado con buen entendimiento e con seso e con

acuerdo, et sabemos que cuanto dices todo es verdat, ca Dios

guisó, e guisó que regnases en nos, et tú que los merescías con

seso e con el acuerdo que Dios te dio, et por tú esperar su

merced e fiar en él; ca cuando Dios quiere dar mejoría al

homne en buen entendimiento e sofrimiento e buen seso, e le

da por naturaleza de ser piadoso e mesurado a sus pueblos,

derecho es de reinar. Et el mejor andante homne deste mundo e

del otro es aquel a quien Dios quiere facer merced en le dar

seso e acuerdo e saber. Et ha nos Dios fecho merced en que te

nos dio por rey, en vez de que murió; por ende rogamos a Dios

que te faga piadoso sobre tus pueblos e bien aventurado a su

servicio.

Las

palomas

y el

tesoro

Desí levantóse otro religioso e loó a Dios e agradesciólo.

Desí dijo: «Yo había, ante que entrase en la orden de religión,

dos maravedís. Et metióme Dios en corazón de amar el otro

siglo, e facer las buenas obras. Et dije en mi corazón: «Non es

ninguna cosa que de mejor merescimiento sea, segunt Dios,

que comprar un alma e franquear la por el amor de Dios.» Et

Capítulo XVII

querría las vender, et azomélas, e daba le por ellas un maravedí

e non me las quiso dar si non por dos maravedís, et yo non

tenía más, et fízose me muy grave de comprar las por cuanto

tenía, et compré la una por un maravedí. Et hobe piedat dellas,

et dije: «Por aventura son parejas, maslo e fembra; et si las

partiere una de otra morrán más, con pesar que habrán la una

de la otra, et si las dejare al pajarero comprar las ha otro para

comer e matar las ha.» Et comprélas et tomé las por dos

maravedís.

«Et dije: «¿Cómo faré dellas? Ca si las diere de mano por lo

poblado cerca de los homnes, he miedo que non podrán volar,

por que son flacas e magras de la premia que han rescibido e

del atar, et non só seguro que las non cace alguno otra vez, et

non les terná pro el bien que les yo quiero facer.» Desí levé las

a un campo a un lugar do había buen pasto, e lueñe de los

homnes, e dejélas ir, et comenzaron a volar, catando las yo. Et

cuando las palomas se alongaron de mí, posaron en tierra et

fueme para ellas, et con miedo que las non tomase alguno. Et

cuando fuí cerca dellas volaron e posaron en un ramo de un

árbol, e seguílas fasta que fue cerca dellas, et asentáronse en

tierra et comenzaron, de picar e de ferir a la raíz de aquel árbol.

«Et llegué al árbol por ver qué facían, e cabé con una vara

en aquel lugar do ellas picaban, e fallé y una jarra llena de

maravedís, e descobríla e vi lo que había, e entendí que non lo

habían fecho si non por me galardonar lo que les ficiera. Et

rogué a Dios que les ficiese fablar, de guisa que fablase con

ellas, e fablaron, et díjeles: «Vos, aves, que así sabedes lo que

es so tierra, ¿cómo caíste en la red del pajarero?» Et ellas

dijéronme: «Homne bueno, ¿non sabes que la aventura del

juicio de Dios vence toda cosa e que ninguno non le puede

contrastar? Et cuanto viste que acaesció de nos e de ti fasta que

llegaste a la raíz deste árbol non fue si non por la aventura que

nos fue prometida. Pues la más bien aventurada criatura es

aquella a quien Dios promete en su juicio bien, et la más mala

aventurada es aquella a quien Dios promete lo contrario.»

De las garzas e del zarapico

Dijo el rey al filósofo: «Ya oí este ejemplo dame agora

ejemplo de los dos aparceros que se fían uno de otro, cuando

el uno es engañoso al otro e le tiene mala voluntad, et puna en

haber mejoría en aquella cosa en que son aparceros e la quiere

haber todo en su cabo, sin el otro aparcero.» Dijo el filósofo:

«Una de las cosas por que homne bien estuerce e es salvo, es

ser enviso; et una de las cosas por que es el homne enviso es

ser sospechoso del compañero fasta que sea bien cierto que le

tiene buena voluntad. Et quien cuida bien de su aparcero non

lo habiendo bien probado, non es bien seguro; ca la fianza e la

grant creencia lo echó en grant pesar. Et la semejanza desto es

el ejemplo de las garzas del zarapico. «Dijo el rey: «¿Cómo

fue eso?»

Dijo el filósofo: «Dicen que cerca de la ribera de la mar

había un piélago donde entraban muchos ríos, et era apartado

de los pescadores, e non llegaba y homne del mundo. Et

nasció y un cañaveral, e ficiéronse y muchos peces. Et las aves

que solían venir a las riberas e a los piélagos e a las marismas

non venían nin se allegaban a él, nin pescaban y pescado

tiempo había; ca tenían sus nidos e sus fijos en la mar, e

teníanse por abastados de lo que fallaban en el mar. Así que

una ave que decían garza hubo sabiduría dél, e vido que era

lugar muy apartado de la carrera de los pescadores e muy

yermo, et hubo gran sabor de morar y, e de mudar ahí su nido.

Et dijo en su corazón: «Cuando yo trajere mi nido e mi fembra

a este lugar, escusaremos, con lo que aquí ha, de facer

embargo a las otras aves en el pescado del mar, e habremos

este lugar por heredamiento para nos e para los que de nos

venieren, et ninguno otro non habrá a ello derecho, ca nos lo

habremos más con derecho.»

Et puso en su corazón de mudar su fembra e su nido para

allí; et cuando fue tornado a la mar, dijo a su fembra lo que

viera e lo que tenía en corazón de facer. Et la fembra había

puesto su nido en la ribera, en que tenía sus huevos, et era ya

la sazón en que los debía sacar. Et había ella un zarapico

mucho su amigo que ella mucho amaba, e sin él non veía

placer, et a quien facía parte en todas sus cosas. Et después

que su marido hubo dicho su acuerdo a la muger, pesóle

mucho por se apartar del zarapico, et quiso que hobiese parte

en aquel vicio, et guisó cómo le ficiese saber aquello que el

marido e ella quería facer, por que él guisase cómo se fuese

con ellos para aquel lugar. Et dijo al marido: «Ya es tiempo

que yo debo sacar mis pollos; et dijéronme una cosa que,

faciendo gela al tiempo que han de salir, seremos seguros que

les non acaescera ocasión; et yo quiero ir buscar aquella

melecina que dijeron, por llevar la comigo al lugar que nos

mudaremos.» Et dijo el marido: «¿Et qué es?» Dijo la fembra:

«Un pece de los peces de Fulana isla; ninguno non lo conosce

si non yo. Pues échate sobre los huevos en mi lugar, mientra

yo vo a aquel lugar.»

Dijo el marido. «Non debe el homne entendido enfiuzarse

en cuanto los físicos dicen; ca a las veces dicen graves cosas e

muy caras, que ninguno non puede haber, si non a grant

peligro de sí; ca en algunas veces dicen que han menester unto

de león e de otros vestíblos; et non debe el homne entendido

meterse a peligro por buscar león e vestíblo en ningunt lugar

para todo cuanto provecho ha en todos sus untos. Et tú non te

faz fuerza de te ir a esa isla. Levemos nuestro nido así como

está al lugar donde lo queremos levar; ca hay muchos peces e

grant cañaveral, e es encubierto lugar, e muy apartado de las

carreras. Et sepas que quien cree a los físicos en buscar las

melecinas e se mete a peligro, non es seguro que le contesca

lo que acontesció al simio que buscaba el celebro de la

serpiente.» Et dijo la fembra: «¿E cómo fue eso?»

El simio

y la

medicina

Dijo el marido: Dicen que en una isla había un simio e

estaba muy vicioso de fruta. Et acaesció que ensarneció, de

guisa que se cuidó perder, e non podía buscar su vito, tanto era

enflaquescido. Et pasó por ahí otro simio et díjole: «¿Por qué

te veo en tal estado? ¿Qué te ha tornado tan magro e tan

flaco?» Dijo el simio: «Non sé por qué es, si non la ventura

que me fue prometida; ca ninguno non puede fuir nin escusar

el juicio de Dios.» Dijo el otro simio: «Yo conoscí un simio a

que contesció esto que a ti acontesció, e non falló melecina

que lo guaresciese fasta que le trojieron celebro de una

serpente negra, e fizo dello ungüento. Et si tú pudieres haber

celebro de serpenta negra, ésta es tu melecina.» Dijo el simio:

«¿Et cómo podré yo haber celebro de serpenta negra? Ca yo

non puedo haber mi vito destos árboles que son aquí cerca, si

non cuando me dan limosna los vestíblos las bestias fieras con

que me desvito; et si non por esto, muerto sería de la flaqueza

e de la magrez.»

Dijo el otro simio: «Yo oí un homne encantador en Fulán

lugar en esta isla, cerca de la cueva de una serpenta negra; et

yo conosco e creo que la ha muerta. Et yo iré a la cueva, e

entraré en ella, et si fallare la serpente muerta, tomaré su

celebro e aducir te lo he.» Dijo el simio sarnoso: «Si pudiere

ser, faz lo, ca me farás en ello grant merced, e habrás por ello

buen galardón de Dios.» Et fuese el simio, e llegó a la cueva, e

era muy ancha, et vido el rastro de los encantadores, et non

dubdó que la serpiente era muerta, et desque fue adelante falló

la serpenta viva, e saltó a él e tragólo.

«Et yo non te di este ejemplo si non por que sepas quel

homne entendido, maguer grant nescesidat haya, non le

conviene que meta su alma a peligro, buscando la melecina en

los lugares donde se teme la enfermedat que nunca habrá

melecina.» Dijo la fembra: «Entendido he lo que dejiste, mas

non puede ser que yo non vaya a aquella isla, ca non has que

temer en ir yo a aquel lugar, ca es pro de nuestros pollos, e

guarda de toda ocasión.» Dijo el marido: «Pues que éste es tu

acuerdo, non lo fagas saber a ninguno lo que tenemos en

corazón de facer, ca dicen los sabios: «Comienzo de todo bien

es el buen entendimiento, et la señal del buen entendimiento

es celar la poridat.» Desí fuese la fembra al zarapico, que era

en la mar buena pieza, et fizo le saber lo que tenía en corazón

ella e su marido de mudar se en aquel piélago de aquellos

peces e aquel cañaveral e aquel apartamiento en aquel lugar

tan apartado e tan seguro. Et díjole: «Si pudieres guisar que

seas y con nosotros, con consentimiento de mi marido e con

su placer, fazlo.»

Et el zarapico hubo grant sabor de aquel lugar, e quiso ser

cerca de la garza fembra por el amor que había entre ellos, et

díjole: «¿Por qué demandaré yo licencia de tu marido para

esto? Ca él non ha mayor derecho en aquel lugar que yo, que

es piélago comunal a él e a todos, et tamaña parte habemos

nos allí como él, o más. Et vete tú al piélago, et si es tan

vicioso e tal como tú dices ir me he yo allá, e faré yo mi nido

allí; et si tu marido contendiere comigo, facer le he yo

entender que aquel lugar non lo ha por herencia de su

patrimonio, nin ha mayor derecho a él ella que yo.» Dijo la

fembra: «Yo sé que es así como tú dices; empero quiero tu

vecindat e tu solaz. Et si tú fueres allá contra voluntad de mi

marido e a su pesar, temo que nascerá entre nos enemistad e

mal querencia, e turbar se ha la pura amistad e el puro amor

que te cuido haber, e la alegría tornar se ha en tristeza, et en

vez de amor habremos aborrencia e desamor.»

Dijo el zarapico: «Verdat dices, en cuanto a mí paresce;

mas ¿cómo guisaremos que le plega a él, e que él mande que

haya yo un nido en aquel piélago?» Dijo la fembra: «Yo te

diré cómo fagas. Vete para mi marido e dile, así como que non

sabes que él se quiere mudar en aquel lugar: «Yo pasé por un

piélago en tal lugar donde hay muchos peces e muy apartado

de los homnes e de las aves, et quiero allá mudar mi nido.

¿Quieres te ir allá comigo? Ca es tal lugar que con lo que ahí

está escusaremos de facer embargo a las otras aves en los

otros peces de la mar.» Et decir te ha él que ante fue él allá

que tú, que él se quiere mudar allá. Et cuando él te dijere

aquesto, dile tú: «Pues que así es, mayor derecho has tú en lo

haber que yo; empero si tú quisieres, moraré yo contigo e seré

tu vecino, e habré un nido cerca de ti; ca fío por Dios que non

habrás de mí daño, mas habrás solaz e esfuerzo en mí.» Et

fízolo así el zarapico, et fuese contra el marido. Et fuese la

fembra e pescó un pece e levólo al marido, et díjole: «Éste es

el pece de los peces que nos dijeron para melecinar nuestros

pollos.»

Et en llegando al marido falló y al zarapico, que le había ya

otorgado lo que le rogara. Et fizo muestra la fembra que le

pesara, por toller de sí la mala sospecha de su marido. Dijo la

fembra: «Nos no hobimos sabor de aquel lugar, si non por que

es apartado de las aves. Et si tú faces ahí parte al zarapico,

temo que vernán ahí muchas aves otras e habrán ahí parte

conusco, et sabes que lo más por que dejamos aquel lugar

nuestro e nos mudamos ende, non es así si non por fuir de su

compañía.» Et dijo el marido: «Bien entiendo lo que dices;

mas fío por el zarapico que habremos en su vecindat esfuerzo

e solaz, e ayuda contra otros; ca nos non somos seguros de las

aves de la mar que non nos contrallen este lugar e nos lo

embarguen, et non es mal haber al homne ayuda e amigos de

quien fíe. Ca non debemos ser engañados en la fuerza e

valentía que habemos más que las otras aves; ca por aventura

los flacos, cuando se ayudan, pueden con el fuerte e con el

valiente, así como pudieron los gatos con el lobo.» Et dijo la

fembra «¿E cómo fue eso?»

Los

gatos y el

lobo

Dijo el marido: Dicen que en una ribera de la mar había

muchos lobos. Et había entre ellos uno que era más fuerte e

más lozano e más glotón, et que menos se tenía por pagado de

su estado. Et salió un día a venar por haber mejoría de los

otros, et llegó a un monte donde había muchos vestíblos e

muchas bestias salvages, et non habían salida nin carrera para

otro lugar, et yacían y encerrados comiendo de aquellas yerbas

e de aquellas frutas, e faciendo sus fijos. Et cuando vido el

lobo que non había otra salida, fue cierto que sería muy

vicioso e abondado, et moró y un tiempo. Et había en aquel

monte muchos gatos, e eran fechos a comer las carnes de

aquellas bestias, et habían un rey de sí.

«Et ellos cuando vían que tamaño daño rescebían por la

vecinidat del lobo, ayuntáronse et aconsejáronse en que

manera folgarían de aquel lobo. Et había en aquellos gatos tres

que habían mejoría de todos los otros e con quien se

aconsejaban todos los otros. Et dijo el rey al primero dellos:

«¿Qué paresce que debemos facer a este lobo que nos ha fecho

tan gran daño en nuestro vito?» Et dijo el gato: «Non veo ál

por bien si non sofrir e ser pagados de lo que la ventura face;

ca non podríamos lidiar.» Dijo el rey al segundo: «¿Qué

consejo nos das tú?» Dijo el gato: «Tengo por bien que nos

mudásemos deste monte e buscásemos otro, et quizá fallar lo

híamos tan vicioso; ca si nos toviésemos por pagados con el

relieve de la caza del lobo, faremos muy estrecha vida e

peresceremos de fambre.» Dijo el rey al tercero: «Et tú, ¿qué

tienes por consejo?» Dijo: «Otra cosa.» Dijo el rey: «¿E qué

es?» Dijo: «Non tengo por consejo dejar nuestros lugares, nin

tener nos por pagados deste estado en que vivimos, mientra

que hobiéremos esperanza de ser más abondados, nin otrosí

sofrir lo en que vevimos, nin fuir; mas tengo por seso e por

consejo, si me tú quisieres creer, et los que contigo son, una

cosa, por que fío en Dios que venceremos nuestro enemigo et

tornaremos al mejor estado que nunca fuemos.» Et dijo el rey:

«¿Qué consejo es?»

«Dijo él: «Tengo por consejo que paremos mientes al lobo,

cuando cazare alguna bestia e la llevare por comer la, que lo

sigamos tú e yo contigo, et pieza de los gatos que son

conoscidos por fuertes e valientes e esforzados, sofridores,

atrevidos, así como que imos buscar la relieve de lo que él

come, ca es muy seguro de nos, et será engarrado de nos. Et

cuando fuéremos cerca dél, saltaré yo en sus ojos, e

quebrantar gelos he con mis uñas. Desí saltarán cada uno de

los otros gatos, e pensarán del logar do trabaren, et non nos

quitemos dél fasta que lo dejemos muerto; ca maguer que

alguno de nos se pierda, el rey e los otros que quedaren cobro

habrán de nos, sol que fuelguen deste lobo.» Et ficieron lo así.

Et en venando el lobo una bestia por comerla, et llegando la a

una ribera saltó en él aquel que diera el consejo al rey, et

quebrantó le los ojos con las uñas e cególo. Desí saltó en él el

rey et tóvole la cola, con los dientes, et llegáronse cada uno de

los otros e echaron mano dél, e non lo dejaron nin se partieron

dél fasta que lo dejaron muerto.

«Et yo non te di este ejemplo si non por que sepas que en

la vecindat del zarapico habremos solaz e pro e esfuerzo.» Et

plogo a la fembra, como placía a su marido, la morada del

zarapico con ellos. Et mudáronse las garzas et el zarapico a

aquel lugar. Et ficieron ahí sus nidos. Et apartóse el zarapico

con su nido del nido de las garzas, et hobieron grant sabor de

aquel apartamiento en que eran, et mostrábanse unos a otros

muy grande amor e grant solaz e grant honra; empero el amor

que era de la fembra al zarapico era más verdadero e más

firme, que non entre el zarapico e el marido, et fiaban unos

por otros por el amor antiguo.

Desí acaesció que se secó un río de los que caían en aquel

piélago, et apocóse el pescado. Et el zarapico dijo en su

corazón: «Maguer que es grant debdo de guardar homne los

amigos e de amarlos, mayor derecho ha de guardar a sí

mesmo; ca dicen que quien así mesmo non es leal, menos lo

será a otro. Et quien non para mientes en sí, et non está presto

antes que las ocasiones le vengan, cercar le pueden por

ventura tantos de perdimientos que non se podrá dellos

amparar. Et estas dos garzas que han comigo aparcería en este

piélago facen me daño, en los peces, tanto que quizá con cuita

habréme de tornar, como de cabo, a la mar; et yo só pagado

deste lugar, et seráme fuerte cosa de me partir dél, pues es

convenible; onde non veo más fuera matarlas, e folgaré sin

ellas, e fincaré en este piélago sin aparcero e sin contendor;

mas comenzaré primero en el marido, e guisar lo he con su

fembra, ca ella es de flaco seso e fíase mucho en mí e créese

por mí, et desque él muerto fuere, ligera cosa es de matar a

ella; tanto fía por mí.»

Desí vénose el zarapico e la fembra muy cuidoso e muy

triste, et dijo la fembra: «¿Qué has, porqué estás triste, mío

amigo?» Dijo el zarapico: «Estó triste por las tribulaciones

que corren en este mundo. ¿Viste nunca ninguno que

estorciese de los pensamientos del mundo e de las mal

andancias deste siglo, en sí o en sus amigos, et viste a alguno

que esté a miedo que durase en alegría o en vicio porque

hobiese de durar años?» Dijo la fembra: «Grant cosa es ésa

por que tú estás triste.» Dijo el zarapico: «Así es como tú

dices, et non es por ál, si non por ti; mas si tú me creyeres e

ficieres lo que yo dijere, por ventura desviaremos el mal que

cuido e temo que te ha de acontescer. Dijo la fembra: «¿E qué

es?»

Dijo el zarapico: «Maguer que nos seamos de sendos

linages, es tanto de amor que puso Dios entre nos, e tanto

solaz, que es más que si fuésemos parientes caronales. Et en el

parentesco acaesce a las veces tamaña enemistad e tamaña

malquerencia, que es mayor daño que el espada tajante e el

tósico mortal. Et dicen: «Quien non ha hermano non ha

enemigo, et quien non ha parientes non le ha ninguno

envidia.» Et yo quiero te facer un poco de pesar por tu

provecho, por mejorar tu estado, como quiera que lo tengas

por fuerte cosa e por muy desaguisada; mas pienso en lo que

me lo face decir. Et pienso en que las venturas que vienen a

las criaturas en este mundo facen más que esto; onde quien es

certero de la ventura desampárase a los mandamientos de

Dios, et fuelga. E escúchame e guíate por mí, et non me

demandes la razón de lo que te yo mandare facer, fasta que sea

acabado.»

Dijo la fembra: «Tanto miedo me has puesto e tan grant

espanto, que cuido que me sumirá la tierra. Et só placentera de

perder mi alma por ti; ca dicen que quien su alma non

desampara por su amigo para que le ayude a las cuitas, este

tal, segunt Dios, es engañoso e falso.» Dijo el zarapico:

«Aconséjote que guises en como mates a tu marido, e folgarás

dél; ca en matarlo será tu grant pro, et librarás a ti e a mí de

una tentación que he pavor que nos averná, segunt que yo he

barruntado en él, que nos tiene encubierta. Onde non me

quieras preguntar nada, salvo facer lo que te aconsejo. Sepas

que si non fuese por la grant pro que y ha, non me atrevería yo

a tan grant cosa. Et bien te faría yo saber la razón por que te

dé yo este consejo, si tú hobieses acabado lo que te yo mando

facer. Et yo te buscaré después un marido de mis amigos los

garzos, e escogerte he el que yo por mejor pudiere, e el que

más face por mí, et el que de mejor voluntad vivirá conusco

en este piélago, et te guardará et te honrará por mi amor. E tú

eres muy sesuda e muy buena; et sepas que si tú non faces lo

que te digo e non me creyeres, acaescer te ha lo que acaesció

al mur que non quiso creer al gato que le consejaba

lealmente.» Dijo la garza: «¿Et cómo fue eso?»

El ratón

y el gato

Dijo el zarapico: «Dicen que en una tierra había un

religioso en una choza, e eran los homnes muy pagados de

aquella choza e de le dar de sus comeres. E habían y muchos

mures que le venían a comer su vito, e hubo el religioso un

gato, e atólo en la choza por amortarlos e por matarlos dende.

Et entre aquellos mures había un mur que era muy grande e

muy fuerte, e más atrevido que todos, et cuando vido al

religioso atar el gato en la choza, sopo que faría y él mal de

morar con el gato, et llamólo e díjole: «Yo sé bien que el

religioso non te tiene si non por matar a mí e a mis

compañeros, et yo amo tu compañía e tu solaz e quiero haber

tu amor por ser seguro de ti e de tu artería. Et moraré aquí con

placer de ti, et prométote que te non encubra mi buen consejo

nin el pro que te pueda facer.»

Dijo el gato: «Bien entiendo lo que dices, et por que tú

hobiste sabor de mi amistad, yo te fago tal pleito que te yo non

busque mal; empero non te quiero prometer lo que te non

podré tener, ca el religioso me fizo fiel de su choza, e me

compró por desmanar el daño que le facías, tú e tus

compañeros, et yo nunca le seré traidor, contra lo que cree de

mí. Onde es menester que busques por donde salgas a los

campos o a otra morada de las que son aquí enderredor, si tú

quisieres que sea yo tu amigo, ca ser lo he en otro lugar. Et si

así non lo ficieres, non habrás de mí homenage nin seguranza,

ca yo non podré estar que lealmente non sirva a mi señor en lo

que me puso por guardar.» Dijo el mur: «Yo te comencé a

rogar e pedir por merced, e tú debes rescebir mi ruego, et non

quieras que vaya sin tu amor.»

Dijo el gato: «Derecho es que yo resciba tu ruego, e facer

lo que tú quisieres; mas ¿en cuál guisa lo faré? Ca vos todos

los mures vos ayuntades contra mi señor, et él es muy sañudo

contra todos vosotros; et si yo non le fuere leal en vos matar,

temo que me matará. Onde te apercibo, e te aconsejo que te

mudes desta casa, salvo e seguro para donde quisieres, et dote

plazo de tres días a que busques buen lugar en que te acojas e

donde mores. E yo ir te ver e requerir, e mostrar te he mi amor

más que tú me pediste.» Dijo el mur: «Fuerte cosa es dejar el

homne su lugar; mas estarme he yo en mi forado, e guardar

me he de ti cuanto pudiere.» Et cuando fue otro día salió el

mur del forado para buscar su vianda, e vido lo el gato, e non

se le movió por non le falsar el plazo que le diera, et fue en

esto el mur engañado, et salió muchas veces. Et cuando el

tercero día fue pasado, estando el gato en celada, salió el mur

a andar por la casa, e saltó el gato en él e matólo.

Et yo non te di este ejemplo si non por que sepas que el

homne entendido non debe refertar la palabra de su amigo

leal, nin tener por dura la palabra del castigador; ca dicen que

tal es la palabra del leal amigo, en cuanto la ha por dura el

consejado, como la melecina amarga que tuelle al cuerpo la

mala enfermedat. Et tú guárdate e non seas engañada en el

amor que te muestra tu marido; ca si lo matares verás luego la

folgura manifiestamente e habrías mejor marido con que

mejor placer hobieses.» Et cuando oyó la fembra lo que le dijo

el zarapico, hubo muy grant pavor; empero prísole gana del

marido nuevo que le prometiera, et dijo: «Entendido he lo que

tú dejiste, et non te sospecho en nada, e lo que tengo en

corazón de amor contra ti me muestra el amor que tú me has,

ca yo sé bien que tú non me aconsejarías tan desabridamente e

tan esquiva si non con amor e con lealtad que me has. Et si

fuese esto que me consejas cosa tal de que hobieses mayor pro

de ti solo sin mí, debíalo facer por tu amor e seguirme en tu

voluntad, cuanto más seyendo cosa en que yo he parte. Mas

¿con qué guisa podré yo matar a mi marido e con qué podré

con él?»

Dijo el zarapico: «Yo te mostraré una arte tal, que si la

ficieres recabdarás lo que quisieres.» E dijo la fembra: «¿Cuál

Capítulo XVIII

pescan algunt pece grande toman una estaca e espetan lo en

ella desde la cabeza fasta la cola. Et tú vete a aquel lugar, e

toma uno de aquellos peces que así vieres, e tráelo al marido e

dágelo a tragar, et cuando lo tragare, atravesar se le ha el

estaca en la garganta e morrá.» Et fizo la fembra cuanto le

aconsejó el zarapico, e voló et fuese allí donde los pescadores

andaban, e tomó un pece de aquellos espetados, e adujo gelo

et puso lo cerca del maslo su marido. Et él tragólo, et rompióle

el palo la garganta, e murió. Et fincaron el zarapico e la

fembra en uno algunos días, et él mostrábale grande amor e

facíale grande honra.

Desí demandó ella al zarapico el marido que le prometiera,

et él voló e fuese a un árbol que era y cerca, et falló un lobo

cerval que buscaba qué comiese, et llamólo e díjole: «Cuitado,

¿qué has e qué es lo que quieres?» Dijo el lobo: «Busco de

comer.» Dijo el zarapico: «Yo he una amiga de las garzas, la

más gorda que ser puede, e quiero la engañar de guisa que te

la traiga a la cueva, ca es de Fulán lugar. Pues vete a aquella

cueva e estáte y en celada, et cuando llegare la garza allá, salta

en ella e mátala.» Et fizo así el lobo cerval, e fuese para la

cueva e metióse en celada. Et tornóse el zarapico a la fembra e

díjole: «Fue a un garzo que es mucho mi amigo en Fulán

lugar, et díjele de ti cuánt fermosa eres, e cuánt enseñada, e

cuánt complida, e del amor que has comigo, e del lugar en que

somos, e de cómo has menester marido; et rogóme que te

llevase a él, que te quería ver. E vayamos para él.» Et ella

acordóse con él, e volaron amos e llegaron a aquel lugar. E

dijo el zarapico a la fembra: «En aquella cueva yace, et si

agora non es ahí, luego verná.» Et ella, con deseo del marido,

fuese luego para aquel lugar. Et el lobo que yacía en celada

saltó en ella detrás de una peña do estaba, et levóla en la boca

e matóla.

Et este es el ejemplo del que se fía por el aparcero falso,

que se non debe fiar, cómo peresce.»

De la golpeja e de la paloma e del alcaraván; e es el capítulo del que da

consejo a otro e non lo tiene para sí

Dijo el rey al filósofo: «Ya entendí este ejemplo. Dame agora

ejemplo del homne que da consejo a otro e non lo da a sí mesmo.»

Dijo el filósofo: «Este ejemplo es tal como el de la paloma e de la

gulpeja e del alcaraván.» Dijo el rey: «¿E cómo fue eso?»

Dijo el filósofo: «Dicen que una paloma sacaba palomillos de un

su nido que había en una palma muy alta, et la paloma, para mudar

su nido allí, había grant trabajo; tanto era de alto. Et cuando ponía

sus huevos sacábalos, e desque los tenía sacados veníase una

gulpeja a ella, que la solía requerir a la sazón que salían e que

andaban ya sus palominos e parábase a la raíz de la palma, e daba

voces amenazando la que subiría a ella si le non echaba los

palominos. Et ella echaba gelos con grant miedo que había, por

amor de vevir; ca le decía que si non gelos echase que sobiría e que

comería a ellos e a ella.

Et estando ella así un día e sus palominos, eguados, asomó un

alcaraván e posó en la palma, e vido la paloma estar muy triste e

muy cuitada, et díjole: «¿Por qué estás demudada?» Dijo ella: «Ha

me deparado mi ventura una gulpeja, et sol que sabe que mis

palominos son criados, viéneme amenazar e a dar voces a la raíz

desta palma, e yo con miedo echo gelos.» Et dijo el alcaraván:

«Cuando veniere a facer lo que dices, dile tú: «Non te echaré mis

fijos, si non que subas por ellos e que los comas, e si non yo te

echaré ninguno.» Et desque le hubo aconsejado el alcaraván esta

arte, voló e asentó ribera de un río. Et la gulpeja veno a la paloma

como solía facer, et paróse a raíz de la palma e dio voces e gritos, e

amenazaba como solía facer. Et la paloma respondióle e díjole lo

que el alcaraván le enseñara. Et díjole la gulpeja: «¿Quién fue el

que te dijo esto?» Dijo la paloma: «El alcaraván me lo dijo, que

está a la ribera del río.»

Et la raposa fue a buscar lo et fallólo parado en pies, et díjole:

«Dios te salve, amigo. ¿Qué faces aquí? ¿Sabes por qué te vine a

buscar? Porque me dijeron que sabes muchos bienes para se

guardar home de los acidentes de los aires del cielo, et vine a ti por

decoger algunt bien de ti.» Et dijo el alcaraván: «¿Et qué quieres

saber de mí?» Dijo la gulpeja: «Cuando has frío a los pies, ¿qué es

lo que faces?» Dijo el alcaraván: «Alzo el un pie e métolo así a

carona de mi vientre; et cuando aquél es caliente, alzo el otro e

quito aquél, et súfrome desta guisa.» Et díjole: «Cuando el viento te

da del diestro, ¿qué faces e dónde pones la cabeza?» Dijo el

alcaraván: «Póngola al siniestro.» «¿Et cuando te da del siniestro?»

Dijo: «Póngola al diestro.»

Dijo la gulpeja: «Et cuando te da el viento de todas partes,

¿dónde la pones?» Dijo el alcaraván: «Póngola so mi ala.» Dijo

ella: «¿Et cómo la puedes poner so tu ala, ca non me paresce que se

podrá facer?» Dijo él: «Por Dios, muy bien.» Dijo la gulpeja: «Pues

demuéstrame cómo faces, ca en verdad grant mejoría habedes las

aves sobre nos, ca sabedes en una hora lo que nos non sabemos en

un año, et aun metedes vuestras cabezas so vuestras alas por viento

e por frío. Pues muestra me cómo facer.» Et metió el alcaraván su

cabeza so su ala, et dio salto en él la gulpeja e matólo. Et díjole:

«Enemigo de Dios; mostraste carrera como te matasen, et diste

consejo a la paloma para que estorciese de la cuita en que estaba.»

En este calló el rey. Et dijo el filósofo: «Señor, hayas poder

sobre las mares, e déte Dios, mucho bien con alegría, e goce tu

pueblo contigo, et hayas buena ventura; ca en ti es acabado el saber

e el seso e el sufrimiento e la mesura e el tu perfecto entendimiento.

Ca en tu consejo non ha falla, nin en tu dicho yerro nin tacha, et has

ayuntado en ti fuerza e mansedumbre; así que en la fid non eres

fallado cobarde nin en las priesas non eres aquejado. Et yo te he

departido e glosado e esplanado las cosas, et te he dado respuesta

de cuanto me preguntastes, et por ti loé mi consejo e mi saber en

complir lo que debía, e el derecho que debo con buena memoria de

ti, trabajando mío entendimiento en el consejo e en el castigo leal e

en el sermón que te dije.»

Aquí se acaba el libro de Calila e Dimna, et fue sacado del

arábigo en latín e romanzado por mandado, del infant don Alfn, fijo

del muy noble rey don Fernando, en la era de mil e docientos e

noventa e nueve años.

El libro es acabado.

Dios sea siempre loado.

Vocabulario

Abarzar: abrazar.

Aborrido: aborrecido.

Abnue: chacal.

Abusión: injusticia.

Acaer: acaecer.

Acedado: agriado, de mal humor.

Acostarse: apoyarse, acercarse.

Acucia: diligencia, prisa.

Adobar: componer.

Afacimiento: amistad.

Afeitar: preparar, persuadir.

Afeuciarse: confiarse.

Afiar: dar en fianza.

Afitar, como afeitar: componer, arreglar.

Agro: agreste.

Aguazal: terreno salino.

Aguciar: acuciar, animar.

Agucioso: acucioso, diligente.

Ál: (Passim) otra cosa.

Albarhamin (tiene distintas formas): bracmanes.

Albarraz: especie de lepra.

Albedriarse: arbitrarse, reflexionar.

Alcalld: alcalde, juez.

Aleve: mala acción, malo.

Algo: hacienda.

Alhageme: alfajeme, barbero.

Alholla: tela de púrpura.

Alimania: alimaña.

Alueñe: véase lueñe.

Amortar: amortecer.

Amparar: defender.

Anviso: véase enviso.

Anxahar: lobo cerval.

Apesgar: como pesgar, pesar.

Aponer: atribuir, imputar.

Apos: comparado con.

Armadija: trampa, cepo.

Arrufarse: encolerizarse.

Asmamiento: pensamiento.

Asmar: considerar, pensar.

Asoras: súbitamente.

Astrugo: véase malastrugo.

Atalaya: hombre que observa.

Aterrado: perdido, acabado.

Atoleólo: quizás errata por «atollólo» de atoller, coger.

Atriaca: contraveneno, antídoto.

Aturar: perdurar, permanecer.

Aventar: abanicar.

Aviltar: afrentar.

Axara: véase anxahar.

Azomar: ajustar el precio de una mercancía.

Azorero: el que cuida de los azores.

Baratar: proceder, hacer.

Beudez: borrachera.

Beudo: beodo.

Bosa: bolsa.

Broznamente: duramente.

Broznedat: rudeza.

Bujeta: cajita de madera.

Ca: (passim), pues.

Cabo, en su cabo: solo, retirado.

Camiar: cambiar.

Carona: calor de la carne.

Caronal: carnal.

Carpirse: arrancarse los cabellos, maltratarse.

Castigar: aconsejar.

Castigo: consejo.

Catar hora: buscar el momento.

Celado: oculto.

Cólora: cólera, bilis.

Combrá: futuro de comer, página.

Compaño: compañero.

Compañones: testículos.

Compreso: preso juntamente con otro.

Concejeramente: públicamente.

Condesijo: escondrijo.

Conducho: comida, manjar.

Confasión: confección, medicina.

Conlivio: medicamento.

Conortar: consolar, aliviar.

Conorte: consuelo, alivio.

Connusco: con nosotros.

Contendor: contendedor.

Convolver: revolver.

Convusco: con vos.

Corto: cortado.

Costribar: estreñir.

Cras: mañana.

Cuestas: costillas.

Cuestión: pregunta.

Curador: el que cura o cuida de algo.

Dagastonar: engastar.

Dar: decir, declarar.

Decorar: recitar.

Defender: prohibir.

Delibre: astuto, inteligente.

Derrundiado: derrumbado.

Desfiuzarse: desesperarse.

Desfuciado: desconfiado.

Desmanar: apartar, evitar.

Despender: gastar.

De vagar: despacio, concienzudamente,

Dioso: viejo, de días.

Diudo: enamorado, deudo,

Diuso: de yuso, de bajo.

Dolar: doblar.

Donario: gracia, donaire.

Dubdar: sospechar.

Ducir: conducir.

Eguado: igualado.

Enartar: engañar.

Encelar: ocultar.

Encimar: acabar, llevar a buen fin.

Enfestar: levantarse, erguirse.

Enfiesto: erguido, levantado.

Enfingir: ilusionarse.

Engeño: ingenio.

Enridar: enrizar, azuzar.

Enrisar: enrizar, azuzar.

Enviso: avisado, listo.

Eriazo: erial, tierra sin labrar.

Escapar (léase espaciar): explicar, calmar.

Escodruño: escudriño.

Escorrecho: fuerte, vigoroso.

Escosa: seca, árida.

Escucha: centinela.

Esculca: espía.

Espendido, acaso espandido: desparramado.

Estorcer: librarse.

Estroído: destruído.

Estultar: tratar de tonto a alguien.

Faldrido: letrado.

Faldrimiento: habilidad.

Faza: hacia.

Fedroso: hediondo.

Femencia: esfuerzo.

Femenciar: esforzar.

Femencioso: esforzado.

Festinar: apresurar.

Feuciarse: confiarse.

Figo (mal del): tumores alrededor del ano.

Fucia: confianza.

Fueras: excepto.

Fuste: palo.

Gamonal: tierra en que se da la planta llamada gamón.

Ge, gelo, -a: (passim) se, selo, a.

Gigonza (léase girgonza): una clase de piedras preciosas.

Golosía: glotonería, ambición.

Guarescer: curar.

Guarir: curar.

Guisar: arreglar.

Gulpeja: vulpeja, zorra.

Haber: riquezas.

Hermar: abandonar.

Homecillo: odio, aversión.

Homiciado: enemistado.

Homiciero: intrigante.

Hora: véase catar hora.

Huyar: llegar a, adelantarse a.

Jarín: jara.

Jarope: jarabe.

Lacerio: molestia.

Laido: feo, reprobable.

Lazdrado: desdichado.

Ledo: contento, alegre.

Librar: sentenciar.

Liento: húmedo.

Lijoso: inmundo.

Lóbregas: bodega.

Luciérnega: luciérnaga, gusano de luz.

Lueñe, llueñe y alueñe: lejos.

Malastrugo: desgraciado.

Malvestad: maldad.

Manga: trompa.

Mantillo: membrana en que está envuelto el feto.

Marrido: apenado, afligido.

Maslo: macho.

Menazón: diarrea, disentería.

Menge: médico.

Mermidones: como Albarhamin, bracmanes.

Mestura: intriga.

Mesturero: cizañero, enredador.

Mezcla: intriga.

Mezclado: indispuesto, intrigado.

Mundificar: limpiar, purificar.

Mur: ratón.

Nadi: nada.

Nocir, nucir: dañar.

Orebs, orebce: orífice, el que trabaja el oro.

Pagarse: estar satisfecho.

Paladinas, en paladinas: públicamente.

Parias: tributo.

Pavón: pavo real.

Pecachado: agachado, acobardado.

Pechar: pagar una deuda.

Pella: pelota.

Pensar: dar pienso, cuidar.

Pesgar: pesar, agobiar.

Pesquerir: buscar.

Pieza: cantidad.

Plado: prado.

Plego: juntura.

Poridat: secreto.

Porná: futuro de poner.

Postema: angina.

Preses: preces, oraciones.

Priado: presto, prontamente.

Profazar: hablar mal, reprender.

Punar: pugnar.

Quedar: aquietar, reposar.

Rabinoso: rabioso.

Rafez: vil, despreciable, barato.

Rebtar: reprender.

Rebto: culpa.

Recabdo: razón.

Recender: exhalar el perfume.

Recudir: replicar, responder.

Refertar: contradecir.

Refez: véase rafez.

Registir: resistir.

Relentescer: humedecerse.

Relieve: restos de comida.

Remasera: nombre de una medicina desconocida.

Repentencia: arrepentimiento.

Repostero: guardador del tesoro.

Respuesto: tesoro.

Salterio: instrumento musical de cuerdas.

Salvar: besar, saludar.

Sartas: se refiere a sartas de perlas.

Saulan: palabra mágica sin significación.

Seían: imperfecto del verbo ser.

Sei, sey: imperativo de ser.

Señero: solo.

Seta: secta.

Sínsamo: sésamo.

Sirgo: seda.

Sísamo: sésamo.

Sobejano: excesivo.

Sobrevienta: sobresalto.

Sol: con solo, solamente.

Sollar: soplar.

Sollón: resollante.

Soseido: sujeto, sometido.

Sospirón: respiradero.

Supitaño: repentino.

Tartalear: removerse inquietamente.

Terrería: astucia.

Terrero: astuto.

Tésico: tósigo, veneno.

Tittuy: gaviota.

Toller: quitar.

Tremedal: paraje cenagoso que retiembla al menor movimiento.

Triaca: véase atriaca.

Trobejar: trebejar, jugar.

Tuerto: a tuerto, injustamente.

Turar: perdurar.

Vagar: véase de vagar.

Vegambre: véase vigambre.

Venar: cazar.

Veridad: verdad.

Vestíblo: animal en general.

Vidigambre, vigambre: veneno.

Vito: alimento.

Vuelto: enemistado.

Y: allí, en esto.

Zanecer: alegrarse, divertirse.

Zoco: plaza, mercado.

Índice

! Calila y Dimna

Fábulas: antigua versión castellana

" Prólogo

" Introducción de Abdalla Ben Almocafa

# Capítulo I

Cómo el rey Sirechuel envió a Berzebuy a tierra de

India

# Capítulo II

Historia del médico Berzebuey

# Capítulo III

Del león e del buey e de la pesquisa de Dimna e de

Calila

# Capítulo IV

De la pesquisa de Dimna; e es el capítulo del que

quiere pro de si e daño de otro, que torna su facienda

# Capítulo V

De la paloma collarada, e del galápago, e del gamo, e

del cuervo; e es capítulo de los puros amigos

# Capítulo VI

De los cuervos e de los búhos. Es ejemplo del

Calila y Dimna : fábulas :

antigua versión castellana

enemigo que muestra humildat e gran amor a su

enemigo, e se somete fasta que se apodera dél, e

después le mata

# Capítulo VII

Del galápago e del simio; e es capítulo del que

demanda la cosa antes que la recabde e después la

desampara

# Capítulo VIII

Del religioso e del can; es el capítulo del home que

face las cosas rabiosamente, e a que torna su facienda

# Capítulo IX

Del gato e del mur

# Capítulo X

Del rey Varamunt e del ave que dicen Catra

# Capítulo XI

Del rey Cederano e de su aguacil Belet e de su muger

Helbed

# Capítulo XII

Del arquero e de la leona e del axara

# Capítulo XIII

Del religioso e de su huésped

# Capítulo XIV

Del león e de anxahar religioso

# Capítulo XV

Del orebce e del simio e del castigo e de la culebra e

del religioso

# Capítulo XVI

Del hijo del rey e del fidalgo e de sus compañeros

# Capítulo XVII

De las garzas e del zarapico

# Capítulo XVIII

De la golpeja e de la paloma e del alcaraván; e es el

capítulo del que da consejo a otro e non lo tiene para

# Vocabulario

El sabio no dice lo que sabe, y el necio no sabe lo que dice.

Si los hombres han nacido con dos ojos, dos orejas y una sola lengua es porque se debe escuchar y mirar dos veces antes de hablar

Lo que importa verdaderamente en la vida no son los objetivos que nos marcamos, sino los caminos que seguimos para lograrlo.

Hay dos cosas que son infinitas: el universo y la estupidez humana; de la primera no estoy muy seguro.

Hay dos cosas que son infinitas: el universo y la estupidez humana; de la primera no estoy muy seguro.

El nacimiento y la muerte no son dos estados distintos, sino dos aspectos del mismo estado

Las personas son como la Luna. Siempre tienen un lado oscuro que no enseñan a nadie.

Las conversaciones son siempre peligrosas si se tiene algo que ocultar

El saber y la razón hablan, la ignorancia y el error gritan.

Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de mofa

Algunas personas son tan falsas que ya no distinguen que lo que piensan es justamente lo contrario de lo que dicen.

Produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla mientras el género humano no escucha.

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